Por Stella Paul
La pérdida y el desperdicio de alimentos tienen importantes consecuencias económicas, sociales y ambientales. De acuerdo con la FAO, un tercio de los alimentos producidos en el mundo se pierden al transportarlos desde el lugar donde se producen al lugar donde se consumen, aunque 800 millones de personas siguen desnutridas en el planeta.
Desde que Tsering Dorji, un agricultor del pueblo de Satsam, en Bután, se dedicó al cultivo de vegetalesorgánicos hace cuatro años, la fertilidad de la tierra y el rendimiento de su granja mejoraron considerablemente, gracias al abono y a los pesticidas orgánicos.
Dorji, de 27 años, ahora produce cada dos meses unas 60 bolsas de alimentos excedentes que destina a la venta. Pero cuando llega la temporada de lluvias aún pierde decenas de dólares cuando tiene que transportar sus productos a mercados a kilómetros de distancia.
“Las hortalizas como el rábano, la zanahoria y el pepino se rompen con frecuencia y los tomates quedan aplastados cuando se transportan. Así que tengo que venderlos (al precio rebajado) de 5 a 10 rupias por kilo o simplemente tirarlos a la basura. Es una época muy difícil para mí”, subrayó en diálogo con IPS.
Su caso no es el único. En todo el mundo, pero especialmente en los países en desarrollo, la pérdida y el desperdicio de alimentos les cuestan 940.000 millones de dólares por año a los agricultores, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Sin embargo, el panorama podría cambiar en los próximos años gracias a un nuevo mecanismo global llamado Estándar de Contabilidad e Información sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, presentado en el cuarto Foro Global de Crecimiento Verde, una conferencia celebrada en Copenhague los días 6 y 7 de este mes.
La iniciativa es un protocolo que pretende documentar el alcance y los motivos de la pérdida y el desperdicio de alimentos en todo el mundo.
La conferencia, que reunió a gobiernos, inversores, empresas, organizaciones no gubernamentales (ONG) y centros de investigación, calificó al protocolo de un gran “avance”.
El nuevo estándar “reducirá las pérdidas económicas para el consumidor y la industria alimentaria, aliviará la presión sobre los recursos naturales y contribuirá a la consecución de los ambiciosos objetivos establecidos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)”, declaró Christian Jensen, ministro de Relaciones Exteriores de Dinamarca, en la presentación del protocolo.
El protocolo
El estándar fue desarrollado conjuntamente por el Foro de Bienes de Consumo, la FAO, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible y el Instituto de Recursos Mundiales.
Aunque las pautas específicas sobre la forma en que la norma indicará a los países y empresas cómo medir el desperdicio de alimentos aún están en proceso, el protocolo incluye tres elementos.
En primer lugar, la norma incluye diferentes definiciones del desperdicio de alimentos que cambian en función de cuál es el objetivo final de una entidad. Así, si un país desea limitar el problema para combatir la inseguridad alimentaria, esa definición diferirá a la de aquél país que pretende frenar ese desperdicio para lidiar con el cambio climático.
En segundo lugar, la norma incluye diversas opciones de cuantificación, lo que permitirá a un país o empresa con escasos recursos económicos y técnicos obtener una visión general de su pérdida y desperdicio de alimentos.
Y, por último, la norma pretende ser lo suficientemente flexible como para evolucionar con el tiempo, a medida que mejoren la comprensión del desperdicio de alimentos, los métodos de cuantificación y los datos existentes.
Objetivo de Desarrollo Sostenible 12.3
La pérdida y el desperdicio de alimentos tienen importantes consecuencias económicas, sociales y ambientales. De acuerdo con la FAO, un tercio de los alimentos producidos en el mundo se pierden al transportarlos desde el lugar donde se producen al lugar donde se consumen, aunque 800 millones de personas siguen desnutridas en el planeta.
En resumen, la pérdida y el desperdicio de alimentos agravan el hambre. También consumen aproximadamente una cuarta parte del agua destinada a la agricultura y utilizan áreas de cultivo del tamaño de China, además de generar un ocho por ciento de las emisiones globales de los gases de efecto invernadero.
La meta 12.3 de los ODS pretende reducir a la mitad el desperdicio de alimentos por habitante y limitar las pérdidas de alimentos en 2030.
El protocolo no solo ayudaría a comprender cuánta comida “no nos llega a la boca, sino que ayudará a fijar una línea de base para la acción”, comentó Achim Steiner, director ejecutivo del PNUMA.
El mecanismo también despertó el interés de la mayor empresa de alimentos del mundo, Nestlé.
“Lo que se mide se puede gestionar. En Nestlé sin duda nos beneficiaremos significativamente mediante el uso de la norma para ayudarnos a abordar nuestra propia pérdida y desperdicio de alimentos”, destacó Michiel Kernkamp, director del mercado nórdico de la firma multinacional.
Beneficios para los productores más pobres
¿El protocolo puede beneficiar a los productores más pequeños y más pobres de los países en desarrollo, que carecen de la tecnología moderna, la innovación y la financiación estable, y que están rodeados por múltiples factores de vulnerabilidad climática, como inundaciones, sequías, salinidad y otros desastres naturales?
“Sí”, afirma Khalid Bomba, director general de la Agencia de Transformación Agraria de Etiopía.
El protocolo, al identificar los bolsones de pérdida de alimentos, puede poner de relieve las áreas que necesitan una intervención urgente, añadió.
“Las pérdidas de alimentos suceden por una serie de razones, como la falta de herramientas innovadoras, de semillas mejoradas, de oportunidades de mercado y por el cambio climático. El nuevo protocolo puede ser una herramienta para averiguar cuántas pérdidas ocurren debido a cada una de estas razones”, explicó.
“Una vez que los datos se recogen, pueden compartirse con las ONG y las comunidades de negocios. En consecuencia, pueden decidir cómo y dónde quieren intervenir y qué soluciones desean aplicar”, agregó Bomba.
Sin embargo, el funcionario advierte que el protocolo no debe confundirse con una solución. “Este protocolo en sí mismo no acabará con las pérdidas de alimentos. Solamente es una herramienta para comprender mejor el problema y encontrar la solución adecuada”, precisó.
Traducido por Álvaro Queiruga
Foto: Tsering Dorji trabaja en su granja en el pueblo de Satsam, en Bután. Crédito: Stella Paul / IPS
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