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Construir o reparar una
vivienda es de las preocupaciones más frecuentes en Cuba hoy. Un cubano
necesitan nunca menos de 80 mil pesos (unos 4000 USD) para levantar una
casa con las facilidades básicas, según datos del Ministerio de la
Construcción.
Gran parte de ese monto se emplea en
comprar cemento, un producto disponible en dos tipos en la red de
mercado: el PP 250 y el P 350. El primero es más barato, pero necesita
más agua para fraguar y suele ser menos resistente; por tanto las
personas evitan emplearlo en las placas, columnas y otros elementos
estructurales.
Un reciente anuncio podría cambiar esa realidad.
“Mojar mejor al cemento con menos agua
ha sido el propósito de los científicos desde varias décadas atrás y
para eso desarrollaron aditivos químicos, que le dan fluidez a la mezcla
sin necesitar de más líquido”, explica a OnCuba el Doctor en Ciencias
José Fernando Martirena, del Centro de Investigación y Desarrollo de
Estructuras y Materiales (CIDEM), en Villa Clara.
“Pero los aditivos químicos son muy
caros y nosotros estamos desarrollando una tecnología que logra
semejantes propiedades a un costo mucho menor. Se trata de emplear
Microorganismos Eficientes (o EM) como una especie de diluente”, revela.
Los EM son mezclas de bacterias, hongos y
levaduras que han demostrado efectividad en aumentar los rendimientos
agrícolas, disminuir la contaminación de las aguas y hasta suprimir los
malos olores; pero la apuesta del CIDEM es audaz.
“Hicimos una prueba en Cayo Santa María y
fundimos hormigón con EM elaborados en el Instituto Finlay, de La
Habana. Los resultados son muy alentadores, con igual cantidad de
aditivos que hoy se importan a un precio entre 1 y 5 USD el litro,
obtuvimos cualidades similares, a un precio mucho más bajo pues no
empleamos materias primas externas en su elaboración”, argumenta
Martirena.
Y parece que factibilidad económica
tiene, pues desde hace algunos años esta línea investigativa de CIDEM
responde a intereses marcados de las empresas constructoras extranjeras
participantes en la edificación del polo turístico de la cayería norte.
Las proyecciones hablan de comercializar
este producto en la red de tiendas en moneda nacional para fines de
2014, con la intención de extender el uso del más barato cemento PP-250,
que acoplado al “aditivo natural” podría ser usado en la fabricación de
elementos estructurales como placas. “Esto podría estar ocurriendo en
la segunda mitad del 2014”, vaticina el investigador.
Treinta años después de su descubrimiento en Japón los EM comienzan a tropicalizarse con intensidad.
¿Quién dice que aquí hay una cochiquera?
La Estación Experimental de Pastos y
Forrajes, Indio Hatuey, es más popular en Cuba por sus registros de
bajas temperaturas en invierno que por la diversidad de aportes y
estudios que ha entregado para mejorar la agricultura en la nación.
Aunque el caudal científico allí es difícil de cuantificar.
En Indio Hatuey se introdujeron en 2005
los primeros cultivos de EM para indagar por su valor en la estimulación
de los rendimientos agrícolas. Pero han llegado más lejos.
“Hoy le suministramos el inóculo, o base
de producción, a los tres grandes elaboradores de Microorganismos
Eficientes del país: el Instituto Finlay, la empresa LABIOFAM y el grupo
agrícola del Ministerio del Interior (MININT)”, revela a OnCuba el
investigador Dairon Blanco, especialista encargado de esa línea en Indio
Hatuey.
“Con el MININT explotamos la capacidad
de esos cultivos biológicos de disminuir la fetidez de los centros
porcinos y contrarrestar las diarreas que padecen los cochinos por el
mismo ambiente en el que se crían”, comenta.
“Fumigamos con la solución de EM las
excretas de los animales y desaparecen los olores. Además, se los
incorporamos en la comida y conseguimos mayor ganancia de carne. Tenemos
comprobado que un cerdo que ingiera microorganismos de los nuestros
gana entre cuatro y seis kilogramos más que otro que no lo haga, en el
mismo período de tiempo”, expone Dairon.
Y agrega: “Logramos dejar de limpiar los
corrales todos los días para realizarlo dos veces por semana. Eso
equivale a ahorrar 1 millón de litros de agua por cada mil cochinos”.
Al parecer, al centro investigativo la
cualidad de “beneficiosos” de la mezcla microbiana le llega también por
el filón comercial del asunto.
“La estación registró la marca IH Plus,
que es una solución adaptada a los recursos disponibles en Cuba. Tenemos
180 “plantas” asociadas por todo el país, o lo que es lo mismo, 180
lugares donde se cultivan sus propios EM a partir de nuestro inóculo”,
abunda Blanco.
No obstante, la factibilidad económica
de esta solución no ha podido ser aprovechada en toda su capacidad por
esas contradicciones recurrentes en el entramado productivo del país.
“Nosotros elaboramos el cultivo en una
dilución de melaza, la “miel de pulga sata” que fabrican todos los
centrales azucareros del país, pero no te creas que es tan fácil
conseguirla”, argumenta Dairon.
Contradictorio, pero cierto. Conocedores
del proceso argumentan que debido a los bajos niveles de producción de
azúcar que se arrastran en los últimos años, los ingenios priorizan
conseguir los dos derivados más rentables de la caña y destinan todas
las mieles posibles a la cristalización del grano o la destilación de
alcoholes; en detrimento de entregar la melaza intermedia a otros fines.
“El segundo inconveniente lo ponen los
tanques plásticos para la fermentación”, agrega Dairon, quien asegura
que resulta escasa la manufactura nacional de esos envases, iguales que
los usados para el almacenamiento de agua en las viviendas, y
notablemente “perdidos” de la red de comercio estatal.
“La peste del río se la comen esos bichitos”
La belleza de la ciudad de Cienfuegos es
alabada en toda Cuba, pero desluce cuando el viajero pasa por su
entrada desde La Habana o Santa Clara y percibe un desagradable olor a
huevo podrido.
Es sulfuro de hidrógeno que emana del
arroyo El Inglés, un caudal de agua que desemboca en la bahía
arrastrando los residuales de la fábrica de derivados del Maíz,
popularmente conocida como “Glucosa”, y oficialmente denominada GYDEMA.
La ausencia de un sistema efectivo de
tratamiento de residuales ha provocado por años flujos de malos olores
hacia zonas residenciales colindantes, cuyos vecinos no dejan de clamar
por una solución para tamaño malestar. En días recientes la prensa local
reflejó un experimento en la fábrica, según el cual fueron agregados
cultivos de EM a los desechos.
“Los microorganismos han sido muy
eficientes en la clarificación del agua y hemos logrado verter la menor
cantidad de carga orgánica a la Bahía”, cuenta a ON CUBA Rosario
Cabrera, Jefa Técnica de Gydema. “En los días de prueba corroboramos que
bajaba la acidez del líquido residual, desaparecía el olor y el agua
salía sin turbiedad”, confirma.
En Gydema ahora buscan el punto óptimo
en la cantidad de EM necesaria para sus desechos, pues el experimento
les salió “bastante caro”, según confiesa Rosario. “Tenemos un ritmo de
generación de 53 metros cúbicos de residuales por hora y la adición de
los EM fue a litro por metro cúbico. Cada litro nos costó cinco pesos en
moneda nacional y 37 centavos en CUC; por lo que en una hora gastábamos
280 pesos y casi 20 CUC.”
Juan González Correa cultiva arroz en
las márgenes del arroyo El Inglés desde hace más de 20 años y vive en un
reparto colindante a la fábrica. “El otro día en la televisión me
enteré del experimento y comprobé que en realidad bajó por un tiempo la
peste. Parece que esos bichitos se la comieron”, comenta en una pausa de
su labor.
Las bacterias marinas también son eficientes
El aumento del trasiego de petróleo por
los mares mantiene latente la preocupación por un derrame, con
devastadoras consecuencias para los ecosistemas. Los métodos
tradicionales de recoger los hidrocarburos suelen conseguir hasta un 60
por ciento de efectividad, pero el otro 40 por ciento que queda es
suficiente para matar aves, peces y la flora marina y costera.
Desde hace algunos años los científicos
emplean microorganismos obtenidos del propio mar como un tratamiento de
limpieza. Lo han llamado “Biorremedación” y tiene en Cuba varios
exponentes, como los científicos del Centro de Bioproductos Marinos
(CEBIMAR) y el Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos (CEAC).
De acuerdo con Jelvys Bermúdez,
especialista en ingeniería ambiental del CEAC, una de las fuentes de
ingreso de su entidad es la aplicación de tratamientos de biorremedación
en zonas donde hayan ocurrido derrames. “Usamos un producto registrado
por CEBIMAR que nos ha dado mucho beneficio: el BIOIL-FC”.
Según un artículo publicado por la
Revista Electrónica de la Agencia de Medio Ambiente, “BIOIL-FC es un
bioproducto obtenido a partir de 5 bacterias marinas el cual ha sido
utilizado en derrames de petróleo ocurridos en Cuba tanto en bahías como
en playas”. En todos los casos, dice el artículo, la remoción fue
superior al 90% en 30 días.
En Cienfuegos, Jelvys lo puede
ejemplificar con un reciente tratamiento sobre una zona conocida como
Punta de Majagua, donde limpiaron los restos de cuatro tanques con
residuos “petrolizados”. “Allí logramos retirar el 98 por ciento del
combustible expandido sobre la tierra desde los antiguos tanques de
almacenamiento, y la vegetación volvió a crecer”, asegura.
Aunque no habla de costos, el valor de
sus servicios es mucho menor que el prestado por similares entidades
extranjeras; e incluso constituye un producto de exportación. Según
estos científicos las potencialidades están inacabadas pues quedan por
investigar las aplicaciones de las más de 400 cepas de bacterias
aisladas del medio marino con que cuenta el CEBIMAR, muchas de las
cuales son capaces de degradar el crudo.
En las costas, las plantas de
tratamiento de residuales, las cochiqueras o en una fundición de placas
para las viviendas, los microorganismos eficientes revelan filones
comerciales muy provechosos. Es cuestión de ciencia encontrar ganancias
en esa escala microscópica.
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