Por Roberto Veiga González 2016-05-03
I
Cuba vive un momento grave de su existencia. En tanto, los cubanos debemos tomar posesión de lo real, aunque ello implique la incompresión y hasta la ignominia por parte de algunos que, con influencia o poder, no logran comprender la envergadura del llamado que nos hace la historia. De la respuesta de cada cual a este grito que emana de las entrañas del alma nacional dependerá que cada uno de nosotros pueda ser considerado un digno cubano, o un digno patriota, o un digno revolucionario.
En un discurso en la Universidad de La Habana, en el año 2006, el expresidente Fidel Castro aseguró que padecíamos de un universo de males que podían desmoronar la Revolución, y retomó aquella frase suya inaugurada en el año 2001, que refrenda la necesidad de “cambiar todo lo que deba ser cambiado”. Más tarde, el presidente Raúl Castro, casi como Juan el Bautista del Evangelio, clama en el desierto, advirtiendo que bordeamos el precipicio y que ahora no sólo está en peligro la Revolución, sino lo más profundo de la nación misma.
Lo anterior no constituye meras frases retóricas, sino un peligro real; ni algo cuya solución atañe sólo a ellos y a sus más allegados. La responsabilidad de la crisis actual ha sido de casi todos, aunque en diferentes proporciones y de diversos modos. En tanto, todos tenemos la obligación de sacar al país de esta crisis y redimensionar el modelo social, económico y político que debe sostener a la República, que cada vez deberá ser más republicana.
¿De qué crisis hablo? ¿A qué males se refería Fidel Castro, en 2006? ¿Cuáles son los peligros que preocupan al actual primer mandatario? Quizá ellos y todos los cubanos podamos tener percepciones diferentes y posicionamientos diversos ante tales percepciones, pero de seguro todas, o casi todas, de algún modo giran en torno a dificultades, preocupaciones y dolores compartidos. Por ello, los invito a revisar muchísimos de sus discursos e intervenciones; y hago esto porque pienso que ciertas personas no pongan en duda la legitimidad de estas opiniones; aunque también existen muchísimos otros criterios y argumentos, incluso adversos al gobierno, que describen tales dificultades con tanta legitimidad como la de ambos dirigentes.
No obstante, ratifico que la solución no debemos buscarla en el pasado, ni en otros lugares del planeta. Lo cual no significa que desechemos la experiencia de nuestra historia y de la historia de la humanidad. Por ende, sería un despropósito pretender una especie de “re-sovietización” burda y a destiempo, ni una vuelta a la vieja y grotesca república, ni una transición al modo oligárquico o mafioso de la Europa del Este. El único camino certero sería la evolución del modelo, por medio de un proceso que no admita rupturas, pero que se empeñe en el completamiento de la República nueva, signada por la soberanía nacional y ciudadana, el crecimiento de la economía y la cultura, y el desarrollo de la justicia social y la democratización política.
Sin embargo, para lograrlo, sería necesario afrontar el proceso desde una dimensión trascendental, que implique buscar en el alma colectiva las opiniones, incluso las opiniones inexpresas, para idear, proyectar y fomentar la vitalidad del país, en fin: desatar toda una actitud histórica. Y esto reclama de cada cubano, de Cuba toda: “coraje y talento”. Cuba, con total seguridad, no se convertirá en cuatro meras letras si, en esta hora crucial, la sostenemos y la proyectamos desde esos dos pilares: “el coraje y el talento”. Pero esto demanda ensayar un giro de nuestra cultura política, con el propósito de que las percepciones y proyecciones diferentes se consideren complementarias, no enemigas, y se dispongan a procurar sinergias, no a lincharse unas a otras -ya sea política o moralmente. Sé que para muchos esto puede resultar difícil, pero entonces no serán capaces de estar a la altura de los retos presentes.
II
Últimamente, ciertos personajes que deberían darse a respetar, se han cubierto de una capa de tinieblas y al modo de las antiquísimas películas de vampiros –que en su época impresionaban a muchos espectadores, pero desde hace tiempo dejaron de tener efectos atemorizantes- se han lanzado a “desangrar” a todo cubano, a toda idea, a toda opinión, a todo proyecto, que no represente el pasado y el fracaso. Se han convertido en algo sumamente patético, horroroso, porque intentan legitimar la obra de la Revolución únicamente a partir de aquellas cuestiones que fueron circunstanciales y/o resultaron un fracaso; presentándolas, además, como “imperecederas” y como criterio último del bien, de la verdad. Rara manera esta de sostener en el presente y de cara al futuro, el proceso que dicen defender. En este sentido, se han convertido en la antítesis del patriota que demanda la Cuba de hoy y se entronizan como actores que subvierten la necesidad histórica de buscar, en el alma colectiva, las opiniones para fomentar la vitalidad de la nación.
Entre estas personas se encuentra Iroel Sánchez; quien ha dedicado su vida a enjuiciar a todo cubano que considera “abominable”. Cuba Posible constituye una de sus obsesiones. De mi persona dice, o insinúa, cualquier cosa; en algunos casos a título personal y, en otras ocasiones, citando a otros que convierten la esfera pública en una imagen “de lo peor de un carnaval” o “de lo peor de un prostíbulo”. El espectro de acusaciones que me ha hecho Iroel Sánchez resulta amplio, por ejemplo: 1) que tengo relaciones en otros países del mundo; 2) que poseo aliados en Estados Unidos y en Europa; 3) que poseo relaciones cercanas con Carlos Saladrigas y Arturo López-Levy, entre otros emigrados de Estados Unidos; 4) que recibimos apoyo financiero de instituciones extranjeras; 5) que estoy dispuesto a “dialogar” y a “pactar” con personas que poseen ideas “diferentes” a las mías; 6) que no soy revolucionario; 7) que soy de derecha; 8) que oculto ser un opositor político; 9) que engaño cuando aseguro que no pretendo que Cuba Posible sea un partido político; 10) y que trabajo para la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Cuando escucho estas cosas de Iroel, siempre me acuerdo de Carlos Puebla, cuando decía: “y como no me voy a reír de la OEA, si es una cosa tan fea, tan fea que causa risa”. Confieso que he llegado a sentir lástima por él; porque ha terminado siendo víctima de las más crueles burlas; incluso ya muchos se alegran de sus ataques, porque ello indica que “están haciendo cosas útiles” y aseguran que con su contribución terminan siendo “legitimados ante la opinión pública cubana e internacional”.
En cuanto a sus acusaciones sobre mi persona, le respondo: 1 y 2) sí, tengo muy buenos amigos en Estados Unidos, en América Latina y en Europa, con los que comparto el compromiso por el presente y el futuro de Cuba; 3) efectivamente, poseo una relación muy cordial con Carlos Saladrigas y con Arturo López-Levy, pero esos dos son solo los más visibles, porque tengo relaciones con mucho otros (y créeme que estas redes de amigos están en fase de ampliación y consolidación); 4) ciertamente, tienes razón cuando aseguras que Cuba Posible recibe apoyo financiero del extranjero, de las mismas instituciones que colaboran con círculos importantes de la institucionalidad del gobierno cubano (aunque te aclaro que poseo tanta libertad como el gobierno para decidir de quién acepto o no contribuciones de esa índole); 5) Sí, también estoy dispuesto a “dialogar” y “pactar” con personas que poseen ideas “diferentes” a las mías, siempre que ellas no sean miserables humanamente o políticamente; 6) en cuanto a si soy o no revolucionario, le pregunto a Iroel Sánchez, pero para que se responda a sí mismo, pues de él no quiero ni una palabra: ¿qué es ser revolucionario?; 7) por otro lado, acerca de ese empeño suyo y de otros oportunistas, de colocarme a la derecha del espectro político, les pregunto, igual para que se respondan ustedes mismos: ¿cuáles ideas y posiciones son de izquierda y cuáles de derecha?; 8 y 9) del mismo modo, reitero que no pretendo ser un opositor político, ni deseo convertir a Cuba Posibleen un partido político (sin embargo, aseguro que si en algún momento lo estimara pertinente me opusiera a cualquier gobierno e integrara el partido político que estime oportuno –siempre, sin comprometer a Cuba Posible y a sus colaboradores-, aunque ello fuera ilegal y me trajera graves consecuencias); 10) y sobre mis vínculos con la CIA, le digo a Iroel que curas, obispos y laicos “históricos” de la Iglesia católica organizaron, de forma perversa, mi linchamiento dentro de la institución, y desarrollaron esfuerzos para dañar la integridad de mi familia, en especial de mis hijos, pues según ellos yo era “un oficial del G-2”, porque “alguien que no odiara a la Revolución” no podía ser otra cosa. Nada, que esos también, como Iroel, son viles, aunque con una diferencia: él da la cara y se expone, mientras ellos sólo actúan por detrás, porque sus vidas reales pertenecen “al mundo de las sombras”.
En tal sentido, ahora, ya sin la ira que se desplazó por mi teclado en los párrafos anteriores, le aconsejo dedicar su adultez, las fuerzas y energías que le queden, a espantar los fantasmas del mal que le rodean. Iroel Sánchez necesita descubrir tanto bien que podemos encontrar en tantísimos compatriotas que, con diversas proyecciones, desean salvar y desarrollar ese humanismo cubano que él dice defender; pero que traiciona con cada idea, con cada palabra, con cada acto, con cada mirada. Por favor, Iroel, si vuelves a ocuparte de mí, no lo hagas por medio de la “opinadera”; sino reclamándole a la Fiscalía General de la República que demande un proceso de instrucción que me conduzca ante la sala de la Seguridad del Estado del Tribunal Popular correspondiente. Haz esto o cállate, por dignidad.
III
Debo alejarme de esta digresión sobre circunstancias y actos mezquinos, por lo cual pido disculpa a los lectores, para reincorporarme a lo importante, a lo que realmente debe preocuparnos y ocuparnos. Las circunstancias actuales del país demandan de un actor socio-político en las antípodas del que acabo de cuestionar. En tal sentido, el académico Pedro Monreal, en un artículo a propósito de este desvarío, asegura que “el sujeto político contemporáneo en Cuba se sitúa entre un referente de experiencia pasada y una perspectiva de experiencia futura (…) Que para muchos cubanos existe una carga de experiencia que influye en la manera de pensar y de actuar, pero que consideran que lo crucial de sus vidas es lo que está por venir”. Por ello, señala que “las visiones que proponen el pasado como asidero paradigmático parecen ser percibidas crecientemente como un pensamiento conservador (…), y lo que ocurre en la realidad es mucho más complejo, pues el pensamiento de la gente siempre incluye ideas originales”.
Al respecto, asegura el intelectual cubano que podemos compartir muchísimas posiciones sustantivas, con carácter original y en perspectivas de futuro. Sin embargo, no deja de señalar y ratificar las seis que enumero a continuación: 1. Los mecanismos para la participación política. 2. La sociedad civil como espacio para promover el cambio social. 3. La forma social de apropiación del excedente económico. 4. Las funciones del Estado. 5. La justicia social. 6. Y la inclusión social. Para garantizar el desarrollo de la República de Cuba, que incluye estos principios y fines, el también intelectual Julio César Guanche, que igualmente escribió a causa del despropósito de Iroel, sostiene la necesidad de “imaginar la Revolución como un proyecto político, y de nación, habitable por todos y deseable para muchos”, y que para eso será indispensable que “los problemas de todos sean procesados entre todos”.
De estos retos, no le cabe dudas a casi nadie. En el propio VII Congreso del PCC, recientemente celebrado, militantes destacados dejaron claro la necesidad de desarrollar cambios sociales e indicaron que para esto sería ineludible reformar el modelo económico y también el modelo político, para que este sea mucho más participativo y democrático; pues de lo contrario no estaríamos garantizando el socialismo, así como su prosperidad y sostenibilidad. Para realizar esta tarea, el presidente Raúl Castro y el pleno del Congreso, aprobaron discutir con el pueblo el Informe central al magno evento partidista, así como consultar a la sociedad acerca de la llamada “conceptualización de modelo cubano” y debatir con la ciudadanía la reforma parcial o total de la actual Carta Magna, la cual finalmente deberá ser aprobada a través de un referendo popular.
Este proceso de rediseño social, de evolución del modelo cubano, ratificado en la cita comunista, no privilegia a los militantes de sus filas, quienes al parecer tendrán que participar en igualdad de condiciones con la generalidad de la ciudadanía cubana. Esta fórmula parece constituir un esfuerzo para intenta atenuar la contradicción existente entre la soberanía popular y el estatus privilegiado del PCC. Sin embargo, quiero reiterar que todo ese proceso, que deberá ocurrir durante los próximos cinco años, será efectivo y resultará exitoso, únicamente si se fundamenta en la búsqueda de las opiniones, incluso de aquellas inexpresas, en el alma colectiva, con el objetivo de conseguir la capacidad necesaria para idear, proyectar y fomentar la vitalidad del país.
No obstante, debo advertir que los buenos cubanos deberán estar alertas ante la maledicencia que, seguramente, interpondrán continuamente los tantos “iroeles” que pululan en todo el espectro del arco ideo-político de la nación. Asimismo, alerto ante la desidia y los impedimentos que incorporarán muchos que aseguran ser leales al oficialismo y desde allí al país (desde sus bases hasta la cúspide), pero sólo les interesa preservar posiciones personales y ciertos privilegios, en ocasiones escuálidos; y de unos tantos dirigentes o funcionarios que desde hace algún tiempo poco les importa la Isla y, más bien, se ocupan de manera única e intensa (y utilizando procedimientos ilegítimos), por “su futuro individual”.
En tal sentido, la generalidad de los cubanos debemos optimizar esta oportunidad excepcional, en medio de unas circunstancias que reclaman una responsabilidad general también excepcional. Y para ello, no debemos ocuparnos de conocer la aquiesencia de tales personajes, a pesar del poder y la influencia que puedan conservar. Hagamos cada uno, lo que cada cual y aquellos compatriotas en quienes confiamos, consideremos correcto. Sólo entonces estaremos ejerciendo nuestra responsabilidad y estaremos construyendo Patria. No dejemos que esos “traficantes de patriotismo” –al decir del padre Félix Varela- deshagan los sueños construidos durante más de dos siglos, no permitamos que arruinen las ilusiones que aún conservan los cubanos que compartimos esta época y evitemos, a toda costa, que profanen la confianza en nosotros mismos. Por otro lado, hemos de tener claro que para hacer esto posible, debemos empeñarnos en convertir a Cuba en una antorcha, pero no de fuego, sino de “coraje y talento”.
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