El premio Nobel de Economía 2001, denunció que el 1 por ciento de la población estadunidense amasa cada año el 25% de todo el ingreso nacional
Carmen ÁlvarezPor mucho tiempo Estados Unidos se enorgulleció de ser una sociedad justa, donde cada uno tenía las mismas oportunidades de salir adelante. Hoy las estadísticas dicen todo lo contrario: el 1 por ciento de la población amasa cada año 25 por ciento de todo el ingreso nacional, los desempleados representan a 20 por ciento de la juventud estadunidense y la creciente desigualdad es el caldo de cultivo de disturbios al estilo de Oriente Medio.
“Es precisamente esta noción de estar en un sistema injusto y sin oportunidades, el que dio origen a las conflagraciones de Oriente Medio. Pues fue allí donde el alza en los precios de los alimentos y el creciente y persistente desempleo juvenil encendieron la mecha que provocó el incendio”, advirtió el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz en un artículo para la edición de mayo de la revista Vanity Fair.
Allí, el también ex economista en jefe y ex vicepresidente del Banco Mundial que tanto criticó a los “fundamentalistas del libre mercado”, hace un nostálgico recorrido a través de los viejos tiempos en que un estadunidense pobre o de clase media podía llegar hasta la cumbre de la sociedad de esa nación.
Pero una vez más las estadísticas demuestran que hoy sucede todo lo contrario: las posibilidades de que un ciudadano pobre o clasemediero llegue hasta la cima en EU son más reducidas que en muchos países de Europa.
“Cuando se trata de igualdad en el ingreso, Estados Unidos se queda atrás de cualquier país de la vieja y anquilosada Europa de la que el presidente George W. Bush acostumbraba burlarse. Hoy entre nuestros homólogos más cercanos figura Rusia con sus oligarcas así como Irán”, escribió Stiglitz.
Incluso Brasil, que en el pasado fue uno de los viejos centros de la desigualdad en América Latina, ha estado esforzándose en los últimos años, y con bastante éxito, para mejorar las difíciles condiciones de vida de los pobres y para reducir la marcada inequidad en la distribución del ingreso.
En cambio “Estados Unidos ha permitido que la desigualdad siga creciendo… Y mucha de la desigualdad de hoy obedece a la manipulación del sistema financiero, favorecida por cambios en la normatividad que fueron comprados y pagados por la propia industria financiera. Esa fue la mejor de todas las inversiones que haya hecho jamás”, explicó.
Y es que los cambios en la normatividad o reglamentación del sistema financiero autorizaron que el gobierno hiciera préstamos a las instituciones financieras a una tasa de interés cercana a 0 por ciento, y que además les obsequiara generosos rescates en condiciones favorables mientras todos lo demás se iban a la quiebra.
“Las autoridades reguladoras se hicieron de la vista gorda frente a la falta de transparencia y a los conflictos de interés” de la industria financiera, señaló.
Eso no fue todo
“En un caso reciente, el Citizens United, la Suprema Corte de Justicia consagró el derecho de las corporaciones a comprar (adquirir) el gobierno. Para ello bastó con eliminar los límites a los gastos de campaña. Y hoy lo privado y lo político están en perfecta alineación pues virtualmente todos los senadores de EU, y la mayoría de los miembros de la Cámara de Representantes, provienen del l 1 por ciento de la población que está en la cúspide”, escribió el Nobel de Economía.
De igual modo, los principales actores claves que diseñan las políticas de comercio y de la economía, provienen también del 1 por ciento de la población que está en la cúspide.
“Cuando las empresas farmacéuticas reciben un obsequio con valor de un billón de dólares, mediante leyes que prohíben al gobierno (el más grande comprador de medicamentos) negocie sus precios, no debe ser motivo de sorpresa”, abundó.
En todo caso, lo que sí debe sorprender y dejar boquiabiertos a quienes lo presencien, es el hecho de que ninguna ley puede emanar del congreso si no autoriza jugosos recortes adicionales a los impuestos que deberían pagar los más poderosos.
Pero cuando se trata de los valores cívicos y humanos, Stiglitz destacó, no sólo que la desigualdad masiva distorsiona la política exterior haciendo que el 1 por ciento de la población que está en la cúspide, raramente preste sus servicios en el ejército porque, en este continuo proceso de enriquecimiento, se ha ido alejando cada vez más de la gente común, hasta llegar al grado de perder cualquier empatía que pudo haber tenido con ella.
“Entre más dividida se vuelve una sociedad (en la distribución de la riqueza), más resistencia tiene la gente acaudalada para gastar su dinero en las necesidades de la comunidad. Pues sucede que los ricos no necesitan del gobierno para acceder a parques, educación, cuidados médicos o seguridad personal: ellos mismos pueden comprarse todas esas cosas”, explicó.
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