"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 27 de abril de 2013

La Zafra de los diez millones: una mirada retrospectiva

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(Panel efectuado en el Centro Cultural Cinematográfico ICAIC, el 29 de julio de 2010).

Participantes:
Selma Díaz. Arquitecta.
Julio A. Díaz Vázquez. Profesor consultante. Centro de Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI).
Juan Valdés Paz. Sociólogo.

Juan Valdés Paz: El debate de hoy estará dedicado a la Zafra de los diez millones, de 1970. La pregunta con la que quisiéramos iniciar el panel es cuáles fueron las premisas internacionales, económicas y políticas, de la estrategia azucarera de los diez millones, no solo del acontecimiento en sí, sino de aquellos sucesos que cierran un ciclo relevante de la historia de la Revolución.

Selma Díaz: Voy a referir más a la historia porque para los que, en Cuba, trabajábamos en la planificación física, la Zafra de los diez millones empezó en el año 63. En 1960 se creó el Departamento de Planificación Física del Ministerio de Obras Públicas para localizar las obras incluidas en el plan de ese ministerio. A fines de ese año nuestro trabajo se enriqueció porque las Fuerzas Armadas decidieron asumir Cartografía, y Catastro se quedó sin soporte institucional. Planificación Física lo asumió y les orientamos a los investigadores —que estaban distribuidos territorialmente— priorizar el levantamiento de todas las tierras estatales. Cuando tuvimos los primeros planos comprendimos los serios problemas organizativos existentes porque, a partir de su creación, el Instituto Nacional de la Reforma Agraria (INRA) había decidido que con la caña organizaba agrupaciones cañeras; y con las tierras dedicadas a otras producciones se creaban granjas del pueblo. En 1962, Carlos Rafael Rodríguez, asumió la dirección del INRA. Nuestro director se reunió con él y le informó la caótica situación territorial que tenía la organización de las tierras del Estado. Este decidió crear la Comisión para la Reestructuración de las tierras del Estado integrada por el INRA y Planificación Física. Cuando comenzamos esta tarea nos dimos cuenta de que todos los organismos, al asumir las funciones que habían sido actividades privadas, tenían problemas, por lo que cada organismo estatal se estaba organizando en regiones. De hecho había comenzado una división político-administrativa en la que desaparecieron los municipios. Por ejemplo, Oriente era demasiado grande y no había quien dirigiera como una provincia una región que representaba 33% del país.
Al mismo tiempo, cuando el Che Guevara asume el Ministerio de Industrias solicita a la Dirección de Planificación Física un estudio sobre las ciudades que podrían ser depositarias de inversiones industriales y la Dirección de Planes Urbanos escoge veinte que, por ser centros regionales, podrían asumir esta función e inicia sus planes directores.
Desde 1961, yo era la directora de Planes Regionales, y, por lo tanto, me tocaba atender los problemas relacionados con la agricultura.
En 1963, el presidente Osvaldo Dorticós asumió la dirección de la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN). Entonces le solicitó ayuda al Che para trasladar a la Junta a su ayudante chileno, el economista Jaime Barrios, quien pasó a atender el plan azucarero en ese organismo. Le pedimos a Jaime trabajar con la Empresa Consolidada del Azúcar (ECA) porque solo así podíamos compatibilizar las capacidades de cada central con las tierras sembradas de caña disponibles, o posibles, dentro de su determinada área geográfica.
Desde 1960, el Che había invitado como asesor al economista marxista más importante de aquel momento, el francés Charles Bethelheim, quien, en 1961, trabajó en un plan perspectivo (1962-1965), sobre una base elaborada por un economista checo.
Bethelheim visitó Planificación Física en 1962; le mostramos todos los balances territoriales hechos a partir de los inventarios recopilados en el país; él se percató de que teníamos una información única y, por lo tanto, habló muy bien de nuestro trabajo en los informes que emitió a todos los dirigentes del país.
A su vez, Jaime Barrios nos puso en contacto con la ECA. Y así, conjuntamente en cada territorio, empezamos a trabajar en los planes de los ciento cincuenta y cuatro centrales, en función de estudiar cuáles eran las posibilidades, de acuerdo con las capacidades instaladas que teníamos en el país. Casi terminábamos el trabajo cuando se produjo una situación particular. Para ilustrarla mejor leeré un fragmento de una carta que le escribí a Bethelheim en marzo del 64:
Nos hemos reunido varias veces con Jaime Barrios; la última vez vino acompañado de los técnicos de la ECA que lo ayudan en la confección del plan azucarero; después que estuvo terminado vivimos algunos días de júbilo —el plan azucarero, ¿no?—, nunca antes habíamos hecho algo mejor. Fidel estuvo en la URSS y solucionó lo único que faltaba, es decir, la seguridad de venderla a un precio de seis centavos hasta el año 70. ¿Cuál era el próximo paso, en nuestra opinión?: concretar aquellas directivas generales en ciento cincuenta y cuatro planes azucareros, uno por cada central. ¿Qué ha ocurrido? Como siempre, se ha pensado que si éramos capaces de producir nueve millones de toneladas en el 70, por qué no diez en el 68. Y ahora la comisión ensaya rectificar el plan para ajustarlo a las nuevas metas, con la convicción de que no podrán hacerlo. El INRA ensaya cumplir sus planes de siembra también con la convicción que no podrán cumplirlo, y así hasta el infinito. En cuanto a nosotros, ensayamos demostrar que no podemos seguir trabajando de esta manera, intentamos concretar cuáles deben ser nuestras funciones específicas, cuál nuestro plan de trabajo, cuáles los de cada organismo, en el caso de que asumiéramos con respecto a ellos las mismas funciones dentro del plan físico que tiene JUCEPLAN con el plan económico».
En junio del 64 me fui a cumplir mi servicio social y me hice cargo de la provincia de Oriente. Dejo esto como una pequeña introducción para que no se hable del 70 sin empezar a hablar desde el 62.

Julio A. Díaz Vázquez: Para nosotros, desde la academia, la etapa de los diez millones comienza cuando Fidel logra el acuerdo con la URSS de trazarse ese programa, el cual trajo un cambio en la concepción que primaba hasta ese momento sobre la línea de desarrollo que adoptaría el país al abandonar la teoría cepalina, la sustitución de importaciones, etc. En ese contexto la agricultura se planteó como pivote del desarrollo. Se decía que era más fácil movilizar los recursos agrícolas por varias razones: había recursos ociosos, la tierra y fuerza de trabajo de baja calificación; además, la relación producto-capital era más baja en la agricultura que en la industria.
No vamos a hablar solamente de los diez millones, sino también de otra serie de ramas, como el programa cafetalero. Al mismo tiempo se proponía una transformación de la masa ganadera. Algunos recordarán que donde está el Pabellón Cuba, de la calle 23, en el año 65, se hizo una exposición ganadera que promulgaba alcanzar en 1975 una producción de treinta millones de litros de leche diarios. O sea, se trataba de un conjunto de actividades que involucraba a la agricultura, y junto con eso entra también el programa de desarrollo arrocero.
Esto generó un cambio en el factor de acumulación del país. A partir de los años 63, 64, más de 30% del Producto Interno Bruto se dedicaba a la acumulación, y en esto estaba implícito el desarrollo de cultivos como el café —un cultivo permanente—; además, el cítrico se empezó a valorar como un renglón futuro. Este conjunto de tareas introdujo una tensión en el país.

Juan Valdés Paz:¿Cómo se llevó adelante la Zafra de los diez millones y cuáles fueron sus principales logros y fracasos?

Selma Díaz: El primer trabajo investigativo que hicimos arrojó que, resolviendo pequeños cuellos de botella de las capacidades industriales, el país podía llegar a producir cerca de ocho millones cuatrocientas mil toneladas de caña dentro de las tierras aledañas a los centrales azucareros. Llegar a diez millones implicaba un proceso inversionista en los ingenios azucareros: cambiar tandems completos, aumentar calderas, etc., que no podían madurar en el tiempo restante.
Por otra parte, las tierras que esa caña necesitaba ya no existían en las zonas aledañas a los centrales, y se empezó a sembrar donde hubiera espacio disponible aunque no estuviera cerca de las fábricas. Eso implicó, al final, serios problemas con los traslados. Además, muchas de las inversiones se terminaron con la zafra empezada. Al mismo tiempo, hubo problemas de todo tipo; por ejemplo, habíamos trabajado con los técnicos azucareros de los centrales para definir muy bien cuál era el rendimiento existente en azúcar, y había regiones, como Guantánamo, que por los problemas de la sequía natural de esa zona podía tener concentraciones de 13 o 13,5 de volumen de azúcar por volumen de caña molida en un momento determinado; pero había otras, como Bayamo, donde a duras penas se llegaba a 11,5 de rendimiento azucarero. Por lo tanto, eran muchos los factores en contra de alcanzar realmente los diez millones.

Julio A. Díaz Vázquez: Un dirigente dijo que no se podía hacer diez millones. Tenía razón; sin embargo, estaba equivocado, pensaba que no iba a haber caña y lo que no hubo fue centrales. La meta implicaba elevar hasta los sesenta millones de arrobas diarias la capacidad de molida de los centrales, para lo que eran necesarias la reconstrucción y ampliación de muchos de estos. La industria no pudo asimilar el programa de desarrollo, de ajuste industrial. Por otra parte, en dieciocho meses se sembraron cuarenta mil caballerías de caña. Según mi hermano, que era semianalfabeto, pero tenía una gran sabiduría campesina, el ganado se mueve y la caña no, por tanto movieron los animales y esto tuvo implicaciones que aún estamos pagando, pues en el año 67 teníamos siete millones doscientas mil cabezas de ganado, y actualmente no llegan a cuatro millones doscientas mil. Así, a partir de 1967, comenzó un declive en la ganadería en Cuba del que no nos hemos recuperado.
El otro elemento que hay que tener en cuenta es que la agricultura no tuvo una estructura de dirección permanente en la etapa del 64 al 70; ninguna de las que se aplicaron duró más de tres años. Como también Selma apuntaba, la inestabilidad en las líneas de dirección de la administración puso en tensión muchas fuerzas; por tanto, se crearon dos organismos nuevos, el Desarrollo Agropecuario (DAP), y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH). Anteriormente, expresamos que no era solo producir la caña, sino que estábamos inmersos en un programa de desarrollo ganadero, arrocero, de producción de cítrico, de café; para ello hubo que traer a colación nuevos organismos que le hicieran frente a ese cúmulo de actividades. En un momento determinado se dijo que lo grande que estábamos haciendo entonces no era la Zafra de los diez millones, sino la cantidad de tareas simultáneas, y todas iban por buen camino.
Ahora bien, en el frente político esta es la etapa en que se pasó de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) al Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC) y de este al Partido Comunista, el 3 de octubre de 1965. Dos años después aparece una nueva concepción muy tropical sobre la construcción paralela del comunismo y el socialismo. En aquella época lo único que se pagaba en el sector de los servicios eran los sellos de correos, puesto que el teléfono llegó a ser gratis. Luego reconocimos que fue una etapa de total idealismo.
Además, otro factor era el desgaste causado por el enfrentamiento de clases y la contrarrevolución armada. Hasta el año 65 duró la lucha contra los alzados en el Escambray. Eso significó una vasta movilización y grandes recursos.
Traigo aquí cifras que evidenciaban ya en el año 67 que era difícil cumplir la meta. En el 66 la zafra fue de 4,5 millones de toneladas; al año siguiente fue de 6,1; o sea, en tres años había que aumentar en casi cuatro millones la producción de azúcar. También hay que aclarar que la Zafra de los diez millones no fue de ocho meses; arrancó en agosto de 1969 y duró hasta junio del 70.
Se aspiraba a rendimientos por caballería de setenta mil arrobas, lo que no hemos conseguido, en su conjunto, nunca; y a la vez se planteaba un aumento de la producción de azúcar por hectárea, cuyos rendimientos tampoco pasaron de cinco toneladas por hectárea.
La programación de los diez millones se informó el 20 de diciembre de 1969, y debía cumplirse de la manera siguiente: el 23 de diciembre se lograría el primer millón; el segundo, el 18 de enero, aproximadamente; el tercero, el 9 de febrero; el cuarto, el 17 de marzo; el quinto, el 3 de abril; el sexto y el séptimo, el 20 de abril; el octavo, el 7 de mayo, y el noveno y el décimo se alcanzarían entre el 7 y el 15 de julio. En eso quedó, en el buen deseo, y no coincidió la programación.
Quiero agregar algo más. Se decía que a partir del 70 la zafra se iba a estabilizar alrededor de los diez millones de toneladas, o sea, se trataba de mantener esa producción. Se planteaba que, si eso sucedía, Cuba se iba a convertir en un factor determinante para el precio del azúcar en el mercado internacional, y eso sería una muestra del poderío que alcanzaba el socialismo.
En 1792, cuando Francisco de Arango y Parreño preparó su famoso discurso «Cómo fomentar la producción de azúcar en La Habana», una de las cosas que le decía al Rey de España era que Cuba lograra sustituir el papel que había tenido Haití hasta aquel momento, que era el responsable de 50% de la producción mundial de azúcar. A finales del siglo XVIII, Haití producía la mitad del azúcar que se comercializaba en el mercado internacional, y el azúcar era el principal renglón del mercado. En el año 70, íbamos a volver a conquistar el papel que otrora tuvimos.

Juan Valdés Paz: Antes de pasar a la tercera pregunta, hay un factor que no quiero dejar de mencionar: la mecanización del corte de la caña. No resolverlo antes del 70 implicó una movilización extraordinaria, como nunca: cerca de cuatrocientos mil o cincuenta mil trabajadores para poder asegurar el corte cañero. Esto introducía una caída de la productividad del trabajo de los cortadores de caña, lo cual hacía virtualmente inviable la meta, aunque todos los demás factores hubieran funcionado.
Ahora bien, ¿cuáles fueron los impactos económicos, políticos y sociales de la Zafra de los diez millones sobre la sociedad cubana?

Julio A. Díaz Vázquez: Intentar cumplir el objetivo de los diez millones dislocó todo el sistema de dirección y administrativo del país, pues poner todos los recursos y el esfuerzo en función de esa meta hizo que años después, en la etapa que vamos a analizar ahora, entre 1971 y 1975, un especialista soviético que visitó la Isla dijera que, en términos teóricos, Cuba había vivido una etapa muy similar al comunismo de guerra de la URSS.
En conclusión, en ese período hay una etapa de transición, que se desarrolló bajo el principio de «convertir el revés en victoria» y al mismo tiempo de abrir una etapa nueva a la cual se le llamó de democratización. Se planteó hacer las asambleas obreras, fortalecer el movimiento obrero; así como atender cuestiones que quedaron descuidadas, como la construcción de viviendas.
En el año 72 el Comandante en Jefe viajó a todos los países socialistas y, a su regreso, Cuba se adscribió al CAME. Posterior a este hecho hay tres momentos que yo destaco. El primero es el discurso del 26 de julio de 1973, en Santiago de Cuba. Allí, Fidel manifestó que los errores cometidos había que afrontarlos con la voluntad de transformar.
Luego, en el año 74, durante el VIII Congreso de la CTC se propone volver al pago de acuerdo con la cantidad y calidad del trabajo; se rescata el papel de los sindicatos, y esto culmina en el 75 con el I Congreso del PCC, del cual quiero destacar, como elemento de gran peso, la aproximación al sistema de dirección y planificación de la economía de los países socialistas; es decir, de manera oficial se reconoció que el sistema para dirigir esa esfera recogía las experiencias de los países socialistas, pero fundamentalmente las de la URSS. Al respecto, podría decirse que, en los cincuenta años de Revolución, el país no ha tenido un sistema integrado de gestión y dirección de la economía; el ejemplo más evidente es la relativa autonomía de las empresas. Por lo tanto, es válido analizar, cuarenta años después, la Zafra de los diez millones.

Selma Díaz: Quiero referirme a las cuestiones prácticas. En el momento concreto de la Zafra yo estaba en Oriente. La cuestión de las batallas simultáneas significaba una enorme cantidad de inversiones. Por ejemplo, en el arroz, que empezaron con desmontes en toda la cuenca del Cauto e inversiones en canales, secadoras, pueblo y, a la vez, una gran movilización de gente hacia esos lugares. Hubo ministros dirigiendo centrales, porque los cuadros más importantes se designaron para garantizar este proceso. En Oriente se cerraron todos los centros nocturnos, no se podía comprar una botella de ron en ninguna parte. Cuando estábamos en plena zafra hubo que pedirle permiso al comandante Guillermo García, que estaba dirigiendo la provincia, para darle algunas botellas de ron a los que estaba cortando caña bajo la lluvia. Al terminar la zafra, en Santiago de Cuba había descontento, y Fidel estuvo varios días allí, recorriendo las calles, hablando con la gente. Hubo unas discusiones gigantescas en la Universidad de Oriente, con muchachos que discrepaban de un sinnúmero de problemas. Además, también influyó que el comandante Guillermo, con lo de las batallas simultáneas, teniendo que dirigir los planes de arroz, el café, los cítricos y la caña, había trasladado la dirección de la provincia hacia Bayamo, lo que Santiago de Cuba jamás le perdonó. Fidel designó al cuadro de dirección que consideró mejor para manejar la situación existente en esa provincia: Juan Almeida. Esas fueron algunas de las consecuencias sociales, que todavía no han sido analizadas por la academia.
La zafra del 70 tuvo muchas secuelas. Yo tenía la convicción, desde mucho antes, de que no se podían hacer los diez millones; había estado llevando todas las inversiones, tanto de los centrales como de la caña. Pasé los últimos meses entre Guillermo García, movilizado en el central Antonio Guiteras, moliendo caña de todos los lugares; Armando Hart, en el Amancio Rodríguez, con caña de Camagüey y Oriente; y Bibinito Betancourt en Banes, moliendo en los centrales de Holguín. Querían que yo estuviera en todos los lugares al mismo tiempo. El nivel de locura, de desesperación era tremendo porque estaba, además, el compromiso de todos, aun de aquellos que no creíamos que esa meta era posible.

Juan Valdés Paz: El panel ha ofrecido una mezcla de testimonios sobre cómo se vivió aquel proceso y de la perspectiva que desde hoy este nos merece. Puede ser esta también una pauta para las intervenciones del público, al cual le doy la palabra.

Yoss: Es significativo que al cabo de cuarenta años estemos tratando de entender qué significó la Zafra de los diez millones. Aquel fue un evento fundamental, donde el concepto de Revolución que existía hasta ese momento, de haber logrado la victoria en todo, chocó con la realidad.
No puede decirse que la Zafra ya fue estudiada, porque si así hubiera sido no se hubieran cometido los mismos errores; por ejemplo, en el Cordón de La Habana, o con la ganadería. Se cometió el error de acallar a los que dijeron: «No es posible». Ciertamente la capacidad de las tierras de Cuba era suficiente para producir diez millones, pero los centrales no podían moler toda la caña que hubo, y quedaron cientos de toneladas de caña cortada durmiendo en el campo. Eso ocurrió porque en un momento determinado había camiones que llevaban caña de una provincia a otra, lo cual es un absurdo económico. Se trató de saltar, y creo que se ha mencionado un elemento clave, del capitalismo al comunismo directamente, sin pasar por el socialismo. No se convierte un país agrario en agroindustrial de un día para otro.
No se habla mucho de las consecuencias sociales que tuvo aquella zafra. Analizar esto implica, sobre todo, la posibilidad de que no se vuelva a cometer el error.

Julio Travieso: La historia está para que la veamos constantemente, porque el juicio que tuvimos ayer no es el de hoy ni será el de mañana. Este período de la Zafra de los diez millones es más que un problema económico, tecnológico y político; es con mucho un problema sociológico importantísimo, y de valores, porque de repente los cubanos de aquella época nos encontramos con un machete en la mano en el proceso de la zafra. Se cerraron centros de diversión, de recreación, en cierta medida se dividió la familia cubana, porque si alguien estaba cortando caña un año no podía atender a su esposa. En algunas oportunidades ese proceso llevó a hechos heroicos, pero también a mucho oportunismo.
Ahora mi pregunta es: ¿por qué diez millones? Si se hubiese dicho: «Vamos a hacer la zafra más grande de nuestra historia», no hubiese habido fracaso político, porque así fue. Entonces, ¿por qué diez, por qué no once, o nueve y medio?, ¿cuál es la explicación y de dónde salió este número que al final llevó al fracaso político?

Ramón García: En aquel año 70 lo que entra en crisis no es una zafra, o un programa, sino toda una concepción de desarrollo que luego jamás se discutió. El rostro de esa concepción que se ha mantenido de zapa ha variado en el tiempo, alguna vez se llamó desarrollismo; otra, industrialismo; y hoy es «eficientismo».

Alexander Correa: El arco temporal del 59 al 60 es diferente al que tiene lugar del año 61 al 63, o del 63 al 65, y del 65 quizás al 70. En términos económicos también hay razones para afirmar que, aun cuando los acuerdos comerciales que se firmaron con la URSS en el año 64 comprometieron el desarrollo cubano, no hay un continuo ni en el proceso político cubano ni en las consecuencias que ese proceso tiene en la sociedad. Curiosamente esta zafra, que empieza en el 65, es la que tiene más proyectos de estímulo a los trabajadores: incluía hasta quinientos viajes, mil motocicletas, dos mil refrigeradores, vacaciones pagadas. Un año antes en Cuba se había zanjado una discusión muy fuerte en torno a dos modelos; lo que se discutía, a la larga, no solo era el modelo político, sino también el de desarrollo cubano. Ello queda resuelto tácitamente con la salida del Che Guevara de Cuba y la de Carlos Rafael Rodríguez del INRA. En este contexto hay un diferendo político-ideológico muy fuerte con la URSS, de lo que prácticamente no se habla, y habría que analizarlo de ese modo.
Julio decía que se quería estabilizar para el año 70 una producción anual de diez millones. Sería provechoso hablar de esto en el contexto de la lucha contra la burocracia, una corriente prosoviética que está trabajando en el interior de las filas del poder revolucionario y que tiene en la práctica un intento de golpe de Estado a finales del 67, principios del 68. Me gustaría que se relacionara el diferendo ideológico y político con el tema de la Zafra de los diez millones.

Ana Vera: Si asumiéramos este debate de hoy como un ejercicio de reflexión para aprender de los errores y los aciertos, replantear procedimientos, entonces sería pertinente que el panel conectara este análisis de los errores del 70 con los problemas azucareros actuales. Seguimos arrastrando problemas azucareros, muy graves, estrechamente relacionados con aquella política económica, que tiene que ver con una insuficiente consideración del papel que la ciencia debe desempeñar en la proyección del desarrollo, por encima de la política.

Gladys Marel García: Los errores de la zafra del 70 los vivimos en la actualidad, porque la voluntad política a veces soslaya la voluntad del saber y del conocimiento. ¿Qué sucedió en aquella zafra? Entonces no se tuvo en cuenta, para el mantenimiento de los centrales y la ampliación de los tandems azucareros, la experiencia de sus trabajadores, ni la de los maestros de azúcar y los técnicos que podían analizar si se podía o no cumplir la meta. Ese desconocimiento es lo que nos lleva a cometer errores.
Por otra parte, aquellas siembras masivas en tierras arroceras que no podían producir una caña con rendimiento azucarero, es otro de los grandes errores cometidos. Por ejemplo, en Las Villas hubo un gran debate, resultado del cual los campesinos debían dedicarse solamente a la zafra. En Yaguajay, los campesinos tenían que sembrar la tierra de noche, con faroles, para satisfacer su alimentación cotidiana.
Y por último, la consecuencia más grave fue el CAME; y, en el 70, cambiar el modelo, lo que trajo graves implicaciones.

Juan Valdés Paz: Devuelvo la palabra al panel.

Selma Díaz: La cifra de diez millones fue una decisión personal del compañero Fidel Castro. Nosotros discutimos con él el trabajo que habíamos concluido en la agricultura, la evaluación de cada uno de los ciento cincuenta y cuatro centrales existentes, y que, según los resultados, podríamos llegar aproximadamente a los ocho millones doscientas mil o trescientas mil toneladas. Le proponíamos ocho millones quinientas mil; en la primera reunión él nos dijo: nueve millones. Eso no era lo que le habíamos planteado, pero era posible si se resolvían algunos problemas. En el 64, sin debate, de nueve se pasó a diez millones, y ya esa meta era imposible.
Se determinó dejar solo sesenta centrales funcionando en la Isla. Como planificadora física, como responsable del desarrollo territorial de este país puedo decir que teníamos en Cuba la enorme ventaja de una industria ubicada en el territorio, donde había ciento cincuenta y cuatro centrales. Estos por lo menos seis meses al año tenían una fuerza calificada de primer nivel que residía allí, y en torno a ese potencial nos fue extremadamente fácil estructurar el desarrollo territorial y la nueva división político-administrativa. En general, nuestra población se distribuye de acuerdo con las capacidades agrícolas y de la industria azucarera. Cuando en los años 90, me enteré de la decisión de desactivar esa cantidad de centrales, para mí fue un día de duelo personal. Existía la posibilidad de tener un centro de promoción de cultura industrial; nuestros ingenieros azucareros eran de lo mejor que existía en el mundo. Utilizando esos centrales para producir sencillamente derivados azucareros hubiéramos podido tener una de las industrias más florecientes de toda América Latina. Hoy, Brasil está produciendo en gran medida alcohol y no azúcar. Las industrias derivadas del azúcar son infinitas, hasta plásticos se puede hacer.

Julio A. Díaz Vázquez: Muy pocos de los especialistas que conozco compartieron la idea del desmantelamiento de la industria azucarera. En este sentido, hay que agregar un elemento: el papel integrador, lo que los economistas llaman «efecto hacia delante» y «efecto hacia atrás», que tiene o tenía la industria azucarera en este país. Eso no lo ha podido resolver el turismo que supuestamente era con el que se iba a sustituir esa industria.
No se puede hacer política social con la economía, y cuando hablamos de eficiencia hay que unirla con el hecho de la democratización. Para ganar en eficiencia hay que institucionalizar el mercado, si no hay mercado jamás habrá eficiencia. Es necesario llegar a un consenso con respecto a qué debemos hacer, cómo enfrentar a realidad teniendo en cuenta experiencias pasadas. Tenemos que pensar cómo actualizar nuestro modelo a partir del reconocimiento de que al modelo soviético la historia ya le pasó la cuenta.

Juan Valdés Paz: En la perspectiva histórica, el socialismo cubano repite una vez más lo que han tenido todas las experiencias socialistas: la intención de dar un gran salto. Este ha sido un fracaso, y de él se ha aprendido y se ha iniciado un nuevo curso de desarrollo, nuevas estrategias. Podemos tomar experiencia histórica de los diez millones como el intento fallido de un gran salto que nos permitió rectificar nuestras estrategias de transición.
Por otra parte, hay que analizar los factores internacionales en el período del que hemos hablado, el de mayor agresividad de la política de los Estados Unidos hacia Cuba; también hay que recordar nuestros numerosos diferendos con la URSS, con China —nuestro segundo partner—, y esta prosapia nuestra tercermundista.
En este período intentamos un socialismo nacional. A estas alturas de la historia, los chinos dicen que el suyo es un «socialismo con características propias», los vietnamitas lo repiten; los venezolanos, que el de ellos también es nacional. Nosotros quisimos en los 60 que fuera cubano y no lo hicimos bien, pero quedó sentada la necesidad de construir mejor un socialismo autóctono.
Aunque hemos abordado algunas dimensiones, faltan otras; por ejemplo, la ideológico-cultural. Aquel fue el período de mayor heterodoxia y sería interesante saber por qué la dirección es heterodoxa en unos aspectos y dogmática en otros.
Este es el período donde llegamos al punto de promover, en el orden de la sociedad y de la gestión, un modelo vertical que iba desde la participación directa de las fuerzas armadas en gestiones económicas hasta disolver los organismos centrales para crear «puestos de mando». La consecuencia de este modelo es una seria restricción de la democracia, pues las decisiones se toman y no hay discusión.
Sufrimos demasiado tratando de conseguir una meta, pero nos la creímos. Aquel fue el momento en que la sociedad cubana ha tenido un mayor nivel de movilización en la lucha por una meta fijada por la dirección de la Revolución. El llamado a cumplir con el honor nacional logró mover, como nunca antes ni después, a la sociedad cubana.
Lo mejor que tuvo esa mala experiencia es que pasamos a una nueva estrategia de transición socialista, que, como ya se mencionó, también tuvo sus limitaciones. Lo que está en pie ahora es preguntarnos cuál es la nueva estrategia de transición socialista en la que estamos o estaremos en los próximos años. Agradezco profundamente una asistencia tan masiva.
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