Por Fausto Triana
Le van tan bien los temas de adolescentes, que se puede degustar con fruición su Club Sándwich en el Festival de La Habana, aunque no se trata de una película que alborotará las salas ni tampoco el bostezo.
El tempo acompasado es otra de las cartas de identidad de Eimbcke. Gusta recrearse con la cámara, jugar a los primeros planos y rostros inescrutables, en situaciones en las que la palabra no haría más que molestar a las imágenes.
Como en Temporada de patos y Lake Tahoe, el punto focal de inicio es la figura de la madre, en esta ocasión posesiva y aferrada al control que ejerce sobre su hijo. Sin embargo, el final del idilio se acerca. Al menos en términos absolutos.
Paloma, una brillante María Renée Prudencio, se va de vacaciones con su hijo Héctor (Lucio Jiménez Cacho, el hijo del sobresaliente Daniel Jiménez Cacho) a un hotel.
La armonía y el aburrimiento dominan las vacaciones hasta la aparición de Jazmín (Danae Reynaoud Romero), otra adolescente que se identifica rápidamente con Héctor.
Ajena a los sucesos, Paloma se enfrenta al dilema de una madre vulnerable que se percata como su hijo, con quien tiene un nexo profundo, comienza a dar las primeras señales de fuga hacia otro tipo de vida.
El dilema, ya se sabe, tomará el rumbo adecuado y mientras Héctor comienza a disfrutar de su primera aventura, Paloma se resiste a admitir que entre la iniciación sexual y las proyecciones del futuro, su hijo dejará de pertenecerle.
Un tratamiento casi psicológico del asunto, sin pretensiones freudianas, con cierta displicencia y la idea de una obra redonda, agradable aunque igualmente abierta y tierna.
Sencilla, introspectiva, Club Sándwich refrenda con creces su Concha de Plata en San Sebastián este año y deja un buen regalo al Festival de La Habana.
El tempo acompasado es otra de las cartas de identidad de Eimbcke. Gusta recrearse con la cámara, jugar a los primeros planos y rostros inescrutables, en situaciones en las que la palabra no haría más que molestar a las imágenes.
Como en Temporada de patos y Lake Tahoe, el punto focal de inicio es la figura de la madre, en esta ocasión posesiva y aferrada al control que ejerce sobre su hijo. Sin embargo, el final del idilio se acerca. Al menos en términos absolutos.
Paloma, una brillante María Renée Prudencio, se va de vacaciones con su hijo Héctor (Lucio Jiménez Cacho, el hijo del sobresaliente Daniel Jiménez Cacho) a un hotel.
La armonía y el aburrimiento dominan las vacaciones hasta la aparición de Jazmín (Danae Reynaoud Romero), otra adolescente que se identifica rápidamente con Héctor.
Ajena a los sucesos, Paloma se enfrenta al dilema de una madre vulnerable que se percata como su hijo, con quien tiene un nexo profundo, comienza a dar las primeras señales de fuga hacia otro tipo de vida.
El dilema, ya se sabe, tomará el rumbo adecuado y mientras Héctor comienza a disfrutar de su primera aventura, Paloma se resiste a admitir que entre la iniciación sexual y las proyecciones del futuro, su hijo dejará de pertenecerle.
Un tratamiento casi psicológico del asunto, sin pretensiones freudianas, con cierta displicencia y la idea de una obra redonda, agradable aunque igualmente abierta y tierna.
Sencilla, introspectiva, Club Sándwich refrenda con creces su Concha de Plata en San Sebastián este año y deja un buen regalo al Festival de La Habana.
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