Por Wilfredo Alayón*
Matanzas, Cuba, (PL) La noche del 26 de marzo de 1915 prometía un espectáculo trascendente para el público que colmaba butacas y plateas a la espera de la actuación de la bailarina rusa Anna Pavlova, en esta ciudad.
El emblemático Teatro Sauto de la urbe distante 100 kilómetros al este de La Habana, sería la sede de la presentación de una de las más célebres artistas de la danza de todo el orbe.
Según reseñas recopiladas por el investigador Reynaldo González Villalonga, al alzarse el telón, bajo la intensidad de las candilejas que iluminaban el proscenio, una salva de aplausos acogió la presencia de Pavlova y su compañía.
Aquella jornada nocturna permitió a los matanceros admirar una puesta en escena de 12 piezas, entre ellas, La muñeca encantada, Gaviota, Renacimiento, Rapsodia húngara, Czarina y La danza del crepúsculo.
La ejecución de la europea en esa última obra motivó en el cronista cultural del, por aquel entonces, diario local El Imparcial: "Seméjese a una lida clavellina (clavel) girando maravillosamente sobre los pistilosâ��".
Pavlova desembarcó en la villa de Matanzas con un elenco artístico de unos 80 miembros que tenía como principales figuras masculinas a Ivan Custine y Alexandre Volenini, acorde con el reporte de González Villalonga.
Custine era primer bailarín y maestro de baile de la Gran Opera Inperial de Petrogrado, en tanto Volenini se desempeñaba como primer bailarín clásico del Teatro de Opera Imperial de Moscú, acorde con la fuente.
En tanto, en la también prestigiosa nómina femenina figuraban Plaskovitzka, Huhn, Svirskaia, Ouskrainsky, Vaginski, Labolko y Pavlev, todas de singular maestría, indican los comentarios periodísticos de la época.
Favoreció también el espectáculo la escenografía, concebida por los famosos pintores de la compañía como un decorado grande que sirvió para realzar la apreciación visual de los espectadores que repletaron el Sauto.
Como complemento de excelencia, la agrupación musical acompañante estuvo conducida por Theodore Stier, quien había dirigido la Orquesta Sinfónica de Londres.
La Pavlova viajó además con un departamento técnico integrado por ingenieros, electricistas, director de escena, sastres, peluqueros, tramoyistas y otros componentes.
PAVLOVA Y EL TEATRO SAUTO
Pavlova nació el 12 de febrero de 1881 y una década después ingresó en la Escuela de Ballet Imperial, mientras su debut en las tablas tuvo lugar en el Teatro Marinski, de San Petersburgo, dirigido por el genial coreógrafo Sergei Petipá.
Inició giras internacionales en 1909 con la Compañía de los Ballets Rusos, y en 1911, ya de forma independiente, radicaba con su propio grupo en el Teatro Mogador, de París, la capital francesa.
Cuando estaba cercana a cumplir los 50 años de edad, fallece Ana Plavova el 23 de enero de 1931, víctima de una pleuresía en La Haya, Holanda.
El Sauto, por su lado, vio la luz el 6 de abril de 1863 después de tres años de construcción y, hasta la fecha, ha tenido como nombres Esteban, Colón, Martí, Teatro de la Vigía y el actual.
La emblemática sala fue diseñada por el arquitecto, ingeniero y pintor escenográfico italiano Daniel DallÂ�aglio, y concebida como una réplica de la Scala de Milán.
El imponente edificio es un fiel ejemplo del estilo neoclásico que domina en el entorno urbano de la localidad, y según estudiosos impresiona por su tratamiento estilístico, en particular por su fachada principal.
Declarado Monumento Nacional en 1978, su vasta y rica trayectoria histórico cultural lo ha convertido en un elevado exponente de los teatros vernáculos de la mayor de la Antillas y símbolo de la llamada matanceridad.
Entre las más sobresalientes personalidades foráneas que han actuado en el Sauto están Pavlova, Sara Bernhardt, compañías españolas, francesas e italianas de zarzuela, ópera y drama, los Niños Cantores de Viena y el guitarrista Andrés Segovia.
*Corresponsal de Prensa Latina en la provincia de Matanzas
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