"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

jueves, 23 de junio de 2011

El Che era un hombre indoblegable e incorruptible: Ángel Arcos Bergnes

Geovani Montalvo
Redacción Diario Co Latino

El mundo recuerda a Ernesto “Che” Guevara de la Serna como el guerrillero heroico y el revolucionario argentino-cubano. Su figura inspira a miles de jóvenes y movimientos populares. Su mensaje es cuidadosamente estudiado y difundido.

Sin embargo, también está el Che humano, amigo, voluntario y funcionario público. El cubano Ángel Alberto Arcos Bergnes, nominado al Premio Nacional de Economía 2002, nos revela esta faceta sugestiva y siempre novedosa de Ernesto Guevara.

Arcos tuvo el privilegio de trabajar junto al Che en una de las más importantes empresas perteneciente al Ministerio de Industrias, la Empresa Consolidada del Azúcar (ECA), luego convertida en un ministerio.

El Che fue nombrado, tras el triunfo de la revolución cubana, presidente del Banco Nacional, Ministro de Industrias y jefe del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional para la Reforma Agraria (INRA).

Arcos Bergnes recuerda que el Che “fue un estricto estudioso del marxismo-leninismo, de las matemáticas superiores, de la programación lineal, de la economía, de la contabilidad y de todo lo relacionado con la ciencia de la dirección. En su comportamiento laboral era metódico”.

Bergnes, en su libro editado en 2007 titulado “Evocando al Che”, subraya que su forma de conducir las reuniones, de tratar y enfocar los problemas, era firme; pero familiar, sencilla y objetiva.  “Tan humano era, tanto lo fue conmigo en momentos difíciles de mi vida, que su ternura rozaba la paternidad”.

Señala que era un crítico y autocrítico implacable. Era asequible a los señalamientos, desde cualquier nivel, y si eran justos no dudaba en aceptarlos. En la práctica demostró grandes dotes como organizador, su iniciativa creadora, su preocupación por el desarrollo de los cuadros, su férrea disciplina, su constante superación y su ejemplo fueron referencias indelebles.

Arcos testifica que muchas veces lo vio autocensurarse por compras mal realizadas a su cargo en el Ministerio, y cuando alguien pretendía justificarlo por su falta de experiencia, contestaba: “Hay errores imperdonables cuando entra en juego el dinero del pueblo”.

El Che hacía valer en toda su extensión el axioma de que “a un dirigente para exigirle responsabilidades, hay que dotarlo de facultades y apoyarlo”. Era antidogmático por excelencia, imponía disciplina a sus cuadros y no le gustaba la expresión “si, señor”, pues decía que no quería personal domesticado en el ministerio.
“En los 15 meses que comí en su comedor, observé que como regla almorzaba a la 1:00 p.m. y comía a las 9:00 p.m. Le hacían daño los mariscos, el pescado y el huevo. Entre las comidas que más le gustaban estaban el consomé, los tallarines, las viandas y los vegetales, con preferencia por la malanga y la col; también las frutas, en especial el melón”, relata Arcos en su libro.
Disfrutaba mucho la sopa, pero sólo consumía la ración que le correspondía por su cuota. No se permitía consumir algo diferente a lo que era rutina en cualquier casa de pueblo, “pues detestaba los privilegios”.

A pesar de no haber nacido en Cuba, Arcos Bergnes asegura que el Che llegó a conocer al pueblo cubano, su idiosincrasia, virtudes y defectos. Para muchos resulta incuestionable su don visionario, “un revolucionario por excelencia”, exalta Arcos.
En 1963, en una entrevista concedida en Argelia al periodista y escritor Jean Daniel, para la publicación L’Express, el Che decía: “El socialismo económico sin la moral comunista, no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la locura y la enajenación mental».

Su asesinato en Bolivia, el nueve de octubre de 1967, conmocionó a su amigo Ángel Arcos Bergnes. “El Che murió con 39 años, en plena madurez de su vida, con una tremenda potencialidad de hacer, para el bien de la humanidad”, sentenció.
El pasado 14 de junio se celebró el 83 aniversario de su nacimiento. El mundo y Latinoamérica sigue entonando el mensaje guevarista del “hombre nuevo” como algo necesario en la construcción de otra sociedad posible.

Humanismo revolucionario del Che
Ernesto Che Guevara luchó constantemente por crear al “Hombre Nuevo”, como el modelo de ser humano, hombre y mujer, que no se conforma con sólo el hecho de interpretar la naturaleza y los problemas sociales, sino en transformarlos profundamente.

El Che, según Arcos Bergnes, no consideró al “Hombre Nuevo” como un ser inalcanzable, de plástico, porque no debía ser Dios. Su accionar tenía que colocarlo siempre como un ser muy humano, presto a analizar las condiciones y necesidades de su tiempo.

“Buscaba la lucha de contrarios y dudaba de aquellos de quienes todos hablaban bien, pues repetía que alguien tenía que hablar mal de uno”, relata Arcos.

De manera general, se encuentra en Guevara una conciencia aguda de la necesidad de un desarrollo del marxismo-leninismo, sobre todo, en lo que respecta a los nuevos problemas planteados por las sociedades en transición, para los cuales los escritos de los mismos no constituyen más que una introducción necesaria, pero insuficiente.

El Che decía: “hay quienes no se conmueven ante los problemas. Hay quienes no les duele el hígado ante una justicia”. El pensamiento guevarista enfatiza en la necesidad de humana de preocuparse ante los problemas, pero también de accionar y transformarlos, desde la visión de izquierda.

Uno de los trabajos más integrales del Che, un documento dirigido a Carlos Quijano, director del semanario uruguayo Marcha y titulado “El Socialismo y el Hombre en Cuba”, analiza la individualidad del ser humano y su ubicación consecuente dentro de la nueva sociedad.

En el documento el Che expresa: “Nos forjaremos en la acción cotidiana, creando un hombre nuevo con una nueva técnica. Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad que construimos. El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI, nosotros mismos”.

Una Revolución sólo es auténtica cuando es capaz de crear un «Hombre Nuevo» y este, para Guevara vendrá a ser el hombre en el siglo XXI, un completo revolucionario que debe trabajar todas las horas de su vida; debe sentir la revolución por la cual esas horas de trabajo no serán ningún sacrificio, ya que está implementando todo su tiempo en una lucha por el bienestar social; si esta actividad es lo que verdaderamente complace al individuo, entonces, inmediatamente deja de tener el calificativo de «sacrificio».
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