A pesar de que aún los ciudadanos de Estados Unidos tienen prohibido hacer turismo en Cuba, los que visitan nuestro país gracias a las 12 categorías autorizadas comienzan a romper los estereotipos sobre la Mayor de las Antillas
GRANMA - María Camila Maury estudiante de Periodismo - Andy Jorge Blanco estudiante de Periodismo | internet@granma.cu
Obispo es una de las calles más concurridas de La Habana. Foto: Alberto Borrego
Hay cientos de turistas caminando por Obispo. Algunos vienen de tan lejos como Japón u Holanda y otros huyen del frío canadiense. En la puerta del bar Floridita hay un gran grupo que se interesa por la historia que une al lugar con Ernest Hemingway. Si se aguza el oído, se escucha un inglés rápido, brusco a la vez que fluido, típico de Estados Unidos.
Cada vez es más común escuchar ese acento en las calles cubanas, especialmente desde que el 17 de diciembre del 2014 se abriera un nuevo capítulo en las relaciones entre La Habana y Washington.
Peryl Cowley, de 74 años y residente en Los Ángeles, California, está en Cuba para admirar el arte contemporáneo, la pintura y la fotografía. «El bloqueo nunca debió haber ocurrido y no debe mantenerse».
El guía al frente de la Asociación de Arte de Los Ángeles, a la que pertenece Cowley, les explica cómo el autor de El viejo y el mar hizo del Floridita y del daiquirí que allí tomaba rutinas habituales en sus casi dos décadas de vida en el país caribeño.
El Premio Nobel de Literatura encontró parte de su inspiración en las olas de la bahía habanera y la vida de los pescadores cubanos.
Cowley busca algo similar, pero como el resto de sus compatriotas está limitado por leyes que le impiden visitar con normalidad el país en calidad de turista.
A solo dos años del triunfo revolucionario de 1959, el presidente norteamericano Dwight Eisenhower rompió las relaciones diplomáticas con La Habana y anunció las primeras restricciones para impedir los viajes de los ciudadanos estadounidenses a Cuba. Posteriormente, durante la administración de Bill Clinton, la Ley de Reforma a las Sanciones Comerciales y Ampliación de las Exportaciones prohibió cualquier tipo de viajes con fines turísticos.
El único camino válido son 12 categorías por las que se les autoriza viajar a la Isla, sobre las cuales el presidente Barack Obama otorgó una licencia general. Unos se acercan para intercambios culturales, otros para actos públicos, clínicas, talleres, competiciones atléticas. Todos toman fotos y caminan desde el Parque Central hasta la Bahía. Vienen a conocer un país que les ha sido prohibido por más de 50 años.
Mientras fotografiaba los autos clásicos americanos del siglo XX, en el Parque Central de La Habana, Monika Farrell, también de Los Ángeles, comentó que estuvo en Cuba por primera vez hace diez años por actividades educativas. «Los estadounidenses amamos este país y su estilo en el arte», añadió.
«Cuba es una gran nación y a muchos les encantaría poder visitarla», dijo Nicolas Bringosent, quien viaja mediante la misma Asociación de Arte de Los Ángeles que Peryl Cowley y Monika Farrell. El joven declaró, además, que el bloqueo es un infortunio.
Algunos especialistas señalan cómo un mayor arribo de norteamericanos a Cuba pudiera cambiar su percepción sobre la Mayor de las Antillas. «Será mucho más claro para ellos que el bloqueo es una política de la Guerra Fría, obsoleta, que debe ser eliminada», según Luis René Fernández Tabío, investigador del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana (Cehseu).
Chris Fink, de Boulders, Colorado, recorre las calles de La Habana por primera vez. Arribó a la capital cubana para participar en la Copa de Amistad, Torneo Internacional de Rugby Veteranos, que se desarrolló en el estadio Eduardo Saborit, del 29 de octubre al 4 de noviembre últimos. Fink expresó su admiración por la iniciativa deportiva y declaró a Granma que el bloqueo debe terminar.
«Este es un contacto pueblo a pueblo y una muestra de cuánto puede avanzarse en muchos campos, específicamente el del deporte», señaló por su parte Osmel Armas, jugador del equipo cubano en el certamen.
Uno de los organizadores del evento, el australiano Paul Robertson, afirmó que el principal propósito de este encuentro es ayudar a fomentar el rugby en Cuba.
Mientras expresaba su admiración ante la concurrencia de muchos jóvenes cada tarde al estadio para practicar deportes, y por el esfuerzo del gobierno cubano para mantener lugares como ese, reflexionó sobre el bloqueo: «¡Ya basta! El efecto de esa política en Cuba es evidente y terrible. Mi país siempre ha estado de acuerdo en muchos puntos con Estados Unidos, pero en este no».
A pesar de los constantes reclamos de la comunidad internacional y de los propios llamados del presidente Barack Obama al Congreso para ponerle fin a esa política agresiva, el bloqueo contra Cuba persiste como el mayor freno al desarrollo de la economía en la Isla.
Si bien la reciente votación en las Naciones Unidas a la resolución presentada por Cuba fue histórica, por la abstención de Estados Unidos, muchos consideran que no es suficiente.
«El voto es triste. Ya es momento de cambiar», aseveró Steve Brown, minutos antes de comenzar su partido de rugby en el Eduardo Saborit.
Muchos coterráneos de Brown sienten la necesidad de unirse a Cuba, a su cultura y a su pueblo. Les atraen la realidad y subjetividad de los cubanos, las interpretaciones del mundo que desde aquí se hacen, y el misticismo sin descubrir de la Isla.
Aunque Estados Unidos mantiene las trabas para volar a la Isla, cada vez son más los norteños que arriban a suelo cubano y comienzan a romper los estereotipos creados durante medio siglo.
Obispo se llena todos los días con nuevos amantes del arte, jugadores de rugby u otros por llegar. Es uno de los tantos puntos de partida para echar a andar y conocer Cuba, un país separado de Estados Unidos por apenas 90 millas, pero al que siempre han visto desde la distancia.
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