Por: Rolando Julio Rensoli Medina
El hábitat humano junto a ríos, lagos y costas es tan antiguo como la existencia de la especie misma; y es que el preciado líquido resulta vital al ser humano y no siempre se contó con la tecnología capaz de trasladarlo a grandes distancias.
Las primeras civilizaciones que conoce la historia crecieron junto a corrientes fluviales o mares, así son los casos de Egipto junto al río Nilo; Asiria y Babilonia, en la Mesopotamia, junto a los ríos Tigris y Éufrates; la India, junto al Ganges y el Hindi; la China junto a los Hoang Ho y Yang TseKian, los ríos Azul y Amarillo, y junto al Mar Mediterráneo crecieron Fenicia, Cartago, la civilización griega y el Imperio Romano, su “Mare nostrum”, como de importancia resultó el lago Texcoco para la azteca Tenochtitlán.
Llegada la modernidad no son pocas las ciudades portuarias ni tampoco las que poseen ríos emblemáticos, de estas últimas, podríamos apuntar a Buenos Aires y Montevideo, junto al río de La Plata; Washington, a orillas del Potomac; París y el Sena, Varsovia y el Vístula y muchas más.
En estas cuestiones de puertos, costas y ríos, la capital cubana tiene de todo. Su bahía, sirvió como recalo y astillero a la expedición de Sebastián de Ocampo en su bojeo a la isla entre 1508 y 1509 y fue el llamado “puerto único de las Indias Occidentales” en el sistema de flotas colonial español, al ser puerto profundo y seguro. Las costas habaneras al este de esta bahía son prominentes de bellas playas de arenas finas, mientras que entre la bahía y la desembocadura del río Almendares, el muro del Malecón le sirve de sofá para el solaz y el ocio a la población lugareña; al oeste de este río, otras playas contribuyen a los baños de mar y la recreación.
El Almendares se considera un símbolo de la ciudad de La Habana. Los primeros humanos en descubrirlo fueron nuestros aborígenes, al cual denominaron “Casiguaguas”; pero después de la conquista y colonización los españoles le llamaron “La Chorrera”,debido a la corriente fluvial que les permitió usarla como energía hidráulica.
Su nombre actual se debe al Obispo de La Habana Enrique de Almendáriz, quien halló en sus aguas cura a ciertos padecimientos a principios del siglo XVII. Inicialmente se le denominó al río con su propio apellido y después, por degeneración, quedó Almendares; aunque aún en la actualidad quedan remanentes del antiguo nombre de La Chorrera, a saber, La Chorrera del Calvario y la Chorrera del Vedado, por ejemplo, designando sitios específicos en distintos puntos del curso del río.
Antonio Bachiller y Morales en Paseo pintoresco por la Isla de Cuba, de 1841, lo describe así: “Un azulado río que tan pronto se desliza como una lámina de cristal”.
Renée Méndez Capote en sus Memorias de una cubanita que nació con el siglo, nos describe el río en su curso inferior a principios de la vigésima centuria:
Las márgenes del río Almendares estaban sembradas de maleza y uvas caletas. Arriba hacia la loma, existían enormes furnias profundas y en la parte baja, esparcidas por la ribera, había casas de pescadores, de tabla y zinc.
Dos o tres pequeños astilleros, como puestos de zapatero remendón, se dedicaban a reparar y calafatear botes y pequeñas embarcaciones. Todavía el yate de placer no había entrado en el panorama cubano.
En la misma Boca de La Chorrera del Vedado había un apostadero de botes de pescadores. Allí se alquilaban las embarcaciones y los avíos y se vendía la carnada fresca y también muy buen pescado.
Nuestra poetisa Dulce María Loynaz, Premio Cervantes en 1992, le cantaría en su poema “Almendares”:
Este río de nombre musical
llega a mi corazón por un camino
de arterias tibias y temblor de diástoles...
Él no tiene horizontes de Amazonas ni misterio de
Nilos, pero acaso
ninguno lo mejore el cielo limpio
ni la finura de su pie y su talle
suelto en tierra azul...con las estrellas
pastando en los potreros de la noche...
¡Qué verde luz de los cocuyos pisa
y qué ondular de los cañaverales!
O bajo el Sol pulposo de las siestas
amodorrado entre los juncos gráciles
se lime los jacintos de la orilla
y se cuaja en almíbares de oro.
¡Un vuelo de sinsontes encendidos
le traza el dulce nombre de Almendares!
Su color, entre pálido y moreno:
Color de las mujeres tropicales...
Su rumbo entre ligero y lánguido...
rumbo de libre pájaro en el aire
le bebe al campo el sol la madrugada
le ciñe a la ciudad brazo de amante.
¡Cómo se yergue en la espiral de vientos
del cubano ciclón...!
¡Cómo se dobla bajo la curva
de los Puentes Grandes...!
¡Yo no diré qué mano me lo arranca
ni de qué piedra de mi pecho nace :
Yo no diré que él sea el más hermoso...
¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!
El Almendares, más que un río, es una cuenca de 52,3 kilómetros de largo y kilómetros cuadrados de extensión territorial, de ellos, 63 urbanizados, 11 ocupados por embalses y 276 por áreas rurales. La cuenca abarca desde el litoral del Estrecho de La Florida al Norte, hasta las Alturas de Managua al Sur y las Escaleras de Jaruco al Este. Entre sus afluentes contamos con los arroyos Nazareno, Jíbaro, Pancho Simón, Guadiana, San Francisco, Arroyo Chico, Limón, Arroyo Naranjo, Mordazo, Orengo, Marinero, Paila y Santollo. Cuenta también la cuenca con un gran embalse que es la presa Ejército Rebelde, en Paso Seco, y 18 microembalses que se emplean con fines agrícolas.
Los cursos medio y superior del Almendares están protegidos por el Gran Parque Metropolitano de La Habana que abarca áreas recreativas como el Parque Almendares, el Parque Forestal, los Jardines de La Polar y La Tropical así como el Bosque de La Habana, áreas poblacionales como Miramar, Vedado, Nuevo Vedado, Chullima, El Fanguito, Kolhy, Puentes Grandes, La Ceiba, Pogolotti, Finlay, La Guayaba, La Güinera, la presa El Husillo y varias fábricas. Este gran parque constituye uno de los pulmones de la ciudad.
El río sirvió de asiento al segundo emplazamiento de la villa de San Cristóbal de La Habana, entre 1516 y 1517, después de su traslado de su sitio fundacional en la costa sur, en la primavera de 1514; por siempre ha sido el río que abasteció de agua a La Habana, cuando esta se trasladó para su definitivo lugar entre 1519 y 1521 y que tradicionalmente se acoge la fecha del 16 de noviembre de 1519. De la cuenca del Almendares parten pues, los tres acueductos históricos de la capital: la Zanja Real, el Canal de Fernando VII y el Acueducto de Albear.
Pero la región metropolitana de La Habana actual, la Gran Habana, que se constituye en región de La Habana Metropolitana en 1963 y en provincia, definitivamente en 1976, con unos 730 kilómetros cuadrados de extensión, cuenta con varios ríos, todos orientados del interior del territorio hacia su costa al norte. De oeste a este, se reconoce el río Santa Ana, que sirve de frontera con el municipio artemiseño de Bauta; el Quibú, que atraviesa a las urbanizaciones de Playa, Marianao y La Lisa; al este de la bahía, el Cojímar, que desemboca en la ensenada homónima, donde se enseñorea un peculiar pueblo que sirvió de musa a Ernest Hemingway en su novela El viejo y el mar; el Bacuranao, por cuya orilla oeste, en Punta Dominica, desembarcaron los ingleses en 1762; el río Tarará, el Itabo que incluye una laguna de igual nombre; el Boca Ciega; el río Guanabo y, finalmente, el Ahogagallinas, en los límites con la municipalidad de Santa Cruz del Norte, de la provincia de Mayabeque. En la propia rada habanera desembocan los ríos Luyanó y Martín Pérez. Muchos son los arroyos interiores de esta región. Regla recuerda el Tadeo, ya sepultado y en Guanabacoa corren el Chiple, el Tarraco, Santa Rita y La Pacheca.
Si de presas se trata, además de las almendarinas a las que hicimos referencia ya, se encuentran la Bacuranao, la Zarza y la Coca, entre las grandes y entre las pequeñas, La Ceiba, La Palma, La Guayaba y el Cacao, todas represando ríos.
De tal forma, los recursos hídricos en La Habana no son pocos, aunque sí una gran parte afectados por desechos industriales y aguas albañales. Hay manantiales que fueron empleados en la industria del Agua Potable que están hoy contaminados, como La Cotorra, Lobatón y Fuente Blanca, todos en Guanabacoa, tierra de lomas y aguas.
Para satisfacción de los que amamos La Habana, observamos recuperarse paulatinamente la bahía y el Almendares con serios esfuerzos del Grupo de Trabajo Estatal de la Bahía de La Habana y el Gran Parque Metropolitano de La Habana, respectivamente. Otras reservas de agua esperan por el accionar humano con similares fines.
El hábitat humano junto a ríos, lagos y costas es tan antiguo como la existencia de la especie misma; y es que el preciado líquido resulta vital al ser humano y no siempre se contó con la tecnología capaz de trasladarlo a grandes distancias.
Las primeras civilizaciones que conoce la historia crecieron junto a corrientes fluviales o mares, así son los casos de Egipto junto al río Nilo; Asiria y Babilonia, en la Mesopotamia, junto a los ríos Tigris y Éufrates; la India, junto al Ganges y el Hindi; la China junto a los Hoang Ho y Yang TseKian, los ríos Azul y Amarillo, y junto al Mar Mediterráneo crecieron Fenicia, Cartago, la civilización griega y el Imperio Romano, su “Mare nostrum”, como de importancia resultó el lago Texcoco para la azteca Tenochtitlán.
Llegada la modernidad no son pocas las ciudades portuarias ni tampoco las que poseen ríos emblemáticos, de estas últimas, podríamos apuntar a Buenos Aires y Montevideo, junto al río de La Plata; Washington, a orillas del Potomac; París y el Sena, Varsovia y el Vístula y muchas más.
En estas cuestiones de puertos, costas y ríos, la capital cubana tiene de todo. Su bahía, sirvió como recalo y astillero a la expedición de Sebastián de Ocampo en su bojeo a la isla entre 1508 y 1509 y fue el llamado “puerto único de las Indias Occidentales” en el sistema de flotas colonial español, al ser puerto profundo y seguro. Las costas habaneras al este de esta bahía son prominentes de bellas playas de arenas finas, mientras que entre la bahía y la desembocadura del río Almendares, el muro del Malecón le sirve de sofá para el solaz y el ocio a la población lugareña; al oeste de este río, otras playas contribuyen a los baños de mar y la recreación.
El Almendares se considera un símbolo de la ciudad de La Habana. Los primeros humanos en descubrirlo fueron nuestros aborígenes, al cual denominaron “Casiguaguas”; pero después de la conquista y colonización los españoles le llamaron “La Chorrera”,debido a la corriente fluvial que les permitió usarla como energía hidráulica.
Su nombre actual se debe al Obispo de La Habana Enrique de Almendáriz, quien halló en sus aguas cura a ciertos padecimientos a principios del siglo XVII. Inicialmente se le denominó al río con su propio apellido y después, por degeneración, quedó Almendares; aunque aún en la actualidad quedan remanentes del antiguo nombre de La Chorrera, a saber, La Chorrera del Calvario y la Chorrera del Vedado, por ejemplo, designando sitios específicos en distintos puntos del curso del río.
Antonio Bachiller y Morales en Paseo pintoresco por la Isla de Cuba, de 1841, lo describe así: “Un azulado río que tan pronto se desliza como una lámina de cristal”.
Renée Méndez Capote en sus Memorias de una cubanita que nació con el siglo, nos describe el río en su curso inferior a principios de la vigésima centuria:
Las márgenes del río Almendares estaban sembradas de maleza y uvas caletas. Arriba hacia la loma, existían enormes furnias profundas y en la parte baja, esparcidas por la ribera, había casas de pescadores, de tabla y zinc.
Dos o tres pequeños astilleros, como puestos de zapatero remendón, se dedicaban a reparar y calafatear botes y pequeñas embarcaciones. Todavía el yate de placer no había entrado en el panorama cubano.
En la misma Boca de La Chorrera del Vedado había un apostadero de botes de pescadores. Allí se alquilaban las embarcaciones y los avíos y se vendía la carnada fresca y también muy buen pescado.
Nuestra poetisa Dulce María Loynaz, Premio Cervantes en 1992, le cantaría en su poema “Almendares”:
Este río de nombre musical
llega a mi corazón por un camino
de arterias tibias y temblor de diástoles...
Él no tiene horizontes de Amazonas ni misterio de
Nilos, pero acaso
ninguno lo mejore el cielo limpio
ni la finura de su pie y su talle
suelto en tierra azul...con las estrellas
pastando en los potreros de la noche...
¡Qué verde luz de los cocuyos pisa
y qué ondular de los cañaverales!
O bajo el Sol pulposo de las siestas
amodorrado entre los juncos gráciles
se lime los jacintos de la orilla
y se cuaja en almíbares de oro.
¡Un vuelo de sinsontes encendidos
le traza el dulce nombre de Almendares!
Su color, entre pálido y moreno:
Color de las mujeres tropicales...
Su rumbo entre ligero y lánguido...
rumbo de libre pájaro en el aire
le bebe al campo el sol la madrugada
le ciñe a la ciudad brazo de amante.
¡Cómo se yergue en la espiral de vientos
del cubano ciclón...!
¡Cómo se dobla bajo la curva
de los Puentes Grandes...!
¡Yo no diré qué mano me lo arranca
ni de qué piedra de mi pecho nace :
Yo no diré que él sea el más hermoso...
¡Pero es mi río, mi país, mi sangre!
El Almendares, más que un río, es una cuenca de 52,3 kilómetros de largo y kilómetros cuadrados de extensión territorial, de ellos, 63 urbanizados, 11 ocupados por embalses y 276 por áreas rurales. La cuenca abarca desde el litoral del Estrecho de La Florida al Norte, hasta las Alturas de Managua al Sur y las Escaleras de Jaruco al Este. Entre sus afluentes contamos con los arroyos Nazareno, Jíbaro, Pancho Simón, Guadiana, San Francisco, Arroyo Chico, Limón, Arroyo Naranjo, Mordazo, Orengo, Marinero, Paila y Santollo. Cuenta también la cuenca con un gran embalse que es la presa Ejército Rebelde, en Paso Seco, y 18 microembalses que se emplean con fines agrícolas.
Los cursos medio y superior del Almendares están protegidos por el Gran Parque Metropolitano de La Habana que abarca áreas recreativas como el Parque Almendares, el Parque Forestal, los Jardines de La Polar y La Tropical así como el Bosque de La Habana, áreas poblacionales como Miramar, Vedado, Nuevo Vedado, Chullima, El Fanguito, Kolhy, Puentes Grandes, La Ceiba, Pogolotti, Finlay, La Guayaba, La Güinera, la presa El Husillo y varias fábricas. Este gran parque constituye uno de los pulmones de la ciudad.
El río sirvió de asiento al segundo emplazamiento de la villa de San Cristóbal de La Habana, entre 1516 y 1517, después de su traslado de su sitio fundacional en la costa sur, en la primavera de 1514; por siempre ha sido el río que abasteció de agua a La Habana, cuando esta se trasladó para su definitivo lugar entre 1519 y 1521 y que tradicionalmente se acoge la fecha del 16 de noviembre de 1519. De la cuenca del Almendares parten pues, los tres acueductos históricos de la capital: la Zanja Real, el Canal de Fernando VII y el Acueducto de Albear.
Pero la región metropolitana de La Habana actual, la Gran Habana, que se constituye en región de La Habana Metropolitana en 1963 y en provincia, definitivamente en 1976, con unos 730 kilómetros cuadrados de extensión, cuenta con varios ríos, todos orientados del interior del territorio hacia su costa al norte. De oeste a este, se reconoce el río Santa Ana, que sirve de frontera con el municipio artemiseño de Bauta; el Quibú, que atraviesa a las urbanizaciones de Playa, Marianao y La Lisa; al este de la bahía, el Cojímar, que desemboca en la ensenada homónima, donde se enseñorea un peculiar pueblo que sirvió de musa a Ernest Hemingway en su novela El viejo y el mar; el Bacuranao, por cuya orilla oeste, en Punta Dominica, desembarcaron los ingleses en 1762; el río Tarará, el Itabo que incluye una laguna de igual nombre; el Boca Ciega; el río Guanabo y, finalmente, el Ahogagallinas, en los límites con la municipalidad de Santa Cruz del Norte, de la provincia de Mayabeque. En la propia rada habanera desembocan los ríos Luyanó y Martín Pérez. Muchos son los arroyos interiores de esta región. Regla recuerda el Tadeo, ya sepultado y en Guanabacoa corren el Chiple, el Tarraco, Santa Rita y La Pacheca.
Si de presas se trata, además de las almendarinas a las que hicimos referencia ya, se encuentran la Bacuranao, la Zarza y la Coca, entre las grandes y entre las pequeñas, La Ceiba, La Palma, La Guayaba y el Cacao, todas represando ríos.
De tal forma, los recursos hídricos en La Habana no son pocos, aunque sí una gran parte afectados por desechos industriales y aguas albañales. Hay manantiales que fueron empleados en la industria del Agua Potable que están hoy contaminados, como La Cotorra, Lobatón y Fuente Blanca, todos en Guanabacoa, tierra de lomas y aguas.
Para satisfacción de los que amamos La Habana, observamos recuperarse paulatinamente la bahía y el Almendares con serios esfuerzos del Grupo de Trabajo Estatal de la Bahía de La Habana y el Gran Parque Metropolitano de La Habana, respectivamente. Otras reservas de agua esperan por el accionar humano con similares fines.
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