"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Repensando la economía socialista: El quinto tipo de propiedad (III/ V partes)

Fragmento 3º: El sistema productivo estatal socialista.

Primera parte del quinto artículo “Repensar empresarialmente a Marx” [1]

En la teoría científica elaborada por Carlos Marx, tres eran los factores que negaban al modo de producción capitalista: la propiedad social sobre todos los medios de producción, lo cual implicaba la desaparición del Estado, la planificación, y, por último, la erradicación de la evaluación monetaria de la Ley del Valor a través de la sustitución del dinero por los llamados “bonos de tiempo”, toda una problemática que no se interpretó correctamente con posterioridad, y que requeriría de una explicación especial que no es ahora el momento de realizarla.[2] Entonces, al ser la propiedad social el elemento fundamental que sustenta al nuevo modo de producción y del que se derivarían por tanto los otros dos factores, es en este primero que se centrará la presente intervención.
   La primera y única fundamentación científica conocida del concepto de propiedad social en Marx se encuentra en las últimas páginas del primer tomo de El capital. Al quedar esta idea crucial escrita allí en un párrafo tan sintético, el propio Marx, seguramente pensando que habría otra oportunidad más adecuada para ampliarla, sembró en esa parte de su obra cumbre las primeras semillas de lo que probablemente un día haya consenso en llamar la mayor y más costosa confusión de la historia.
   Como ya se ha abordado en otras partes de este libro, se expresa en El capital: “El sistema de apropiación capitalista que brota del régimen capitalista de producción, y por tanto, la propiedad  privada  capitalista, es  la primera negación de la propiedad privada individual, basada en el propio trabajo. Pero la producción capitalista engendra, con la fuerza inexorable de un proceso natural, su propia negación. Es la negación de la negación. Esta no restaura la propiedad privada ya destruida, sino una propiedad individual que recoge los progresos de la era capitalista: una propiedad individual basada en la cooperación y la posesión colectiva de la tierra y los medios de producción producidos por el propio trabajo”.[3]
   Se han resaltado con intención las tres formas de propiedad que menciona el párrafo. En él se utiliza la “Ley de la negación de la negación”,  la cual da solución al conflicto social en obligada interacción con las otras dos famosas leyes de la dialéctica. En este caso, el conflicto representado por la lucha interna, antagónica y fundamental en la sociedad capitalista entre sus contrarios dialécticos: el proletariado desposeído y sus explotadores (“Ley de la unidad y lucha de contrarios”). Pero el proceso de desarrollo de esta solución lo explica la “Ley de la transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos”, dado por la conversión, por voluntad política, de la propiedad privada multiplicada que caracteriza al capitalismo, en una sola agrupación  cualitativamente nueva  de productores que entraña también un proceso único de producción social.
   La “Ley de la negación de la negación”  se expresa aquí en que la afirmación que la compone, que no es más que la propiedad privada individual, o sea, la del productor por cuenta propia, es negada en primera instancia por la negación, que está referida a la más productiva con respecto a aquella,  propiedad privada capitalista. Esta última genera la explotación de los obreros, la que a su  vez es negada por la negación de la negación, la solución que Marx representa en la superior “propiedad individual” y que en la concepción dialéctica, en un plano más elevado, conserva rasgos de ambos estadios precedentes.  
   La afirmación, negación y negación de la negación, corresponden, respectivamente, a la tesis, antítesis y síntesis de la célebre Tríada del Desarrollo, que viene de los filósofos griegos y que perfeccionó la dialéctica  de Hegel, puesta “al derecho” a su vez por Marx. Para Hegel, el Estado era el tope del orden social. Para Marx, no.
   En el contexto de la solución tratada, no es difícil deducir que la denominada científicamente “propiedad individual” marxista -ya extirpado lo privado en lo que se refiere al aislamiento del productor por cuenta propia y a la explotación capitalista, también aislada- equivale a ser todos dueños, a la propiedad social, común, colectiva, como le llamó otras veces. También se iguala a la propiedad estatal mientras haga falta el Estado.
   En  obras posteriores a El capital siguió su línea de pensamiento en este sentido. Escribió, por ejemplo, que una “corporación de trabajo”[4] era lo que negaría al Estado burgués. Explicó que “sociedades cooperativas unidas han de regular la producción nacional con arreglo a un plan común, tomándola bajo su control y poniendo fin a la constante anarquía y a las convulsiones periódicas, consecuencias inevitables de la producción capitalista.” [5]
   Expresiones más o menos, hasta aquí llegó Marx en cuanto al contenido productivo del concepto de la propiedad social. Su idea de integración, de unión, siguiendo la tendencia a la concentración de los medios de producción que caracteriza desde siempre al capitalismo, dejó la pista de que todo lo importante que ocurre en materia organizativa en los sistemas productivos únicos de las grandes corporaciones capitalistas, no puede ser ajeno a la abierta ciencia marxista. Tan abierta como la Física o la Química.
   En ese ambiente corporativo fue que insertó las cooperativas, resaltando las agrícolas avanzadas e industriales que surgieron en el capitalismo. Distintas manifestaciones hay en su obra sobre este particular y sobre el lograr la libertad debida en esa base cooperativa.
   Es de señalar que en aquel entonces no existía el término conglomerado para definir la moderna agrupación de corporaciones.
Luis Marcelo



[1] Intervención en el encuentro “Cuba: los desafíos ante la globalización” convocado por la Sociedad Cubana de Investigaciones Filosóficas los días 2 y 3 de mayo del 2000, en La Universidad de La Habana. Fue una de las ponencias de este evento publicada en el no. 32 del 2001 de la Revista Cubana de Ciencias Sociales; publicada también en las páginas web Cuba Siglo XXI (http: //www.nodo50.org/cubasigloxxi/), en su número II de febrero de 2001, y Rebelión (http://www.rebelion.org/), de febrero 13 del 2001.  También se expuso en el Taller de Base “Problemas ideológicos de la construcción económica”, del IV Ciclo de Estudios sobre Ideología de la Revolución Cubana, celebrado el 18 de septiembre del 2000 en el Centro de Estudios de América, así como en la fase nacional del mismo efectuada en abril del 2002 en la sede del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. En este Taller la exposición adoptó el título La propiedad social: una opinión sobre lo que quiso expresar Marx.
[2]  La explicación se brinda en el artículo dos de este texto,  reproducido por Cuba a Diario      
[3]  Carlos Marx: El capital, t. 1, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p. 700.

[4] Carlos Marx: “La guerra civil en Francia”, en C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas en un tomo, Editorial Progreso, Moscú, sin fecha, p. 298.
[5] Carlos Marx: “La guerra civil en Francia”, en C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas en un  tomo, Editorial Progreso, Moscú, sin fecha, pp. 301-302. Las cursivas son del autor.

martes, 29 de noviembre de 2011

Repensando la economia socialista: El quinto tipo de propiedad.(II/V partes)


Fragmento 1º: La ley de la transición.

Segmento inicial del octavo y último artículo “La ley olvidada de la transición y el proyecto económico socialista en el siglo XXI”.[1] 
Llama poderosamente la atención que algo de lo que hemos estado tan necesitados, como una Ley que explique la transición de una formación económico-social a otra; sea, con toda posibilidad, la menos conocida de las guías teóricas descubiertas por Carlos Marx. De hecho, solo la he visto mencionada en un texto de la popular editorial soviética Progreso, e incluso allí es tratada de manera por lo menos incompleta.[2] Por alguna razón, la denominada Ley del cambio gradual de las formaciones económico-sociales había sido ignorada, a su vez, por los más conocidos manuales soviéticos y textos correspondientes con el asunto.[3] En aquel libro se aborda este tema debido al debate que provocó por aquella época el artículo del yugoslavo M. Milianovic («Los clásicos del marxismo y la llamada vía no capitalista de desarrollo. La argumentación o la no argumentación de una tesis»), que intentaba demostrar, desconociendo ciertas sutilezas teóricas, que Marx y Engels admitían la posibilidad única del paso de todos los pueblos al socialismo a través del desarrollo capitalista.
   La insatisfactoria respuesta de Vasili Solodovnikov y Victor Bogoslovski en el libro de Progreso, analizada desde la perspectiva actual, fue motivo para intentar en el presente trabajo una mayor profundización en la temática,[4] con la esperanza de promover una reflexión madura sobre tan vital cuestión y contribuir a comenzar a modificar esa suerte de consenso mediático existente que identifica al marxismo genuino con el llamado socialismo real.
   Al ser tan comunes, en asuntos de la construcción del socialismo, las opiniones basadas más en la subjetividad de los interesados que en los principios científicos, el casi inédito manejo de la citada ley parece insustituible para tratar de entender, en el presente, los requisitos de la transición hacia un sistema social más justo y avanzado de creación de riquezas, es decir, hacia el socialismo en el siglo XXI.[5]
   Esta ley explica las condiciones en que la humanidad transita en su evolución por las distintas formaciones socioeconómicas conocidas, sin poder obviar ninguna de ellas. Marx no la llamó de la manera expresada. Esta es una de las realizaciones de estudiosos posteriores de la Concepción Materialista de la Historia -¿acaso Gueorgui V. Plejanov?-[6], a partir de  distintos documentos elaborados por Marx.
   Solodóvnikov y Bogoslovski explican que al tener en cuenta la era capitalista Marx atribuía esta ley a la sociedad en general, es decir, aquella donde el desarrollo del capitalismo se desenvolvía en línea ascendente, pero tenía en cuenta lo particular en algunos pueblos que eludieron en su desarrollo alguna de las formaciones socioeconómicas. Ponen como ejemplo -aunque no precisan donde Marx pudo considerar los casos-, a los pueblos eslavos y nórdicos de Europa, y los nómadas de Asia y África, que pasaron de la sociedad tribal a la feudal sin conocer la formación esclavista. Más para ello hizo falta una condición ineludible: la formación obviada había agotado sus posibilidades de desarrollo social en el mundo, y existía ya en él un sistema social más avanzado.[7] Es decir, los ejemplos citados, perfectamente equiparables al subdesarrollo actual, pudieron dar el salto histórico porque ya estaba extendido el feudalismo en el planeta. Bajo estas condiciones, ellos emplearon la vía no esclavista de desarrollo al existir un modelo de referencia productivamente más avanzado que se había conformado, a su vez, sobre la base del conocimiento existente en cada lugar y del adquirido de experiencias foráneas válidas. Objetivamente, no podían aspirar a más.
   Si se considera la ausencia de un socialismo establecido antes de la Revolución de Octubre, considerada por Plejanov “una infracción de todas las leyes históricas”,[8] se comprenderá por qué hoy es necesario abordar este acontecimiento bajo la óptica planteada.  
   Ante el colapso acaecido en el llamado socialismo real, tantos años después de aquella Revolución, ¿estaba justificada la alarma de Plejanov? ¿Se mantiene vigente para los países pobres? Veamos, a la luz del presente, qué resultados ofrece una verificación al respecto.

Fragmento 2º: ¿Qué hacer?

Acápite “¿Qué hacer?”, del octavo y último artículo “La ley olvidada de la transición y el proyecto económico socialista en el siglo XXI”.
   Para intentar responder, veamos una faceta de la mencionada ley relacionada, tanto con lo del «cambio gradual», como al decisivo problema del tipo de propiedad económica que debe caracterizar al socialismo.
   La experiencia práctica de que se nutre la concepción materialista de la historia, demuestra que en todo fenómeno social, al examinar el proceso de su desarrollo, coexisten dinámicamente las tres épocas: los vestigios del pasado, las bases del presente y los gérmenes del futuro.[9] No se alcanza lo nuevo por decreto, se necesita de una gradualidad. Así como ocurre en la moral, en el decisivo fenómeno social de la propiedad empresarial -con la cual se garantiza la indispensable producción material-, conviven, en la transición, esas tres épocas.
   Teniendo en cuenta la disyuntiva político-ideológica de si los productores directos son dueños o no, existen sólo cuatro tipos de propiedad empresarial en las dos primeras épocas que han sintetizado las posiciones políticas hasta el presente: 

         Vestigios del pasado pre-capitalista:
1)    La propiedad privada individual, asociada al productor por cuenta propia, y aunque proviene de las épocas pre-capitalistas, muestra aun su utilidad, por ejemplo, en el desempeño del campesinado.
         Bases del presente capitalista:
2)    La propiedad privada capitalista, cuya evolución va desde un dueño que explota a uno o más obreros en la fase de pequeña o mediana empresa, hasta la de cientos de miles de dueños (los accionistas) que obtienen la plusvalía de decenas de miles de obreros en el marco de una gigantesca sociedad por acciones, la cual puede adoptar la forma corporativa o la de un conglomerado.
3)    La propiedad privada cooperativa que puede tener distintos grados de desarrollo derivados del nivel de agrupación de dichas entidades.
4)    La propiedad estatal con gestión también estatal, en el sentido de que el aparato burocrático gubernamental, se reserva para sí determinadas y variables decisiones empresariales, mientras que puede delegar otras.
 
  El segundo de esos tipos ha sido el sustento del modo capitalista de producción, mientras que el tercero y el cuarto, adaptados a las condiciones del denominado socialismo real, fueron proclamados por los soviéticos -sin explicar la base científica de esa adopción-, como las dos formas organizativas de la propiedad social, aunque limitando -y tampoco explicando el porqué-, las cooperativas a la agricultura. La propiedad estatal, supuestamente de todo el pueblo, era considerada el patrón hacia el cual la otra debía irse acercando, pero sin que, aún en las actuales condiciones, la carencia de una plena identificación de los productores con ella –con toda la ineficiencia y descontrol que esto ha traído– sea considerada diáfanamente como el problema fundamental del socialismo realmente existente.
   Según propone a todas luces la metodología marxista, la alternativa estaría en identificar los gérmenes del futuro socialista, ubicados sobre todo en las bases del presente, y llevar a cabo una síntesis –el quinto tipo de propiedad-, como mismo sucedió en otras etapas históricas cuando un único tipo de propiedad más productiva, que había surgido en la formación económico-social precedente, representó específicamente al esclavismo, al feudalismo y al capitalismo, aunque conviviera con otros tipos.
 Luis Marcelo Yera


 
Notas

[1] Este artículo es una versión ampliada del publicado en la revista cubana Temas, nos. 50-51, del 2007, dedicada a las transiciones.
[2] Vasili Solodóvnikov y Víctor Bogoslovski: La experiencia histórica de desarrollo no  capitalista, Editorial Progreso, Moscú, 1975.
[3]  El lector interesado puede verificar este hecho,  por ejemplo, en dos textos soviéticos emblemáticos: el de Fedor Konstantinov y otros, Fundamentos de filosofía  marxista- leninista , Parte II, Materialismo Histórico, Editorial Progreso, Moscú, 1975, así como el de Victor Afanasiev, Fundamentos del comunismo científico, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982. Incluso, el libro especializado de Konstantín Zaródov, El leninismo y la  transición del capitalismo al socialismo,  Editorial Progreso, Moscú, 1973,  no trata tampoco dicha ley.
[4]  Ya existía al respecto el trabajo del autor  En busca del paradigma perdido de Marx y Engels, Colección Rebeliones, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004.
[5] El actual proceso revolucionario en Venezuela, basándose en los trabajos del conocido politólogo Heinz Dieterich, ha guardado justificada distancia de la práctica del llamado socialismo real del siglo XX, al plantearse desarrollar el socialismo del siglo XXI. Sin embargo, parece más razonable tomar la idea surgida en el Instituto de Filosofía, de Cuba, y hablar de socialismo en el siglo XXI. Porque desde el punto de vista científico no hubo tal socialismo en el siglo XX. Además, como pretende demostrar el presente artículo, el socialismo parte de una serie de características de alcance universal en su decisiva esfera productiva que lo hacen identificable, independientemente de las especificidades de cada uno.
[6]  Eminente teórico marxista ruso nacido en 1856. Después de su  muerte, ocurrida en 1921, Lenin opinó sobre él que “no se puede ser comunista consciente, de verdad, sin estudiar –precisamente estudiar–  todo lo que Plejánov escribió de Filosofía, pues constituye lo mejor de toda la literatura marxista internacional”. Ver, Colectivo de autores, Historia de la Filosofía,  t. 2, Editorial Progreso,  Moscú, 1980,  p. 140. 
[7]  Vasili Solodovnikov  y Victor Bogoslovski, Ob. cit., pp. 13-14.
[8]  Colectivo de autores, Historia de la filosofía, Tomo II,  Editorial Progreso, Moscú, 1980,  p. 139.
[9]       Vladimir I. Lenin: “Quienes son los «amigos del pueblo» y como luchan contra los socialdemócratas”, Obras completas, t. 1, Edit. Progreso, Moscú, 1981, p. 187.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Repensando la economia socialista: El quinto tipo de propiedad.(I/V partes)

El instituto Cubano del Libro y su Editorial de Ciencias Sociales tuvo la feliz idea de pre sentarle al lector cubano, el libro del investigador cubano Luis Marcelo Yera: “Repensando la economía socialista: El quinto tipo de propiedad”.
El texto de 173 páginas es el conjunto de varios ensayos y años de estudios del autor, tiene un novedoso enfoque (o acaso retomándolo) desde posiciones marxistas, partiendo de los clásicos del marxismo, de la situación actual del desarrollo y construcción de la sociedad socialista,  aportando explicaciones y conclusiones  de porqué fracasaron los “socialismos reales”. Pero no se limita a esto, hace la propuesta de “cómo hacer eso” en medio de la situación compleja en que se desarrolla la crisis capitalista en este mundo neoliberal en pleno siglo XXI.
Cuando se desplomó el Muro de Berlín y con ello algunos proclamaron el fin de la historia, de que el Socialismo era incluso un error intelectual, hubo un desconcierto inicial en las filas marxistas, donde evidentemente había que someter a examen lo que había ocurrido, para desentrañar las causas. El autor del libro apoyándose en la divisa de Fidel Castro de que: “sin Marx,  usted no puede encajar ningún argumento que interprete de forma razonable los acontecimientos históricos, cuales son las tendencias y la evolución probable de una humanidad que no ha terminado de evolucionar socialmente”, se sometió a reexamen la historia del pensamiento marxista.
Así el libro nos lleva al descubrimiento de los errores cometidos, de las interpretaciones fallidas y mecánicas de la ciencia marxista y hace aportes concretos a la interpretación correcta de los postulados de los clásicos del marxismo. La honestidad intelectual del autor lo lleva también a realizar alguna nota crítica cuando lo cree conveniente de ideas expresadas por Lenin en particular acerca del socialismo y eso hay que verlo como que la ciencia marxista siempre tiene que estar en debate y desarrollo.
Un aspecto relevante es el enunciado sobre la olvidada “Ley del cambio gradual de las formaciones económico-sociales”, al parecer el haberla ignorado constituye el error más costoso de toda la práctica revolucionaria y socialista en el siglo XX. Esta ley del materialismo histórico fue casi silenciada por la literatura y praxis revolucionaria, y a la larga la advertencia de Marx de que “las leyes se vengan de sus violadores”, devino entre otros factores, en la desaparición de la URSS y el resto del campo socialista. Por ello es muy importante profundizar en su estudio en estos inicios del siglo XXI y tener en cuenta que “A diferencia de otros arquitectos, los sabios no trazan solamente castillos en el aire, sino que construyen un cierto número de pisos habitables antes de colocar la primera piedra del edificio”. (K.Marx).
En el análisis del capitalismo mundial, descubre atisbos y rasgos de los que son el embrión y formas de organización de la sociedad socialista a construir, así  el quinto tipo de propiedad se nos presenta como resultado de esa evolución histórica hacia el Socialismo, donde el conglomerado de corporaciones integradas por empresas cooperativas agrupadas ramalmente, puede llegar a constituir la verdadera propiedad social en el socialismo.
Se incursiona sobre la existencia o no y papel del controvertido MERCADO en el socialismo, así como las formas de planificación, y sin proponérselo  participa en el debate de Hayek y Lange sobre la posibilidad o no del cálculo económico en el socialismo.
La mención de nuestro héroe nacional José Martí aporta lo autóctono de nuestra patria y es interesante reinterpretar y analizar las ideas del más brillante cubano del siglo XIX.
La obra finalmente es polémica y eso es lo mejor que tiene, pero  en su lectura uno percibe el análisis “concienzudo” de lo escrito por los clásicos y ese repaso de las ideas originales de Marx, Engels y Lenin sirven para repasar todo lo que hemos hecho en la revolución cubana, no para criticar la obra monumental que esta constituye, sino para el necesario mejoramiento y triunfo pleno del socialismo en tierras del Caribe y por extensión al mundo.
Antes de pasar la palabra al Lic.Luis Marcelo Yera quisiera terminar con una alerta, otra vez, al voluntarismo cotidiano con una cita de los clásicos.
"La libertad no consiste en una soñada independencia respecto de las leyes naturales, sino en el reconocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la representación, no en la realidad. La libertad de la voluntad no significa, pues, más que la capacidad de poder decidir con conocimiento de causa. Cuanto más libre es el juicio de un ser humano respecto de un determinado punto problemático, con tanta mayor necesidad estará determinado el contenido de ese juicio; mientras que la inseguridad debida a la ignorancia y que elige con aparente arbitrio entre posibilidades de decisión diversas y contradictorias prueba con ello su propia libertad, su situación de dominada por el objeto al que precisamente tendría que dominar. La libertad consiste, pues, en el dominio sobre nosotros mismos y sobre la naturaleza exterior, basado en el conocimiento de las necesidades naturales; por eso es necesariamente un producto de la evolución histórica." [Engels: Anti-Düring].

Humberto Herrera Carles.
12/11/2011



PALABRAS DEL AUTOR
El origen de este compendio  –cuando ni me imaginaba que existiría– está asociado a la búsqueda de una respuesta, en primer lugar para mi propia aclaración, sobre las causas del derrumbe del campo socialista. Por aquel entonces corría el año 1990 y faltaba un año para el último desplome: el de la Unión Soviética.
Por paradójico que pueda parecer, inicié mis indagaciones con instrumental marxista. Me era necesario tratar de verificar si realmente esta concepción era la causa o no de la hecatombe.
Ahondé en las fuentes y descubrí, para mi sorpresa, que, en primer lugar, nos habían faltado importantes leyes, conceptos y herramientas para conformar una visión siempre actualizada de la economía socialista.
El “nuevo” instrumental complementario encontrado, por supuesto,  no se hallaba en los llamados Manuales.
Las leyes omitidas impedían obtener el presumible óptimo referencial hacia el cual tender gradualmente o, lo que es lo mismo, la promisoria “guía para la acción”, dada por la imagen económico-organizativa que muestra el texto. Entonces, el problema no se encontraría en la teoría original, sino en la interpretación que recibimos como tal.
Así, esta es en realidad una obra de materialismo filosófico vinculada a la economía, la cual traté de hacer lo más didáctica posible al considerarla válida para todos los contextos.
Su primer capítulo, culminado en 1993 e inédito hasta hoy, muestra ese inicial proceso de búsqueda.
Los restantes siete – seis de ellos dispersos a lo largo de más de una década en diferentes revistas especializadas y revisados para esta edición –, profundizan los resultados del primero.
Uno de ellos, examina el pensamiento sobre la propiedad económica en José Martí, quien, desde el siglo XIX, plantea cuestiones asombrosamente actuales.
De igual manera, se pasó revista a aspectos clave de la empresa histórica y contemporánea, así como del Estado, para llegar, a modo de conclusiones, a las imágenes económicas propuestas de la transición y del Socialismo en el Siglo XXI.
Al mirar con agudeza hacia todos lados, la mayor parte de las fuerzas progresistas tienen razón al inquietarse por no encontrar aún modelos económicos socialistas convincentes, y exponen con fuerza que el socialismo hay que inventarlo.
Sin embargo, debe expresarse que “los árboles no nos dejan ver el bosque”. Leyes olvidadas de la Concepción Materialista y Dialéctica de la Historia nos orientan a combinar lo mejor ya probado por las expresiones empresariales de los distintos tipos de derechos de propiedad, para develar y proyectar lo nuevo, lo cual amplía la genialidad de Marx y nos muestra científicamente que sí hay alternativa.

Los procesos políticos que defienden la idea de construir el modelo económico socialista en el mundo actual, tienen un gran desafío en este decisivo campo. Cuba, Venezuela, China, Viet Nam y otros, deben demostrar, sobretodo, no que el trabajo por cuenta propia o las pequeñas y medianas empresas de diferentes tipos de propiedad pueden y deben funcionar en dichos procesos – lo cual ya resulta obvio para todos –, sino que el sistema empresarial estatal socialista posea un desempeño armónico, moderno, competitivo, participativo y remunerativamente justo, de manera que permita reconocerlo como algo nuevo.
Como planteo al final del Prefacio, “Al concluir la lectura, un principio hasta ahora borroso debe adquirir contornos nítidos: las concepciones táctica y estratégica acerca del proceder a seguir con la inédita propuesta de los cinco tipos de propiedad empresarial, son las que sintetizan el pensamiento político”.
Los invito a leer algunos fragmentos seleccionados de este texto, sin dudas polémico, y que extraigan sus propias conclusiones. En definitiva, siempre son los lectores los que validan o no el trabajo de los autores. Ojalá se sientan motivados por el nuevo enfoque mostrado.
Muchas gracias.
Luis Marcelo Yera
(Noviembre de 2011)

 Continuarà

domingo, 27 de noviembre de 2011

Definen empíricamente la red capitalista que domina al mundo

Por Yaiza Martínez.
Mapa de las 1.318 corporaciones transnacionales que forman el núcleo de la economía. Las organizaciones superconectadas aparecen en rojo, las muy conectadas en amarillo. El tamaño de los puntos representa los ingresos. Fuente: PLoS One.
 
Un análisis de la ETH de Zurich establece que 1.318 corporaciones controlan la economía global, gracias a sus fuertes interrelaciones
Mientras van aumentando las protestas de la población mundial contra el excesivo poder financiero, la ciencia confirma que los más oscuros temores de los ciudadanos tienen una base empírica. Un análisis que combinó matemáticas y datos, realizado por científicos de la ETH de Zurich, ha revelado que existe un conjunto de 1.318 corporaciones –casi todas instituciones financieras- que dominan la economía global, gracias a sus fuertes interrelaciones. Esta organización de las corporaciones supone un grave riesgo para la red económica general, cuya inestabilidad fomenta. La solución, según los expertos: controlar los vínculos entre los más poderosos a través de normas de regulación internacionales.
Mapa de las 1.318 corporaciones transnacionales que forman el núcleo de la economía. Las organizaciones superconectadas aparecen en rojo, las muy conectadas en amarillo. El tamaño de los puntos representa los ingresos. Fuente: PLoS One.
Mientras van aumentando las protestas de la población mundial contra el excesivo poder financiero, la ciencia confirma que los más oscuros temores de los ciudadanos tienen una base empírica.

Según publica la revista Newscientist, un análisis realizado por especialistas de la Escuela Politécnica Federal de Zürich (ETH), en Suiza, sobre 43.000 corporaciones transnacionales (CTs) ha revelado que un relativamente pequeño grupo de organizaciones, principalmente bancos, cuentan con un poder desproporcionado sobre la economía global.

Los resultados de dicho análisis podrían ayudar a identificar fórmulas para construir un capitalismo global más estable, afirman los autores del estudio.

Análisis basado en la realidad

La investigación, llevada a cabo por los teóricos de sistemas complejos de la ETH, Stefania Vitali, James B. Glattfelder y Stefano Battiston, es la primera que va más allá de la ideología para identificar empíricamente la red mundial del poder económico.

Combinando matemáticas ya utilizadas para modelar sistemas naturales con datos integrales de las corporaciones, los científicos elaboraron un mapa de los dominios de las corporaciones transnacionales de todo el mundo.

Según James Glattfelder, uno de los autores del estudio: “La realidad es tan compleja que debíamos movernos más allá de los dogmas y de las teorías conspirativas del mercado libre, para generar un análisis basado en la realidad”.

Estudios previos habían constatado que unas pocas CTs manipulaban una gran parte de la economía mundial, pero éstos habían incluido sólo a un número limitado de corporaciones y habían omitido posesiones indirectas (de acciones o participaciones en otras organizaciones), por lo que no pudieron establecer cómo afectaba la red de corporaciones a la economía global, por ejemplo, a su grado de estabilidad.

Lo que ha hecho el equipo de investigadores de Zurich es utilizar la Orbis 2007, una base de datos sobre 37 millones de organizaciones e inversores de todo el mundo y extraer de ella las 43.060 corporaciones transnacionales y sus posesiones vinculadas.

A partir de esta información, los científicos elaboraron un modelo sobre el control de estas corporaciones sobre otras, a través de las redes de compra de acciones. De esta forma, se generó un mapa de la estructura del poder económico en el mundo.

Una súper entidad altamente cohesionada

El resultado, que será publicado en la revista PloS One, reveló que existe un núcleo de 1.318 corporaciones que interbloquean las posesiones generales. Cada una de estas organizaciones tiene lazos con otras dos o más corporaciones, aunque de media están conectadas con un total de 20.

Además, aunque estas 1.318 organizaciones reúnen el 20% de los ingresos operacionales globales, en realidad poseen colectivamente, a través de sus participaciones, la mayoría de las acciones y fábricas del mundo – la economía “real”-, con las que acumulan más de un 60% de los ingresos globales.

Profundizando más en la red de posesiones mundial, los investigadores constataron además que existe una “súper entidad”, formada por sólo 147 corporaciones muy cohesionadas entre sí. Las posesiones de cada una de ellas son sostenidas por el resto de los miembros de esta súper entidad, que controla el 40% de la riqueza total de la red.

Glattfelder señala que “en efecto, menos del 1% de las corporaciones del mundo pueden controlar el 40% de toda la red económica”. La mayoría de estas corporaciones son instituciones financieras. Entre las 20 primeras están Barclays Bank, JpMorgan Chase & Co, y el Grupo Goldman Sachs.

Es necesario limitar el poder económico

Un aspecto esencial del mapa del monopolio económico del mundo es que muestra que este tipo de redes nucleares son inestables: “Si una de las empresas que la componen tiene problemas, éstos se propagan”, explica Glattfelder. El colapso financiero de 2008 ha demostrado esta inestabilidad, según publica al respecto Dailymail.

Pero la identificación de la arquitectura del poder económico global podría ayudar a hacer que dicha arquitectura sea más estable: definir los aspectos vulnerables del sistema ayudaría a los economistas a sugerir medidas para prevenir futuros colapsos que se extiendan a toda la red.

En este sentido, Glattfelder afirma que son necesarias normas globales contra los monopolios que permitan limitar las interconexiones excesivas entre las corporaciones transnacionales. Este tipo de normas actualmente sólo existen a nivel nacional.

Otros expertos sugieren que una posible solución sería gravar con impuestos el exceso de interconexiones entre las CTs, con el fin de reducir los riesgos derivados de sus interrelaciones.

Según los científicos de Zurich, la gran pregunta ahora es si el poder político puede ejercer semejante autoridad sobre las corporaciones. De cualquier manera, los cambios para resistir a la estructura de la red económica global son de interés común.

sábado, 26 de noviembre de 2011

¿Y las cooperativas, cuándo?

Camila Piñeiro Harnecker
Palabra Nueva No. 211


Cuando se me pidió que escribiera sobre las cooperativas para los lectores de Palabra Nueva , no me extrañó el interés en el tema. La Iglesia Católica ha sido una de las instituciones que más ha apostado por esas formas de organización socioeconómica en Latinoamérica. Algunos estudiosos plantean que en los años sesenta y setenta esto no fue más que una estrategia para contrarrestar el trabajo de movimientos sociales que buscaban acceder al poder político para realizar cambios más radicales. Pero esto no significa que personas dentro de la Iglesia, sobre todo la orden franciscana, sí hayan visto en las cooperativas una forma de acercar el cielo a la tierra.
Siendo consecuentes con el deseo de fraternidad entre los hombres y las mujeres, muchos cristianos reconocen que en las cooperativas las personas pueden liberarse de aquellos pecados a los que nos empuja la manera en que generalmente nos relacionamos unos con otros en nuestras sociedades, y en particular en los lugares de trabajo. Sugieren, incluso, que si se impulsa la formación de cooperativas en comunidades con siglos de marginación y bajos niveles de e ducación formal y autoestima, puede revelarse la capacidad de esas personas para aprender a administrar una empresa. De hecho, líderes religiosos han promovido la idea de la empresa cooperativa como una escuela no sólo de conocimientos técnicos, también de valores y habilidades ciudadanas para vivir en armonía con los demás.
Pero la utilidad de las cooperativas también es reconocida por otras personas menos idealistas que defienden la posibilidad de articular intereses (necesidades y aspiraciones) individuales con colectivos y sociales. La Organización de Naciones Unidas (ONU) declaró el 2012 como Año de las Cooperativas, con el objetivo de “subrayar la contribución de las cooperativas al desarrollo socioeconómico, en particular para reconocer su impacto en la reducción de la pobreza, la generación de empleo y la integración social” e instando a los Estados a que promuevan la formación y expansión de esas organizaciones. i
¿Qué es una cooperativa?
Una cooperativa no es más que un grupo de personas que se unen voluntariamente para satisfacer necesidades y aspiraciones comunes por medio de una empresa que les pertenece a todos por igual y que debe ser administrada o controlada democráticamente por sus socios o “asociados”. Se le llama “cooperativa de producción” o “de trabajo”, cuando es creada para que sus asociados produzcan colectivamente bienes y servicios, por ejemplo, las Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA) en Cuba. También existe la modalidad de “cooperativas de consumo”, la cual permite que sus asociados consuman bienes y servicios en mejores condiciones que las ofrecidas por el mercado para el consumo individual. Son las que conocemos en nuestro país como Cooperativas de Créditos y Servicios (CSS). Existen también cooperativas “mixtas”, donde los socios además de producir de forma colectiva se encargan de abastecer a sus miembros de algunos productos.
Por tanto, una cooperativa es una asociación de personas y una empresa a la vez. Pero es una empresa donde lo asociativo, lo social, es lo que guía el funcionamiento de lo empresarial. Cada persona, independientemente de lo que haya aportado al capital, tiene el mismo poder de toma de decisiones. Por eso, el órgano supremo de la cooperativa –donde se toman las decisiones más importantes (las normas de funcionamiento, la elección de directivos, los planes, la distribución de excedentes, etc.)– es la asamblea de todos los asociados: todos tienen voz y voto en igualdad de condiciones.
El órgano ejecutivo principal, generalmente conocido como “junta directiva”, “consejo de dirección” o –bajo una visión menos verticalista– “órgano de coordinación”, está subordinado a la asamblea general, y sus integrantes son elegidos por ella. Generalmente, este órgano ejecutivo principal, en lugar de asumir la administración directamente, propone o asigna un administrador o consejo de administración, que sería el órgano ejecutivo de una empresa convencional, el cual puede contar con personas externas a la cooperativa contratadas para realizar algunas de esas funciones. Resulta recomendable también que la cooperativa establezca un órgano dedicado a la fiscalización o control interno, que sea elegido por la asamblea y, como los otros órganos ejecutivos, le rinda cuentas a ella. Dependiendo de los intereses de los miembros de la cooperativa, pueden crear comisiones permanentes o temporales para atender asuntos importantes como la educación de los asociados, su vivienda, entre otros.
Es importante resaltar que la diferencia fundamental entre una cooperativa de producción y una empresa convencional (capitalista o estatal, administrada de manera autoritaria) no es si la propiedad legal de los medios de producción (local, tierra, equipos, cuentas bancarias) está en manos del colectivo de trabajadores. Aunque sí es recomendable que aporten la misma cantidad de dinero –definido por ellos, y que puede descontarse gradualmente de sus ingresos– a un fondo de reserva colectivo o “patrimonio social”, no todas las cooperativas exigen que sus nuevos miembros aporten medios de producción como ocurrió con las CPA. Muchas arriendan los medios de producción, aunque generalmente han preferido comprarlos para asegurar su acceso a ellos y evitar que el arrendador decida dejar de arrendárselos.
Lo definitorio, lo que caracteriza a una cooperativa, es que ella sea gestionada democráticamente por sus trabajadores, es decir, que las decisiones sean tomadas directamente por todos en asamblea o por los representantes elegidos por ellos para los órganos ejecutivos, y bajo las normas que ellos hayan aprobado. Mientras que, en la empresa convencional, los trabajadores, a cambio de un salario, ceden a los dueños del capital sus capacidades de participar en la administración; las relaciones de los trabajadores con los administradores son de subordinación. Como veremos, el hecho de que en las cooperativas los directivos hayan sido elegidos o aprobados, no quiere decir que no tengan autoridad o que no existan reglas de funcionamiento que todos deban cumplir, pues ello sin dudas resultaría en una organización inefectiva e ingobernable.
Así, puesto que son dirigidas democráticamente, el objetivo que busca una cooperativa es la satisfacción de las necesidades de sus asociados, identificadas por ellos mismos; y no la mera maximización de la ganancia. Los cooperativistas buscan tener ganancias o “excedentes” pero solo en la medida que eso les permita satisfacer sus necesidades materiales y espirituales, pues no todas se satisfacen con dinero o el consumo individual. Dentro de lo posible, buscan que el imperativo de ser rentables no se realice a costa de sus necesidades como seres humanos creativos, miembros de familias, seres sociales, profesionales…; es decir, de las otras dimensiones de sus individualidades.
Las primeras cooperativas que se reconocieron como tales, como organizaciones alternativas a las empresas capitalistas, caracterizadas por la subordinación de los trabajadores a los dueños del capital, surgieron con la consolidación del capitalismo en Europa a finales del siglo XVIII. Pero organizaciones socioeconómicas esencialmente iguales a las cooperativas han existido desde los orígenes del hombre. La cooperativa es la figura legal más común que han utilizado organizaciones autogestionarias para registrarse y obtener personalidad jurídica, pero existen otras empresas autogestionarias como las mutuales, los partnerships y distintas variantes de co-gestión que utilizan otras figuras legales.

LAS COOPERATIVAS EN EL MUNDO
En la actualidad, según la Alianza de Cooperativas Internacional (ACI) ii , más de una décima parte de la población mundial (800 millones) forma parte de algún tipo de “cooperativa”. iii En países como Canadá o Francia, es más de una tercera parte. Debe tenerse en cuenta que las cooperativas más comunes y con mayor cantidad de socios son de consumo de servicios como la comercialización (empresas que se unen sólo para comercializar y no producen de forma colectiva) y el ahorro y crédito (bancos o cajas de ahorro).
Solo algunos datos evidencian la importancia económica de las cooperativas: ellas controlan más de la mitad del mercado de productos agrícolas en Europa, más del 90 por ciento de los lácteos en Finlandia y Uruguay, más del 40 por ciento de la producción de alimentos, agrícolas y no agrícolas en Francia. En 2009, esas organizaciones contribuyeron el 5. 4 por ciento del PIB total brasileño (37. 2 por ciento del PIB agrícola) y cerca del 5 por ciento del colombiano (ACI, 2010).
Las cooperativas con membresías más grandes son las de consumo. Las actividades productivas más comunes que realizan son los servicios profesionales. Pero existen algunas que producen incluso complejas máquinas herramientas (industria pesada) con miles de asociados. Aunque no hay límites para la complejidad del proceso productivo que puedan realizar estas organizaciones empresariales ni para su tamaño, a medida que aumenta el número de asociados resulta más difícil una participación substantiva de ellos. Las grandes cooperativas de producción son en realidad la unión de varias cooperativas más pequeñas en cooperativas de segundo o tercer grado.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que un número c onsiderable de empresas que se identifican como “cooperativas” en realidad no practican los principios de cooperativismo y sólo se denominan como tales para acceder a beneficios que el Estados les otorga y no son supervisados efectivamente. Otras sí se preocupan por mantener su esencia en medio de un contexto para nada propicio, como es la competencia de mercado que inevitablemente lleva a la reducción de costos a toda costa. Pero algunas, montadas en la lógica que les impone el mercado, han terminado más preocupadas por lo económico que por lo social, distinguiéndose poco de las empresas capitalistas.
El nuevo cooperativismo transformador
Es por esto que en los últimos años han surgido nuevas organizaciones socioeconómicas que, rechazando el comportamiento de las cooperativas más conocidas (contratación de trabajo asalariado de forma permanente; poca participación de los asociados en la gestión más allá de elegir a sus directivos y aprobar planes de gestión anuales sin mucha información; poca responsabilidad social manifestada en despreocupación por la situación fuera de las cooperativas) se han dado el apellido de “revolucionarias”, “socialistas”, “solidarias” o “sociales”, y algunas han preferido autodenominarse empresas o “empre ndimientos” con esos apellidos.
Pero así como el socialismo o la democracia no pueden rechazarse por lo acontecido en países que se declaran “socialistas” o “democracias”, el cooperativismo –o en sentido más amplio la autogestión empresarial– tiene plena vigencia. De hecho, los principios que guían el funcionamiento de estas organizaciones más emancipadoras coinciden totalmente con los que deberían guiar a una genui na cooperativa :
1) Membresía voluntaria y abierta.
2) Gestión democrática (un voto por asociado, para tomar decisiones como elegir su directiva, normas de funcionamiento, planes, distribución de excedentes, etc.).
3) Participación económica de los asociados (deben contribuir al menos su trabajo, y se benefician de los excedentes que genere la cooperativa).
4) Autonomía e independencia.
5) Educación, formación e información.
6) Cooperación entre cooperativas.
7) Compromiso con la comunidad. iv
Las organizaciones empresariales que se han autotitulado “solidarias”, “revolucionarias” o “socialistas”, sí se empeñan por materializar en la práctica estos principios identificativos del modelo de gestión de las cooperativas. Ellas intentan crear las condiciones para que la participación de los asociados no sea solo formal, y organizan los procesos productivos y de gestión de manera que exista realmente un ambiente de igualdad de derechos y deberes. También enfatizan y concretan en acciones su responsabilidad con las comunidades aledañas y aquellas más distantes que se ven afectadas por su actividad económica o necesitan su cooperación.

POTENCIALIDADES DE LAS COOPERATIVAS PARA CONTRIBUIR AL DESARROLLO SOCIOECONÓMICO
A continuación se mencionan algunos de los resultados más importantes que se tienen en toda cooperativa genuina –cuya organización y funcionamiento es consecuente con los principios del modelo de gestión cooperativo anteriormente mencionado s– y que evidencian su superioridad respecto a la empresa privada, e incluso la empresa estatal convencional, para lograr un desarrollo económico más humano y justo:
1. Tiene sus propias fuentes de motivación para el desempeño empresarial: La participación en la gestión verdadera, de forma substantiva y no mera formalidad, es una fuente importante de motivación para elevar el desempeño de la empresa autogestionada como la cooperativa. Ello incentiva a los trabajadores a aumentar su productividad, la calidad y la innovación, porque ellos se sienten –y lo son realmente– dueños o en control de todo lo que ocurre en ella.
a. Ingresos y beneficios de acuerdo a desempeño individual y colectivo: Entre las decisiones más importantes que toman los trabajadores en las empresas autogestionadas, está cómo distribuir los excedentes de la manera más justa, según criterios establecidos democráticamente.
b. Motivación para prevenir el acomodamiento y desvío de recursos: En las cooperativas la igualdad de derechos viene acompañada de la igualdad de deberes. Los comportamientos parasitarios o delictivos son evitados mediante mecanismos de autocontrol o supervisión colectiva que aseguran que cada cual cumpla con sus responsabilidades y sancionar a los que no lo hagan.
c. Se superan las contradicciones que afectan la productividad, calidad e innovación en empresas convencionales: Cuando los dueños de los medios de producción, administradores y trabajadores de la cooperativa son también miembros de ella y por tanto con iguales condiciones, se superan las contradicciones que surgen entre los dueños y los administradores y entre los administradores y los trabajadores (conocidos como problemas principal-agente).
2. Mayor productividad sin concentración de la riqueza: El hecho de que los medios de producción que administra una cooperativa estén bajo control (con propiedad legal o no) colectivo y no de una sola persona o un grupo reducido, permite que se realicen actividades económicas de escala mediana o grande al mismo tiempo que se evitan los riesgos sociales asociados a la concentración de la riqueza.
a. Mayores escalas de producción manteniendo la flexibilidad: Más aún, la tendencia de las cooperativas, siguiendo su sexto principio de intercooperación, a la integración horizontal con organizaciones similares permite combinar las ventajas de mayores escalas que generan más productividad y eficiencia en el uso de recursos, junto con las de actividades descentralizadas que permiten una mayor adaptabilidad.
b. Integración vertical con distribución más justa del valor agregado: Las cooperativas están también mejor preparadas para organizarse en cadenas de valor donde aquellas que comercializan o realizan las actividades mejor remuneradas por el mercado no se queden con la mayor parte del valor agregado.
3. Permiten satisfacción de necesidades de las personas: La administración o gestión democrática que debe ocurrir en las cooperativas –y en otras empresas autogestionadas– es imprescindible para que las personas puedan desarrollarse como seres humanos plenos, satisfaciendo no sólo sus necesidades materiales, sino también sus necesidades espirituales.
a. Conocimientos y habilidades técnicos y gerenciales: En empresas autogestionadas como las cooperativas, los trabajadores saben que su desempeño –y por tanto sus ingresos– depende de las decisiones que tome la asamblea o sus representantes, por lo que tienen especial interés en comprender cómo funciona la empresa y cómo podría funcionar mejor.
b. Habilidades y actitudes democráticas: En particular, la participación en la toma de decisiones en un ambiente de igualdad de derechos y deberes que experimentan los miembros de una cooperativa facilita que ellos desplieguen habilidades y actitudes democráticas como la consideración de los intereses de otros, la construcción de consensos que articulan intereses individuales con colectivos, la solidaridad, el respeto a los otros, la responsabilidad por las decisiones tomadas, etcétera.
c. Protagonismo en lugar de apatía: Saberse en control de procesos que inciden sobre sus vidas, y con capacidades o habilidades para ello, promueve que las personas asuman una posición proactiva y creativa ante los asuntos que les afectan en lugar de esperar que los resuelvan otros.
4. Promueve un nuevo paradigma de riqueza: El desarrollo o mejoramiento humano que favorecen las instituciones gestionadas democráticamente promueve que las personas redefinan su concepción de la “riqueza”, de manera que no se limite a la acumulación de bienes materiales o su consumo por él o un grupo reducido de personas.
a. Responsabilidad hacia otros y hacia la naturaleza: En la medida que las personas descubran sus otras dimensiones humanas, además del instinto de supervivencia, y conozcan sus interrelaciones con otros, buscarán la felicidad en relaciones más armónicas con otros seres humanos y la naturaleza.
5. Contribuye a la equidad y justicia distributiva: El reparto de los excedentes de las cooperativas según los criterios definidos por sus asociados v resulta en una distribución del ingreso más equitativa y justa, al interior de ellas. Siguiendo su principio de compromiso social, y lo que generalmente establece la legislación cooperativa, esas organizaciones también favorecen una mayor equidad y justicia fuera de ellas mediante la utilización que hacen de sus fondos sociales contribuyendo a satisfacer las necesidades de las comunidades que les rodean.
6. Proporciona un empleo más estable: Son una fuente más estable de empleo porque las cooperativas no pueden separar a un asociado por razones que sean ajenas a su comportamiento. En situaciones en que se ven obligadas a reducir sus niveles de operación, ellas buscan distribuir equitativamente entre todos los miembros las consecuencias negativas en lugar de despedir a unos asociados.
a. Capital o patrimonio menos vulnerable: Mientras que las empresas donde el capital pertenece a más de un accionista son vulnerables a la retirada de sus socios, la cooperativa puede protegerse para exigir que al retirarse un miembro debe buscar un reemplazo o que no puede llevarse sus aportes al patrimonio si no cumple con ciertas condiciones.
7. Mejor equipadas para contribuir al desarrollo local: Las cooperativas son propensas a ser socialmente más responsables que las empresas privadas. Pueden internalizar intereses sociales más amplios que los intereses grupales del colectivo de asociados, pues su lógica de funcionamiento no es la maximización de la ganancia sino la satisfacción de sus necesidades.
8. Claves para establecer relaciones sociales más humanas: Las relaciones de trabajo asociado que se establecen en empresas gestionadas democráticamente son un punto de partida imprescindible para generalizar relaciones de asociación o cooperación a nivel social. Si, además de cumplir con sus principios autogestionarios y obligaciones tributarias, las cooperativas participaran en espacios de coordinación o planificación democrática con las comunidades que impacta con su actividad, ello les permitiría responder a intereses sociales más amplios y por tanto ser verdaderas empresas socialistas.
a. Se evita la explotación del hombre por el hombre: Aunque en las cooperativas puede sin dudas ocurrir la autoexplotación, los trabajadores no son subordinados de los directivos elegidos por ellos, y ellos mismos son los que definen sus ritmos de trabajo, ingresos y otros beneficios.

VENTAJAS DE LAS COOPERATIVAS PARA CUBA
En Cuba, la existencia de una figura legal para las cooperativas, no limitadas al sector agropecuario, tendría ventajas adicionales. Ello permitiría que personas afines se juntaran para realizar actividades como las que hoy realizan los cuentapropistas, pero con niveles de productividad más altos y sin tener que recurrir a la concentración de la riqueza ni a relaciones de explotación. Para ello, sería recomendable crear cooperativas tanto de producción (tipo CPA) como de consumo de bienes y servicios (tipo CCS). Las primeras facilitarían lo que ya viene ocurriendo de manera no legal entre algunos productores de zapatos y de ropa, e incluso oficios de la construcción, que producen colectivamente para poder disfrutar las ventajas de la especialización y las de mayores escalas de producción. La existencia del segundo tipo permitiría que productores aislados se asociaran para disfrutar algunas de las ventajas de escalas mayores y de la cooperación; lo que ya viene ocurriendo en alguna medida entre vendedores ambulantes y transportistas que compran juntos para reducir costos, fijan precios y se distribuyen territorios o rutas de manera informal.
Es cierto que estas formas de cooperación van a ocurrir de forma espontánea –aun sin figuras legales para cooperativas fuera del sector agropecuario -, pero su existencia permitiría consolidar las relaciones de cooperación que ya vienen ocurriendo y facilitaría que otros grupos de personas que se tienen menos confianza (como para confiar en contratos verbales y/o en el manejo de fondos comunes en una cuenta bancaria a nombre de una sola persona) se decidan a hacerlo. Además, la existencia de asociaciones de productores individuales, o incluso de cuentapropistas que contratan trabajo de forma permanente, facilitaría la coordinación entre sus intereses y los intereses sociales representados en órganos de gobierno municipales; papel que no le corresponde a los sindicatos.
Es importante notar que, en la medida que la oferta de empleos en instituciones estatales disminuya como se tiene previsto, la ausencia de la figura legal de cooperativas de producción para actividades no agropecuarias resultará en que muchas personas se verán obligadas a aceptar las condiciones que pongan los cuentapropistas interesados en contratar su fuerza de trabajo. Si bien es cierto que en muchos casos la relación entre un cuentapropista y sus trabajadores contratados tiene componentes de asociación –y no solo de subordinación–, esto se debe a que los trabajadores contratados pueden exigir ciertas condiciones y beneficios bajo la amenaza de buscar trabajo en el sector estatal.
Por otro lado, la posibilidad de crear cooperativas en el sector de los servicios –o incluso en el de la industria ligera–, le permitiría al Estado “deshacerse” de la manera más socializada posible de aquellas actividades no estratégicas hoy administradas por instituciones estatales (ministerios, gobiernos provinciales y municipales) y que, dada su naturaleza, requieren de una gestión descentralizada y con altos niveles de autonomía para ser efectivas y resultar en mayores beneficios sociales al brindar productos de mejor calidad y precio y contribuir al presupuesto estatal. El Estado podría transferir la gestión a aquellos colectivos de trabajadores que estén dispuestos –de forma voluntaria y conscientes de las responsabilidades y derechos que adquieren– a crear cooperativas que arrienden o compren los medios de producción (locales, equipos, herramientas), en dependencia de lo que resulte conveniente para ambas partes e intereses sociales a largo plazo.
En una sociedad comprometida con la equidad y la justicia social, en aquellos casos donde existan las condiciones requeridas, esto sería más adecuado que transferir la gestión a una empresa privada, como ha sido propuesto por instituciones estatales que alegan la ausencia de una figura legal cooperativa y de voluntad política para comenzar a experimentar con esas formas empresariales. Si los trabajadores de una unidad empresarial estatal –u otras personas, pero dando prioridad a los que ya trabajan en ella– están dispuestos a formar una cooperativa, no tendría sentido dividirles y crear relaciones de subordinación entre ellos, como pareciera que se está proponiendo. La transferencia de gestión a una cooperativa parece, incluso, una solución más pragmática para el Estado, porque permitiría una relación contractual más estable que con un empresario privado.
Esto resultaría en una situación “ganar-ganar” tanto para el Estado como para los trabajadores hoy estatales, y potencialmente –en la medida que se logre orientar las actividades no estatales hacia intereses sociales– también para los consumidores y las comunidades donde operen. Los únicos perdedores serían los burócratas y administradores que prefieren liderazgos autoritarios a participativos, o los que utilizan esas posiciones para beneficiarse individualmente a costa del Estado y, realmente, de todos los cubanos y cubanas.

¿Y ENTONCES, QUÉ ESPERAMOS PARA PROMOVER LA CREACIÓN DE COOPERATIVAS DE TODO TIPO?
¿Por qué entonces no ha sido ni es política del Estado cubano promover las cooperativas más allá del sector agropecuario, y esas han tomado formas tan desvirtuadas por la excesiva intervención estatal? Sin dudas, esto se debe a la visión estatista de socialismo que ha predominado en nuestro país, y a que muchos no ven cómo los intereses grupales de las cooperativas se pueden articular con intereses sociales más amplios sin la intervención directa del Estado.
Sin embargo, la forma en que internamente están organizadas las cooperativas las hace no solo compatibles con un socialismo democrático, sino que imprescindibles, aunque por supuesto no son suficientes, ni la mejor manera de organizar todas las actividades económicas. Estaremos avanzando en la construcción de un nuevo orden económico y social en nuestro país en la medida en que, por un lado, aumente el número de cooperativas genuinas y las empresas estatales y privadas democraticen su gestión, y, por otro lado, todas las empresas “internalicen” intereses sociales mediante mecanismos de regulación –sobre todo indirecta–, pero acompañados de espacios de coordinación. De hecho, para Marx el modo de producción socialista se caracterizaba por “productores libremente asociados unidos por un plan”, mientras que para Lenin el socialismo era esencialmente una sociedad de “cooperativistas cultos”.
Otra razón por la que pareciera que los cambios actuales favorecen a las empresas privadas sobre las cooperativas, puede ser que la intención de privilegiar a las últimas (por ejemplo, con exención de impuestos y créditos con intereses más bajos, contratación prioritaria, programas de educación e información sobre ellas) requiere de una institución que vele porque aquellas empresas que se registran como tales sean realmente cooperativas. Aunque la tarea de esa institución sería sencilla, pues es suficiente revisar las actas de las asambleas y asegurar mediante campañas publicitarias y educacionales que todos los miembros de cooperativas sepan sus derechos, ello requiere de funcionarios fiscalizadores en dependencia del número de cooperativas que surjan. Idealmente, ese órgano de supervisión de las cooperativas podría ser financiado por ellas mismas (una contribución obligatoria) y administrado en coordinación con los órganos de representación que creen las propias cooperativas (consejos o federaciones).
Es cierto también que si el Estado asume el compromiso de promover las cooperativas, debería apoyar los procesos de educación que ellas requieren, debido a las particularidades éticas y organizativas de su dimensión social, ausente en empresas privadas. Pero los costos requeridos inicialmente –que después pasarían a ser financiados por las propias cooperativas– serían menores que los costos sociales resultantes de relaciones de explotación, y serían recuperables mediante los resultados de las potencialidades de las cooperativas vistas anteriormente.
No debemos ignorar que el rechazo a las cooperativas en nuestro país se debe también a la penetración del pensamiento neoliberal hegemónico en el mundo, un paradigma invalidado por los resultados que ha tenido su aplicación, y cuya debilidad científica o falta de objetividad ha sido demostrada por pensadores reconocidos mundialmente como Stiglitz, Ostrom, entre otros. Sin embargo, desde el Estado y los medios de comunicación parece estarse trasmitiendo la idea de que la empresa privada que contrata fuerza de trabajo es la única forma de gestión eficiente. Ese planteamiento pareciera corroborarse con los resultados que han obtenido las cooperativas agropecuarias en nuestro país. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que si bien ellas han sido menos exitosas que los campesinos individuales que contratan fuerza de trabajo, esto se debe en gran medida a que realmente no han sido cooperativas, pues no han contado con la autonomía elemental para ejecutar compras, decidir producciones y ventas, e incurren, además, en gastos considerables para satisfacer necesidades de las comunidades como generar electricidad, bombera agua, abastecer comedores de escuelas).
Bajo análisis superficiales e influenciados por lo anterior, muchos en Cuba consideran las cooperativas como una utopía irrealizable. Se asume que las personas prefieren trabajar solas o con trabajadores contratados antes que en colectivo. Se piensa que no ocurre explotación cuando un cuentapropista contrata a otras personas como trabajadores contratados. Aunque en el discurso oficial de varios ministros se siguen mencionando a las cooperativas como “formas más socializadas”, y que por tanto merecen un tratamiento preferencial por el Estado, esta visión está ausente en los Lineamientos y no se ha visto plasmado en ninguna política pública hasta el momento.
Sin embargo, el trabajo en colectivo ha sido la mejor opción para aquellas actividades que es menos factible realizar de forma individual y cuando las personas se reconocen como iguales (en derechos y deberes). Más aún, las cooperativas han sido la única opción para los que, aún sin esa ética igualitaria y solidaria, no cuentan con recursos para contratar la fuerza de trabajo de otros. Son las reglas de funcionamiento de nuestras sociedades las que provocan que los comportamientos individualistas aparezcan como lo racional o natural, aunque después a muchos nos deje el peso de saber que fuimos injustos y que deberían existir mejores alternativas.
Cuba tiene condiciones que otros países no han tenido para promover las cooperativas y otras formas autogestionarias. Precisamente porque los cubanos y cubanas hemos sido expuestos a una práctica cotidiana relativamente más solidaria e igualitaria que en otros países –aunque sin dudas disminuida considerablemente desde los años noventa–, es probable que la organización en cooperativas (reales, y por tanto autónomas) sea más atractiva. Además, en Cuba ya la mayoría de las personas está relativamente bien calificada profesionalmente. Sin dudas, hay grandes vacíos en materia de gestión empresarial, pero esas habilidades pueden ser aprendidas rápidamente y suplidas en el intertanto por servicios de consultoría y administración. Otra ventaja importantísima con que contamos son los niveles de confianza y transparencia o extroversión que nos distinguen de otros pueblos, lo que nos adelanta en un requerimiento ineludible a la hora de crear una cooperativa: las personas deben tenerse ciertos niveles de confianza y empatía. Más aún, en algunas empresas estatales y en algunas empresas “informales”, ya vienen dándose procesos, en gran medida autogestionarios, que verían en la cooperativa la forma más deseable de organización.
Por eso, algunos de nosotros no perdemos la fe en que, una vez que se permita en nuestro país la creación de cooperativas de forma espontánea como se ha permitido a los cuentapropistas, muchos grupos de personas van a estar listos para crear sus cooperativas y poner en práctica los valores de solidaridad e igualdad que tan enraizados tienen. El éxito será mayor si el Estado cubano decide que prefiere un desarrollo más social y, consecuentemente, implementa políticas para privilegiar a las empresas que sean gestionadas democráticamente por sus trabajadores y que coordinen sus actividades con representantes de intereses sociales más amplios.

Medidas para promover las cooperativas
1. Realizar una campaña de educación e información sobre las características principales de las cooperativas y cómo pueden ser creadas, sus derechos y responsabilidades.
a. Explicar de forma clara por qué la cooperativa es una forma “más socializada” y por tanto preferible, en algunos casos, a la empresa privada.
b. La alta dirección del país debería hacer pública su decisión de promover o al menos permitir la creación de cooperativas, de manera que aquellos que hoy lo obstaculizan no tengan pretextos para ello.
2. Pasar una ley general de cooperativas, y su reglamento.
a. Debería ser precedido por un proceso de consulta, al menos con las cooperativas agropecuarias, pero idealmente lo más abierto posible, para que la nueva legislación supere las limitaciones de la ley de cooperativas agropecuarias vigente y sea lo más efectiva posible.
b. Los funcionarios de instituciones estatales a cargo de la implementación de las nuevas políticas públicas relativas a las cooperativas, y en particular los gobiernos locales, deberían ser capacitados sobre las especificidades y ventajas de esas organizaciones empresariales.
c. Mientras tanto, debería pasarse un decreto ley o algún instrumento legal que permita la creación de cooperativas, y establezca sus derechos y deberes. Se podría utilizar quizás alguna de las figuras legales establecidas en el Código de Comercio vigente.
3. Establecer una institución que supervise y apoye a las cooperativas existentes, así como que facilite su creación y registro, provea información sobre ellas, y les sirva de puente entre ellas y con otras instituciones o empresas estatales.
a. Trabajar junto con las universidades para que los profesores y estudiantes asesoren a las nuevas empresas en materia de gestión, contabilidad, estrategia y especificidades de las cooperativas; así como para que promuevan la creación de nuevas cooperativas en los territorios de mayores necesidades y grupos de personas con condiciones propicias.
b. En la medida que aumente el número de cooperativas, esta institución debería ser financiada por las propias cooperativas y su ejecutivo debería estar compuesto en gran medida por representantes elegidos por ellas.
4. Establecer políticas tributarias y de contratación de instituciones estatales que prioricen a las cooperativas sobre las otras empresas no estatales, sin que esto signifique que no deban pagar impuestos ni que los bienes y servicios que se les contraten sean de menor calidad.
5. Promover que los gobiernos locales establezcan espacios de coordinación con cooperativas y otras empresas no estatales en su territorio, de manera que estas contribuyan al logro de sus objetivos estratégicos.

Camila Piñeiro Harnecker es Investigadora y consultora de empresas. Compiladora del libro Cooperativas y Socialismo: Una Mirada desde Cuba. Ed. Caminos, La Habana, 2011.
Notas
i United Nations General Assembly Resolution   A/RES/64/136  on the Proclamation of 2010 as International Year of Cooperatives. Ver http://social.un.org/coopsyear .
ii La ACI es la organización que desde el año 1895 aglutina y promueve el movimiento cooperativo en el mundo . Ver http://www.ica.coop
iiiACI. 2010. “Statistical Information on the Co-operative Movement” http://www.ica.coop/coop/statistics.html.
iv Para un análisis del significado práctico de cada uno de estos principios, ver “¿Qué es una cooperativa?” en Camila Piñeiro Harnecker (comp.) Cooperativas y Socialismo… , pp. 31-54.
v  Las cooperativas generalmente distribuyen parte de los excedentes entre los asociados teniendo como criterios –generalmente aprobados en asamblea– el trabajo aportado medido en horas de trabajo y las características de las labores realizadas. Hay casos en que se distribuye por igual asegurando que todos contribuyan al máximo de sus capacidades y realicen tareas semejantes. También en algunas cooperativas se tienen en cuenta las necesidades particulares de los asociados: número de hijos menores, si es madre sola, etcétera.
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