"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 17 de diciembre de 2010

¿Economía cubana de mandatos o de utilidades?

Por Jose Alejandro Rodriguez

Rayando 85 años tiene las neuronas tan pródigas como un joven universitario; como si no bastara medio siglo consagrado a la economía cubana desde el cargo y también desde la cátedra, la investigación y la docencia: dos mundos que casi nunca convergen. Generoso porque siempre ha creído en la eficacia potencial del socialismo, por más bandazos y vaivenes que este haya dado. Leal, con esa lealtad auténtica de los que tienen la boca suelta y defienden sus criterios.
El Doctor en Ciencias Económicas Joaquín Infante respondió a las preguntas de este reportero, sintiéndose juez y parte de los rumbos accidentados de la economía cubana hasta hoy; y de sus desafíos y destinos en lo adelante.
—Cuba se mira al espejo con el análisis de los Lineamientos del Congreso del Partido. ¿Qué implica transitar de la dirección administrativa de la economía a su conducción financiera?
—Lo de la dirección administrativa de la economía es una larga historia, desde que nos insertamos en el sistema del socialismo real de la URSS: el culto a los planes materiales y no a los valores, no a los saldos financieros. Nos acostumbramos, país, empresa y ciudadano a que, tuviéramos resultados o no, siempre los déficits y las incapacidades se cubrían.
«Las finanzas nos sugerían capitalismo. Y eso nos llevó a una centralización extrema de la planificación y las decisiones económicas. Con esa rigidez e inflexibilidad, las finanzas no pueden funcionar. Un reflejo es que todavía tenemos el tipo de cambio monetario de uno por uno en el sector estatal de la economía. La decisión de exportar o importar no tiene en cuenta el verdadero valor de la moneda, ni permite conocer el real costo de lo que produces, de lo que exportas e importas.
«Ahora que urge fomentar exportaciones y sustituir importaciones, hay que sincerar el tipo de cambio, más allá de esa falacia de un peso, un dólar. Así las exportaciones se estimulan y las importaciones encarecen. «Descentralizadamente, la empresa analiza y decide a partir de sus costos reales, y el tipo de cambio juega en sus análisis, porque decide a partir de sus costos reales».
—¿En qué medida el culto a la economía material, en detrimento de lo financiero, genera ineficiencia?
—Mira, cuando yo era director del Presupuesto del Estado, en los años 80, al menos subsidiábamos únicamente los productos que se le vendían a la población por debajo de su costo. Pero luego eso se fue deteriorando, y el Presupuesto comenzó a subsidiar miles de producciones. Era una bodega.
«Si tú subsidias todas las producciones, no sabes nunca el costo de nada. Por eso uno de los cambios más fuertes es que no se van a subsidiar las pérdidas. Así, se obligará a la empresa a buscar eficiencia. Ahora vas a ver cómo el director se preocupa de que Contabilidad le dé los datos rigurosos para seguir obsesivamente los costos».
—Pero eso implica descentralizar facultades hacia el sistema empresarial. Si usted tiene las manos atadas para estimular la excelencia del trabajo y la calidad; si no pueden quedar fondos de las utilidades en la empresa, como ha sido hasta hoy, y todo va hacia arriba…
—Por ahí anda la actualización del modelo. Porque hasta ahora, con la centralización extrema, llegamos a incluir hasta la divisa. Se centralizaba el ingreso bruto y no el neto. Ni siquiera te garantizaba la reproducción simple, los costos en que incurrías. Eso es mentalidad administrativa. ¿Cómo te van a quitar los recursos que necesitas para reponer lo gastado en la producción, y luego esperar a que te los asignen?».
—El empresario estatal pende de esos hilos. Lo han confinado a una especie de cómoda inercia. ¿Estará preparado ahora para tales cambios, después de tantos años acolchonadito por un diseño centralizado de la economía?
—El cambio de mentalidad es complejo, si te acostumbraste a que te exigieran por la producción en unidades físicas. ¿Y por qué entonces el campesino, sin saber un alpiste de Economía, no tiene pérdidas y es rentable? Cuando delegas facultades y mides por la rentabilidad, la eficiencia y la eficacia, el productor responde.
«Un terreno en el que hay que flexibilizar es el de los precios mayoristas. Es inevitable que si yo no puedo tener pérdidas, tengo que mover esos precios, que deben ser un acuerdo entre empresas. Si yo tengo que ser rentable y tú también, seguro que vamos a buscar un precio beneficioso para los dos. ¿Por qué deben decidirse tantos precios, desde el Ministerio de Finanzas y Precios?
—Pero implica que los precios minoristas también se muevan…
—Ese es otro asunto. Las transformaciones serán mediante aproximaciones sucesivas. Primero hay que cambiar el tipo de cambio en el sector estatal, porque la economía material se queda en aquello de: te asigno tantas toneladas de combustible, aunque no seas eficiente. Ahora el precio del combustible tiene que sentírselo la empresa.
«Tiene que haber flexibilidad en los precios, repito; pero primero tienen que conocerse los costos. Y los precios tendrán que moverse, esa es la vida. Pero está claro que el proceso de cambio no va a ser de hoy para mañana».
—Todo parece indicar que vamos hacia un modelo de economía socialista más racional. Pero en lo inmediato, hasta que dé resultados, ¿la actualización no traerá dificultades y sacrificios?
—Los comunistas tenemos que prepararnos para explicarle con sinceridad a la población la situación que se avecina. Sí va a haber afectaciones en el 2011 y parte del 2012, a mi entender. Pero no tenemos otra alternativa para enderezar tantas cosas. Si no lo hacemos, se nos va el socialismo que tanto nos ha costado y que tanto nos ha dado. Pero ya, en el 2013, se empezarán a ver los beneficios, no tengo duda.
—Lógicamente, una economía que no prospere, ¿cómo va sostener los programas sociales?
—Eso es lo que pasó en los últimos años: se prestó mucha atención al sector no productivo y se abandonó el productivo.
—Usted, parte de esa avanzada de economistas y contadores que al llamado del Partido y la ANEC están apoyando los debates sobre los Lineamientos Económicos, dígame concretamente un asunto en torno al cual le preocupe la vieja percepción predominante en muchas personas.
—Precisamente esa concepción material de la economía. Si hablan de la productividad, lo hacen en unidades físicas por trabajador. Ese es uno de los problemas más serio: hemos vivido sin tener en cuenta los valores financieros, que son los que revelan la salud de una economía. No es lo mismo el azúcar a seis centavos en el mercado internacional que a 30. No es lo mismo para un país vender azúcar de primera calidad que buscar un comprador para un azúcar de segunda o tercera.
—El capitalismo es un viejo camaján, con unas agallas de siglos, y busca sus mañas para emerger de muchas recaídas y mantenerse. El socialismo, con tan nobles ideales, es demasiado joven e inexperto. Le cuesta mucho trabajo coronar su eficacia económica…
—Son complejos asuntos, que rebasan a generaciones y generaciones. Nosotros pensábamos que podíamos cambiarlo todo en un corto período de tiempo. En 1967, cuando quitamos los costos y desconocimos muchas leyes económicas, pensábamos que ya íbamos a tener el Hombre Nuevo. Y el hombre con minúscula tiene que estar incentivado para el trabajo. Nos olvidamos de la Ley de Distribución Socialista. El socialismo es igualdad de derechos y oportunidades, no igualitarismo. Este rasero parejo hace perder motivación y fomenta la mediocridad.
—Ahora hay teóricos de izquierda que creen ver el final del socialismo en Cuba, y califican el proceso de actualización de puro «economicismo». ¿Qué opinión le merecen?
—Son un peligro esos teóricos que se meten 70 años discutiendo cómo construir el socialismo sin haber hecho nada por ese sistema. Ahora empiezan a teorizar de que si nos desviamos… bla, bla, bla. Pero una cosa es con guitarra y otra con violín. Es muy fácil opinar, y no ponerse en el lugar de un país con una situación financiera crítica, bloqueado por la mayor potencia y en medio de una crisis económica mundial. ¿El asunto es hablar o resolver los problemas concretos de un país? Yo soy un teórico práctico. Todavía nadie ha construido el socialismo ideal. Aquí tomamos medidas a nuestro estilo, para más socialismo. Y chico, ¿qué es el socialismo, si no darle bienestar al pueblo y redistribuir lo mejor posible los recursos? ¿Cuál es la diferencia entre una empresa socialista y una capitalista? Las dos deben producir con rentabilidad y ser costeables, autofinanciarse. Pero en la capitalista las riquezas se las embolsillan los dueños, y en la socialista son patrimonio del país y del pueblo. Mas, para que esto último sea eficaz, tenemos que eliminar muchas restricciones innecesarias.
—Un ejemplo de esas restricciones es la centralización desmedida en que se mueve —o casi no se mueve— la empresa estatal: todas sus utilidades van hacia las arcas del país. Y aunque al final se redistribuya globalmente lo creado, ello ha generado escasa motivación en esos colectivos y manos atadas de los empresarios para estimular a los trabajadores.
—En los Lineamientos está muy claro que la empresa estatal requiere un vuelco. Hay que dejarla caminar. Los trabajadores tienen que marchar viendo sus ingresos vinculados a sus resultados. Y la empresa, después de haber cumplido sus compromisos con el país, debe poder disfrutar de una parte de sus utilidades para su desarrollo y la estimulación, incluyendo la divisa en tanto no alcancemos la convertibilidad del peso.
—Se menciona mucho ahora el sentido de pertenencia. Porque un problema muy serio, de connotaciones ideológicas fatales, es que el sujeto económico no se ha sentido dueño.
—Si en los colectivos los ingresos dependerán de los resultados (el individual, el de la brigada y el de la empresa) todos estarán en función de ello, porque al final tendrán parte en las utilidades. Para eso hace falta darles participación y voz a los trabajadores en las decisiones. El plan hay que discutirlo allá abajo con el trabajador.
«Y los problemas de la contabilidad, los costos, cobros y pagos; cuando las empresas tengan facultades y les quitemos la camisa de fuerza, van a resolverse, porque ya eres tú luchando por la eficiencia. Y las empresas con pérdidas quebrarán; entonces se afectarán todos: trabajadores y cuadros. Eso va a obligar a que las cosas funcionen, aunque no van a ser perfectas. Pero según avancemos, mejorarán».
—La descentralización tan mencionada también abarca los territorios, la necesaria horizontalidad. ¿En qué medida pueden desatarse las potencialidades en los municipios?
—Vamos hacia otra relación de la empresa con el territorio donde está enclavada, de manera que aquella, de sus utilidades, salpique al municipio con sus aportes. Se podrán generar muchas iniciativas, incluso industrias con los recursos locales. Y se solucionarán muchos problemas allí en la base; eso va a darle mucha vida al municipio.
«Lo otro muy importante es la separación de las funciones estatales y empresariales. Si tú eres Gobierno, no administras. La empresa es la empresa. El Gobierno regula, norma y supervisa; pero no puede estar administrando la economía».
—Con todas estas transformaciones que sobrevendrán, ¿usted cree que se pueda ir esquinando el atoro del burocratismo?
—Cuando tú quites las tutelas administrativas, y te rijas por los resultados económico-financieros, estarás esquinando al burocratismo. La prioridad es cambiar nuestra concepción de la economía, para más y mejor socialismo. La planificación con primacía sobre el mercado, pero espacios para el mercado. Los recursos fundamentales los dirige y asigna el plan. Pero, cumplidos los compromisos con el Plan en el sector campesino con una lista determinada de productos, por ejemplo, se moverán mecanismos de oferta y demanda».
—De todas las transformaciones previstas, en su opinión qué va a ser lo más complejo.
—La instrumentación de cada una. Y en particular la eliminación de la dualidad monetaria. Date cuenta de que tenemos un tipo de cambio uno por uno para el sector empresarial, y otro de 25 por uno para la población. El peso en el sector empresarial está actualmente sobrevalorado, y depreciado en el sector población. Por eso debemos empezar por el sector empresarial, para que ayude a elevar la economía y a buscar eficiencia; y después poco a poco ir apreciando el peso para beneficiar a la población.
—Cuando mira hacia atrás, ¿no siente contrariedad de que muchas cosas en las cuales participó luego se desactivaron?
—Sí, siento nostalgia de las cosas que hemos tratado de hacer y luego no se lograron. Ahora me acuerdo de todo lo que Carlos Rafael Rodríguez hizo en el INRA, donde yo era director de Finanzas y Precios. Llegamos a hacer costeable ese Instituto en 1965. Tantas cosas que se encaminaron y luego se hicieron disparates, que hemos tenido que volver a rectificar. Pero no me arrepiento de nada, porque la vida es una obra de teatro con un solo acto y sin ensayo. Soy un optimista, y al menos me siento contento de que, antes de irme de este mundo, vamos a coger un buen camino. Lo que me queda por vivir será para eso.
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