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Saúl Landau
El gobierno cubano ha anunciado recientemente nuevas regulaciones que facilitan la creación de nuevos negocios justamente mientras muchos turistas, principalmente canadienses y europeos (más de 2,1 millones en 2012), y cientos de miles de cubano-americanos con dinero y artículos para sus familiares llegaban a la isla.
Estos factores han ayudado a mantener la economía cubana y ha transformado la atmósfera de la calle en Centro Habana, por ejemplo, donde los vecinos venden a otros vecinos y hablan o sueñan con tener su propio establecimiento. Ahora pueden hacerlo legalmente, a diferencia del pasado, cuando las leyes hicieron ilegal el [I]cuentapropismo[/I] (negocios privados).
A fines de la década de 1980, Cuba se abrió al turismo extranjero masivo, una industria que creció rápidamente, y el estado pronto reconoció la escasez de restaurantes decentes disponibles para los visitantes extranjeros o para los pocos cubanos con moneda convertible que podían decidir comer fuera. Luego, puf, el gobierno permitió que surgieran los “paladares”, pequeños restaurantes privados. Al principio, las reglas limitaban el tamaño de los restaurantes, cubrían las relaciones laborales e imponían fuertes impuestos a los propietarios. No obstante, algunos “paladares” ofrecían suficiente suculencia en su menú como para hacerse de un nombre entre los turistas y los cubanos que tenían dinero para gastar. Ahora restaurantes de calidad compiten entre sí en varios barrios de La Habana. En 2012, los pregoneros que venden productos alimenticios en carretillas movidas a mano anuncian sus productos en las calles. Estos nuevos empresarios compran directamente a los agricultores, a los cuales también compran los restaurantes, así como a pescadores y otros suministradores.
Sin embargo, los pequeños negocios, algo que todavía no son realmente fáciles de crear debido a las regulaciones y leyes existentes en Cuba, se han convertido en una forma establecida de buscarse la vida. Uno puede tener un establecimiento o trabajar para un dueño. Para el estado, esto significa una manera de eliminar a trabajadores ociosos de su nómina.
Zapateros, sastres, barberos y peluqueras han recibido del estado su centro de trabajo y abundan los pequeños negocios a los que suministran familiares (socios) desde Miami u otros suministradores que han encontrado la manera de traer materiales desde Panamá y otras fuentes en el extranjero. Algunos materiales que están a la venta son robados al estado. Pero algunas antiguas empresas estatales se han convertido en cooperativas que compiten en el mercado.
Como resultado de este acelerado capitalismo de cucaracha, los consumidores cubanos tienen acceso más fácil a servicios y bienes que el estado monopolizaba antes bajo su etiqueta de socialismo o escasez del estado, como lo calificaban algunos humoristas contrarios.
Cuando los residentes de Centro Habana acuden al inmenso Mercado de Carlos III a comprar alimentos, en el camino pasan junto a vendedores de frutas y vegetales, pequeñas tiendas con pequeños aparatos y artículos como piezas de auto, de plomería y nuevos neumáticos, antes exiguos o desaparecidos en la isla.
Algunos vecinos se enorgullecen de estas “reformas”, aunque “insisten que el socialismo debe permanecer (educación y atención médica gratuitas, así como el derecho a la vivienda, alimentos baratos y otros beneficios subsidiados), y esos nuevos pasos han hecho mejor al socialismo, más amigo del consumidor. Ahora tenemos, dijo un residente, “un socialismo más sensible´”.
Los cubanos no pueden exigir los privilegios materiales de los norteamericanos, pero están en camino. En La Habana abundan los teléfonos celulares, así como las [I]lap tops, [/I]y, por supuesto, el correo electrónico ha surgido como una gran forma de comunicación, pero el acceso a Internet sigue limitado y es lento (en la mayoría de los casos por acceso telefónico). El gobierno cubano no parece estar apurado para proveer a sus ciudadanos de un rápido acceso a la red, debido a sus propias preocupaciones de seguridad. Y la política norteamericana de “extender la democracia” a Cuba aumenta la amenaza desde el exterior. El Departamento de Estado ha seguido la política de encontrar y dar servicio a disidentes, algunos de los cuales son creaciones de la política norteamericana, como parte de su deseo de larga data por derrocar al gobierno cubano y restablecer la “sociedad civil”, lo que significa un regreso a la total propiedad privada y disminución de importantes derechos.
La elite política de Washington no recuerda o no le importa que Cuba tuvo una sociedad civil apoyada por EE.UU. en tiempos de Batista. A la mayoría de los cubanos no les agradaba ver a la Mafia operar el juego y otros negocios en contubernio con el gobierno. También se oponían a los métodos dictatoriales de Batista y a su policía brutal con mente torturadora. El 1 de enero de 1959, el pueblo optó por la revolución encabezada por Fidel Castro, la cual hacía énfasis en los derechos más importantes (educción, alimentos, vivienda, atención médica) sobre los derechos a la propiedad y a explotar a trabajadores.
Los cubanos, al igual que los norteamericanos que siguen a Cuba y a la política de EE.UU. hacia Cuba, preguntan: ¿cuándo EE.UU. eliminará su política de castigo, un embargo de 52 años, y restaurará las relaciones con la isla? Los de la línea dura insisten: El embargo solo tiene 52 años. Denle tiempo para que funcione. Fidel y Raúl pronto morirán y sin ellos la revolución se evapora”.
Los realistas que han estudiado a Cuba ven una sociedad y un gobierno bien organizados sin serios problemas de sucesión o de amenazas internas.
Los pesimistas de EE.UU. no ven beneficios claros e inmediatos para la administración Obama si da pasos para mejorar las relaciones. Es más, en Washington no aparecen señales de cambio económico en los planes de Obama. La actitud de “en qué me beneficia” de la Casa Blanca no ofrece muchas perspectivas positivas de que el presidente vaya a cambiar el rumbo en los cuatro próximos años. Él ha mostrado poco interés en Cuba o en el resto de Latinoamérica, después de aparecer en 2009 en Trinidad y dar esperanzas a la región, y luego aplastarlas. Los optimistas pronostican ahora que para el 2050 el embargo pudiera autoerosionarse.
Por otra parte, algunos grandes intereses de negocios puede que pronto vean a Cuba como un mercado de 11 millones de personas, y una potencial fuente lucrativa para las inversiones. Su presión podría cambiar el clima político. Y aquellos de la izquierda que siempre han pensado que EE.UU. ha hecho daño a Cuba, podrían organizar mejor su posición. Qué extraño que alguna gente crea que “hacer lo correcto” debiera prevalecer en la Casa Blanca, en vez de tener el enfoque de “¿cómo me puedo beneficiar? No fue el Obama por el que yo voté, sino el que me tocó.
¿Pensará él, quizás, en su legado?
Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/cuba/6443-cuba-se-abre-a-los-pequenos-negocios
Estos factores han ayudado a mantener la economía cubana y ha transformado la atmósfera de la calle en Centro Habana, por ejemplo, donde los vecinos venden a otros vecinos y hablan o sueñan con tener su propio establecimiento. Ahora pueden hacerlo legalmente, a diferencia del pasado, cuando las leyes hicieron ilegal el [I]cuentapropismo[/I] (negocios privados).
A fines de la década de 1980, Cuba se abrió al turismo extranjero masivo, una industria que creció rápidamente, y el estado pronto reconoció la escasez de restaurantes decentes disponibles para los visitantes extranjeros o para los pocos cubanos con moneda convertible que podían decidir comer fuera. Luego, puf, el gobierno permitió que surgieran los “paladares”, pequeños restaurantes privados. Al principio, las reglas limitaban el tamaño de los restaurantes, cubrían las relaciones laborales e imponían fuertes impuestos a los propietarios. No obstante, algunos “paladares” ofrecían suficiente suculencia en su menú como para hacerse de un nombre entre los turistas y los cubanos que tenían dinero para gastar. Ahora restaurantes de calidad compiten entre sí en varios barrios de La Habana. En 2012, los pregoneros que venden productos alimenticios en carretillas movidas a mano anuncian sus productos en las calles. Estos nuevos empresarios compran directamente a los agricultores, a los cuales también compran los restaurantes, así como a pescadores y otros suministradores.
Sin embargo, los pequeños negocios, algo que todavía no son realmente fáciles de crear debido a las regulaciones y leyes existentes en Cuba, se han convertido en una forma establecida de buscarse la vida. Uno puede tener un establecimiento o trabajar para un dueño. Para el estado, esto significa una manera de eliminar a trabajadores ociosos de su nómina.
Zapateros, sastres, barberos y peluqueras han recibido del estado su centro de trabajo y abundan los pequeños negocios a los que suministran familiares (socios) desde Miami u otros suministradores que han encontrado la manera de traer materiales desde Panamá y otras fuentes en el extranjero. Algunos materiales que están a la venta son robados al estado. Pero algunas antiguas empresas estatales se han convertido en cooperativas que compiten en el mercado.
Como resultado de este acelerado capitalismo de cucaracha, los consumidores cubanos tienen acceso más fácil a servicios y bienes que el estado monopolizaba antes bajo su etiqueta de socialismo o escasez del estado, como lo calificaban algunos humoristas contrarios.
Cuando los residentes de Centro Habana acuden al inmenso Mercado de Carlos III a comprar alimentos, en el camino pasan junto a vendedores de frutas y vegetales, pequeñas tiendas con pequeños aparatos y artículos como piezas de auto, de plomería y nuevos neumáticos, antes exiguos o desaparecidos en la isla.
Algunos vecinos se enorgullecen de estas “reformas”, aunque “insisten que el socialismo debe permanecer (educación y atención médica gratuitas, así como el derecho a la vivienda, alimentos baratos y otros beneficios subsidiados), y esos nuevos pasos han hecho mejor al socialismo, más amigo del consumidor. Ahora tenemos, dijo un residente, “un socialismo más sensible´”.
Los cubanos no pueden exigir los privilegios materiales de los norteamericanos, pero están en camino. En La Habana abundan los teléfonos celulares, así como las [I]lap tops, [/I]y, por supuesto, el correo electrónico ha surgido como una gran forma de comunicación, pero el acceso a Internet sigue limitado y es lento (en la mayoría de los casos por acceso telefónico). El gobierno cubano no parece estar apurado para proveer a sus ciudadanos de un rápido acceso a la red, debido a sus propias preocupaciones de seguridad. Y la política norteamericana de “extender la democracia” a Cuba aumenta la amenaza desde el exterior. El Departamento de Estado ha seguido la política de encontrar y dar servicio a disidentes, algunos de los cuales son creaciones de la política norteamericana, como parte de su deseo de larga data por derrocar al gobierno cubano y restablecer la “sociedad civil”, lo que significa un regreso a la total propiedad privada y disminución de importantes derechos.
La elite política de Washington no recuerda o no le importa que Cuba tuvo una sociedad civil apoyada por EE.UU. en tiempos de Batista. A la mayoría de los cubanos no les agradaba ver a la Mafia operar el juego y otros negocios en contubernio con el gobierno. También se oponían a los métodos dictatoriales de Batista y a su policía brutal con mente torturadora. El 1 de enero de 1959, el pueblo optó por la revolución encabezada por Fidel Castro, la cual hacía énfasis en los derechos más importantes (educción, alimentos, vivienda, atención médica) sobre los derechos a la propiedad y a explotar a trabajadores.
Los cubanos, al igual que los norteamericanos que siguen a Cuba y a la política de EE.UU. hacia Cuba, preguntan: ¿cuándo EE.UU. eliminará su política de castigo, un embargo de 52 años, y restaurará las relaciones con la isla? Los de la línea dura insisten: El embargo solo tiene 52 años. Denle tiempo para que funcione. Fidel y Raúl pronto morirán y sin ellos la revolución se evapora”.
Los realistas que han estudiado a Cuba ven una sociedad y un gobierno bien organizados sin serios problemas de sucesión o de amenazas internas.
Los pesimistas de EE.UU. no ven beneficios claros e inmediatos para la administración Obama si da pasos para mejorar las relaciones. Es más, en Washington no aparecen señales de cambio económico en los planes de Obama. La actitud de “en qué me beneficia” de la Casa Blanca no ofrece muchas perspectivas positivas de que el presidente vaya a cambiar el rumbo en los cuatro próximos años. Él ha mostrado poco interés en Cuba o en el resto de Latinoamérica, después de aparecer en 2009 en Trinidad y dar esperanzas a la región, y luego aplastarlas. Los optimistas pronostican ahora que para el 2050 el embargo pudiera autoerosionarse.
Por otra parte, algunos grandes intereses de negocios puede que pronto vean a Cuba como un mercado de 11 millones de personas, y una potencial fuente lucrativa para las inversiones. Su presión podría cambiar el clima político. Y aquellos de la izquierda que siempre han pensado que EE.UU. ha hecho daño a Cuba, podrían organizar mejor su posición. Qué extraño que alguna gente crea que “hacer lo correcto” debiera prevalecer en la Casa Blanca, en vez de tener el enfoque de “¿cómo me puedo beneficiar? No fue el Obama por el que yo voté, sino el que me tocó.
¿Pensará él, quizás, en su legado?
Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/cuba/6443-cuba-se-abre-a-los-pequenos-negocios
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