Cuando agentes del FBI comenzaron a llamar recientemente a las puertas de exiliados cubanos en Miami y Nueva York que apoyan la normalización de las relaciones con Cuba, se desencadenó una ola de especulaciones sobre por qué la agencia federal estaría desplegando una campaña que muchos atribuyeron a remanentes de la Guerra Fría.
¿Intentaban los agentes recopilar información sobre los exiliados cubanos que apoyan el diálogo con el país comunista? ¿Buscaban inteligencia sobre posibles “espías” cubanos que podrían haberlos contactado? ¿O estaría esto relacionado con los misteriosos ataques contra los funcionarios de Estados Unidos en La Habana y que han enfermado a 26 personas?
Ninguna de estas teorías es correcta, de acuerdo con fuentes familiarizadas con los esfuerzos del FBI. Las visitas no estaban relacionadas con una investigación o una amenaza particular, ni siquiera con la política hacia Cuba del presidente Donald Trump, sino que tenían otro propósito: enviar un mensaje claro a Cuba de que el FBI todavía está vigilando a los espías cubanos infiltrados en el país y que la agencia no solo está prestando atención a las amenazas provenientes de Rusia, dijeron las fuentes, que no están autorizados para hablar públicamente sobre el tema.
El FBI no tiene como blanco a los exiliados cubanos, sino que está utilizando la publicidad en torno a las visitas a activistas que abogan por mejores relaciones con Cuba — quienes podrían tener contactos con diplomáticos cubanos— para llevar el mensaje al gobierno cubano.
“Son contactos de rutina, nosotros hacemos eso todo el tiempo”, dijo un oficial de una agencia policial de EEUU. “No estamos presionando una agenda de la administración Trump”.
La iniciativa del FBI, que se alimenta de la teatralidad de la época de Castro, tiene como objetivo poner en guardia a los posibles espías cubanos que podrían operar bajo una cobertura oficial en Estados Unidos.
Por ejemplo, el recientemente designado presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, viajará a EEUU al frente de una amplia delegación oficial a la Asamblea General de las Naciones Unidas, programada para fin de mes en Nueva York.
El Departamento de Estado ha otorgado 18 visas para la delegación, en la que, como acostumbra el gobierno cubano, es probable que viajen agentes de inteligencia.
Se espera que Díaz-Canel se reúna con empresarios estadounidenses y miembros de la comunidad cubanoamericana cercanos al gobierno de La Habana o que favorecen la política de “engagement” propuesta por el gobierno de Barack Obama.
Varios de los activistas que fueron contactados por el FBI recibieron la invitación para asistir a la reunión con la delegación cubana a la ONU, programada para el 28 de septiembre en Nueva York.
Las visitas del FBI fueron reportadas primero por el New York Times. Pero activistas citados por la publicación sugerían que la agencia federal los estaba señalando por sus opiniones políticas a favor de la normalización de las relaciones con Cuba y en contra de la retórica más dura del presidente Donald Trump.
El Nuevo Herald contactó a dos de activistas contactadas por el FBI, pero una de ellas no quiso ser citada.
“Llevo 20 años trabajando el tema de Cuba, por la normalización. Jamás en todo es tiempo me había llamado el FBI”, dijo Elena Freyre a el Nuevo Herald. “Si el motivo es político, están rompiendo con sus propias leyes. El FBI debe tener cosas más importantes que hacer que andar persiguiendo a abuelas cubanas para ver con quién están hablando”.
Según Freyre, agentes del FBI se presentaron a su antiguo trabajo y le dejaron un mensaje de voz en su celular. “Nunca les respondí. No tengo ni las mínimas intenciones de hablar con ellos”, aseguró.
Varios activistas contactados por el FBI en Miami dijeron al New York Times y al Herald que los agentes se identificaron como miembros de una iniciativa con el nombre de “Abdala”, una obra de teatro del escritor y líder independentista cubano José Martí.
El Nuevo Herald supo que el grupo, dedicado a temas relacionados con Cuba, no es nuevo y lleva años operando.
Oficialmente, el FBI emitió una declaración sobre el alcance de sus actividades en modo general pero declinó comentar sobre amenazas reales provenientes del espionaje cubano.
“En el curso de nuestras funciones, el FBI interactúa abierta y regularmente con los miembros de las comunidades a las que servimos para generar confianza mutua en la lucha contra la posible actividad delictiva y las posibles amenazas para el pueblo estadounidense”, dijo el comunicado. “El FBI siempre ha confiado en la cooperación del pueblo estadounidense para mantener a nuestro país a salvo, y mantener líneas abiertas de comunicación ayuda al FBI a ser más receptivo a las preocupaciones de la comunidad”.
Algunos de los exiliados cubanos contactados por el FBI se reunieron con la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) en Miami a principios de este mes. Pensando que las visitas del FBI eran de naturaleza política, la ACLU sugirió que presentaran una solicitud bajo la Ley de Libertad de Información para obtener los expedientes que el FBI podría tener sobre ellos.
Otros activistas en Miami especularon que el FBI podría estar respondiendo a una petición del Congreso para dedicarle más atención a la posible presencia de espías cubanos en EEUU. Un nombre salió a relucir, el del senador demócrata Bob Menéndez, cuyos esfuerzos lograron que el FBI incluyera a Joanne Chesimard — juzgada por matar a un policía en New Jersey y exiliada en Cuba — en la lista de los terroristas más buscados.
Pero la oficina del senador cubanoamericano negó que este tuviera que ver con la campaña del FBI. Ellos estaban tan sorprendidos por la historia como los demás.
Es difícil conocer el tamaño de la actividad de espionaje del gobierno cubano en Estados Unidos. Según estimados del excapitán y desertor del Ministerio del Interior Cubano, Enrique García, Cuba podría tener más de 3,000 agentes de inteligencia operando en los Estados Unidos—incluidos los llamados “ilegales”— cultivados durante casi seis décadas. A ellos podrían sumarse cerca de 1,600 “agentes de influencia”.
Pero estas proyecciones están basadas en los niveles de “relaciones de inteligencia” mantenidas en 1989, cuando desertó García, y los recursos destinados para el espionaje en EEUU podrían haber variado.
Tras casos notorios en las dos décadas anteriores—la Red Avispa (1998), la analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa, Ana Belén Montes (2001); los profesores Carlos y Elsa Álvarez (2006) y los esposos Walter y Gwendolyn Myers (2009) — el tema no ha arrojado nuevos titulares.
Pero las agencias de seguridad continúan identificando a los servicios de inteligencia de Cuba como una amenaza a la seguridad de EEUU, aún cuando las dos naciones restablecieron relaciones diplomáticas.
En el 2014, el FBI hizo público un informe advirtiendo que los servicios de espionaje cubanos tenían como objetivo captar simpatizantes dentro de la academia estadounidense.
En el 2016, el entonces director nacional de los servicios de inteligencia James Clapper dijo que los servicios de inteligencia de “Rusia y China representan la mayor amenaza, seguidos por Irán y Cuba, a menor escala”. Al comparecer ante el Senado, Clapper dijo que la inteligencia cubana “continúa viendo a Estados Unidos como una amenaza primaria”.
Siga a Nora Gámez Torres en Twitter: @ngameztorres
Comentario HHC: De risa una explicación tan infantil al saberse denunciados los del FBI y demuestran que están en penumbras son cómplices de las agresiones a Cuba.
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