Es hora de hacer una actualización sobre el euro. He estado bastante centrado en las elecciones estadounidenses ya que, después de todo, es mi país, pero sigo estando atento a lo que sucede al otro lado del charco.
La historia básica de la crisis del euro sigue siendo la misma: es básicamente una crisis de la balanza de pagos que se ha interpretado erroneamente como una crisis fiscal, y la pregunta clave es si la devaluación interna es realmente factible.
¿Qué? De acuerdo: el origen de la crisis del euro no se encuentra en el despilfarro de los Gobiernos, sino en los enormes flujos de capital de los principales países de la Eurozona (fundamentalmente Alemania) hacia su periferia durante los años de bonanza. Estos flujos de capital provocaron un auge en la periferia, junto con el aumento drástico de los salarios y de los precios en los países GIPSI (acrónimo en inglés de Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia y que suena como gitano en inglés: gipsy) en relación con Alemania.
La historia básica de la crisis del euro sigue siendo la misma: es básicamente una crisis de la balanza de pagos que se ha interpretado erroneamente como una crisis fiscal, y la pregunta clave es si la devaluación interna es realmente factible.
¿Qué? De acuerdo: el origen de la crisis del euro no se encuentra en el despilfarro de los Gobiernos, sino en los enormes flujos de capital de los principales países de la Eurozona (fundamentalmente Alemania) hacia su periferia durante los años de bonanza. Estos flujos de capital provocaron un auge en la periferia, junto con el aumento drástico de los salarios y de los precios en los países GIPSI (acrónimo en inglés de Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia y que suena como gitano en inglés: gipsy) en relación con Alemania.
Entonces la música dejó de sonar. La combinación de unas economías periféricas profundamente deprimidas (lo que se traduce por un aumento de los déficits presupuestarios) con el temor a una disolución del euro convirtió esto en un ataque a los bonos de los Gobiernos de la periferia. Pero el origen sigue siendo el problema de la balanza de pagos y los costes. Y cualquier solución tiene que pasar por volver a mantener bajo control los costes y los precios.
Este es el contexto en el que tenemos que ver las acciones de Mario Draghi. El presidente del Banco Central Europeo ya ha intervenido dos veces –la primera con las operaciones de refinanciación a largo plazo el pasado otoño, y luego en septiembre con el plan para comprar deuda soberana– para evitar que se dispare la rentabilidad de los bonos y así impedir una posible “espiral financiera mortal” con la caída de los precios de los bonos, el hundimiento de los bancos y una rápida fuga de capitales.
Bien hecho por su parte. Pero sigue siendo necesaria una devaluación interna: una drástica reducción de los costes y de los precios con relación a los principales países de la Eurozona. Y ese es un proceso lento y doloroso.
¿Dónde encaja la austeridad en esta historia? Principalmente no encaja. El hecho de recortar un par de puntos adicionales en el déficit estructural casi no cambiará en nada la solvencia a largo plazo, ni tampoco acelerará mucho el ritmo de la devaluación interna. Sin embargo, reducirá el empleo todavía más, y también provocará mucho sufrimiento a través de los recortes en los programas sociales.
Entonces, ¿por qué aplicarla? En parte porque Europa sigue funcionando con la falsa teoría de que es básicamente un problema fiscal; y en parte para aplacar a los alemanes, que siguen convencidos de que esos vagos del sur de Europa se están saliendo con la suya. En realidad, la política consiste en infligir dolor solo por infligir dolor.
Lo que nos lleva a la pregunta: ¿puede esto continuar? ¿Cuándo empezará la gente de las economías afligidas a decir que ya no lo pueden soportar más? Las noticias de España, con enormes manifestaciones y rumores de secesión, parecen indicar que este momento puede estar acercándose rápidamente. Asimismo, aunque hace tempo que Grecia ha dejado de ser el epicentro, parece que las cosas están empeorando allí.
Creo realmente que Draghi lo ha hecho muy bien, pero él solo no puede hacer que funcione la devaluación interna, y tampoco puede salvar a Europa si sus líderes siguen pensando que la imposición de dolor gratuita es una política acertada.
Los flujos de capital hacia los GIPSI
Un corresponsal plantea una buena pregunta: cuando digo que mucho dinero fluyó hacia España y otras economías periféricas durante los años de la burbuja, ¿de qué tipo de flujos de capital estamos hablando? En resumidas cuentas, deberían pensar que adopta en gran medida la forma de préstamos interbancarios. Por ejemplo, el Landesbanken alemán compró bonos con garantía de préstamo emitidos por las cajas españolas; a su vez, las cajas usaron el dinero para financiar compras inmobiliarias.
Otras formas de inversión transfronteriza, como las inversiones directas de las empresas, fueron un elemento bastante secundario. Esa también es la razón por la cual las consecuencias negativas de esos flujos de capital dieron lugar a un drástico incremento de la deuda del sector privado español.
Me gustaría publicar un buen gráfico pero no he encontrado una presentación lúcida de los datos. Si alguien sabe cómo hacerlo, por favor, que me lo diga. Pero la historia básica parece evidente.
Y, por cierto, esto deja bastante claro que, en ese sentido, si quieren hablar de un comportamiento irresponsable, fue un proyecto realmente común y transeuropeo. Los banqueros alemanes sabían lo que los bancos españoles estaban haciendo y, de hecho, asumieron una buena parte del riesgo directamente al aceptar bienes inmobiliarios como aval.
© 2012 The New York Times.
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