Una palabra retumbaba en la Plaza: Revolución. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.
Los primeros recuerdos que guardo de esta Plaza vienen tomados de la mano de mi padre. La madrugada era una fiesta. Para una niña de ocho años, dormir apenas unas horas era aventura suficiente para contar el lunes en la escuela.
Era el primer día de mayo del año 2000. La guagua nos dejó en la esquina de 23 y 12. Caminamos hasta Paseo y luego hacia arriba, buscando, como siempre, la luz del Maestro.
Las calles, repletas de habaneros y amigos del mundo, fueron ocupando cada espacio de la alameda. Recuerdo que sorteamos “los bloques” de personas. Rostros eufóricos, banderitas en mano, carteles y consignas.
Las congas empezaron a sentirse, a superponerse, a competir en medio del bullicio, hasta que un compás hizo simbiosis: los pasos de un pueblo.
Éramos mi padre y yo contra el “tumulto” reunido a lo largo de la calle. Pero el mundo abría paso a mi entusiasmo. Así llegamos al frente de la Raspadura.
Y ahí estaba él. Con sus gafas grandes, de verde olivo, consciente del manifiesto que pronunciaba de cara al nuevo siglo. Una palabra retumbaba en la Plaza: Revolución… Revolución… Revolución…
Quizás yo no entendía del todo ese concepto que Fidel multiplicaba en cada altavoz. Mi papá apretaba mi mano, serio, con esos ojos atentos que tanto extraño.
La Plaza es la misma y su gente, entusiasta y comprometida, desfila hoy otro Primero de Mayo. Fidel está también aquí. Lo siento cerca, como a papá. En cada cubano y cubana que vibra frente al Apóstol.
Veo tantos rostros como el mío en aquella ocasión que no puedo más que soñar… Algún día desfilaré con mis hijos, de manos apretadas, frente a Martí. Sé con certeza que también ellos escucharán: Revolución…
Fidel está también aquí. Lo siento cerca, como a papá.Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.
Continuidad. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate.
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