"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 1 de octubre de 2013

Los políticos deben cambiar de actitud frente al disentimiento. Un “e-diálogo” con Rafael Hernández.

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Temas Catalejo
Por Milena Recio
Por una temporada Rafael Hernández solo está disponible en el “más allá” de las redes digitales, en el extremo inasible de una cuenta de correo electrónico desde donde ratifica su buena voluntad para contestar las tres preguntas pactadas sobre Internet y Cuba. No queda entonces más remedio que un e-diálogo.
Su texto “Culturas políticas de comunicación en la era digital” es el provocador. Presentado como ponencia en noviembre de 2012, y a nuestro juicio poco difundido, su importancia podría ser proporcional a la que en su momento tuvo el artículo “Mirar a Cuba” (La Gaceta de Cuba, num. 5, sept-oct. 1995). Ambos pueden desencadenar la atención, desde las ciencias sociales en Cuba, a temas muy poco abordados en nuestro entorno: en 1995 la relación Estado-sociedad civil; en 2012, la relación Estado-sociedad civil/virtual(izada).
En este (con)texto Hernández construye un grupo de proposiciones más o menos generales que intentan pasar mensajes y recomendaciones a “intelectuales y dirigentes”, en función de lograr “renovar nuestra cultura de la comunicación”, que es en resumen el horizonte al que desea acceder el autor, desde una perspectiva politológica.
El marco de referencia inmediato son los imperativos sociotecnológicos y culturales que provienen –aunque esto no aparece explicitado en tu texto– de nuevas posibilidades de interacción, incluso más allá del ámbito estrictamente académico o intelectual, también con Estados Unidos, en la era de las redes.
En otras palabras lo expresa de modo más general cuando Hernández invita a considerar “las implicaciones y el significado de nuestra actual articulación con el mundo”, que conllevaría “una cultura política diferente a la que predominó hasta la década de los 80”.
De hecho, Culturas políticas… nace de lo que su autor llama “una experiencia reveladora”, al verse a sí mismo comunicado desde La Habana, vía Skype, con (en) un salón de conferencias en Harvard. Esta vivencia personal de acceso-accesibilidad, desde Cuba, a una solución digital/virtual de comunicación, estimuló en él el reconocimiento de que está en curso –acaso inevitablemente— una modificación del sentido y la operacionalización de la política como campo de actuación sobre un diseño social deseado/deseable/posible.
MR: Para los sujetos y los diversos grupos sociales en Cuba, ¿es imprescindible haber vivenciado este modo de info-acceso global para captar el contenido de estos cambios? ¿Cómo la sociedad cubana “corrige” –si puede— la falta de acceso, y consiguiente aprovechamiento de redes como Internet?
RH: Déjame reiterarme (mejor que citarse, decía Unamuno): el cambio de fondo (en la comunicación y en todo lo demás) ocurre en el contexto social de la política. En materia de comunicación, el principal ha sido la disolución de la línea divisoria adentro/afuera. Este cambio no depende de que todo el mundo esté conectado a internet; y no ocurre solo para los que sí lo están. Está claro que los cubanos residentes en la isla mantienen montones de vasos capilares con ese “exterior”, salen y entran, coexisten con casi tres millones de visitantes, tienen parientes y amigos afuera, pueden oír la BBC o Radio Nederland, y también, por cierto, usan el correo-e, donde tienen millones de cuentas, cifra que se subestima o se soslaya. El hecho es que no están en una cueva, adivinando lo que pasa afuera. Tomemos como ejemplo un caso reciente, el affaire Carcassés, objeto de tanta atención. Este revela (una vez más): 1) la existencia de una esfera pública “cubana” extendida, accesible incluso fuera de Cuba, en la cual la TV cubana puede ser captada en tiempo real por el resto del mundo; 2) el efecto de rebote (proveniente de afuera y de adentro) dentro de esta esfera ampliada, cuyo impacto incluye a aquellos que no estaban viendo la TV en Cuba y que no tienen conexión a internet; 3) la propagación instantánea del hecho, y sobre todo, de las reacciones ante él. Todos estos epifenómenos reflejan el nuevo cariz de lo político. Naturalmente, en términos políticos, el hecho relevante no es lo que el artista dijo en TV, sino la decisión de castigarlo, y muy especialmente, lo que esta decisión desencadena. Este nuevo orden revela la dinámica real de una esfera pública y un consenso, ante el cual la política no puede hacerse sorda, a riesgo de pagar costos muy altos. A mi juicio, la lección del caso es 1) para que haya cambios, la presión de la sociedad es (y seguirá siendo) lo fundamental; 2) todos los “costos” o “peligros” (que la vieja mentalidad atribuye a Internet) ya están ahí, cualitativamente hablando, aunque la mayoría de los cubanos no tengan conexión en su casa; 3) en cambio, no se reciben ninguna de las ventajas que se derivarían del acceso ampliado. Como se sabe, cuando no se organiza el espacio público, prevalecen otros canales, formales e informales, que a la larga, cuestan más. O sea, que si se mantiene la restricción al servicio de TV digital de satélite, prolifera “la antena”. El principio es el mismo de la propagación de los gases: el vacío es llenado por “otra cosa”.
MR: ¿Podría haber ocurrido que “intelectuales y dirigentes”, dada la imposibilidad acumulada de contar con el acceso a la comunicación digital en redes, hayan llegado a desfasarse irremediablemente en su comprensión de lo actual, de eso que llamas “sintonía con la época que vivimos”? ¿Comprometería esto su eficacia como reproductores de una hegemonía?
RH: Los dirigentes cubanos requieren sintonizarse no solo con las TICs, sino sobre todo con la existencia del nuevo tejido social y cultural, incluida una esfera pública ampliada. En ese tejido social y en esa esfera nuevas, los vibradores ideológicos no se contienen en el discurso político de las instituciones y los aparatos ideológicos del Estado, sino se han descentralizado y diversificado. Este cambio es fundamental no solo para la hegemonía, sino para la práctica de la política cotidiana. También para las ciencias sociales, es decir, para los intelectuales encargados de proveer una interpretación del proceso. Resultaría una simplificación identificar el vehículo del disentimiento con un medio determinado, como por ejemplo (para seguir con Carcassés como material de estudio), los músicos. Se trata de un proceso más complejo que un simple cambio de pista de sonido, digamos, donde el discurso que antes era mono, ahora es estéreo; sino de entender que la reproducción de la ideología conlleva ahora múltiples pistas. ¿Cuál es el desafío para los políticos? Ser capaces de tomar conciencia de la nueva situación, que responde a un cambio estructural, no a una circunstancia económica temporalmente adversa, ni a la politización de un sector determinado, que de pronto se convierte en “problemático”. Si fuera así, sería una “desviación” fácilmente tratable.
Por otra parte, los políticos no deben limitarse a aceptar Internet como un fenómeno inevitable, una especie de mal necesario; ni a adoptarlo como una nueva “arma de la lucha ideológica”, sino cambiar de actitud ante el disentimento, frente a un consenso político que ya es otro, fundamentalmente heterogéneo, contradictorio, que incluye el disentimiento como un ingrediente natural, y abarca los más diversos grupos sociales (más allá de músicos, artistas plásticos, narradores, y también de académicos, científicos, comunicadores). Este evento se convirtió en el affaire Carcassés por la reacción política que provocó, no por el insólito contenido de lo dicho por el músico. A no ser que alguien pueda demostrar que la idea de la democratización de los mecanismos del Poder Popular (incluida la elección directa del presidente), la crítica al autoaislamiento que propician algunas leyes, así como el cuestionamiento radical al sistema informativo, sean consideradas novedades jamás expuestas en ningún medio o espacio público. Debe recordarse que esa misma TV transmitió intervenciones del último congreso de la UPEC tan “subversivas” como lo que expresó el músico –o quizás más. Probablemente, la diferencia radica en que la decisión de transmitir íntegramente los discursos del congreso por la TV, los mantenía bajo control; mientras la salida del músico en el acto público no estaba en el guión. La política cubana debe aprender a considerar normal que las moscas vuelen sin un guión preestablecido, y sobre todo, no pretender matarlas a cañonazos. Al fin y al cabo, son nuestras moscas, no una plaga enviada por el enemigo (caso en que tampoco los cañonazos sirven para nada).
MR: Según como están planteadas las transformaciones en Cuba a partir del VI Congreso del PCC, ¿crees que exista una comprensión integral sobre la relación información-innovación-comunicación-poder?
RH: En rigor, estamos usando el término “los políticos” de manera abusiva, como si fueran una masa homogénea, con la misma manera de pensar y de concebir la interacción con la ciudadanía, e incluso la misma familiaridad con los TICs.  A menudo los intelectuales contribuyen a generalizar esta percepción. Un narrador que ejerce como analista político afirmaba en su blog pertenecer a una generación perdida, la de aquellos cincuentones que les tocó Angola, pero no el poder. Resulta que la edad promedio del Consejo de Ministros de Raúl Castro es 58 años, la misma que la de este narrador. Si se trata de estar generacionalmente cercanos a los TICs, la mayoría de las provincias de Cuba están dirigidas por menores de 45 (edad promedio de los secretarios generales del PCC: 46). Finalmente, la profesión del Viceministro Primero de los Consejos de Estado y de Ministros, cuya edad está muy por debajo de la del gabinete, es ingeniero en electrónica.  Seguramente, en ningún momento anterior hemos contado con una alta dirigencia capaz de lidiar mejor con la relación información-innovación-comunicación-poder. Sin embargo, la inercia de un estilo político de décadas pesa también muchísimo. Sean cuales sean sus profesiones, las nuevas generaciones de dirigentes se han criado en ese estilo, correspondiente a lo que Raúl llama la “vieja mentalidad”. Se puede tener la edad de un Otto o un Hassan, y a lo mejor no promover avances –sino más bien retrocesos. Los discursos de esa vieja mentalidad, no importa la edad de los discursantes, no solo reflejan el inmovilismo, sino algo peor, carecen de capacidad para reproducir hegemonía alguna. Ahora bien, si de las ideas prevalecientes se trata, me pregunto ¿en qué consiste el mainstream en Cuba hoy? ¿La mesa redonda de la TV o el bombardeo del establishment, y de paso, de todo lo asociado con el sistema, incluida la idea de un ser humano con los valores que preconizaban San Pablo y el Che? Si ese fuera el mainstream en la esfera de las ideas, lo que Gramsci llamaba el sentido común y Flaubert las ideas recibidas, el rol de los intelectuales debería conllevar su crítica a fondo.Ahí también hay un vacío.
No se trata, naturalmente, de reproducir la hegemonía de un socialismo envejecido, sino de reconstruir su cultura política, sin tanta cita de revistas indexadas, sino con una nueva práctica. Esa práctica debe rebasar la división del trabajo tradicional, que prescribe a los políticos como los representantes del pueblo y a los intelectuales como los portadores de la conciencia crítica. Hay que conseguir dirigentes cada vez más intelectualmente dotados y capaces de dialogar, e intelectuales con mayor dominio de los problemas políticos. De otra manera, seguiremos en esta vieja dicotomía, entre autoritarios y francotiradores, que poco ha aportado a la cultura del socialismo, y más exactamente, a la formación de una ciudadanía plena. ¿Pueden aprender los dirigentes? ¿Podemos los intelectuales contribuir a ese aprendizaje? ¿Somos capaces de educarnos a nosotros mismos, de rebasar el momento puramente opinático y la convicción  umbilicocentrista? La respuesta podría ser la de Jesús: “Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.”

Por Arianna Barredo Ramos*

 (PL) Como el Partenón de Atenas para la cultura griega, constituye un símbolo para Cuba el Capitolio Nacional, edificación inmersa en una reparación capital que volverá a acoger al Parlamento de la isla.
El Capitolio es una obra de gran envergadura, colosal, dividida en segmentos de artes diversas, los bronces, los yesos, los dorados, las carpinterías y el trabajo de la cúpula que es muy complicado, explicó a Prensa Latina Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad.

Iniciada realmente a finales del año pasado, porque primero fue un proceso de entrega de las instituciones que radicaban aquí, se trata de la restauración más completa que ha tenido el edificio desde su inauguración en 1929.

Así lo confirmó Mariela Mulet, jefa del Grupo de Inversiones, en entrevista con esta agencia, tras recordar que en los años 80 se hizo una intervención bastante grande.

Por suerte el Capitolio, situado en una céntrica zona de La Habana, no está estructuralmente en malas condiciones y eso es algo muy beneficioso, pero en el tema de las instalaciones, sí tiene muchos problemas, afirmó.

De acuerdo con la especialista, en este momento se interviene en la cúpula -que por sus proporciones y silueta recuerda la Basílica de San Pedro, en Roma- en cuyos interiores ya se reparan las losas de entresuelo.

Sobre esta restauración, Leal reiteró que es la obra más completa por sus trabajos estructurales, de cantería en los nervios y del dorado en todas las planchas de cobre que la cubren.

Añadió que también están interviniendo en las zonas de los patios y jardines, en las esculturas y preparando todo lo que es el gran ajuar del Salón de los Pasos Perdidos, el conjunto de enseres, mobiliarios, cortinas, etc.

Se restaurará toda la piedra de Capellanía, que por su dureza y homogeneidad es utilizada en diversos trabajos decorativos en el mundo, pero es muy susceptible al clima cubano.

Este material, del cual se empleó 25 mil metros cúbicos para la construcción del edificio, es necesario limpiarlo porque está erosionado y precisa de numerosos productos, muchos de los cuales tenemos que importarlos, indicó Mulet.

Afirmó que prácticamente está terminada la renovación de las áreas ubicadas debajo de la escalinata monumental, de casi 36 metros de ancho y 28 de largo.

Se trata de los almacenes originales de la edificación, que recuperan ahora la función para la cual fueron diseñados.

Al finalizar los 55 escalones, "resguardan" al Capitolio dos estatuas de bronce con pedestal de granito, en proceso de restauración. Son obras del italiano Angelo Zanelli, también autor del friso del Altar de la Patria, que forma parte del monumento en Roma a Víctor Manuel II, primer rey de Italia..

Ambos grupos escultóricos, uno masculino y otro femenino, fundidos por la Fonderia Lagan de Nápoles, en Italia, tienen una altura de más de seis metros cada uno y representan el progreso de la actividad humana y la virtud tutelar del pueblo, respectivamente.

Zanelli es además el escultor de la Estatua de la República de bronce laminado en oro, que con 17 metros de altura, incluyendo su base de mármol ónix antiguo egipcio, es la tercera del mundo más alta bajo techo, solo superada por el Buda de Oro de Nava, en Japón, y el Memorial Lincoln, en Washington.

En las zonas exteriores, entre las céntricas calles del Paseo del Prado, Dragones, Industria y San José, también se repara y cambia todo el pavimento de granito, dañado en un ochenta por ciento.

Igual sucederá con las instalaciones eléctricas, las farolas. El proyecto de iluminación habrá que hacerlo completamente nuevo, informó la jefa del Grupo de Inversiones.

En cuanto al interior del edificio, estamos comprando equipos de ultrasonido para evaluar cómo están los sistemas, los que existen, porque hay muchos que no están, o nunca los tuvo y ahora habrá que incorporárselos, apuntó.

Se refirió a los de detecciones de incendios, de intrusos, todo el circuito cerrado.

A la vez, se trabaja en la carpintería, mucha de la cual no existía y se está rehaciendo, y hay otra que se está restaurando.

Intervenimos además, en la reparación de todos los elementos de bronce como las lámparas -sostuvo Mulet- algunas hechas en la Saunier Duval Frisquet, de París, otras de este metal laminado con oro viejo y cristales dorados con oro al mercurio en la Societé Anonime Bague.

Agregó el trabajo en las puertas, como las de la entrada con recuadros que recogen la historia de Cuba y los herrajes, encargados a The Yale & Towne Mfg. Co. de Standford, en Estados Unidos, la cual confeccionó las cerraduras de estilo renacimiento italiano de la planta principal del Capitolio.

La mayoría de estos elementos de bronce se reproducen, gracias al trabajo de cuentapropistas que colaboran con la Oficina del Historiador, encargada de llevar a cabo esta obra.

El edificio cuenta con 11 ascensores, cuyas puertas de este metal resultan entre lo más sobresaliente, de los cuales cinco se restauraron y se sustituyeron otros cinco, en tanto uno está pendiente de instalar.

Marilyn Mederos, proyectista general de la obra, indicó a Prensa Latina que se están quitando los elementos añadidos que nunca tuvo el Capitolio para llevarlo a su estado original, pero con nuevas funciones, actualizando los sistemas de seguridad, contra incendios y la climatización.

Explicó que cuando fue sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) y de la Academia de Ciencias, con otro tipo de funcionamiento, el edificio sufrió modificaciones.

Al respecto, el Historiador de la Ciudad señaló que algunas áreas durante años nunca se transformaron.

Las que desafortunadamente se cambiaron son otra complejidad. Generalmente no se tocan estos grandes edificios históricos para bien cuando no están dedicados a una función monumental o a un respeto de sus funciones para las cuales fueron diseñados, manifestó.

MAS DE 80 AÑOS DE HISTORIA Y DIVERSAS FUNCIONES 

En el terreno ocupado por el Capitolio, segundo punto más elevado de la ciudad y cuya cúpula fue la quinta más alta del mundo, existía una ciénaga, que luego se transformó en el primer jardín botánico que tuvo la capital.

Con la participación de ocho mil hombres, españoles en su gran mayoría, cubanos y de otras nacionalidades, la obra se construyó en tiempo récord. Inició en 1926 y, a pesar de su inauguración tres años más tarde, el edificio no fue terminado hasta 1931.

Tras su apertura, bajo el gobierno del dictador Gerardo Machado, se convirtió en la sede del Senado y la Cámara de Representantes, luego pasó a ser museo y después acogió al Citma.

Previo al triunfo de la Revolución cubana, en enero de 1959, el Capitolio registró una de las historias más misteriosas conocidas en el país, que según investigadores alcanzó en su momento notoriedad a nivel mundial.

Se trata del robo del brillante de 25 quilates que marca el kilómetro cero de las carreteras del país, en marzo de 1946.

Cuenta el periodista Ciro Bianchi que a pesar de la alta seguridad que tenía la piedra preciosa -escogida para engalanar la segunda corona del Zar Nicolás II- solo treinta minutos bastaron a los ladrones para sustraerla.

En su búsqueda participaron en vano cinco mil policías, dos mil agentes secretos y los técnicos del afamado Gabinete Nacional de Identificación, quienes no encontraron pista alguna para rescatar la joya y capturar a los ladrones.

Quince meses después, reaparecería en el despacho oficial del presidente de la nación por esa época, Ramón Grau San Martín.

Cuando el robo del brillante parecía que pasaba a la categoría de los crímenes perfectos, el mandatario informó de la devolución anónima de la pieza perdida.

Entre las tantas historias, en un intento de revelar al ladrón, figura la relacionada al millonario ministro de Educación y protegido de Grau, José Manuel Alemán, quien se dice fue el que puso la joya en poder del presidente, luego de pagar cinco mil pesos por su devolución.

Según Bianchi, lo confirmó el propio Grau al declarar: "No me importa lo que digan sobre la aparición del brillante. Lo cierto es que apareció. Lo demás es lo de menos. Alemán me consultó antes de traerlo. Yo le dije que sí y que eso era buena publicidad".

Otras teorías, divulgadas por periódicos de la época, culpaban al comandante en la Policía Nacional, Pablo Suárez, casado con Tatita Grau, una de las sobrinas del mandatario.

Sustituido más tarde por una réplica, rodeada de una estrella octogonal diseñada y elaborada con mármoles italianos en diversas tonalidades, el brillante se encuentra en la bóveda del Banco Nacional de Cuba.

Hay otra cosa interesantísima y es que debajo de la cúpula y al pie de la gran Escultura de la República está un recinto que fue creado para honrar al mambí desconocido, expresó Leal.

Esa zona la hemos descubierto y estamos trabajando para que el fundamento del Capitolio sea precisamente la vocación de la nación por su libertad, agregó.

RETORNA PARLAMENTO CUBANO A SU ANTIGUA SEDE 

Declarado patrimonio nacional, el Capitolio se adecua perfectamente porque fue diseñado para una función bicameral, de una parte estaba el Senado y de otra la Cámara de Representantes, afirmó el Historiador de la Ciudad.

Precisó que la Cámara da el espacio perfecto para la Asamblea Nacional, solo con la modernización de todos los sistemas que hoy conlleva el ejercicio parlamentario, incluyendo una sala de prensa, diseñada originalmente.

Es una cosa increíble -explicó- cuando hemos retirado las construcciones foráneas que se hicieron allí y otro tipo de obras posteriores, ha aparecido en toda su magnitud, el espacio de la prensa, relacionado con el acceso de los taquígrafos de la época a la sala de sesiones.

Puntualizó que se trabaja además, en la sección de lo que va a ser la sede del Parlamento propiamente, es decir, su vida cotidiana, situada al norte del inmueble.

Nosotros priorizamos esa área para que comience a funcionar cuanto antes la Asamblea, la cual ocupará toda la edificación, y entonces poder continuar con la reparación del resto y terminar en el menor tiempo posible, indicó Mulet.

A pesar de sus funciones gubernamentales, el Capitolio seguirá abriendo sus puertas al público en determinados espacios como el Salón de los Pasos Perdidos y la biblioteca, inspirada en la del Vaticano, con paredes en maderas preciosas todas trabajadas con la técnica del machihembrado.

Se trata de un proyecto del país, no solo de la Oficina del Historiador, de la misma manera que el financiamiento proviene del Estado, también están interviniendo otros organismos, aseguró la jefa del Grupo de Inversiones.

El Capitolio, uno de los iconos arquitectónicos de la ciudad y de los más grandes atractivos turísticos nacionales, volverá a su estado original y como expresa Eusebio Leal, esta es la restauración de una memoria.

Lo feo, lo roto y lo degradado

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Remake de documental cubano.
Lo sucio y lo roto se integran a la ciudad y a las mentes como imaginario común.Todos los manuales, incluso los más arduos tratados de estética, dan por sentada la relatividad de conceptos como belleza o fealdad. Toda una serie de condicionamientos culturales, históricos, climáticos, étnicos influyen a la hora de que un grupo humano definido considere o no bello determinado objeto, o incluso a una persona con rasgos y fisonomía específicos. Lo importante entonces es que dentro de un contexto dado la armonía que se considera como una representación de la belleza, o la falta de esa armonía que decrete la fealdad de lo juzgado, funcionen con arreglo a la tradición cultural que singulariza o define a ese grupo social, heredero y generador de esos conceptos (materiales y espirituales) y capaz, como entidad social, de categorizar y valorizar sus apreciaciones.
    Pero aun dentro de un mismo grupo social, cultural, incluso nacional (sobre cuando se trata de naciones uniculturales), los conceptos de lo bello y lo feo pueden tener sus propias variaciones, dependiendo de la cultura de los individuos, su educación filial, el contexto social y económico en los cuales se formaron sus valoraciones de la vida y el entorno.
    En el mismo sentido, vivir en un contexto –digamos- abigarrado, empobrecido, sucio y sin disciplina de convivencia, genera una forma de entender la vida y valorar sus componentes externos e, incluso, éticos. Los conceptos de belleza y fealdad, como todos los productos del intelecto humano son móviles, y se adecúan a las manifestaciones de ese entorno. Incluso, valores más profundos, de esencia ética, sobre lo que es correcto o incorrecto pueden verse confundidos, atrofiados, alterados…
    El hombre, bien se sabe, es un producto social, o sea, el resultado de una educación, convivencia, permanencia en un determinado contexto histórico. Y de esa opresión de las circunstancias resulta muy difícil escapar, aun cuando puedan ponerse infinidad de ejemplos de personas que han logrado salir de medios adversos y realizar su vida, o de lo contrario, personas crecidas en ambientes favorables que degeneran social, cultural, éticamente. Todos esos cientos, miles de casos, no dejarán de ser notables por constituir excepciones.
    Lo que quiero llegar a decir, luego de esta dilatada ubicación del asunto, es que si las personas conviven con lo feo, lo sucio, lo roto, lo degradado… su reacción hacia ese medio tendrá una lógica y previsible manifestación armónica con ese estado de cosas. Y eso es lo que está ocurriendo en Cuba: porque ahí tenemos esas manifestaciones de decadencia social y moral que con alarma ha denunciado recientemente el gobierno. Pero, debemos preguntarnos, ¿solo los individuos, los ciudadanos, son culpables de semejante degradación?
    Basta recorrer las calles de La Habana exterior a los circuitos turísticos y privilegiados (70, 80% de la urbe) para comprobar la extensión galopante y el imperio acendrado de aquello que según nuestros conceptos estéticos puede ser considerado feo –desagradable, repulsivo incluso. En unas ocasiones por falta de medios, en otras por el ascenso de gustos estrafalarios, en otras más por la vandalización o abandono de lo que intentó salvarse, en la mayoría de los casos por la desidia generalizada y prolongada, tanto individual como estatal. Lo alarmante es que cuando su situación económica se lo permitía, los ciudadanos luchaban por rodearse de alguna belleza que confortara sus existencias. Lo lamentable es que las autoridades, ante la proliferación de lo sucio, lo emergente, lo roto, siempre hayan argüido las razones de la falta de recursos, cuando no siempre es cierto, sino el resultado del desvío de esos recursos o, peor aun, el mal empleo que de ellos puede hacerse o se ha hecho. Lo terrible es que, cientos de veces, malos trabajos, diseños, planificaciones y prisas políticas o demoras materiales nos han legado un entorno pletórico de improvisaciones y chapucerías.
    La diferencia entre los dos polos de posibilidades económicas concretas (los años 1980 y lo que ha venido después) es la que existiría en las imágenes de la ciudad y las personas si el realizador cinematográfico Enrique Colina decidiera hacer en el presente el remake de su documental Estética, un clásico de esa década… El salto abismal del kitsch como fallida estrategia de búsqueda de la belleza y la desidia sostenida hacia el entorno como reacción colectiva y generalizada. La falta de educación estética contra la pérdida extendida de valores y posibilidades.
    ¿Qué veo ahora mismo a mi alrededor? Calles destrozadas, como abandonadas para siempre, llenas de furnias y charcos de agua pestilente (que incluso pueden ser albañales, como las que corren frente a una panadería cercana a mi casa); aceras que fueron perforadas y que, al ser tapadas, se convirtieron en camellones agrestes; un hueco en la esquina que alguien abrió, nadie selló y gracias a las lluvias exhibe una frondosa vegetación; contenedores de basura insuficientes y, por ende, generalmente desbordados; timbiriches y vendutas hechos con cuatro planchas de zinc, bodegas que no conservan ninguno de los vidrios que antes tuvieron, oficinas estatales con techos descarnados y paredes sucias, edificios destartalados; hordas de perros callejeros, famélicos y enfermos; gentes como zombis que caminan por la calle en lugar de hacerlo por la acera y que se mueven por la vía ante la mirada indolente de los agentes del orden, buzos que registran entre los desperdicios… Veo pobreza individual y colectiva. Gente que se preocupa solo por la supervivencia y cuyo único sueño de futuro –si lo tienen- es encontrar una salida individual a sus dificultades materiales, dentro o fuera del país… pero por la vía más fácil, que casi nunca es la del sacrificio, el estudio o el trabajo, pues la experiencia de tanto sacrificio colectivo, de las gentes con estudios o de los más abnegados trabajadores no resulta especialmente halagüeña, como bien y todos sabemos. Y la experiencia sirve para algo… ¿Cuántas otras personas en mi entorno no ven lo mismo, no conviven con lo mismo, no crecen en lo mismo? ¿Y las autoridades no lo ven, ni lo vieron cuando los recursos existentes fueron chapuceramente empleados, cuando las balanzas económicas se enloquecieron? ¿Los poderes locales no ven lo que ocurre en su comunidad?
    Ya está dicho: el hombre es un ser social que, además, piensa según vive. Y viviendo entre la desidia, la mala educación, la fealdad estéticamente definida, la mugre, la falta de pintura, de orden y concierto, de imposibilidades económicas demasiado tiempo dilatadas… ¿el hombre puede ser mejor?, ¿el joven será un hombre mejor? A la negativa que exigen esas respuestas hemos llegado luego de décadas de carencias y, sobre todo, de más de veinte años de supervivencia y empobrecimiento del espacio urbano y de las infraestructuras, de mucho tiempo de soluciones emergentes y descabelladas. Y si los protagonistas de muchas actitudes o conceptos reprobables son los ciudadanos, no solo ellos son los responsables de tal estado material y mental de toda una sociedad.

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