"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 22 de diciembre de 2015

POR QUÉ LA NORMALIZACIÓN EE.UU.-CUBA SE ESTÁ ACELERANDO

Por Peter Kornbluh


Cuando el secretario de Estado John Kerry viajó a Cuba en agosto pasado para elevar la Barras y Estrellas sobre la recién reabierta Embajada de Estados Unidos, su séquito incluía a Carlos Gutiérrez, un prominente empresario cubanoamericano que sirvió como secretario de Comercio en el gobierno de George W. Bush. Como parte de la política dura de Bush contra Cuba, Gutiérrez copresidió la Comisión de Ayuda a una Cuba Libre, que recomendó una política integral y agresiva de cambio de régimen. Teniendo en cuenta sus anteriores esfuerzos para hacer retroceder a la revolución cubana, parecería que Gutiérrez fuera la última persona que querría viajar a La Habana –mucho menos recibir una visa del gobierno de Castro.

Sin embargo, en el último año, Gutiérrez –nacido en Cuba e hijo de un propietario de una plantación de piña que llegó a ser director general de Kellogg– se ha hecho el converso de más alto perfil de la política de compromiso del presidente Obama. “Hoy tenemos una oportunidad de ayudar realmente al pueblo cubano. No debemos perder la oportunidad”, dijo Gutiérrez en una entrevista reciente; y agregó: “Pido a cualquier oponente de la normalización que visite Cuba. Creo que van a llegar a la conclusión de que el pueblo cubano es el mayor perdedor [en] la política de aislamiento a Cuba”.

Más del 70 por ciento de los norteamericanos apoya el levantamiento del embargo, y hace patente su opinión al viajar allí.

En el primer aniversario del avance espectacular en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, figuras clave como Gutiérrez han comenzado a proporcionar cobertura política para los empresarios y los políticos republicanos, cuyo apoyo será fundamental para el objetivo final del presidente Obama de eliminar el embargo comercial de Estados Unidos y normalizar plenamente las relaciones.

“En Cuba, estamos terminando con una política que sobrepasó por mucho su fecha de caducidad”, declaró Obama en enero pasado, durante su discurso del Estado de la Unión ante el Congreso, donde los líderes republicanos siguen oponiéndose a la eliminación de las décadas de sanciones económicas y restricciones de viaje. Durante el año pasado, Obama ha empleado sus poderes ejecutivos para abrir el flujo del comercio, la cultura y los viajes entre Estados Unidos y Cuba, basándose en su promesa del 17 de diciembre de 2014, para “cortar las ataduras del pasado”. Durante su último año en el cargo, Obama intentará hacer de su reconciliación histórica con la Revolución Cubana un elemento irreversible de la política exterior estadounidense.

De hecho, la Casa Blanca ha acelerado el ritmo de las conversaciones bilaterales con el gobierno de Raúl Castro. En las últimas semanas, Washington y La Habana han firmado dos nuevos acuerdos bilaterales: una colaboración ambiental diseñada para identificar y proteger los santuarios marinos y arrecifes de coral, y un acuerdo largamente esperado para reanudar el servicio postal directo. Un tercer acuerdo, para normalizar los viajes por avión y restaurar los vuelos directos entre los dos países, puede que sea anunciado pronto.

En los 12 meses desde que Castro y Obama sorprendieron al mundo con el anuncio de un intercambio de prisioneros y una nueva era de compromiso diplomático, ha habido una intensa actividad para avanzar hacia relaciones más normales. Los dos presidentes se han reunido dos veces cara a cara –una histórica primera reunión en abril en la Cumbre de las Américas en Panamá, y luego en Nueva York durante la Asamblea General de la ONU a finales de septiembre. Obama también ha hablado tres veces por teléfono con Castro, estableciendo una conexión bilateral al más alto nivel.

Esa conexión ha contribuido a una serie de desarrollos históricos. Después de más de medio siglo de hostilidad y agresión por parte de Estados Unidos, en cuestión de meses Washington y La Habana han hecho lo siguiente:

-Han restablecido relaciones diplomáticas formales y reabierto embajadas con todas las de la ley en sus respectivas capitales;

-Han creado una comisión bilateral para coordinar el calendario y la agenda de las negociaciones acerca de la normalización de las relaciones políticas y económicas;

-Celebraron al menos una media docena de intensivas sesiones de negociación acerca de temas bilaterales, incluida la migración, lucha contra el narcotráfico, aplicación de la ley, derechos humanos, trata de personas, y, más recientemente, el espinoso tema de los reclamos de propiedades norteamericanas en Cuba;

-Han sido enviados tres miembros del Gabinete norteamericano –el Subsecretario de Estado John Kerry, el Secretario de Agricultura Thomas Vilsack, y el secretario de Comercio Penny Pritzker– en misiones separadas para llevar a cabo conversaciones en La Habana;

-Se ha ampliado de manera constante el potencial para las operaciones de negocios corporativos norteamericanos en la isla.

De hecho, en un esfuerzo por eludir y debilitar el embargo, la administración Obama ha emitido dos nuevas directivas para ampliar los viajes y el comercio. Las nuevas regulaciones permiten a compañías norteamericanas de telecomunicaciones y de Internet operar en Cuba; también permiten que intereses comerciales exporten más productos a la isla, importen bienes del pequeño pero creciente sector privado de Cuba, y, por primera vez, establecer una presencia física en el país.

En la feria internacional comercial de Cuba en noviembre, la empresa de tractores Cleber, con sede en Alabama, se convirtió en la primera empresa norteamericana autorizada para comerciar con Cuba, la cual finalmente contará con un centro de distribución en la zona industrial del recientemente reformado puerto de Mariel. Sprint también firmó un acuerdo para proporcionar servicio de roaming de telefonía celular a viajeros norteamericanos en la isla. En enero, el gobierno de Obama anunció que los viajeros norteamericanos, después de años de tener que llevar montones de efectivo durante sus visitas a Cuba, finalmente podrían utilizar las tarjetas de débito en hoteles y restaurantes seleccionados.

“Estamos progresando. Estamos haciendo cambios regulatorios”, dijo el funcionario del Departamento de Estado David Thorne en declaraciones a los periodistas en el otoño pasado. “Vamos a hacer más”.

Funcionarios cubanos quieren que Obama haga precisamente eso. Una reciente columna en Granma (el “órgano oficial” del Partido Comunista de Cuba) titulada “Las Contradicciones de Barack Obama con Respecto a Cuba” señaló que su gobierno continúa imponiendo enormes multas contra bancos internacionales por violar el embargo de Estados Unidos al manejar cuentas comerciales de Cuba en dólares, con lo que socavan la propia política del presidente de facilitar el comercio. Las multas obstaculizan la capacidad de Cuba para usar dólares en transacciones comerciales, lo que le dificulta normalizar las relaciones con sus socios comerciales occidentales. “”Hemos avanzado mucho en intereses comunes”, dijo a The Nation Josefina Vidal, principal negociadora de Cuba para asuntos norteamericanos. Pero enfatizó que su gobierno desea que Obama use su autoridad ejecutiva para “permitir el acceso al crédito privado y el uso de dólares en las transacciones internacionales”.

Otros restos de la política de cambio de régimen por parte de Estados Unidos continúan acosando las perspectivas de relaciones totalmente normalizadas. La Ley de Ajuste Cubano de 1966, la cual reduce los requisitos de residencia permanente para los cubanos que pisan suelo norteamericano, sigue atrayendo a miles de migrantes para que hagan el peligroso viaje a través de América del Sur, Centroamérica y México. (El temor de desencadenar una crisis migratoria masiva ha llevado a funcionarios de la Casa Blanca a permanecer en silencio ante cualquier esfuerzo futuro por revocar la ley.) La administración Obama ha sido lenta para reconfigurar los onerosos programas ordenados por el Congreso de “asistencia a la democracia”, administrados por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, los cuales están dedicados a subvertir el gobierno de Castro. Y la Casa Blanca aún no ha abordado la demanda de Cuba para la devolución de la base naval de Guantánamo, como requisito previo para las relaciones totalmente normalizadas.

La política de compromiso de Obama es “como la canción de Roberta Flack ‘Killing Me Softly’” (Mátame Despacio”), dice el retirado embajador cubano Carlos Alzugaray. De hecho, el mayor obstáculo para las relaciones normales sigue siendo la oscura historia de intervención de Estados Unidos, que genera una desconfianza comprensible entre la vieja guardia de la Revolución Cubana. “No confío en la política de Estados Unidos”, reflexionó Fidel Castro en un críptico comentario seis semanas después de que su hermano anunciara el acercamiento en diciembre de 2014, a pesar de que en varias ocasiones intentó una reconciliación con Washington durante sus largos años en el poder. “Nadie debe hacerse ilusiones”, sugirió Raúl Castro tras reunirse con Obama en Panamá. “Nuestros países tienen una historia larga y complicada, pero estamos dispuestos a avanzar”.

Ambos Castro apoyan la reconciliación con Estados Unidos si continúa realizándose con respeto a la soberanía de Cuba. Por otra parte, el comercio de Estados Unidos y las inversiones son fundamentales para la modernización económica de Cuba, y para los planes de Raúl Castro de lo que él llama “socialismo sostenible”. Como ha dicho él más de una vez acerca de la transición de Cuba hacia una economía más orientada al mercado, Cuba debe continuar sus reformas “sin prisa, pero sin pausa”.

La Habana también entiende que el pueblo cubano está abrumadoramente a favor de la reconciliación y tiene grandes esperanzas de que los lazos normales mejoren su difícil vida cotidiana. Las celebraciones generalizadas en toda La Habana el 17 de diciembre de 2014 –al que los cubanos se refieren como “el 17D”, reflejan esas expectativas [ver Kornbluh, “Cuba y EE.UU. Aprenden a Bailar”, enero 19/12, 2015]. En una muestra poco común de la opinión pública cubana a principios de este año, la firma con sede en Miami Bendixen y Amandi realizó una encuesta secreta en la isla. El 97 por ciento de los encuestados cree que la mejora de las relaciones sería algo positivo para Cuba.

En Estados Unidos, los esfuerzos de Obama por cambiar la política hacia Cuba también han demostrado ser muy populares. Una encuesta de Pew realizada en enero pasado, justo después del avance en las relaciones, arrojó que el 66 por ciento de los electores registrados apoya el levantamiento del embargo; después de la restauración oficial de los lazos diplomáticas en julio, la cifra se elevó a 72 por ciento. En julio, una encuesta de CBS News mostró que el 81 por ciento de los norteamericanos, incluyendo 71 por ciento de republicanos, apoya la eliminación de todas las restricciones a los viajes. En noviembre, el Atlantic Council publicó una encuesta en el interior del país a electores en Indiana, Iowa, Ohio y Tennessee; 68 por ciento de los encuestados estaba a favor de la restauración de las relaciones diplomáticas, con sólo el 26 por ciento en contra.

Bajo las nuevas reglas más flexibles, los ciudadanos norteamericanos están haciendo saber su opinión al viajar a Cuba en tropel. El Departamento de Estado estima que en los primeros cinco meses de 2015, unos 51 458 ciudadanos norteamericanos viajaron a Cuba, un aumento del 36 por ciento respecto al mismo periodo de 2014.

De hecho, el signo más visible del cambio es la avalancha de personas que visitan Cuba –a pesar de que sigue siendo técnicamente ilegal viajar allí con el propósito de hacer turismo. Los hoteles de La Habana están reservados hasta el próximo abril, y las reservas de restaurante son difíciles de conseguir. En un reciente viaje a la isla, un conocido “paladar” (restaurante privado), llamado Atelier, recibió a una amplia delegación de The Nation en un lado de la zona de comedor, una delegación agrícola de Arkansas en el otro, y ejecutivos de negocios de Taco Bell y McDonald’s en una aislada habitación trasera. “Creo que hablo en nombre del grupo cuando digo que todos queremos ver a Cuba antes de que la destruyamos”, observó Bill Press, uno de los miembros de la delegación The Nation.

“La diversidad de intereses es significativa”, dice Collin Laverty, cuya compañía, Cuba Educational Travel, ha disfrutado de un aumento del 400 por ciento en el negocio desde diciembre de 2014. Los aviones una vez llenos de cubanoamericanos, ahora están transportando a ejecutivos de corporaciones, funcionarios de cruceros, ejecutivos hoteleros, productores de Hollywood, científicos, bandas de música, estudiantes de negocios, chefs, ambientalistas, campesinos, sindicalistas y políticos, entre muchos otros. El año pasado, los gobernadores de Nueva York, Arkansas y Texas viajaron a La Habana, acompañados de líderes empresariales en el transporte, la agricultura y la tecnología. A mediados de diciembre, una delegación de las Ligas Mayores de Béisbol, que incluyó a jugadores que habían desertado de Cuba, creó revuelo en La Habana. El número de cubanos de visita en Estados Unidos en programas de intercambio cultural y académico también está en aumento. En noviembre, por ejemplo, Airbnb, que ha añadido cerca de 2 000 plazas en Cuba a su sitio web, sirvió de anfitrión a bailarines cubanos en la ciudad de Nueva York. "Las conversaciones, los viajes, los intercambios, nos están empujando hacia una relación normal”, dice Laverty.

Con la apertura de los viajes y el aflojamiento de las restricciones a los negocios y el comercio, Obama espera construir respaldo electoral a favor del compromiso –incluyendo a intereses empresariales republicanos que de inmediato pueden ejercer presión al Congreso– y así salvaguardar su política de los enemigos políticos que buscan hacerla retroceder.

Como era de esperar, la política hacia Cuba se ha convertido en un pararrayos en la campaña presidencial de 2016. Ted Cruz, el senador cubanoamericano que ha pasado a la cabeza del grupo del Partido Republicano en Iowa, ha rechazado los esfuerzos de Obama en la normalización por ser una “rendición incondicional”. Otro candidato cubanoamericano, el senador Marco Rubio, ha jurado “destruir tantos de estos cambios como sea posible”. Un aliado de Rubio, el representante Mario Díaz-Balart, está tratando de insertar tranquilamente un lenguaje en proyectos de ley de la Cámara que, de ser aceptado, frustraría una mayor normalización.

Pero los proponentes de relaciones normales, incluyendo a grupos de defensa como la Oficina de Washington para Latinoamérica y el Centro para la Democracia en las Américas, junto con nuevos grupos de presión orientados a los negocios como #CubaNow, la Coalición de Agricultura de Estados Unidos por Cuba, y el Consejo de Negocios EE.UU.-Cuba de la Cámara de Comercio de Estados Unidos– siguen siendo optimistas. Los defensores están apoyando la Ley de Libertad de Viajar a Cuba, presentada por el senador republicano Jeff Flake, y la Ley de Libertad para Exportar a Cuba, patrocinado por la senadora demócrata Amy Klobuchar, lo que eliminaría en gran medida el embargo. “Esto es irreversible”, pronostica James Williams, quien dirige Engage Cuba, una ONG de negocios dedicada a la normalización.

Si se le puede creer al papa Francisco, los defensores de la normalización también pueden contar con el apoyo de cabildeo de parte del Señor. “Dios siempre quiere construir puentes”, observó el Pontífice después de visitar Cuba y los Estados Unidos en septiembre. “Somos nosotros los que construimos muros. Y los muros se caen, siempre”.

Fuente: The Nation



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