"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

jueves, 21 de junio de 2018

Díaz-Canel rinde homenaje a Fidel Castro en Santiago de Cuba (+ Fotos)

Santiago de Cuba, 21 jun (PL) El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, rindió hoy tributo al líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, en el cementerio de Santa Ifigenia de esta ciudad oriental.

Díaz-Canel también depositó flores en los nichos de los héroes cubanos José Martí, Carlos Manuel de Céspedes y Mariana Grajales, nombres imprescindibles en la historia de la nación antillana.

Como parte de su recorrido por Santiago de Cuba, el jefe de Estado chequeó obras inversionistas, entre ellas las que se realizan en el puerto.

La víspera, Díaz-Canel recorrió la Universidad de Oriente, ocasión en la cual dialogó con estudiantes y profesores de ese centro docente.

También, el mandatario saludó a pobladores del territorio santiaguero de El Cobre, sitio emblemático de la religión, la historia y la cultura cubanas, custodiado por la Sierra Maestra y el Santuario Nacional de la Virgen de la Caridad.

mgt/clp 

Respuesta de Leonardo Padura a Hugo Chinea



Padura responde a Chinea ¿estamos volviendo a las grandes polémicas que existieron en los 60?

Por: Leonardo Padura Fuentes
A: La Joven Cuba y El Caimán Barbudo

Últimamente las polémicas me persiguen. Prácticamente cada declaración que hago o texto que escribo provoca una reacción que puede ir de uno a otro extremo del diapasón de las afinidades políticas y provenir de uno u otro extremo de la geografía universal. Tirios, troyanos y hasta apacibles sumerios se sienten en la obligación de responderme, a veces con tonos iracundos y acusaciones de cualquier índole.

Hace unas semanas, a raíz de la publicación de la entrevista que me hiciera Harold Cárdenas para el blog La Joven Cuba y en la cual aparece mencionado el nombre del señor Hugo Chinea, por razones de la responsabilidad político-cultural que cumplía en la primera mitad de la década de 1980 cuando yo trabajaba como redactor de El Caimán Barbudo, recibí vía email la carta del señor Chinea que se reproduce más adelante.

En mi lamentable ingenuidad, pensé que se trataba de una carta personal y, en cuanto la leí, la respondí de la misma manera y con la mayor gentileza. Pero pronto comprendí que se trataba de una carta abierta, publicada en un blog o sitio de internet, lo cual cambiaba radicalmente el carácter de las palabras del remitente.

Seré muy breve en esta introducción necesaria y poco voy a decir respecto al contenido de la carta. He respondido a ella, creo que de manera suficiente, con mi texto “Recordar para no volver a vivir (lo mismo)”, que también incluyo al final de esta misiva. (Texto que, por cierto, se ha reproducido en diversos sitios y me ha grajeado comentarios virtuales desde fuera de la isla por mi evidente y permanente cobardía. Como era de esperar).

No obstante, la carta del señor Chinea merece algunos comentarios específicos.
El primero relacionado con su mala memoria: Chinea (no me atrevo a tutearlo), claro que usted y yo nos conocimos. A mí no se me puede olvidar en qué condiciones (las que menciono en la entrevista), aunque a usted sí (las que menciono en mi artículo).

Segundo, el hecho de que las apreciaciones sobre mi persona y mi obra que refleja en su carta pública, no son los mismos que vierte en un email privado que tengo en mi poder y que, si es realmente obra suya (no lo puedo garantizar plenamente, es un email dirigido a otra persona), son bastante diferentes a las anteriores, lo cual (siempre de ser obra suya) sería un clásico ejemplo de doblez moral y de que aun pretende practicar ciertas evaluaciones políticas de los escritores como yo.

El tercero necesariamente se tiene que referir a la anotación final de la carta en la cual, tras despedirse de mí “fraternalmente”, Chinea escribe:

Nota: Luego de esta ausencia de señales por parte del destinatario, ahora acredito que puedo decir más. Digo, como otros muchos compañeros, que debemos distinguir la altura e integridad de intelectuales prestigiosos que sí se vieron afectados en una infeliz coyuntura, superada con creces, y sin embargo no se han prestado a ninguna prensa ni a sus manipuladores de siempre haciendo la diferencia. Parece más útil e importante ocuparse de lo que está pasando ahora, la reforma de nuestro socialismo, que hurgar en más de 30 años atrás. Es táctica trillada de cierta prensa enredar viejos asuntos negativos con la actualidad en su afán por desacreditar.

Se desprende de estas palabras que soy de los que se prestan a las manipulaciones mediáticas y desacreditadoras de sitios como La Joven Cuba, y que soy diferente de otros intelectuales cubanos. Y la razón de la diferencia es que me haya atrevido a desempolvar hechos ocurridos hace 30 años que, según Chinea, no merece la pena volver a exhibir. Mejor olvidarlos, ¿no? Pero, ¿soy en realidad tan diferente por recordar? Creo que no.

Pienso que si algo no podemos hacer los cubanos es entregarnos al olvido. Cada una de nuestras vidas está marcada por muchas experiencias personales, generacionales, nacionales que nos pertenecen por haberlas disfrutado o sufrido y porque sin la memoria de ellas no seríamos lo que somos y, sin el ejercicio de la memoria, no podríamos intentar al menos exorcizar las más funestas, para evitar (intentar al menos, repito) que se reproduzcan en el presente o en el futuro. El olvido conveniente para algunos no es, para mí, la solución. Y con el derecho que me da haber vivido toda mi vida en Cuba, defiendo la opción de la memoria antes que la del borrón histórico.

¿Cómo sería posible que me olvidara de aquel safari años 1980 que vestía Hugo Chinea en una de aquellas, para mí, inolvidables reuniones en un cubículo del Departamento que él dirigía?

Sin más, anexo la carta que me remitiera Hugo Chinea y el texto-respuesta que me provocó.

Con todos los afectos y la memoria que me acompaña y protejo,

Leonardo Padura.
14 de mayo de 2012.

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Aquí puede encontrar la Carta de Hugo Chinea Cabrera a Leonardo Padura que motivara la polémica y la respuesta de este en forma de artículo la puede consultar en Cuba: Recordar para no volver a vivir (lo mismo).

Carta de Hugo Chinea Cabrera a Leonardo Padura

La siguiente carta la escribió Hugo Chinea Cabrera quien fue Jefe de la Sección de Cultura del Departamento de Ciencia, Cultura y Centros Docentes del Comité Central en respuesta a la cuarta parte de la entrevista a Leonardo Padura publicada en el Blog La Joven Cuba

Texto de la Carta

Discúlpame, Padura, que te tutee en este texto pese a que no nos

conocemos personalmente. Acabo de leer esta entrevista, y me dio un vuelco el corazón cuando me veo mencionado como regañón de periodistas del Caimán Barbudo.

Fui durante los años de 1973 a l984, Jefe de la Sección de Cultura de un Departamento que entonces llevaba la denominación de Departamento de Ciencia, Cultura y Centros Docentes del Comité Central. Se trató de una estructura nueva -a semejanza de la existente en el otrora campo socialista- cuya función era la de ser órgano auxiliar de la dirección del Partido. Nunca fui jefe de un departamento que en aquellos tiempos no existía.Durante mi desempeño como funcionario del aparato auxiliar del Partido, nunca cité a persona alguna, periodista o creador, de ninguna esfera de la vida cultural de nuestro país, para recriminarle oficialmente de algo. No estaba entre nuestras atribuciones. Mucho menos de organismos e instituciones dependientes de la estructura de la UJC., a quien correspondía, si era el caso del Caimán Barbudo,
cualquier asunto.

No me explico de qué manera entonces mi nombre aparece en esta entrevista, nada menos que citado por ti, cuando yo ni siquiera he tenido la satisfacción de estrechar tu mano ni de conversar contigo alguna vez y mucho menos participado en un regaño por tu labor ni en el Caimán ni en sitio alguno. Ni contigo ni con nadie 

Tú y yo no nos conocemos personalmente, menos tú a mí; más yo a ti sí, porque al menos he sido lector simpatizante de tu obra (aunque seguramente no habrás leído nada mío), tanto de tus textos desde el periódico Juventud Rebelde, hasta las novelas.

Incluso comparto muchas de tus apreciaciones -en medio del fuego que cruzan sobre tí los dos bandos-, respecto a los problemas actuales que aquejan al país y en los que es preciso vencer o de lo contrario perecer en manos de nuestros enemigos jurados de ahí enfrente.

Antes de trabajar en el Partido, yo provenía de la revista Cuba Internacional, de la que fui su director. Antes, redactor de la Redacción Cultural de Prensa Latina. Antes, profesor de Economía Política y Filosofía Antes, un muchacho más que militó en las filas clandestinas del 26 de Julio y se fue al Escambray en diciembre de  1960 como miliciano del Bon 315 de Santa Clara en la lucha contra los  bandidos. Y un ratico antes de eso, un simple trabajador de un 
concesionario de la Internacional Harvester Co. Hoy atesoro la Distinción por la Cultura Nacional, un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Simón Bolívar, de Colombia, dos premios literarios de la UNEAC, en cuento, varias publicaciones más y mi licenciatura en Sociología.

Te digo todo esto porque soy solamente uno más, cualquiera, como tú mismo, que viniendo de esa enorme multitud del pueblo estuvo, como estoy , dispuesto a todo por servir y defender la justicia que la Revolución trajo consigo, en la que me formé y hoy respaldo su labor reformadora , para mejorar nuestro socialismo.

Cada coyuntura vivida en estos años precedentes, así como ésta, tiene sus características y también sus exponentes en una larga fila. Citar un solo nombre, de los tantos con quienes dices tropezaste, merece al menos no solo que valga la pena, sino también veracidad suficiente para calificarlo, tanto para bien como para mal.

Solo me cabe pensar que fue una confusión tuya, o un gazapo, o una manipulación intencionada del periodista autor de la entrevista para vincular al Partido. Algo de esto o parecido, ya que otra cosa me parece improbable de parte tuya cuando ni siquiera nunca nos hemos visto las caras.

En cualquiera de los casos, espero la reparación del equívoco en el mismo medio en que se produjo la publicación de tu entrevista y aparece envuelto mi nombre en representación del Partido en un suceso que en absoluto tiene que ver conmigo.

He preferido dirigirme a ti, primero, para una reparación del asunto en esa misma prensa, u otra que estimes pertinente, antes de hacer mi reclamo, más que justo , en medios tan públicos como la entrevista tuya que ahora mismo circula en la red.

En espera de tu respuesta,

Fraternalmente: Hugo Chinea Cabrera.

Nota:

Luego de esta ausencia de señales por parte del destintario, ahora
acredito que puedo decir más. Digo, como otros muchos compañeros,
que debemos distinguir la altura e integridad de Intelectuales
prestigiosos que si se vieron afectados en una infeliz coyuntura,
superada con creces, y si embargo no se han prestado a ninguna prensa
ni a sus manipuladores de siempre, haciendo la diferencia.

Parece más útil e importante ocuparse de lo que está pasando ahora, la
reforma de nuestro socialismo, que hurgar en más de 30 años atrás.

Es táctica trillada de cierta prensa enredar viejos asuntos negativos
con la actualidad en su afán por desacreditar.

Entrevista a Leonardo Padura IV: el hombre que amaba a su país


(Esta es la cuarta y última parte de la entrevista realizada a Leonardo Padura, les sugiero leer antes la primera, segunda y tercera parte)

Un tema que nos preocupa mucho es el cambio de mentalidad en Cuba, consciente de que siempre existe el peligro de que algunos sectores dogmáticos secuestren el discurso del cambio de mentalidad y lo adulteren. ¿Qué significa el cambio de mentalidad al que convocó Raúl?

“Ese es uno de los temas más complicados que existen en este proceso que se está viviendo en Cuba: los cambios de mentalidades y la necesidad de que se produzcan esos cambios. Muchos de los que sustentaron la otra mentalidad son los que están promoviendo el cambio ahora y eso es muy difícil.

Ese proceso tan complejo tiene que ver con el subconsciente del individuo, con sus principios, con lo que ha creído durante mucho tiempo, con la forma en la que ha actuado, por lo cual no estoy seguro de que muchas de esas personas puedan cambiar. No estoy seguro porque están acostumbradas a formas de dirección, de relación con los otros individuos, típicas de un modelo que se está tratando de modificar, y creo que es la parte más complicada de esta historia.

Aceptar que no todos los que piensan de manera diferente a ti no son el enemigo, sino al contrario, que pueden ser aliados y protagonistas de una renovación de la sociedad cubana, es algo complicado. Es necesario admitir a los que disienten, y espero que se lea la palabra en su justo sentido. Y no estoy hablando ya de personas con una posición abiertamente hostil contra el gobierno cubano. Cuando digo Gobierno, Estado y Partido; hay otro de los problemas grandes en Cuba, es que los tres aquí son lo prácticamente mismo, y en ese sentido debe surgir una de las modificaciones que creo necesaria: la separación de funciones.

En la reciente Conferencia del Partido Raúl exigió que este no tuviera funciones administrativas, pero cuando el director de una empresa es militante del Partido, el jefe del sindicato es del Partido, el jefe de producción es del Partido, es muy difícil que haya una contraparte real en esa estructura de dirección.

El cambio de mentalidad es una gran necesidad, no se puede pensar igual que hace 15 años porque el mundo es totalmente diferente. La caída del socialismo en Europa del Este coincide y casi marca un momento en el que se está produciendo un cambio de era: termina la Era Moderna-Industrial y comienza la Era Digital. Esta era tiene sus propias exigencias, condiciones y regulaciones que son diferentes a las que existían en los años 1980.

Todas las relaciones han cambiado con la Era Digital, los periódicos han tenido que cambiar su perspectiva, la noticia es diferente a como era hace 20 años, por lo tanto el cambio de mentalidad es absolutamente imprescindible si se pretende una real actualización de una sociedad y un modelo económico o reforma.”

Llamo la atención en que muchos de los funcionarios presentes en la Conferencia fueron formados en la URSS,Padura me responde al instante, sin titubeos…

“Sí acaso ellos van a obedecer a la orden de un cambio de mentalidad. Pero no a un cambio real en ellos mismos”

Ahora le propongo discutir un tema imprescindible y al que mi interlocutor ha hecho alusión antes pero por su importancia yo quería abordarlo al final. ¿Cuánto ha cambiado la prensa cubana desde que Leonardo Padura trabajó ahí?

“Nada, apenas ha cambiado, solo que junto a la firma aparece un correo electrónico del periodista, pero no ha cambiado nada. El otro día un comentarista en la televisión se refirió a la ocurrencia de un incidente desagradable en un juego de pelota y no decía cuál había sido el incidente desagradable. ¿Y de qué estamos hablando? Ese incidente fue público, lo vieron muchas personas. Si yo tuviera interés, como tengo la posibilidad de acceder a Internet, busco en Google y encuentro enseguida información sobre el hecho, pero no sería en la prensa cubana.

Ha cambiado muy poco porque el Periodo Especial fue un mazazo para el periodismo en Cuba. Si esa época provocó que los espacios de libertad para la creación artística crecieran; la literatura, el teatro, las artes plásticas, el cine, etc., para el periodismo fue una entrada en la caverna y de la caverna no ha salido. En los años 1980 se pudo hacer un periodismo bastante diferente en el que no siempre tenías que hablar de lo mismo y podías escribir sobre diferentes temas. En los años 1990 esto fue imposible.

Recuerdo dos artículos de esta época que me parecían los más significativos, referentes a la vida que se estaba viviendo en Cuba, uno era: “¿Cómo subir las escaleras sin cansarse?”, en la época en que no había elevadores ni electricidad. El otro se pudo haber llamado “¿Cómo limpiarse el culo sin papel?”A eso llegó el periodismo, a justificar que teníamos que vivir en un país sin elevadores y sin papel para limpiarse el culo. Y a tratar de demostrarnos que no era tan malo…

Creo que todavía no ha avanzado mucho. No por gusto en varias ocasiones Raúl les ha dado una sacudida pero esa sacudida no ha tenido efecto, ni va a tener efecto mientras los que la dirijan, los que la regulan, incluso muchos de los que hacen la prensa (aunque los periodistas son los menos culpables) sigan siendo los mismos.”

Le pregunto entonces ¿cuánto le falta a esa prensa para cumplir con las exigencias actuales de la sociedad cubana?

“Mientras la relación de los medios con el Estado, el Gobierno y el Partido siga siendo la misma no tendremos satisfechas esas exigencias. Tiene que haber un espacio de una prensa que no pertenezca ni al Partido ni al Gobierno ni al Estado, es necesaria una prensa que pertenezca a la sociedad. Cuando se logre el espacio para otro tipo de periodismo, sin prescindir de los medios ya existentes en Cuba,entonces comenzará a cambiar la prensa en Cuba… Lo que publica, por ejemplo Espacio Laical, ¿se reproduce el algún períodico oficial?”

Le propongo referirnos a los espacios de participación social en Cuba, como soy de la opinión de que los espacios existentes en el país son de naturaleza formal, pregunto: ¿qué se podría hacer para crear espacios reales de participación dentro de Cuba?

“La vía no la sé, pero sí reconozco la importancia de los espacios de participación, de reales espacios de participación. Cualquier cubano honesto sabe que las Asambleas del Poder Popular se han convertido en asambleas de servicios locales en las que se habla del bache que existe en la esquina y el delegado promete que los problemas se van a resolver o menciona y explica porqué no se ha resuelto la cuestión del bache en la esquina.

Muy pocas veces en ese espacio, que supuestamente es el momento que tenemos todos para debatir, se habla de los problemas reales, a menos que venga la orientación de que se discuta un documento en el cual se autorice para hablar de los problemas reales.

Es curioso, en la discusión de los lineamientos el tema del que más se habló (y parece que por mucho) fue el de la libreta de abastecimientos, de la posibilidad que desapareciera la libreta de abastecimientos. Las personas estaban preocupadas por su subsistencia inmediata y no tenían la capacidad o posibilidad de llegar a una elaboración de propuestas y preocupaciones mucho más profundas, a pesar de que en muchos casos sí existió un debate más abarcador y real sobre temas importantes.

Se ha perdido, o tal vez nunca haya existido en Cuba (tendré que investigar) esa cultura del debate, ese debate público con respeto, en el cual se defiendan posiciones y que los argumentos en contra no se entiendan como agresiones. El proceso actual que se está desarrollando en la economía y la sociedad, merece más esa reflexión colectiva y la prensa tendría que convertirse en uno de esos espacios posibles.

Creo que la existencia de esos espacios para la opinión y el debate serían muy necesarios, además le darían al ciudadano un sentido de pertenencia y de sentir que sus opiniones se tienen más en cuenta.”

Desde que algún amigo me contó hace años sobre Leonardo Padura y su historia, siempre quise preguntarle esto: ¿qué le sucedió en el Caimán Barbudo?

“Fue una historia bastante típica de los años 1980, porque no hubiera ocurrido igual en otras décadas. El director de la publicación era un cuadro político de la UJC, sin preparación para dirigir la que en ese momento era la revista cultural más importante de Cuba. Él tuvo durante varios años una jefatura de redacción que prácticamente hacía y tomaba las grandes decisiones de la revista.

Pero ocurrió un cambio en la jefatura de redacción y esa persona quiso aprovechar para convertirse en el director de la revista. En ese momento se creó una dirección colegiada entre el director del órgano y el compañero de la seguridad que atendía la revista. A partir de ahí los niveles de tensión que se llegaron a vivir en la revista fueron muy dramáticos.

Los que trabajábamos en el Caimán, pensábamos que íbamos a trabajar allí durante muchos años. Era la revista cultural más importante de Cuba, con una capacidad de generar opinión en el mundo cultural y social-juvenil que era impresionante, sobretodo teniendo en cuenta lo ocurrido en los años 1970. Cuando yo estaba en la universidad llegaba la revista en paquetes que se depositaban en las escaleras para que las personas la tomaran regalada porque casi nadie leía el Caimán Barbudo. Sin embargo en los 1980 las personas hacían colas en los estanquillos para comprar el Caimán. Fue un cambio radical de una década a otra.

Mi caso en particular fue algo maquiavélico. El director no me quería y la razón principal era que en aquella época yo pensaba de una manera muy similar a la que pienso ahora. En una entrevista que le hice a una persona, esta menciona a otra persona como su profesor, y ese profesor había estado detenido en el aeropuerto de La Habana por regresar del extranjero con unos dólares en el bolsillo. Se había creado un problema pero el jefe del profesor había llamado a un gran jefe y ese problema se resolvió.

Increíblemente utilizaron el hecho de que esa persona mencionara a la otra y yo lo publicara en la entrevista, como una muestra de que yo no era capaz de realizar el periodismo con responsabilidad. Me castigaron a estar seis meses como corrector. Al pasar ese plazo el primer trabajo que me toca es realizar la cobertura del Festival de Teatro de Camagüey. Estando en el festival me mandan a buscar para una reunión en el Departamento de Cultura de la UJC. Cuando llego, con un día de atraso, me entero de un grupo de decisiones que se habían tomado: sacaban al director de la publicación porque aquello se había convertido en un caos, pero también sacaban a varios periodistas, yo entre ellos.

En el Caimán de aquella época pasaba algo con mucha frecuencia. Cada vez que se escribía un artículo que por asomo pudiera ser asumido como una crítica, inmediatamente eras citado para una reunión en el Departamento de Cultura del Comité Central. Esperabas en el Consejo de Estado una o dos horas hasta que te conducían a la oficina del que era jefe en esos momentos del departamento, Hugo Chinea, te echaban una descarga, te amenazaban y te decían que no lo hicieras más. Siempre el compañero que atendía la Seguridad en el Caimán se encontraba en la dirección del periódico… Después me enteré que fue expulsado del MININT por actos de corrupción, como suele suceder en estos casos.

La revista fue desintegrada, el director fue ubicado en otro lugar, terminó trabajando en el ICRT como subdirector de programación de Tele Rebelde y a otros nos mandaron a Juventud Rebelde. Al final yo creo que me hicieron un gran favor, porque si yo hubiera seguido siendo un redactor del Caimán Barbudo no hubiera tenido el desarrollo cultural, intelectual, de relación con la historia y con la vida cubana que disfruté gracias a Juventud Rebelde, donde tuve (y esto también es típico de los años 1980) la posibilidad de hacer el periodismo que me dio la gana.

A pesar de que llegué con el cartel de problemático-ideológico a la dirección de ese periódico, donde también las personas que la conformaban eran cuadros de la UJC, no les importaron mucho mis “antecedentes”. Alli empecé a trabajar en el equipo de cultura y en muy poco tiempo mis trabajos en cultura se convirtieron en material de estudio de las dependencias de cultura sobre las que yo escribía.

Se hicieron folletos sobre mis trabajos, se reproducían, se estudiaban y las personas comentaban: “miren por qué dice Padura que la semana de la cultura es una mierda”… el lío es que estaba toda aquella cosa formal de que tenía que existir una semana de la cultura, una biblioteca municipal… y yo la emprendí contra todo aquello de la formalidad y el compromiso a cumplir. Eso me permitió que me llevaran al equipo que pretendió empezar a realizar un periódico diferente en los domingos, que al final se logró. Para mí trabajar en el Juventud Rebelde fue una experiencia bastante satisfactoria.

En el Caimán siempre te sentías con una sensación de culpabilidad, de que estabas haciendo algo mal, de que estabas siendo vigilado, en cambio ni en el Juventud Rebelde ni en la Gaceta yo jamás supe quién era el compañero de la Seguridad que nos atendía, mientras que en el Caimán cada vez que entrabas en la dirección, el hombre estaba presente.

Resulta llamativo que durante muchos años los funcionarios que cometían excesos en sus cargos, solo eran sancionados por cargos de corrupción de índole económica y no por las otras prácticas igualmente criticables.Le pregunto si esos excesos:¿eran atribuciones personales o formaban parte de una política del Estado?

“Ellos aplicaban al extremo la política del Estado. Yo creo que ese tipo de funcionarios ante la duda siempre dice que no, y la duda puede estar presente en cualquier cosa. Son personajes que defienden los pequeños o grandes privilegios que tienen, algo típico del pensamiento burocrático, los defienden como los bienes más importantes. Y la reacción de nunca contradecir lo que viene “de arriba” y siempre que sea necesario por alguna coyuntura aplastar lo que se origina abajo, sencillamente lo aplastan para no contradecir a los superiores.

No es casual que en determinadas circunstancias favorables esas personas terminen cometiendo actos de corrupción porque al final o desde el principio, la defensa a ultranza de una posición social, más que la responsabilidad que entraña esa posición social, es un acto de corrupción. Si por 80 litros de gasolina y las tres o cuatro prebendas que existan, eres capaz de aplastar cualquier posibilidad que no tiene nada que ver con una posición contrarrevolucionaria, entonces eres corrupto.

En aquella época nosotros éramos muy inocentes, reconozco que mi generación padecía de una inocencia pasmosa y una buena fe absoluta, a pesar de que ya estábamos empeñados en cambiar las condiciones culturales, sociales, y de pensamiento respecto a lo ocurrido en los años 1970, que se caracterizaron por ser una etapa de máxima ortodoxia política, incluso de marginación y de represión cultural. Por lo tanto la necesidad de cambiar como reacción natural a esas condiciones de la sociedad cubana y de la aspiración de cultura de la sociedad cubana, era algo que inevitablemente teníamos que hacer.”

Termino con la impresión de que estoy hablando con alguien que ama profundamente no solo su barrio, sino su país, le pido entonces a Leonardo Padura que nos responda el famoso cuestionario que le tomamos prestado a Bernard Pivot:

¿Cuál es su palabra favorita? Trabajar

¿Cuál es la palabra que menos le gusta? Envidia

¿Qué es lo que le enciende emocionalmente-creativamente? La ignorancia me motiva y me enciende, y es un buen encendimiento.

¿Qué es lo que lo desanima? La imposibilidad de vencer la ignorancia.

¿Cuál es el ruido o placer que mayor placer le produce? Hay uno que es privado… pero diría que los primeros acordes de The Fool on the Hill.

¿Cuál es el sonido o ruido que aborreces escuchar?Últimamente el reguetón.

¿Cuál es su grosería favorita? “¡Manda pinga esto…!”

Aparte de su profesión actual, ¿qué otra cosa le hubiera gustado ejercer? Pelotero.

¿Qué profesión nunca ejercería? Árbitro, en ningún sentido porque no me gusta decidir por otros.

Si Dios existe y llegara usted al Cielo y se lo encontrara en la puerta, ¿qué le gustaría que Dios le dijera al llegar? Coño, mi socio, te estaba esperando…

Muchas gracias Leonardo.

“Armando Hart fue importante, se reunió muchas veces con nosotros, él decía algo que ojalá se hubiera aplicado y se aplicara más en la actualidad: es mejor equivocarse que no opinar, lo dijo en varias ocasiones en el Caimán delante de nosotros, pero si te equivocabas te costaba caro” (Nota al pie de foto en el segmento del Caimán Barbudo)

El “taller” sobre Tejido Social, Redes y Organizaciones, en la Universidad de la Habana.


Por Orestes Martí

En su libro “Un curso paralelo” (Nuestros abuelos canarios III), el Presidente de la Coordinadora Internacional TESORO, Roberto Domínguez Lima, escribió: “La historia de la Informática, ciencia que como es sabido, se ocupa del tratamiento automatizado de la Información, se remonta al año 3500 a. J.C., cuando en Babilonia se inventó el “Ábaco”, instrumento que servía para representar números en el sistema decimal y para contar. 

Ese período de tiempo, que algunos autores gustan llamar “la Prehistoria de la Informática”, lo sitúan hasta el año 1940, cuando Konrad Zuse desarrolló la calculadora V2 que después pasó a llamarse “Z2”. 

Una gran parte de los especialistas coinciden en dividir cronológicamente a la Informática en seis etapas que, partiendo de la prehistoria mencionada, abarca posteriores períodos que identifican con las “generaciones” siguientes: Primera, de 1941 a 1952; Segunda, de 1953 a 1964; Tercera, de 1965 a 1971; Cuarta, de 1972 a 1981 y Quinta, de 1982 hasta nuestros días.”

Sobre el desarrollo de la Informática, las redes sociales y el tejido social que las emplea y que al mismo tiempo son emisores de contenido, trató el reciente “taller” celebrado en la Universidad de La Habana, impulsado por las redes sociales integradas “Martianos” y Educación, Ciencia y Cultura”, así como por la Red Social Territorial “TESORO de Cuba”.



Tania Izquierdo. Coordinadora General del Proyecto MEDIPUB.






Rosa Meneses Albisu Campos (Cuba y Puerto Rico son…) y Omar Ríos (Coordinador General de la Red Social Territorial TESORO América Central y el Caribe)



Belkis Yaisí Zulueta (Coordinadora General de la Red Social Integrada de Educación, Ciencia y Cultura) y Javier López Fernández (Coordinador General de la Red Social Integrada Martianos)




Hay que remarcar que la actual Coordinadora Internacional TESORO tuvo sus orígenes en la creación y puesta en marcha del Sistema Auto-HERMES, un esfuerzo para acceder a la Internet cuando a Cuba se le impedía y que sólo pudo materializarlo en el año 1996.



Hubo también un momento de recordación al papel jugado por el Ingeniero Luis Carrasco y los inicios del Centro de Investigaciones Digitales de la UH (1), la creación de la primera computadora cubana (CID 201) y el apoyo brindado años más tarde por Carrasco a Domínguez para la obtención de una CID 201-B para desarrollar algunos trabajos que condujeron a la creación del Servicio Auto-HERMES.

Auto-HERMES quedó registrado años más tarde en el Centro Nacional de Derechos de Autor (CENDA) de la República de Cuba con el número de Registro 06746–6746.

En un mensaje dirigido a algunas personas que se dedican a infundir el miedo a la presencia en las redes sociales, el Presidente de TESORO aseveró: “no hay que tener miedo a estar presente en las redes sociales, hay que tener miedo a no saber estar en ellas”.

(1) En junio de 1969, surgió en la Universidad de La Habana el Centro de Investigaciones Digitales (CID), con el objetivo de diseñar y construir una computadora digital cubana. Representaba un enorme desafío, que solo pocos países desarrollados habían logrado materializar por entonces. Se creó un pequeño colectivo, fundamentalmente a partir de alumnos y profesores de la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría (CUJAE), encabezado por el ingeniero Luis Carrasco, que fue el primer director y con la decisiva participación del ingeniero Orlando Ramos, que fue el diseñador principal de la computadora CID 201

MARTÍ LECTOR


Por Carlos Ripoll


Después de afirmar que Napoleón había nacido sobre "una alfombra donde estaba la guerra de Europa", Martí escribió: "Yo debí de nacer sobre una pila de libros"; es decir, que le venía de cuna su amor por la lectura, como al corso la vocación de soldado. Dijo en una ocasión: "Siempre que hundo la mente en libros graves la saco con un haz de luz de aurora". Pero no fue porque en el hogar tuvo ambiente propicio para ella, como dijo de Heredia, a quien el padre acostumbró desde niño al trato de Lucrecio, Horacio y Virgilio. Los padres de Martí eran más pobres en el saber que en la fortuna: "de poca inteligencia e instrucción", como los describió Fermín Valdés Domínguez, amigo y compañero de estudios de Martí. Su tenaz apego a los libros, se debió más al "yo" que a la "circunstancia", pues a ésta, durante su niñez, le fue siempre adversa la cultura.

Lección y aprendizaje

El más antiguo escrito que se conoce de Martí es su carta a la madre desde la Hanábana, en 1862, pero aún hay un testimonio más temprano de su afición a leer: cuando con su familia visitaba la casa de José Toribio de Arazoza, de buena posición económica, éste le permitía al niño de siete años pasar horas en su biblioteca leyendo, y fue aquella precocidad la que llevó a Arazoza a pagarle los estudios en el colegio San Anacleto. Al terminar las primeras letras, tuvo la suerte de entrar en el colegio de Rafael María de Mendive, donde disfrutó de la librería del culto educador y poeta. Luego, en el exilio madrileño, fue asiduo visitante de la Biblioteca Nacional y del Ateneo, donde pudo familiarizarse con los autores del clasicismo español y con la obra de sus contemporáneos; en México, Guatemala y Venezuela se le reveló la América, junto a sus héroes, en sus escritores; y al fin, en Nueva York hizo buen uso de la riqueza cultural de la ciudad, particularmente en sus bibliotecas: la de Columbia College, la de Cooper Union, la fundada por John Astor y la Lenox Library —estas dos últimas, reunidas, formaron en 1895 la New York Public Library, hoy la quinta en el mundo, junto a la del Congreso, la de Harvard, la Británica y la Bibliothèque Nationale de París.

A la de Astor iba Martí con su amigo José Joaquín Palma, "el bardo bibliotecario", como lo llamaba; y allí supo del lugar que perteneció a Antonio Bachiller y Morales —"no había asiento más bruñido que el del ‘caballero cubano’ en la biblioteca de Astor", recordaba en su crónica sobre el erudito habanero. De la otra gran biblioteca en el Nueva York de sus días, la de James Lenox, abierta al público desde 1876, nos dejó recuerdo por un paseo no del todo ajeno a quien allá ha vivido añorando a su patria. La Lenox Library estaba en el Quinta Avenida, junto al Parque Central, donde hoy se encuentra la Henry C. Frick Collection; por esos lugares paseaba Martí en un día de otoño; "Iba yo ayer domingo a ver caer las hojas y enlutarse el Parque; iba dejando atrás, con ese paso lento con que se anda en las tierras extrañas, la Escuela de Maestras... Iba pensando en la biblioteca de Lenox, que queda cerca [y que estaría cerrada por ser domingo]... Iba pensando en los códices y pergaminos de historia de América que suelo hojear en la biblioteca con manos filiales y avaras: ¡Quién tuviera en los dedos mangas de fraile, para que se colaran por ellos sin ser vistos, como las limosnas de los frailes, aquellos libros amados!... Iba yo pensando en esto a la sombra de los pinos majestuosos que rodean la biblioteca de piedra blanca..."

A juzgar por los cientos de reseñas y menciones de libros que aparecen en su obra, debió ser Martí tan compulsivo en la lectura como se pintó Cervantes en el Quijote; a la vista de un joven que vendía papeles viejos, se los quiso comprar con esta disculpa: "Como yo soy aficionado a leer aunque sean los papeles rotos de las calles, llevado de esta mi natural inclinación, tomé un cartapacio de los que el muchacho vendía..."; y era, nada menos, que la Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo... De la magia que la letra impresa tenía sobre Martí, y de que se le iban los ojos hasta "los papeles rotos de las calles", como a Cervantes, hay esta curiosa confesión en uno de sus Cuadernos de Apuntes: "Si he de envolver el sombrerito de paja y las pequeñas botas que usó hace un año mi hijo, miro si el papel periódico en que los envuelvo está escrito por las pasiones de los hombres, o si defiende cosas de justicia, y los envuelvo en él porque defiende cosas de justicia. Creo en esos contagios".

Todo lo quería leer Martí, y estar rodeado de libros: en octubre de 1887 le pide a Enrique Estrázulas, en París, que le mande "dos o tres catálogos de librerías baratas"; y al mismo destinatario, a quien sustituye en Nueva York como cónsul del Uruguay, al siguiente año, le escribe: "¡Viera Ud. ahora el Consulado! Dos estantes de libros, una librería giratoria, libros en los rincones. ¡Y qué libros! Se los compro, real a real, a un anciano pelón que me ha tomado cariño... La semana pasada compré 33 tomos de teatro francés, Beaumarchais, Diderot, hermosuras, en ¡oh villanía! dos pesos y medio. Y hoy por tres y medio he comprado toda la Historia Parlamentaria de la Revolución, y en pasta fina".

Se revisa el inventario de la biblioteca de Martí, de lo que sabemos la formaba, y cabe preguntarse qué hacían allí algunos libros que nada tenían que ver con su trabajo, sus conocimientos o sus aficiones —el Álbum del Comendador Moreno del Christo, unas Cartas físico-matemáticas de Teodosio a Eugenio, las Diversions of a Diplomat in Turkey, un Patriotic Reader y unas Traditional Tales of the English and Scottish Peasantry: caprichos de bibliófilo, quizás: en todo lector obsesivo hay algo del deseo misterioso de poseer libros por el mero gusto de tenerlos cerca, como objetos de arte, aunque no se lean, y aunque tengan joroba o el lomo deslucido por la edad y el uso.

El lector y el crítico

"Martí escritor" ha sido bien estudiado, desde que con ese título inició Pedro Henríquez Ureña, en 1905, la amplia bibliografía sobre el tema. El lector es mucho menos conocido, y no por ser en tamaño inferior al otro. ¿Cómo pudo escribir tanto, nos preguntamos ante sus casi doce mil páginas en letra de imprenta —incluyendo todo lo que pasó por su pluma— que es lo que ocupa lo publicado hasta hoy? Lo primero suyo lo hizo a los quince años, tuvo así menos de treinta para escribir, lo que da un promedio de unas quinientas palabras por día...

¿Y el lector? El lector no se queda atrás. También nos preguntamos, ¿cómo pudo leer tanto? Con familiaridad habla de los escritores de Cuba: Heredia, Francisco Sellén, Bachiller y Morales, los hermanos Guiteras, Varona, la Avellaneda, Villaverde, Raimundo Cabrera, Julián del Casal; de Hispanoamérica, desde los cronistas hasta Cecilio Acosta, Pérez Bonalde, Pombo, Hostos, Zorrilla de San Martín, Eloy Escobar, Peón Contreras, Sarmiento, Magariños Cervantes; de la América inglesa: Emerson, Whitman, Longfellow, Amos Bronson Alcott, Washington Irving, Henry George, Helen Hunt Jackson, Mark Twain; de España: desde Quevedo, Gracián, Lope, Santa Teresa y Calderón, hasta los de su siglo: Pérez Galdós, la Pardo Bazán, Echegaray, Bécquer, Núñez de Arce, Zorrilla, Campoamor, Espronceda, Castelar; de Francia, desde sus clásicos, hasta Víctor Hugo, Flaubert, Balzac, Daudet, Zola, Dumas, Alfred de Musset, los hermanos Goncourt, Sully Prudhomme; de Inglaterra Oscar Wilde, Darwin, Spencer; entre otros, y también de muchos hoy poco recordados, sin contar ahora, por no hacer más extensa la relación, los griegos y latinos.

Diego Vicente Tejera, hablando de las muchas actividades y de la resistencia de Martí en el trabajo, dijo a raíz de la muerte de su amigo, sobre su notable capacidad en la lectura: "... Había encontrado modo de leer lo importante de toda la prensa americana y extranjera y de no dejar pasar libro nuevo sobre cualquier materia sin estudiarlo y anotarlo".

Y no es que lo podamos suponer un lector superficial, de los que más hojean que ojean los libros: advirtió en uno de sus Apuntes recomendando la lectura reposada: "Al leer se ha de horadar, como al escribir. El que lee de prisa, no lee"; horadar, dice, como si la lectura atenta pudiera dejar en el libro un agujero, como de gigante polilla, de cubierta a cubierta. Y en otra ocasión insistía: "Los libros deben siempre leerse con una pluma en la mano", para tomar notas o para escribir en sus márgenes los comentarios que provocan: así están algunos de los libros que le pertenecieron: la Historia de San Martín y de la emancipación sud-americana, de Bartolomé Mitre; las Obras poéticas de José María Heredia; los Études et Portraits, de Paul Bourget; la History of the French Revolution, de Thomas Carlyle; y el Contemporary Socialism, de John Rae, en su edición de 1887, secuestrado hoy en Cuba, y al que no tiene acceso el público por sus críticas del marxismo y por las anotaciones del mismo tenor que contiene de Martí —por una revisión expurgada y vigilada de ese libro se ha podido saber, por ejemplo, que Martí escribió en el margen inferior de la página 19 lo siguiente: "Democracia no es el gobierno de una parte del pueblo sobre otra, porque eso es tiranía. Sino el gobierno de todo el pueblo en equitativa representación y el equilibrio de las clases..."

A pesar de esas recomendaciones de cuidada lectura, sin embargo, no deja de haber en sus muchas reseñas o menciones de libros alguna excepcional manifestación de apuro: en uno de sus Apuntes, por ejemplo, se lee: "Bryce y Noailles, un inglés y un francés, piensan como yo, piensan como yo sobre el estado pujante, embrionario, no satisfactorio de los Estados Unidos". Pero esta opinión demuestra que no leyó bien The American Commonwealth (1888), de James Bryce, pues en realidad este inglés elogia en casi todo a los Estados Unidos. Es posible que él haya leído solamente los comentarios del duque de Noailles, en Cent Ans de République aux États-Unis (en el tomo segundo, publicado en 1889), donde cita algunos juicios levemente negativos de Bryce. Noailles sí es más severo en su crítica de los Estados Unidos, pero nunca como Martí.

El bibliófilo

Podría hacerse una curiosa colección de los juicios que le merecieron a Martí los libros, porque les daba categoría de acuerdo con su calidad y sus fines. Por uno sobre México, por ejemplo, de un viajero norteamericano que no entendió del todo el país, escribió en La Nación, de Buenos Aires: "Hay libros de gala escritos con el corazón, que excusan con su sinceridad las ligerezas del juicio; libros como acuarelas, con un color que tiene algo de rosa y de miel, y una gracia como de pluma de ave blanca; libros de perla, leche y oro..." Y en una crónica de La América, al contar cómo se imprimían los libros en los Estados Unidos, dijo: "Un libro, aunque sea de mente ajena, parece cosa como nacida de uno mismo, y se siente uno como mejorado y agrandado con cada libro nuevo. Bien es que entre los libros —porque no hay serie de objetos inanimada que no refleje las leyes y órdenes de la naturaleza viva— haya insectos: y se conoce el libro león, el libro ardilla, el libro escorpión, el libro sierpe. Y hay libros de cabellos rojos y lúgubre mirada... y hay libros repugnantes como sapos".

Pero entre las alabanzas del libro, siempre en él entusiastas, no puede faltar este comentario escrito en Centroamérica, no se sabe para qué revista, en el que decía: "Un libro nuevo es siempre un motivo de alegría, una verdad que nos sale al paso, un amigo que nos espera, la eternidad que se nos adelanta, una ráfaga divina que viene a posarse en nuestra frente... Nos parece que cada libro es una respuesta a nuestras ansias, un paso más adelantando hacia el cumplimiento final de nuestros incógnitos destinos. Como que al tender las manos a él vamos a empujar un poco más la puerta que nos separa del misterioso mundo donde se cumplen entre tinieblas las maravillosas revoluciones de lo Eterno..." Y Martí, que se identifica con la revista para la que escribía, asegura que ella "cree que los libros sirven para cerrar las heridas que las armas abren; que sirven para construir los pueblos con los escombros que la piqueta revolucionaria ha echado a tierra; que encienden lo escondido; que sacan a luz lo oscuro; que iluminan con colores vivísimos todas las fecundas e infatigables obras de la Creación". Y concluye: "Los libros consuelan, calman, preparan, enriquecen y redimen. Leer es una manera de crecer, de mejorar la fortuna, de mejorar el alma, otra fortuna que debemos a la colosal Naturaleza".

Solía Martí poner en los hombres que admiraba virtudes, costumbres y pensamientos que no le eran ajenos, y viene bien aquí lo que escribió de Emerson, de su gusto por la lectura, de la biblioteca en su casa de Concord: "En el cuarto del sabio, los libros no parecían libros, sino huéspedes: todos llevaban ropas de familia, hojas descoloridas, lomos usados. Él lo leía todo, como águila que salta... Leía a Montaigne, que vio por sí, y dijo cosas ciertas; a Swedenborg el místico, que tuvo mente oceánica; a Plotino, que buscó a Dios y estuvo cerca de hallarlo; a los hindús, que asisten trémulos y sumisos a la evaporación de su propia alma; y a Platón, que vio sin miedo, y con fruto no igualado, en la mente divina... La lectura estimula, enciende, aviva, y es como soplo de aire fresco sobre la hoguera resguardada, que se lleva las cenizas, y deja al aire el fuego. Se lee lo grande, y se es capaz de lo grandioso, se queda en mayor capacidad de ser grande. Se despierta el león noble, y de su melena, robustamente sacudida, caen pensamientos, como copos de oro".

Siempre se destacan en Martí las dos vertientes de su existir, el pensamiento y la acción: el intelectual y el revolucionario. Pero en él se le funden los dos caminos, aunque siempre inclinado al acto; dijo al hablar de Juárez: "Quedan los hombres de acto; y sobre todo los de acto de amor. El acto es la dignidad de la grandeza"; y en su elogio de Luz y Caballero se preguntaba: "¿Qué es pensar sin obrar, decir sin hacer?" Y ¿el libro?, ¿era para Martí acción o pensamiento?; en Patria dejó su respuesta, cuando afirmó que el hacer era "el brazo del pensar", y concluía: "Obra quien pone a los hombres en camino de obrar". El libro, así considerado, se convierte en acto. Fuera de algunas de sus traducciones (como Mis hijos, Ramona y Misterio); Martí prefirió escribir la presentación de un libro ajeno para aquéllos en que vio una llamada a la acción: como el Poema del Niágara, de Pérez Bonalde ("Toca a cada hombre reconstruir la vida") , Los poetas de la guerra (la "colección de versos escritos en la guerra de independencia de Cuba", en los que encontraba algunos "que mandan montar a caballo") y los Cuentos de hoy y de mañana, de Rafael de Castro Palomino. Éste, en particular, sirve como el mejor ejemplo puesto que ponía "a los hombres en camino de obrar"; lo llama "libro sano, libro generoso, libro útil"; el "Prólogo" es una de sus más vivas denuncias contra las ideas de Marx, llega a decir: "Antes serán los árboles dosel de la tierra y el cielo pavimento de hombres, que renunciará el espíritu humano a sus placeres de creación, abarcamiento de espíritus ajenos, pesquisa de lo desconocido, y ejercicio permanente y altivo de sí propio. Si la tierra llegara a ser una comunidad inmensa, no habría árbol más cuajado de frutas, que de rebeldes gloriosos el patíbulo... Este libro que enseña todo eso [el fracaso de los experimentos socialistas que en él se describen], es más que un buen libro: es una buena acción. Los libros que definen, calman. En toda palabra ha de ir envuelto un acto".

Los primeros libros

Martí perteneció a una de las tres generaciones de cubanos que aprendieron a leer con los libros de Eusebio Guiteras. El ilustre maestro, discípulo de Luz y Caballero, había fundado en Matanzas con su hermano Antonio el colegio "La Empresa". Viajó por Europa, pero al regresar fue encarcelado en El Morro por sus ideas liberales. Poco después se fue a los Estados Unidos, y en Filadelfia hizo imprimir su Libro primero de lectura, en 1856, que tuvo 37 ediciones; al año siguiente, elsegundo, el cual llegó en 1907 a su décima tercera edición (dice en su "Lección I": "El que lee bien, habla bien. Repara cómo tú hablas, y cómo los otros hablan, y lee del mismo modo"); y le siguieron un tercero (1858), también con numerosas reimpresiones y un cuarto (Matanzas, 1868). De alguno de esos libros hizo la casa Appleton, de Nueva York, 18 mil ejemplares.


Eusebio Guiteras. Su Libro Segundo de Lectura, en la edición de Matanzas, de 1862. De páginas como ésta (abajo, a la izquierda), del Libro Primero, dijo Martí: "La misma página serena de ellos, y su letra esparcida, era como una muestra de su alma ordenada y límpida". Ilustración de un cuento de Guiteras que recuerda las de los cuentos de La Edad de Oro.

Al iniciarse la Guerra de los Diez Años, Guiteras otra vez tuvo que emigrar: en su Libro cuarto de lectura, además de selecciones de Cirilo Villaverde, Plácido, Zenea, Saco y Enrique Piñeyro, se atrevió a reproducir las ideas del padre Varela sobre el patriotismo, quien había dicho en El Habanero: "Yo jamás he creído en el patriotismo de ningún pícaro... Hablan, escriben, intrigan, arrostran a todo el mundo, todo lo agitan, no paran un momento, arde en su pecho el sagrado fuego del amor patrio, se difunde esta opinión, y está conseguido el intento. Si se les persigue, está en ellos perseguido el patriotismo; si se les castiga, son víctimas del amor patrio..." Y como se hace en Cuba hoy, por estar en contra del gobierno y haberse ido del país se prohibieron los libros de Guiteras en la isla. Y en la emigración murió, en 1893, la víspera de Navidad, al día siguiente de morir su esposa. Tenía setenta años.

Martí viajaba con frecuencia a Filadelfia, donde había una activa colonia cubana. Allí visitaba al bondadoso matancero, y, cinco días después de su muerte publicó en Patria una hermosa semblanza; "En sus libros", dijo allí, "hemos aprendido los cubanos a leer; la misma página serena de ellos, y su letra esparcida, era como una muestra de su alma ordenada y límpida; sus versos sencillos, de nuestros pájaros y de nuestras flores, y sus cuentos sanos, de la casa y la niñez criollas, fueron, para mucho hijo de Cuba, la primera literatura y fantasías..." Con toda seguridad Martí fue uno de esos cubanos. En el libro tercero, en la Lección LIII, por ejemplo, debió descubrir las seguidillas, curiosamente también romanceadas, como las de Ismaelillo, aunque éstas aparecen tejidas en cuartetas de hexasílabos:

Corónate de flores
Niña hechicera,
Que ellas mejor te adornan
Que el oro y perlas.
Los años primeros
De la vida nuestra
Pasan como arroyo
Por entre la yerba.[...]
Con la encendida rosa,
Si eres discreta,
Pondrás en tu corona
Las azucenas.[...]
Las gracias del rostro,
Del alma las prendas,
Más brillan si al lado
Está la modestia.
Corónate de flores,
Niña hechicera,
Que son mejor adorno
Que el oro y perlas.

¿Tendría en mente Martí, con los de otros autores, estos versos de Guiteras al dedicarle el libro al hijo con la conocida protesta, "si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así"?

Y en Guiteras se pueden encontrar también como modestos anticipos de algunos Versos Sencillos; véase este ejemplo:

Cuando Luz al campo sale
Coronada de azahar,
Y todos los que la miran
Le dicen ¡qué linda estás!
Vuelve a su madre la cara
Y pregunta con afán:
"¿Es verdad lo que me dicen"?
Y ella responde: "Es verdad,
Porque eres buena, hija mía,
Y ser buena vale más
Que los ojos de azabache
Y los labios de coral".
Toda belleza del cuerpo
Se pierde y no vuelve más;
Pero el alma es hecha a imagen
De Dios que en el cielo está.[...]
La sencillez, la modestia,
La inocencia y la humildad,
Valen más que lindos ojos
Y que labios de coral.

Y hasta recuerdan los cuentos de Guiteras algunos de La Edad de Oro: "La niña cariñosa", "Amor de madre", "El niño miedoso", "Los dos amigos", "La niña descuidada": en éste también aparecen el personaje tipo (como Piedad en "La muñeca negra"); la voluntad instructiva ("la niña que no sabe cuidar las pocas cosas que tiene, no sabrá cuando sea grande cuidar de su casa", le dice la madre); la narración en forma de unidades escénicas (en Guiteras, numeradas); los personajes, el habla y los escenarios más familiares al niño; y hasta cierto preciosismo descriptivo. Parece un personaje de Martí esta "niña" de Guiteras:

Carlota era una niña muy descuida: su ropa, sus libros, sus juguetes andaban siempre regados por la casa... Una vez le regalaron a Carlota un sombrerito de paja muy lindo, adornado con plumas y flores finas... Dos gaticos que allí había vieron las cintas colgando, y se pusieron a halar hasta que el sombrerito vino al suelo. ¡Que diversión la de los dos gaticos! ... Cuanto Carlota vio el destrozo empezó a gritar y a llorar... pero vino su madre y le dijo: "No son los gaticos los que tienen la culpa, sino tú, Carlota, que nunca tienes cuidado de las cosas... Voy a arreglar un cuarto para ti sola..." La madre llamó a una criada para mandar hacer lo que había dicho. Al día siguiente el cuarto de Carlota estaba listo. Los muebles no podían ser más bonitos: había un escaparate de cedro, un tocador y una cómoda de caoba, y un lavamanos. El escaparate tenía perchas para colgar los túnicos; y todo era de tamaño proporcionado a la edad de Carlota. En medio del cuarto había una mesita, sobre la cual estaban los libros de Carlota y además una palmatoria de cristal, un tintero de china y una papelera de tafilete... Carlota se puso muy contenta al ver su cuarto tan bonito; y por algunos días lo conservó de la misma manera; pero pronto volvió a hacer de las suyas, pues un día se apareció Carlota a la hora de almorzar con el pelo todo desgreñado. "¿Qué es eso, Carlota?" preguntó el padre —"No me he peinado, papá, porque, porque..." Carlota no se atrevía a decir que ni los peines, ni la escobilla estaban en su lugar... "Y esas medias", dijo la madre, "¿por qué no te las has mudado?" —"Porque no encontré otro par limpio en la gaveta, mamá..." Por la tarde, en lugar de ir a pasear, Carlota tuvo que enseñar a su madre el estado en que estaba el cuarto... La madre se sentó en una silla hasta que Carlota acabó de componerlo todo... Gracias a la paciencia de su madre, Carlota al fin se hizo una muchacha activa y cuidadosa; y su cuarto era el más bonito y el mejor arreglado de la casa.

Y no menos que la técnica narrativa, las ilustraciones de estos libros de lectura recuerdan las de la revista infantil, "de recreo e instrucción dedicada a los niños", como llamó Martí a La Edad de Oro. ¿Y no es lo más natural que su memoria se le haya ido, aunque inconsciente de ello, a sus primeras impresiones de lector cuando se propuso venticinco años después escribir para los niños de su revista?

Los últimos libros

Estaba en Santo Domingo Martí, preparando con el general Gómez su postrer viaje a Cuba, el 15 de febrero de 1895, y se reunió con un grupo de jóvenes en el "Centro de Recreo" de Santiago de los Caballeros; y por su continuo interés en la lectura anotó en su Diario de Montecristi a Cabo Haitiano: "En el Centro fue mucha y amable la conversación: de los libros nuevos del país, del cuarto libre de leer, que quisiera yo que abriese la sociedad para los muchachos pobres..." El 2 de marzo, ya en Haití, extravía el camino, y en la casa en que lo sirven, cuenta que "al ir a darle unas monedas" al muchacho que le trae un vaso de agua, se las rechazó diciendo: "Non: argent non; petit livre, oui"; y agrega el Diario: "Por el bolsillo de mi saco asomaba un libro, el segundo prontuario científico de Paul Bert..." Ese mismo día llega a Fort Liberté, y escribe: "Hojeo libros viejos", y menciona uno de 1776 —Origines des découvertes attribuées aux modernes—, y un Goethe, también en francés. El día 3 ya se hospeda en la casa del cubano amigo, Ulpiano Dellundé, y allí lee, en Las madres cristianas, una de sus biografías, la de Madame Moore, la madre de Thomas, el autor del Lalla Rookh, cuya traducción él hizo en Nueva York y que nunca se ha encontrado; y también allí recibe carta de Carmita Mantilla y Miyares, quien le había enviado desde Nueva York un libro, y Martí le acusa recibo del regalo con estas palabras: "... El libro de citas tú verás cómo va a alejar de mí todo peligro: lo llevaré siempre del lado del corazón".

Tres de los libros que le recomendó Martí a Carmita y a María Mantilla en su carta desde Cabo Haitiano: el de Víctor Duruy, de historia; y los dos de John Lubbock, el the Flowers, Fruits and Leaves, y el de los insectos, Ants, Bees, and Wasps, que es, como reza el subtítulo: "A Record of Observations on the Habits of the Social Heminoptera", con ilustraciones, publicado por Appleton, de Nueva York, en 1883, cuando trabajaba Martí en esa casa editora.

El 1º de abril le escribe a Gonzalo de Quesada una carta que se considera su testamento literario: no sólo dispone allí la manera en que se ha de ordenar su "papelería", sino que le da instrucciones sobre lo que debe de hacer con su biblioteca; le dice: "De mis libros no le he hablado. Consérvenlos... Esos libros han sido mi vicio y mi lujo" (vicio, entendido ahí como gusto mayor de ellos; y lujo, como regalo y adorno de la vida); y continúa diciendo: "Esos pobres libros casuales y de trabajo. Jamás tuve los que deseé, ni me creí con derecho a comprar los que no necesitaba para la faena..." Y ¿cuáles hubiera querido comprar? Entre sus papeles se encuentra la relación de una veintena encabezada con estas palabras: "Libros por comprar"; y como prueba de la amplitud de sus intereses, entre los títulos menciona los Selected Poems of Mathew Arnold; los Poems de Wordsworth; The ABC of Finance; los cuentos de Eurípides; Victor Hugo raconté par un témoin de sa vie; de A. J. Pons, Sainte-Beuve et ses inconnues; Les mistères de la main, de Desbarolles; La maison d’un artiste, de Edmund de Goncourt y Les deux masques, de Paul de Saint Victor...

Ya lista la salida desde Cabo Haitiano, a pesar de la angustia por la embarcación, la vigilancia de las autoridades y las armas que necesitan, lee en casa de Dellundé sobre la conquista de México, "del flaco Moctezuma", y comenta: "Con mucho amor leí de Cacama, y de Cuitláhuac, que a cadáveres heroicos le tupían los cañones a Cortés...": y, aún no satisfecho con esas lecturas, manda a un criado de la casa a que le consiga más libros; añade en el mismo apunte del Diario: "Con una doblez de papel en que pido libros, para escoger, a la librería de la esquina, la librería haitiana, le doy un billete de dos pesos, a que lo guarde en rehenes, mientras escojo. Y el librero, el caballero negro de Haití, me manda los libros, y los dos pesos".

El 9 de abril, la víspera de salir hacia Cuba, le envía una larga carta a María Mantilla, en la que le dice: "Por el correo te mando dos libros, y con ellos una tarea que harás, si me quieres; y no harás si no me quieres... Un libro es L’Histoire Génerale [de Victor Duruy], un libro muy corto... Son 180 sus páginas: yo quiero que tú traduzcas en invierno o en verano, una página por día... en buen español, de manera que se pueda imprimir como libro de vender..." Hacía sólo unos meses que la niña había cumplido 14 años, y educada en los Estados Unidos, sin un conocimiento mayor del francés, cuesta trabajo aceptar que Martí pensaba seriamente que la traducción tendría valor comercial (de hecho, en la carta misma le da una lección elemental de cómo traducir una frase del libro); quizás no era más que un encargo para ocuparla en algo noble, —como la recomendación de que abriera una escuelita para niños con su hermana— por su letanía de consejos: le pregunta: "Y mi hijita ¿qué hace, allá en el norte, tan lejos?... ¿Se prepara a la vida, al trabajo virtuoso e independiente de la vida...? Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro... Pasa, callada, por entre la gente vanidosa... Siéntete limpia y ligera como la luz. Deja a otras el mundo frívolo: tú vales más. Sonríe y pasa..."

El otro libro que le manda, le advierte, "es para leer y para enseñar". No da el título, sólo el autor, Paul Bert, y debía ser el que llevaba en el bolsillo y que le pidió el joven haitiano cerca de Ounaminthe: el "segundo prontuario científico" del fisiólogo y político francés (con toda probabilidad era una reducción de Le deuxième année d’enseignement scientifique..., publicado en París en 1885, que en 1909 ya tenía 53 reimpresiones; de ahí salió también el Premier of Scientific Knowledge, publicado en Filadelfia en 1888, con 182 páginas). En particular les recomienda, a María y a su hermana Carmita, que lean el último capítulo de ese libro, sobre "la phisiologie végétale". Y para las clases les habla también de otros tres: uno de Arabella Buckley, The Fairy-Land of Science, y dos de John Lubbock: uno de botánica (Fruits, Flowers and Leaves) y otro sobre los insectos (Ants, Bees, and Wasps). De este último, que parece conocía mejor (Martí trabajaba en Appleton cuando lo publicó esa editorial), le comenta a María: "Imagínate a Carmita contando a las niñas las amistades de las abejas y las flores, y las coqueterías de la flor con la abeja, y la inteligencia de las hojas, que duermen y quieren y se defienden, y las visitas y los viajes de las estrellas, y las casas de las hormigas..." Y, efectivamente, de todo eso trata el libro.

Dos días más tarde llegó con Gómez a Oriente. Desde Baracoa le escribe el 16 a la familia de Mantilla; a la niña le dice: "Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, mi machete y revólver a la cintura... a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros..." El día 17, en medio de las privaciones y ansiedades del campamento insurrecto, preparando el camino, anota en su Diario: "Me meto la Vida de Cicerón en el bolsillo en que llevo 50 cápsulas". Es la última vez que menciona un libro en sus escritos: la Vida de Cicerón junto a las municiones: pensamiento y acto —el tema que le había tocado para lograr la licenciatura en Filosofía y Letras, en la Universidad de Zaragoza, en 1874, había sido "La oratoria política y forense entre los romanos, Cicerón como su más alta expresión": le dieron tres horas para prepararse: expuso sus ideas ante el tribunal y salió con la calificación de Sobresaliente.

¡Libros! ¡Siempre libros! De Martí puede decirse lo que él escribió sobre el venezolano Cecilio Acosta: "¡Qué leer! Así ha vivido: de los libros hizo esposa, hacienda e hijos..." Y Martí entró en la vida con un libro en la mano, y quiso salir de ella, cual si fuera un arma, con uno al hombro.

Al despedirse de María Mantilla, en la carta del 9 de abril, en un rapto de ternura, le pide: "...Y si no me vuelves a ver, haz como el chiquitín cuando el entierro de Frank Sorzano: pon un libro sobre la sepultura... O sobre tu pecho, porque ahí estaré enterrado yo si muero donde no lo sepan los hombres..." ¡Un libro!


Testimonio de Manuel A Tellecea


Muy interesante el artículo de José Leandro Garbey Castillo (que llegue a leer antes que lo quitaran) sobre el trabajo de Teresa Zayas Lay en la restauración de parte de la biblioteca perdida de José Martí, un total de 35 de los miles de libros que poseía. Estos se encontraban en su mayoría en la casa neoyorquina de Carmen Miyares cuando él murió y ella se los entregó a Manuel Sanguily, quien los llevó a Cuba donde llegaron a parar en la Oficina del Historiador de La Habana. ¿Y los otros? Estaban en la oficina martiana de 120 Front Street (4th floor, suite 13), sede del Partido Revolucionario Cubano. Esos libros fueron entregados a la viuda de Martí, Carmen Zayas-Bazán, y vendidos por ella, sin hacer catálogo ni retener uno solo, a una librería en México, y desde entonces no tenemos ninguna pista de ellos. Pero sí nos queda la reseña de Carlos Ripoll, "Martí Lector", donde el preeminente investigador martiano enumera todos los libros que se sabe que Martí leyó y tenía en su biblioteca, no sólo los que se conservan materialmente:








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