"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

martes, 6 de enero de 2015

El 17D: secuencias y consecuencias (IV)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.


Carlos Alzugaray Treto
Analista político. Miembro del Equipo Editorial deTemas.

¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían claves?

Hay que significar, ante todo, la propia negociación que condujo a los anuncios de ambos presidentes el 17-12. A pesar de producirse entre dos antagonistas cercanos y asimétricos, cuyo conflicto se ha enconado a través de los años, llevó a un resultado de “ganar-ganar”. Es decir, ambas partes lograron los resultados que se querían, para lo cual no titubearon en hacer concesiones mutuas.

Tanto los dos mandatarios como sus equipos negociadores encontraron una solución creativa y práctica al problema de la liberación de prisioneros, lo que constituía un obstáculo aparentemente infranqueable. Esto es remarcable.

En cuanto al núcleo duro de lo acordado, que es un viraje radical en las relaciones, hubo no solo creatividad y realismo, sino audacia. Siempre se supuso que el restablecimiento de relaciones diplomáticas sería el punto de llegada de un largo camino. Las dos partes han comenzado al revés, lo que analizado con más detenimiento facilita la formalización de acuerdos importantes en temas que no son controversiales. Esto creará un clima favorable para acometer los temas de peso, que son muy controversiales.

Lo decisivo es que, de un golpe, los Estados Unidos han reconocido la legitimidad del gobierno cubano —de eso se trata cuando se restablecen relaciones diplomáticas—, lo que posibilita avanzar en cualquier negociación que sea del interés nacional cubano. Por otra parte, las medidas anunciadas por el presidente Obama, aunque no eliminan el mal llamado “embargo”, le quitan considerable presión a la economía cubana y abren una grieta en el bloqueo que podría ampliarse a medida que se avanza.

Desde el punto de vista norteamericano, Obama puede ahora ir a la Cumbre de las Américas en Panamá en abril del 2015 con el asunto cubano resuelto. No hay duda que le gana espacios a los Estados Unidos en la región.

Los próximos pasos, a mi manera de ver, deben concentrarse en aprovechar esta ventana de oportunidad para avanzar en temas donde no hay duda que los intereses nacionales de ambos países no son antagónicos.

Obama es el primer presidente que ha dicho públicamente que las sanciones contra Cuba deben ser levantadas. Ni siquiera Carter tuvo una posición tan clara. Este es un cambio fundamental en la ecuación y en la correlación de fuerzas alrededor del tema dentro de los Estados Unidos. El Ejecutivo puede encontrar aliados en el Congreso entre los senadores y representantes de Estados que se beneficiarían económicamente. Pero el camino es largo y los obstáculos políticos significativos.

El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Ambos presidentes han comenzado el difícil proceso de desterrar de la cultura política en los dos países los estereotipos con los cuales una mayoría de la ciudadanía ha visto al otro. Para la mayoría de los cubanos, los Estados Unidos son una potencia imperialista que ha estado tradicionalmente opuesta a la independencia nacional y por tanto, todo lo que venga del vecino norteño debe ser visto con desconfianza. Para la mayor parte de los norteamericanos, el gobierno cubano o “de los Castro” es una horrible dictadura comunista que constituye un peligro latente para los Estados Unidos. Estos estereotipos generan desconfianza e impiden avanzar hacia relaciones civilizadas.

Este paso es el primero en el largo camino que debe conducir a la construcción de espacios en los cuales prevalezca la confianza mutua y la voluntad de cooperar en beneficio recíproco. Estos espacios ya los hay. Pero son insuficientes. De lo que se trata es de institucionalizarlos por vía de acuerdos formales, lo cual se hacía imposible sin relaciones diplomáticas.

Debe avanzarse en todo lo que se pueda y para ello seguir el ejemplo de ambos presidentes y sus equipos negociadores: con diligencia y creatividad, identificar todo lo que nos pueda beneficiar en lo económico, político, cultural, educacional, deportivo y científico. A Obama le quedan dos años y no es descartable que en las elecciones del 2016 gane un candidato opuesto a la normalización.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Prefiero llamarle “relaciones interamericanas”. Quizás este término forme parte de los estereotipos que tenemos que vencer. Los pasos dados por ambos presidentes, y subrayo ambos, marcan una transformación radical de las relaciones interamericanas, definidas como la relaciones entre los países latinoamericanos y caribeños y los norteamericanos de origen anglosajón, los Estados Unidos y Canadá. Para la izquierda latinoamericana y caribeña se presenta un desafío importante. Este conflicto de más de medio siglo forma parte del imaginario de resistencia de las fuerzas populares. Ahora vemos que los Estados Unidos son capaces de cambiar su política hacia la más vieja de las revoluciones progresistas del continente. ¿Cómo lo interpretamos?

La primera reacción que ya se ve, incluso en Cuba, es la de decir que nada ha cambiado y que la lucha continúa, pero bajo nuevas formas.

El análisis alternativo, al que me adhiero, parte del criterio de que lo sucedido es síntoma de que los Estados Unidos están cambiando y se debe aprovechar ese cambio en función de nuestros intereses. Recordemos lo sucedido cuando Roosevelt, Kennedy y Carter adoptaron cambios positivos en las relaciones con la región: la política del Buen Vecino, la Alianza para el Progreso y la defensa de los derechos humanos.

Los Estados Unidos están en franco proceso de sobredimensionamiento imperial. No dejarán de comportarse como lo que son, pero no olvidemos que no es un “actor racional único”. Ante su pérdida de poderío, un sector de la élite del poder viene cambiando su comportamiento internacional. También hay el peligro de otro sector que sigue abogando por políticas unilaterales y coactivas, como el bloqueo. Los Estados Unidos no van a desaparecer como país. Pretender que no tengan un papel importante en las relaciones internacionales es utópico. Debemos ayudar al proceso de readecuación, sin dejar de resistir comportamientos unipolares y agresiones.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Una cuestión clave en la supervivencia de la especies y yo diría que de las naciones, es su capacidad de adaptación al cambio. Como el cambio es lo único permanente en la vida social, la adaptabilidad debe ser nuestro norte.

Me permito citar al presidente Obama en la parte final de su alocución: “El cambio es duro, en nuestras propias vidas y en las vidas de las naciones. Y el cambio es aún más duro cuando llevamos el peso de la historia en nuestros hombros. Pero hoy estamos haciendo estos cambios porque es lo correcto que hay que hacer”.

Para una situación tan inesperada como esta no hay cómo prepararse. Si difícil es alistarse para una eventual guerra, mucho más lo es para una súbita declaración de paz.

Más allá de que el conflicto básico entre Cuba y los Estados Unidos continuará bajo otras formas, se trata de una etapa radicalmente distinta. Lo más importante para los cubanos es adaptarse rápidamente a esta situación. Se abren oportunidades, y ha de aprovechárselas siempre que se enfoquen con una nueva mentalidad más abierta y proactiva. Aunque no hay oportunidad sin riesgo, los riesgos en este caso son menores.

Ciudadanos e instituciones han de hacer una reflexión profunda y bien pensada y actuar ágilmente en todo aquello que sea evidentemente favorable al interés nacional, que podría definirse como el de aprovechar las circunstancias económicas, comerciales y financieras sin concesión alguna en el tema de nuestra independencia, autodeterminación y seguridad. Lo más riesgoso es que sean los Estados Unidos los que unilateralmente impongan los temas, tiempos y profundidad de eso que llamamos “normalización”, que implica mucho más que una simple transformación de las actuales Secciones de Intereses en Embajadas.

No debemos temer el acercamiento a los norteamericanos y tenemos que entenderlos mejor. Martí, en su momento, escribió: “Es preciso que se sepa en nuestra América la verdad de los Estados Unidos. Ni se debe exagerar sus faltas de propósitos, por el prurito de negarles toda virtud, ni se ha de esconder sus faltas, o pregonarlas como virtudes”.

Una conclusión evidente es que, en la medida que la presión económica sobre Cuba se reduzca, por las medidas de Obama, será posible avanzar aún más rápido en la actualización del modelo en ciertas esferas, como lo son los de las telecomunicaciones y de las actividades bancarias. Por suerte, el levantamiento total del bloqueo será un proceso lento y paulatino, lo que permitirá también una adaptación gradual,como la que convendría al interés nacional.

Creo que a este caso, es aplicable algo que el presidente Raúl Castro dijo al referirse a los éxitos de la política exterior cubana en el 2014:

“El reto que tenemos por delante los cubanos es muy grande: hay que situar la economía a la altura del prestigio político que esta pequeña isla del Caribe ha conquistado gracias a la Revolución, al heroísmo y a la capacidad de resistencia de nuestro pueblo”.

El 17D: secuencias y consecuencias (III)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temassometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de , el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.


Jorge I. Domínguez
Profesor. Universidad de Harvard.

¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían clave?

Un significado particularmente personal del anuncio de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba es que podremos, una vez más, pensar sobre el contenido de un antiguo debate sobre las relaciones entre los gobiernos de Washington y La Habana. Una posición ha resaltado la utilidad de lograr acuerdos sobre “asuntos discretos” que resulten en medidas de rápida aplicación y de fácil supervisión de su acometido. El logro de estos modestos acuerdos, a su vez, genera valor en sí y se convierte además en un proceso de una negociación en cadena. Este proceso a múltiples niveles crea nuevos niveles de confianza, fortalece la credibilidad bilateral, y permite acometer acuerdos cada vez más ambiciosos que desemboquen en cambios fundamentales. Otra posición ha tomado nota que los acuerdos sobre asuntos discretos no suman bien; se han desarrollado aislados unos de otros, y su misma limitación implica cierta precariedad. Por tanto, es preferible arrancar mediante la construcción de un régimen de diálogo, que incluya por supuesto acuerdos concretos pero que no se limitaría simplemente a la acumulación de tales miniacuerdos. En la construcción de este párrafo, no he hecho más que resumir los dos capítulos que publicamos, respectivamente, Rafael Hernández y yo en un libro que compilamos, U.S.-Cuban Relations in the 1990s (Westview Press, 1989), publicado antes del colapso de la Unión Soviética y cambios posteriores. Ese debate lo continuamos en otro libro, Debating U.S.-Cuban Relations: ShallWe Play Ball? (Routledge Press, 2012), que se publicó en Temas en 2010. En esa segunda y más reciente etapa, mi artículo se dedicó principalmente a explicar por qué y cómo la realización de múltiples acuerdos sobre “asuntos discretos” (cooperación entre Guardacostas y Guardafronteras, acuerdos migratorios, coordinación pertinente a presos en la base de los Estados Unidos cerca de Guantánamo, ventas de productos agrícolas de los Estados Unidos a Cuba, etc.) no habían “sumado” para lograr un cambio más amplio y más profundo en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, mientras que el capítulo de Rafael Hernández señalaba los múltiples acuerdos “pequeños” que se habían realizado y podrían realizarse.

Más que un desacuerdo, esos trabajos reflejaban pinceladas variadas sobre matices claroscuros. Las preguntas a través de este cuarto de siglo siguen siendo las mismas. ¿Cómo lograr pasos útiles para ambos países, no simplemente para ambos gobiernos? ¿Cómo buscar un marco confiable, no simplemente piezas dispersas de un rompecabezas, para permitirle a cualquier persona en cualquier país discernir mejor el futuro de Cuba y sus relaciones con los Estados Unidos?

Las medidas anunciadas por los Estados Unidos y Cuba combinan lo “discreto” (intercambio de presos acusados por el uno o por el otro de actividades de espionaje), con lo más amplio (anuncio del establecimiento de las relaciones diplomáticas). Esto último es lo realmente novedoso, aunque se trate de un mero anuncio que requiere negociaciones todavía por realizarse para que logre ser efectivo. Una característica notable de las medidas ya adoptadas es que se ciñen bien a lo señalado en mi capítulo hace 25 años: permiten rápida aplicación, y son de fácil supervisión en su acometido. Ya se intercambiaron los presos. Está por realizarse la negociación para la formalización de embajadas, cambiándole el letrero a las respectivas Secciones de Intereses pero, más importante, permitiéndoles un nuevo radio de acción. Será verificable la oración en la alocución del Presidente Raúl Castro con relación a la “excarcelación de personas sobre las que el gobierno de los Estados Unidos había mostrado interés,” aparte de los ya intercambiados. Igualmente verificable será la revisión de la inclusión de Cuba en la lista que lleva hace más de tres décadas el gobierno de Estados Unidos sobre Estados promotores del terrorismo. Y, ahora, además hay un régimen de diálogo, que comenzó con un diálogo telefónico entre Raúl Castro y Barack Obama. Sabremos pues si habrá algo que suma gracias a ese nuevo régimen de diálogo, más allá de la resolución loable de cuestiones puntuales aunque aisladas.

El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

La coacción es un instrumento normal de las relaciones entre Estados soberanos. Su presencia no debe sorprendernos. Ha sido parte de la política de los Estados Unidos hacia Cuba, y lo fue también en la política que llevó a Cuba a enviar tropas a Angola y Etiopía y a apoyar a movimientos revolucionarios en diversos países. Lo importante es impedir que la relación entre dos países se limite simplemente a la coacción, símbolo de la cual son las restricciones que ambos gobiernos han impuesto por tantos años sobre el comportamiento de sus respectivos diplomáticos en las Secciones de Interés en Washington y La Habana. La “liberación” de los diplomáticos puede ser una primera señal del cambio del contenido y del tono de las relaciones entre los dos países.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Un punto de inflexión en el anuncio del cambio de la política de los Estados Unidos fue la decisión del gobierno de Panamá de invitar a Cuba a participar en la Cumbre Interamericana, por celebrarse en Panamá en abril de 2015. A su vez, Panamá reflejaba la práctica ya generalizada entre los países de nuestro continente de incluir a Cuba en similares reuniones multilaterales. Un detalle adicional importante fue la función facilitadora clave del gobierno de Canadá; el primer ministro, Stephen Harper, del partido conservador, le recordaba al presidente de los Estados Unidos que gobiernos de todos los puntos ideológicos trataban con el de Cuba mediante embajadas, y no simplemente mediante chillidos. Una hipótesis, sin embargo, es que una vez resuelta esa anomalía diplomática, el tema Cuba en la agenda entre los Estados Unidos y países latinoamericanos puede declinar, ya que su dimensión se tornaría necesariamente más bilateral (¿funcionan o no las tarjetas de créditos de Citibank en La Habana?), y mucho menos multilateral.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Escribía Rafael Hernández en Temas (2010) y su versión en inglés Debating U.S.-Cuban Relations (2012) que ni Cuba ni los Estados Unidos están preparados para hacerle frente a un “adversario” que no sea un “enemigo”. Ese reto es mucho mayor en el caso de Cuba, donde es un asunto nacional. En los Estados Unidos, el caso Cuba es un tema de política de menor importancia (que Afganistán, Iraq, Crimea, la falta de crecimiento económico en la Unión Europea y Japón, la compleja relación con China, etc.) fuera del sur de la Florida. Habrá claves relativamente pronto. ¿Confirmará el Senado de los Estados Unidos, con mayoría republicana, al primer embajador de los Estados Unidos designado para representarlos en La Habana desde que Philip Bonsal se fue? ¿O será esa designación víctima de las precandidaturas presidenciales de los senadores Marco Rubio (R-FL) y Ted Cruz (R-TX), ambos cubanoamericanos? ¿Aceptará el gobierno de Cuba que empresas norteamericanas vendan materiales de construcción para la construcción de residencias privadas, y vendan productos al sector cuentapropista directamente, sin la mediación de una empresa del Estado? Y, bajo el supuesto que el gobierno de Cuba estaría dispuesto a permitirlo, ¿cómo ocurriría? ¿Autorizará el gobierno de Cuba cooperativas importadoras, por ejemplo?

No todo es posible, pero sí ya lo son hoy cosas que no lo fueron ayer. Los respectivos libros de Domínguez y Hernández tuvieron trayectorias distintas. El publicado en 1989 se publicó solamente en inglés y fuera de Cuba, aunque no por falta de esfuerzos para que se publicara también en español y en Cuba. Su sucesor se publicó en ambos idiomas y en ambos países. Y la primera rápida y eficaz publicación fue la hecha en Cuba.

"Cuban Americans for Engagement": La política de intercambio entre EEUU y Cuba

NUEVA YORK.- MARÍA ISABEL ALFONSO / CODIRECTORA DE CAFE

El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU anunciada por el Presidente Barack Obama el pasado 17 de diciembre, a raíz de la liberación de Alan Gross y de los agentes cubanos presos en EEUU, tomó por sorpresa a muchos. Sin embargo, los hechos no derivaron de un vacío. Múltiples voces cubano-americanas venían ejerciendo presión desde el comienzo del mandato presidencial para que así sucediera.

Como co-fundadora de CAFE (Cuban Americans for Engagement), considero pertinente hacer un recuento de lo que nuestra organización aportó a la llegada de este momento, impensable años atrás.

Surgimos de la necesidad de crear una plataforma para aquellos que no se sienten representados por los congresistas y senadores cubano-americanos. Llegamos a las oficinas congresionales y al Departamento de Estado con un mensaje claro: la comunidad cubano-americana no es monolítica y favorece en su mayoría una política de intercambio con Cuba. Intentamos así facilitar una nueva dinámica entre los dos países, basada en los principios de normalización de relaciones comerciales y cooperación diplomática.

Visitamos Washington en abril del 2012, febrero del 2013 y junio del 2014. Contamos con la ayuda logística del Latin America Working Group y de Washington Office on Latin America. Los académicos Wayne Smith, Peter Kornbluh y William LeoGrande ofrecieron igualmente gran apoyo.

Nos reunimos con en el buró “Cuba” y la Subsecretaría de Democracia y Derechos Humanos del Departamento de Estado. Sostuvimos contacto con más de un centenar de miembros del congreso, tanto demócratas como republicanos, entre ellos, los senadores Rand Paul, Jeff Flake, Mike Enzi, Bill Nelson, Tom Udall, Mark Warner, Marco Rubio, y los congresistas Jim McGovern, Sam Farr, Debbie Stabenow, Patrick Leahy y Joe Garcia. De particular importancia fue nuestra colaboración con la oficina del congresista Jim McGovern, uno de los arquitectos y contribuyentes fundamentales al acuerdo logrado entre los dos países.

Nuestra agenda en Washington proponía el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU como paso previo al levantamiento del embargo; el fortalecimiento de las relaciones pueblo a pueblo por la simplificación del proceso de obtención de licencias; la exclusión de Cuba de la lista de países terroristas; y necesidad de una solución humanitaria al caso de Alan Gross y los 5 agentes cubanos.

Por lo general, en el Capitolio se recibió con agradecimiento y asertividad el mensaje de que la posición de congresistas y senadores cubano-americanos no tenía ya el respaldo de la mayoría de ciudadanos norteamericanos, ni siquiera de una mayoría de cubano-americana. Nuestros viajes tuvieron el efecto de cortina rompevientos.

Asimismo, visitamos en cada viaje la Sección de Intereses de Cuba en Washington, donde fuimos recibidos por personal diplomático cubano. Se habló de la necesidad de promover en Cuba una visión desprejuiciada hacia la emigración; de la posibilidad para los cubano-americanos y americanos (dado el potencial levantamiento del embargo), de invertir en Cuba y ser parte del proceso de reformas económicas en vigor; y de rebajar el precio de los trámites migratorios, incluyendo el excesivo costo de los pasaportes, entre otros temas. Tenemos la certeza de que el gobierno cubano no fue sordo a muchos de nuestros reclamos y que nuestra opinión fue escuchada en el proceso de gestación de la reforma migratoria de 2013.

En marzo del 2014 realizamos en Miami la conferencia “Las relaciones Cuba-EEUU en la segunda administración Obama: La comunidad cubano-americana y los cambios en Cuba- Construyendo puentes para mejores relaciones.” La agenda incluyó los temas tratados en los viajes a Washington. Cubierta ampliamente por la prensa local, nacional e internacional, cumplió con el objetivo de socavar el discurso que presentaba a un Miami monolítico y partidario de la política de acoso y aislamiento.

Contamos en ese entonces con la ayuda de las organizaciones ForNorm, Cuba Educational Travel y Generación Cambio Cubano. Participó un variado grupo de cubano-americanos, entre ellos, el ex combatiente de Bahía de Cochinos Tony Zamora, la ex Peter Pan Silvia Whilhem, y directores de prensa independiente en como Miami Álvaro Fernández. De Cuba, asistieron empresarios, blogueros y activistas de la sociedad civil. Por parte de la academia norteamericana, participaron Guillerno Grenier y el politólogo Arturo López-Levy, también de CAFE.

Hicimos una convocatoria amplia a múltiples organizaciones a favor de pasos hacia la normalización de relaciones. De las personas invitadas, sólo dos, ambos miembros del Cuba Study Group no pudieron compartir con nosotros. Carlos Saladrigas se disculpó amablemente por tener una conferencia en Boston, y Ricardo Herrero nos comunicó días antes del evento que no podría ser ponente, pues tal desarrollo perjudicaría a su organización, dado el perfil de nuestros objetivos y planteamientos favorables a la exclusión de Cuba en la lista de países terroristas e inclusivos del tema de una solución humanitaria para Alan Gross y los 5.

Curiosamente, cada uno de los puntos tratados en la conferencia y los viajes fueron parte de la agenda anunciada por el presidente Barack Obama.

Hablamos de temas difíciles, recogidos en numerosos artículos, comunicados y cartas, pero no andamos hoy con secretismos ni falsos estrellatos. Fue un logro de todos, de CAFE y de muchos cubanos anónimos que contribuyeron con fuerzas afines a las de la administración y el congreso, para que el presidente nos sintiera como muro de apoyo y a la vez de protección contra las voces en sordina de los congresistas cubano-americanos. Si fuéramos a pensar en protagonistas, habría que mencionar a aquellos que, en las primeras décadas, cuando intentaron diálogo les contestaron con bombas. A ellos y a nuestro amigo Wayne Smith les hemos rendido honores.

CAFE ha financiado su trabajo con recursos y el apoyo mínimo de una beca privada. Nunca hemos aceptado ni aceptaremos fondos de gobierno alguno. No se puede ser a la vez puente de acercamiento y becario de fondos para la hostilidad.

Por lo pronto, seguiremos aunando esfuerzos con todo aquel que esté dispuesto a trabajar por un futuro mejor para nuestra patria.

El 17D: secuencias y consecuencias (II)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temas sometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de , el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.

Pedro Monreal González
Economista cubano. Miembro del Consejo Asesor de Temas.

¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían clave?

El significado inmediato es el reemplazo —en ambos lados— de la beligerancia por la adopción de un marco práctico para conducir sosegadamente las relaciones entre las dos naciones. No se trata de que dejen de existir las discrepancias —algo normal en el ámbito de las relaciones internacionales— sino que el enfoque para enfrentarlas y resolverlas se basaría ahora en un dialogo con designio constructivo. A más largo plazo, las nuevas políticas entre los dos países tienen el potencial de influir positivamente en el desarrollo de Cuba, pero debería quedar claro que por sí mismas tales políticas no serían suficientes para hacer de Cuba un país económicamente próspero, con democracia popular y justicia social.

Las medidas decisivas adoptadas hasta el momento han sido dos: el anuncio conjunto de emprender el restablecimiento de relaciones diplomáticas y el propio proceso de negociaciones —delicado y dilatado— que tuvo éxito en producir tal resultado.

Los próximos pasos claves consistirían en poder alcanzar avances concretos que, a manera de “triunfos tempranos” (early wins), consolidasen una dinámica positiva de lo que obviamente será un complejo y largo proceso que debe ir mucho más allá que el restablecimiento de relaciones diplomáticas.

Me vienen a la mente cuatro posibles acciones que pudieran ser claves en el corto plazo: la apertura oficial de las respectivas embajadas; corregir la desatinada inclusión de Cuba en la lista de países que patrocinan el terrorismo; el intercambio de visitas a nivel ministerial; y la adopción de una serie de “peldaños prácticos”, de carácter puntual, que sin pretensiones de abarcar de golpe todas las dimensiones posibles de un determinado asunto, pudiesen, no obstante, ofrecer soluciones concretas que concitasen un amplio apoyo público en relación con temas de incuestionable interés mutuo.

En asuntos tan complejos como el migratorio, pudiesen examinarse medidas inmediatas de ambas partes para atajar problemas tan serios y urgentes como evitar la pérdida de vidas de cubanos en el mar, vinculadas al intento de emigrar. Ese sería un oportuno tema para lograr un “micro” acuerdo entre los dos países, que además sentaría una adecuada base moral para repensar la cuestión migratoria.

El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Para decirlo rápido y en los códigos habituales de Cuba: parecería haberse iniciado un cambio de forma y de contenido en ambas partes. Del discurso belicoso hacia una narrativa de avenencia, y de las decisiones de gobierno explícitamente hostiles hacia acciones más orientadas hacia un contrapunteo político que, al menos discursivamente, asume la posibilidad y la deseabilidad de la convivencia “civilizada” de los adversarios.

Sin embargo, las nuevas relaciones no modifican el dato esencial de que la política exterior de ambos países continuará estando determinada en alto grado por intereses de distinto tipo que no solamente serán diferentes sino también antagónicos. Un “nuevo enfoque” en la política de los Estados Unidos hacia Cuba obviamente también requiere un “nuevo enfoque” desde el lado cubano, tal y como ya comienza a verse. El cese de la hostilidad abierta no significa el fin de las discrepancias y por tanto estas deberán seguir siendo activamente “gestionadas”.

El camino principal que debería tomarse para hacer avanzar las nuevas relaciones es el de la paulatina construcción de la confianza mutua entre los pueblos de ambos países, algo que debe involucrar a toda la sociedad y que suele tomar tiempo. Es un proceso que, aun pudiendo haberse iniciado “desde arriba”, solamente se consolidara a partir de una dinámica “desde abajo”.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual? 

Las nuevas políticas son coherentes con un marco hemisférico que desde hace ya hace algún tiempo daba cuenta de la anomalía de contar con esquemas de cooperación internacional de los cuales Cuba se encuentra excluida fundamentalmente debido a la oposición de los Estados Unidos. El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países facilitaría avanzar en la solución de tal anomalía, y en ese sentido la próxima Cumbre de las Américas en abril de 2015, en Panamá, pudiera representar un importante primer paso.

Adicionalmente, cualquier avance en las relaciones Cuba-Estados Unidos es compatible con un marco de relaciones hemisféricas en el que la heterogeneidad política es quizás su signo más distintivo. Desde hace varios años es observable el hecho de que los Estados Unidos no han sido capaces de “alinear” a su antojo los esquemas de negociación y de cooperación intrahemisféricos y en consecuencia, además de las frecuentes discrepancias en el seno de los mecanismos tradicionales, han surgido nuevos esquemas de los que los Estados Unidos han sido excluidos. Obviamente, esa dinámica no se debe principalmente a la existencia del conflicto Cuba-Estados Unidos, pero sin dudas tal conflicto ha sido una importante fuente de tensión y en consecuencia el cambio en las relaciones Cuba-Estados Unidos debería tener un impacto en las relaciones intrahemisféricas, al menos en tres dimensiones: la posible reconfiguración de las dinámicas que los gobiernos de orientación relativamente más “radical” (p. ej. Ecuador, Venezuela, o Bolivia) pudieran alentar en el seno de las entidades tradicionales de alcance hemisférico, como la OEA y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); las eventuales modificaciones en las relaciones entre tales entidades (OEA y BID) y las otras de las que los Estados Unidos no forman parte (p. ej. CELAC); y un mejor aprovechamiento de las capacidades de Cuba para contribuir a la cooperación intrahemisférica, incluyendo potenciales esquemas en asociación con los Estados Unidos, imbuidos en el éxito de la cooperación recientemente aplicada en la lucha contra el ébola en África Occidental.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Las transformaciones sociales son el resultado de la acción colectiva. A pesar de lo que opinen los expertos, o de la inmoderada percepción que pudiesen tener de sí mismas las elites económicas y los políticos profesionales, las sociedades no solamente están siempre preparadas para el cambio social sino que son ellas las que constantemente engendran el cambio. De hecho, la propia nueva dinámica bilateral que ha estado emergiendo es el resultado de la resistencia del pueblo cubano. La tradicional política de hostilidad del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba se hizo obsoleta precisamente porque la acción colectiva de la sociedad cubana así lo determinó.

El nuevo ambiente bilateral plantea nuevos retos que igualmente deberán ser resueltos mediante la acción colectiva. Pienso que ello no plantearía problemas mayores —en el plano de la cultura política— a la sociedad estadounidense, que cuenta con una reconocida capacidad de mutación y de integración de lo nuevo. Con ello no quiero decir que no pudiesen existir problemas de orden político, pero eso es otra cosa. Simplemente señalo que las eventuales dificultades políticas que pudieran darse en los Estados Unidos para avanzar en una nueva relación bilateral no se tratarían de problemas referidos estrictamente la cultura política de los Estados Unidos, entendida esta como sistema político internalizado en creencias y valores. Estoy descontando en este breve comentario el peculiar caso de la cultura política del sur de la Florida, que obviamente requiere de un análisis aparte.

En el caso de Cuba, el problema parece ser más interesante y complicado pues se trataría de un proceso que se insertaría en una cultura política que ya ha estado cambiando por razones más sustantivas, relacionados con modificaciones de “estructura” y de “agencia” motivadas por una restructuración cuya profundidad a veces parece no ser suficientemente reconocida.

En la sociedad cubana actual, donde el “ethos” colectivo se encuentra magullado —en el plano real, no en el discursivo— y donde formas y mecanismos de desigualdad parecen instaurarse aceleradamente como parte de lo “nuevo normal” (independientemente de intenciones políticas declaradas), la internalización política de ideas y de valores abarca procesos de renovación, frustración, negación, reacción, crispación, e imitación, a veces secuenciales, en ocasiones simultáneos.

Desde esa perspectiva, el asunto quizás sería no tanto asumir la cultura política en Cuba como contexto para el cambio en las relaciones bilaterales Cuba-Estados Unidos sino considerar eventuales cambios en la propia cultura política cubana como un resultado “mediatizado” o “interferido”, no sé si se “catalizado”, por la modificación de las relaciones bilaterales. Es una clase de procesos de difícil pronóstico, excepto en lo que se refiere a poder afirmar que será dirimido esencialmente en el terreno de la política interna de Cuba.

La llamada “normalización” de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos ciertamente incluye aspectos potencialmente positivos para la sociedad cubana (p.ej. el crecimiento de las exportaciones y del empleo, y un eventual “dividendo de paz”) pero igualmente contiene de manera latente elementos que no serían considerados “normales” por la mayoría de la población cubana (p. ej. una eventual “tijuanización” del mercado laboral cubano).

Confiar la regulación del proceso de “normalización” a criterios de mercado (o de razonamientos asociados de “eficiencia” y “racionalidad económica”) pudiera resultar desastroso para la sociedad cubana. Ese es un plano en el que la ventaja comparativa cubana tiende a ser cero frente a un “partner” como los Estados Unidos. Ahí no caben ilusiones de otro tipo. Pero existe una razón más sustantiva para impugnar el posible liderazgo del criterio del mercado en el proceso de “normalización”. El camino hacia el bienestar nacional en un nuevo contexto de relaciones con los Estados Unidos debe ser decidido por la gente de Cuba de acuerdo con sus propios valores e intereses y no como resultado de la “mano invisible” del mercado. La “normalización”, como quiera que esta se entienda, debe ser un proceso manejado desde la política.

La posibilidad del éxito de tal empeño no dependerá principalmente del Estado cubano sino de la matriz política interna en la que este existe y a la cual debe responder. De nuevo, se trataría de la capacidad de acción colectiva popular que pudiese existir para alcanzar determinadas metas que reflejen el tipo de sociedad a la que se aspira.

Poder contar con un entorno favorable que asegure el empoderamiento político real (no meramente declarativo) de la mayoría de los ciudadanos —especialmente evitando que la desigualdad distorsione el proceso político— sería la mejor garantía de que el reencuentro de la sociedad cubana con el modelo de sociedad capitalista más pujante que jamás ha existido no derive hacia una “normalización” de relaciones como la que existió durante la llamada etapa “republicana” de Cuba ni que reproduzca en la isla el “modelo” que hoy caracteriza la manera en que el capital estadounidense opera en muchos países de América Latina y el Caribe.

El 17D: secuencias y consecuencias (I)

Con el fin de seguir contribuyendo a la comprensión de la relación Estados Unidos-Cuba, Temassometió a un selecto grupo de investigadores de ambas orillas este breve cuestionario, dirigido a estimar los desafíos del 17D y sus posibles secuencias, a corto y mediano plazos. Se inicia la publicación de esta serie en Catalejo, el blog de Temas, el 5 de enero, vísperas del aniversario 54 de la ruptura de relaciones diplomáticas. Con la intención de ampliar su alcance internacional, el contenido de esta serie comenzará a editarse también en inglés en los próximos días.

William Leogrande
Profesor. American University, Washington DC.

¿Cuál es el significado de las nuevas políticas entre los Estados Unidos y Cuba? ¿Cuáles son las medidas decisivas adoptadas de ambas partes? ¿Qué próximos pasos serían clave?

La nueva relación entre Cuba y los Estados Unidos, anunciada por los presidentes Obama y Castro, representa una ruptura decisiva con el pasado. Desde 1959 (con excepción de los breves intentos por normalizar relaciones en los años 70), la política norteamericana se dirigió a forzar el cambio de régimen en Cuba mediante la coacción económica y, en ocasiones, incluso militar. El presidente Obama abandonó esta política y la sustituyó por el compromiso y la normalidad.

El paso decisivo hasta ahora es el acuerdo para establecer relaciones diplomáticas normales, no por el cambio en el funcionamiento de las dos misiones diplomáticas (secciones de intereses), sino porque simboliza un cambio más profundo en la política norteamericana.

Los próximos pasos incluyen establecer una serie de acuerdos bilaterales sobre cuestiones de interés mutuo (antidrogas, antiterrorismo, cooperación entre guardacostas, etc.), que estaban suspendidas por el impasse en torno a Alan Gross y los Cinco cubanos. A partir de aquí enfrentamos la difícil tarea de terminar el embargo, núcleo de la vieja política de coacción norteamericana. Este cambio requiere una nueva legislación; y será difícil, tanto por la resistencia de un Congreso republicano, como porque ambas partes deben alcanzar un acuerdo negociado sobre la compensación a las propiedades norteamericanas nacionalizadas y las reclamaciones cubanas por los daños causados por el embargo y la guerra secreta de la CIA. Finalmente, otras políticas norteamericanas que representan rezagos del pasado requerirían cambiarse: Radio y TV Martí, los programas de promoción de la democracia, el Programa de Visas Bajo Palabra para Profesionales de la Medicina, y la base naval de Guantánamo.

El ejercicio de la política en los Estados Unidos y en Cuba estuvo condicionado por una confrontación permanente, el uso de la coacción por el primero, la situación de fortaleza sitiada de la segunda. ¿Cuánto cambiará ese cuadro a partir de las nuevas relaciones? ¿Qué caminos se deberían tomar para hacerlas avanzar; con qué ritmos?

Cincuenta años de enfrentamientos han creado una profunda desconfianza en ambos lados, que tomará tiempo superar. A nivel interno en los Estados Unidos, la normalización de relaciones reducirá el poder político de los conservadores cubanoamericanos que han gozado del beneficio de la confrontación. Reforzará a los sectores moderados y progresistas de la comunidad cubanoamericana, que favorecen mejores relaciones y cuyas voces se han hecho sentir más en los años recientes. En Cuba, la amenaza planteada por los Estados Unidos ha fundamentado la lógica de un sistema político que, de arriba abajo, ha sido intolerante con el disentimiento e incluso receloso de la crítica patriótica. El resultado ha sido un inadecuado “falso consenso”, que dificulta un debate profundo de los problemas y entorpece sus soluciones.

Cuba ha tenido una mentalidad de fortaleza sitiada porque ha estado bajo asedio. Quizás la normalización de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos conduzca hacia una normalización del debate político y la discrepancia en Cuba.

El mejor camino para estos cambios positivos de la política interna consiste en la interacción entre la gente común, la que en los años más recientes ha fomentado la escena política para los cambios en las relaciones de gobierno. Los dos gobiernos deberían mantenerse al margen de estas interacciones. En particular, el gobierno de los Estados Unidos debería dejar de intentar manipular la política interna cubana mediante programas encubiertos de promoción de la democracia. Estos programas deberían sustituirse por otros abiertos y transparentes, que apoyen las auténticas interacciones pueblo a pueblo. El gobierno cubano debería dejar de lado el recelo, y abrirse más a la expansión de los intercambios auténticos, incluso si estuvieran apoyados por el gobierno de los Estados Unidos.

¿Cómo interactúan las nuevas políticas con las relaciones intrahemisféricas de ambos países? ¿Qué cambios podrían generarse en ese escenario, respecto al contexto actual?

Resulta evidente que una causa del cambio en la política norteamericana fue la presión de América Latina. La tensa relación entre los Estados Unidos y el resto del hemisferio en torno a la cuestión de Cuba amenazaba con afectar el proceso de la Cumbre y quizás incluso al sistema interamericano en su conjunto. Al cambiar la política hacia Cuba, Obama ha restaurado el prestigio norteamericano y su liderazgo en el hemisferio. La nueva relación entre Cuba y los Estados Unidos también puede acelerar la reintegración de Cuba a la comunidad interamericana, proceso ya muy avanzado, como han demostrado su papel en CELAC, ALBA y el CARICOM.

¿Están preparadas las sociedades y las culturas políticas de ambos lados para este encuentro? ¿Cuáles son sus ventajas comparativas? ¿Cuáles sus principales déficits?

Las dos sociedades deben estar mejor preparadas para la nueva relación entre los dos gobiernos. En primer lugar, porque las sociedades nunca estuvieron tan separadas y hostiles entre sí como los gobiernos; y en segundo, porque ambas han interactuado entre sí durante los últimos años mucho más que los gobiernos. El peligro para Cuba consiste en la enorme desproporción de tamaño y poder entre los dos países. Con las relaciones normales, sobrevendrá un repunte del flujo de visitantes norteamericanos; y cuando se levante el embargo, una avalancha de comercio e inversión. Cuba hizo una revolución en 1959 para liberarse de la dominación norteamericana. ¿Se restablecería esta dominación mediante el “poder suave” (soft power), cuando las compuertas de los viajes, el comercio y la inversión se abran? La principal salvaguarda para la Isla radica en el intenso orgullo de los cubanos por su independencia, y su disposición para defenderla.

Como dijo el presidente Obama, los ciudadanos norteamericanos son a menudo sus mejores embajadores; pero, en ciertas circunstancias, también pueden ser “americanos feos”. Son bien conocidos los problemas sociales acarreados por el turismo, especialmente en los países pobres, y Cuba ha sufrido algunos de ellos. Existe el peligro de que, en su encuentro con la sociedad cubana, los visitantes ricos del norte se comporten con el paternalismo y la condescendencia que caracterizaron el patrón establecido antes de 1959. El bajo ingreso de muchos cubanos y la atracción que ejercen los dólares los pueden hacer vulnerables.

En última instancia, no obstante, confío en que el encuentro entre nuestras dos sociedades resulte exitoso. Los pueblos de los Estados Unidos y Cuba han estado separados durante medio siglo, pero a diferencia de sus gobiernos, nunca estuvieron divorciados. Para ellos, la reconciliación será fácil, y posiblemente, logren atraer consigo a sus dos gobiernos.

Republicanos por la normalización con Cuba



El Capitolio de Washington tiene una nueva mayoría bajo su techo. El Partido Republicano controlará durante el período 2015-2016 las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos, justo cuando la administración del presidente Barack Obama empieza a cambiar su política hacia Cuba. 

Figuras prominentes conservadoras, como el speaker John Boehner o el posible candidato presidencial Jeb Bush, se pronunciaron contra el acercamiento entre la Casa Blanca y el gobierno de Raúl Castro. 

Pero en las filas republicanas no hay consenso en cuanto al futuro de las relaciones con Cuba. Algunos legisladores del Congreso apelan a motivos pragmáticos para justificar una normalización con la isla caribeña. 

“Pienso que abrir a Cuba es probablemente una buena idea”, comentó en diciembre el senador republicano Rand Paul, del estado de Kentucky, en una entrevista con la emisora de radio WVHU. 

Rand Paul incluso defiende la polémica iniciativa de eliminar las restricciones contra La Habana a través de poderes presidenciales. “Parte del embargo fue hecho por una orden ejecutiva, así que él (Obama) puede deshacerlo por medio de una orden ejecutiva”, explicó el senador republicano. 

“Hay algunas cosas, como la prohibición de viajar y asuntos similares que fueron hechos por el Congreso y que, en última instancia, deben ser tratados por el Congreso”, afirmó Paul, cuyo nombre se baraja como posible aspirante a la candidatura presidencial republicana en las elecciones generales de 2016. 

El congresista republicano Jason Chaffetz, de Utah, y su colega Mark Sanford, de Carolina del Sur, también aplaudieron la decisión de Obama de echar a un lado las restricciones contra Cuba. 

Sanford se identifica a sí mismo como un crítico de Obama, opuesto al uso deliberado de las facultades ejecutivas del presidente, pero coincidió con las iniciativas anunciadas el 17 de diciembre de 2014. El congresista prometió presentar un proyecto de ley con apoyo bipartidista para permitir que los estadounidenses viajen a la isla más grande del Caribe, “sin importar quien se siente en la Casa Blanca”. 

“Me asombra que después de la Guerra Fría, los Estados Unidos de América no me permitan viajar a Cuba”, dijo Jason Chaffetz, quien visitó la Base Naval de Guantánamo en 2009 y es el nuevo presidente del Comité de la Cámara para la Supervisión y Reforma del Gobierno. 

Una legislación similar a la de Sanford sería presentada por el senador Jeff Flake, quien acompañó al subcontratista Alan Gross en el avión que lo llevó de vuelta a los Estados Unidos. 

En su sitio web, Flake se presenta a sí mismo como “un claro defensor de la reducción de las restricciones comerciales y de viajes con Cuba”. Él mismo ha visitado el país varias veces. 

También en la cámara alta, el senador republicano Jerry Moran, de Kansas, defiende la apertura con el vecino insular ubicado al sur de la Florida. Pero su posición es impulsada por la posibilidad de que “nuestros granjeros y rancheros vendan sus productos a Cuba”. 

Un comunicado firmado por Moran cita un estudio de 2010 que pronostica ventas de 365 millones de dólares por la exportación de alimentos de los Estados Unidos a la Isla, así como la creación de 6 mil empleos como resultado de ese intercambio. 

“Cuba está a solo 90 millas de nuestras fronteras, haciéndola su mercado natural para productos agrícolas estadounidenses, como el trigo de Kansas”, dijo entonces.

Omar Everleny: Para que una empresa sea socialista no tiene que ser estatal

Eileen Sosin Martínez
Eileen Sosin Martínez

Durante el año que termina la economía cubana ha debido jugar con pocas fichas, tanto así que el incremento del PIB resultó inferior a lo planificado, para alcanzar finalmente solo 1,3 por ciento. El dato confirma la tendencia a la desaceleración manifiesta desde años atrás. Este comportamiento debe revertirse en 2015, pues se calcula crecer hasta 4 por ciento.Omar Everleny

Omar Everleny, profesor e investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), explica que aumentar el ritmo de los cambios, junto a la eficiencia y la reanimación de sectores productivos, resultan condiciones necesarias en la ruta hacia ese resultado.

El 2014 se previó como un año duro, sin embargo las cifras han estado incluso por debajo de lo estimado ¿Cómo podemos leer este fenómeno?

La economía cubana ha mostrado, en los últimos cuatro años, tasas de crecimiento cada vez menores. Aquí intervienen factores productivos, como que no se cumplió el plan de la zafra, las construcciones no tuvieron la eficiencia adecuada, no se cumplieron los plazos de inversión… Siguen existiendo problemas de insumos, tanto para el sector estatal como el no estatal.

Nos enfrentamos ahora a un aumento del 1,3 por ciento, a cuatro años de implementación de una serie de cambios, que yo diría que son profundos, aunque no han dado los resultados esperados. Creo que este bajo crecimiento demuestra que aún es insuficiente el ritmo de implementación de muchas medidas.

Un factor importante es el tema del estímulo al trabajador, porque aunque estén los recursos, no se trabaja con eficiencia, pues no se ve la relación entre los resultados de la empresa y el beneficio personal. Me parece que es vital, es imprescindible trabajar fuertemente en ese estímulo. No es que el salario no aumente, pero si los precios se incrementan en la misma medida, hay una pérdida del poder adquisitivo. Podemos decir que el salario real está actualmente a menos del 30 por ciento del de 1989.

A pesar de esta tendencia a la baja, el plan para 2015 implica un salto significativo. ¿Cuán objetiva resulta la meta del 4 por ciento?
En mi opinión ese es un crecimiento loable si se cumplen los argumentos que están detrás. Es decir, el estado ha definido que los recursos se van a dirigir a reanimar sectores productivos como la industria manufacturera; y se van a incrementar las importaciones de materia prima, lo cual se puede relacionar después con un aumento de las exportaciones.

También se van a incrementar las inversiones, se ha planteado un crecimiento de 22 por ciento en la industria azucarera, 4 por ciento en la agricultura, 15 por ciento en la construcción, 12 por ciento en las manufacturas… Suponiendo que realmente se logren esas cifras, podemos entender que sí se cumple ese 4 por ciento para el PIB.
 
El estímulo al trabajador sigue siendo un problema fundamental, no se ve la relación entre los resultados de la empresa y el beneficio personal / Foto: Rolando Pujol.

Pero hay que mantenerlo, y superarlo, este es un país que debe crecer entre 5 y 7 por ciento. Y esos incrementos tienen que estar aparejados con la productividad del trabajo: hay que crecer con eficiencia, y para eso, el trabajador tiene que estar estimulado, porque al final se va a traducir en una mejoría de su nivel de vida.

Una vez que se permita importar más desde Estados Unidos, habría que ver cuál es el límite de esas importaciones, qué productos tenemos en Cuba, competitivos y con calidad, que dé más negocio producirlos aquí y no traerlos del exterior.

No hay país que crezca si no invierte, y las tasas de inversión de Cuba son muy pequeñas, por debajo de la mitad de América Latina. Esa es una meta para superar la descapitalización y las cuestiones de infraestructura.

¿En cuáles sectores usted recomendaría mayor velocidad de transformación?
Estoy a favor de la gradualidad, pero esa gradualidad puede tener dos velocidades: una alta y una media, y yo diría que debemos acelerar más la velocidad que hemos tenido hasta ahora.

Creo que la fase experimental demora mucho las decisiones. A mi juicio, no se trata de hacer cosas nuevas, trabajando a otra velocidad los resultados se verían más rápidamente, que es lo que pide la población.

Diría que hay sectores que pueden avanzar más que otros, pero en cualquier esfera que se trate, la velocidad no puede ser esta. Hay cambios más técnicos, que llevan relación con otros factores, por ejemplo, la dualidad monetaria. Ese es un tema que a nadie le cabe duda que hay que solucionarlo, pero para eso hace falta tener determinado respaldo financiero; y con una economía que crece poco, no podemos pedir que sea una transformación que se acelere ya. Pero es una medida que hay que tomar.

El tema de la planificación sigue despertando contradicciones. En su opinión, ¿cuánto afecta actualmente este mecanismo? ¿Cuáles potencialidades reales tiene la planificación en un escenario diferente y cambiante?
En el mundo todas las economías que han avanzado lo han hecho planificadamente. Pero la planificación no puede ser vertical, rígida, que afecte una determinada producción. O sea, no puede haber empresas que cumplan su plan al cierre de noviembre, y debido a eso no puedan seguir produciendo.

La planificación tiene que ser flexible, distinta a la establecida en estos momentos. No digo que no deba planificarse: en una etapa de escasos recursos, hay que planificarlos; pero de manera diferente, de modo que ayude a la empresa, no que le ponga trabas.

Los cambios en la empresa estatal han sido tímidos, en contraste con su presencia preponderante en la economía. A su juicio, ¿cuáles deberían ser los siguientes pasos?

Desde mi punto de vista, primero, un gerente cubano debe operar como gerente y no como administrador de recursos. Creo que el directivo de una organización tiene definido todo lo que tiene que hacer, se le da poco margen de acción.

Las empresas cubanas deben tener la facilidad de importar directamente, tiene que quitárseles ciertas restricciones que existen. Por muy eficiente que sea una entidad, si el estado no le pone la materia prima cuando y como la requiere, el atraso ya no corresponde a la empresa, sino al estado. Pero el empresario no tiene decisión sobre eso.

Me parece que la empresa cubana tiene muchas ataduras que no tiene el sector no estatal, que ha avanzado mucho más. No puede ser que el sector no estatal tenga salarios cuatro o cinco veces por encima del área productiva. Entonces hay que hacer excepciones, y a aquellas entidades que exporten y tengan resultados positivos, se les puede pagar el salario que esté en correspondencia con eso, y no esperar a hacer una medida muy general.

¿Cómo podríamos evaluar la evolución del sector cuentapropista durante este año?

El comportamiento hasta hoy ha sido ascendente, pero no creo que vaya a seguir al mismo ritmo en el futuro. Primero, porque sigue limitado el número de actividades. Uno de los activos fundamentales del país es la fuerza de trabajo altamente escolarizada, sin embargo un gran por ciento en los oficios está referido a manualidades.


En la actualidad hay 477 mil personas en la actividad por cuenta propia / Foto: Rolando Pujol.

Luego, hay que lograr, de una vez y para siempre, resolver el tema de la materia prima. El cuentapropista no puede comprar en el mercado minorista, porque eso genera escasez de productos. Además, si van a competir con el estado, que sea en igualdad de condiciones. Es decir, no puede haber una gastronomía estatal que reciba los insumos a un precio, y el privado reciba otro precio, minorista. Al final se pueden igualar las diferencias mediante los impuestos.

El estado debe utilizar mucho más los instrumentos económicos. Creo que ha habido una pequeña confusión, que es asociar el socialismo con el estado. Para que una empresa sea socialista no necesariamente tiene que ser estatal.

¿En qué estado se encuentran actualmente las cooperativas no agropecuarias?

Hay muchas cooperativas urbanas, de la construcción por ejemplo, que necesitan madera, andamios, camiones, grúas, y no las tienen porque no está en el plan. Se estableció la resolución que las autoriza, pero, lamentablemente, cuando se ve el aporte de esas cooperativas a la economía en general, su participación todavía es pequeña.

Este año termina con 326 cooperativas solicitando, y 500 que ya están aprobadas. Se demora mucho la implementación. Una de las carencias de las cooperativas es que no existe una institución que las represente. Cada una, de acuerdo con su actividad, se relaciona con un ministerio. Entonces, el Ministerio de la Construcción aprueba las cooperativas que le van a servir de competencia a las empresas constructivas.

Otro temas que me parece fundamental es el excesivo nivel de aprobación. Tiene que haber una escala intermedia de decisión: una cooperativa del municipio Remedios no tiene por qué llegar al Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros. Creo que deben tomarse más decisiones a niveles provinciales, más cerca de la realidad, donde puedan comprobar si esa cooperativa va a ser eficiente.

¿Esas figuras pueden funcionar como catalizadores económicos? ¿Qué haría falta para ello? ¿Ayudaría, por ejemplo, reconocerlas expresamente como pequeñas y medianas empresas?

Nos trabamos, pudiéramos decir, en temas más ideológicos y políticos. Una “paladar” no es un trabajador por cuenta propia. Le seguimos dando esa categoría, pero un negocio que tenga 25 empleados, ya es una microempresa. Si se le da la posibilidad de contar con personalidad jurídica, tendría muchas más facilidades y el estado podría aplicarles reglas más claras.

Hoy los emprendimientos siguen beneficiándose de servicios como electricidad, teléfono, agua, a los precios que paga la población. Si fuera una empresa podría tener otras regulaciones. No se trata de legislar las microempresas, sino de reconocer las que existen, y que se les pueda dar otro tratamiento.

Hay 477 mil personas en la actividad por cuenta propia, pero no todos son dueños de negocios, ahí aparece mucho la figura del trabajador contratado, no hay que confundirse. Y otro detalle: está definido, legislado, que el sector estatal puede adquirir bienes y servicios del sector no estatal, sin embargo en todos los casos no funciona. Hay muchas cooperativas que se quejan porque cuando van a una empresa estatal, no les aceptan sus productos, o no les pueden vender determinado insumo porque no está en el plan.

El comportamiento de las importaciones y exportaciones tampoco ha variado sustancialmente. En materia de descentralización, racionalidad, control, desconcentración… ¿qué acciones resultan indispensables en estos momentos?

Estoy a favor del control, de la planificación. No obstante, a pesar de los problemas con las divisas, también hay un círculo vicioso: en la medida en que se permita exportar, no solo a las grandes empresas, sino a todo aquel que pueda aportar algún ingreso al país, al final se van a ver los resultados.

Existe un monopolio del comercio exterior, son 8 o 9 empresas que importan todos los recursos del país. Al principio del período especial, cuando la situación económica estuvo más tirante, se descentralizó el comercio exterior. Hubo fallos, sí, pero hoy estamos en mejores condiciones de permitir que las empresas tengan estímulos para exportar, que no los tiene porque la parte burocrática se le hace tan agobiante, que prefieren no exportar para no buscarse problemas. Pero hay muchos productos que Cuba podría ofrecer hacia el área del Caribe.

El tema de las importaciones es vital, insisto: yo le daría el permiso de importar a las empresas, cooperativas, con sus recursos. Podría permitirse a un campesino importar un tractor si lo puede pagar. No importa que no tenga divisa, él la va a buscar. Hay que considerarlos como actores, a veces se les da ese papel, pero en la práctica siguen funcionando como en el pasado. Creo que la reinserción internacional de Cuba necesariamente pasa por resolver el problema del comercio exterior de bienes.

Un año después de estar funcionando la Oficina de la Zona Especial de Desarrollo Mariel y la Terminal de Contenedores de ese puerto, ¿cómo podríamos ponderar sus resultados hasta ahora? ¿Cabe esperar efectos notables a corto plazo?

Realmente Mariel va a ser una gran solución. Sin embargo un puerto no puede estar aislado de la economía interna, porque un puerto mueve mercancía, pero si no se produce, no se utilizan todas sus potencialidades.

Ha habido lentitud en la aprobación de negocios en la Zona. Aprobar una empresa no significa que ya esté produciendo bienes y servicios para exportarlos el año que viene, pero hay que empezar, creo que hay que acelerar esas decisiones. También se piensa más en las compañías grandes, y parece que las pequeñas no hacen falta. En mi opinión no importa el tamaño, lo que hace falta es que haya empresas.
“Ha habido lentitud en la aprobación de negocios en Mariel”.

Mariel abre una gran oportunidad, va a atraer mucha fuerza de trabajo, que a su vez necesitará lugares donde vivir. Cuando se tiene una zona dinámica –y no ha sucedido solo en Mariel, analicemos la migración interna de Cuba- mucha gente empieza a moverse hacia allá, es un comportamiento normal, porque es donde hay más oportunidades.

Desde su punto de vista, ¿cómo podemos valorar el desempeño de la inversión extranjera durante los casi seis meses con la Ley 118?
Con la Ley 118 tampoco se ha aprobado ninguna empresa, he podido hablar con algunos empresarios y se quejan de que todavía las expectativas no se han cumplido, y las decisiones son muy lentas. Ahora puede cambiar todo, porque muchas empresas no venían por temor a no poder comercializar con Estados Unidos después. Pero esta sería la gran oportunidad de Cuba para acelerar la suscripción de los negocios.

No basta con una ley, el entorno macroeconómico tiene que cambiar. Las compañías que llegan a un país tienen que utilizar materias primas nacionales, ¿tenemos materias primas nacionales, cooperación entre las empresas, la infraestructura de telecomunicaciones adecuada? Son temas que hay que resolver, y ya va pasando el tiempo.

Hasta el momento varios empresarios emigrados han mostrado interés por invertir en el país. A partir de las últimas noticias respecto a las relaciones con Estados Unidos, ¿qué escenario podemos prever en este sentido?

No hay que modificar la ley, el texto permite considerar extranjero al que vive fuera de Cuba, y con recursos obtenidos en el extranjero. Ya hay empresas norteamericanas o cubanoamericanas que han mostrado interés por estar en Cuba, y han sido compañías que no han tenido una posición muy dura con Cuba. Creo que en este escenario se modificaría todo.

Sin embargo, creo que también deben darse más posibilidades al inversionista nacional. Es verdad que necesitamos capital fresco, pero en paralelo podemos accionar hasta agotar todas las posibilidades nacionales.

En cuanto a las propiedades confiscadas al principio de la Revolución, el asunto de las indemnizaciones, creo que ahí las decisiones hay que pensarlas un poco más. Ahora, yo estaría a favor de que vengan los capitales del lugar que provengan. En países como China y Vietnam los principales montos llegaron de los emigrados, se les dio las mismas facilidades que a un inversionista nacional.

¿Está Cuba preparada para este posible entorno de mayor turismo, negocios y relaciones comerciales con Estados Unidos?

No creo que estemos preparados. Aunque hemos tenido más de 25 años de turismo, hay muy buenas instalaciones, tenemos muy buen sol y playa, existen dificultades con los negocios extrahoteleros, con el estado de nuestras redes y carreteras… Diría que tenemos que trabajar, ahora sí, intensamente en ese sentido: pidiendo créditos, aceptando empresas de infraestructura. A través de la inversión extranjera tenemos que llegar a estos proyectos, que el estado los permita, pero siempre con control.

Ahora, fríamente, no se puede pretender que, en menos de uno o dos años, el país esté preparado para ver a Estados Unidos de forma diferente, son muchos años de relaciones muy tensas. Hay que crear confianza mutua, y eso no se hace de la noche a la mañana. Creo que debe haber un período de empezar a destrabar pequeñas cosas.

Pero será positivo para ambos países, para Estados Unidos significa una mejoría respecto a América Latina, por el prestigio que tiene Cuba en el área, y en las coordinaciones de todos los organismos de integración: CELAC, UNASUR, ALBA. Ahí podría haber una situación donde ganemos todos.
“Aunque hemos tenido más de 25 años de turismo, existen dificultades con los negocios extrahoteleros” / Foto: Roberto Ruiz.

Secretos públicos del #YoTambienExijo diseñado para #Cuba (Parte II)

Norelys Morales Aguilera.
Norelys Morales Aguilera.
Por Norelys Morales Aguilera

Ni artístico ni espontáneo, y el que quiera ver que vea cómo se pretendió convertir "El susurro de Tatlin" de la Plaza de la Revolución en un grito de los cuatro gatos de la contrarrevolución, para entorpecer la incuestionable victoria de Cuba cuando Estados Unidos ha reconocido el fracaso de su política de aislamiento, hostilidad y agresión. 

El 17 de diciembre de 2014 tras el anuncio del presidente cubano Raúl Castro y el norteamericano Barack Obama del canje de prisioneros y el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los respectivos países [6], Tania Bruguera dirigió una carta al Papa, Obama y Raúl a una velocidad sorprendente. 

En ella dice: “Ustedes han entrado en la historia al proponer que el embargo/bloqueo sea una palabra aparentemente vacía, por cambiarle -con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas- el sentido a 53 años de política definidas por un lado (U.S.) y utilizadas por otro (Cuba), para ideologizar la vida cotidiana de los cubanos donde quiera que estuviesen.” [7] 

O sea, que según la visión de la vocera-artista política Bruguera, la definición de la agresividad y bloqueo de EE.UU., ha sido utilizada por Cuba para “ideologizar la vida de los cubanos”. Parte los significados de “embargo/bloqueo” y no se permite sutilezas: el bloqueo es un pretexto y su “dear Obama” no tiene que responder a quien desde la manipulación vocifera, ni por el reconocimiento a la independencia nacional, ni por daños humanos y materiales de sus terroristas, ni dar explicaciones, ni devolver los fondos robados al estado cubano. [8] 

Sus “exigencias de cubana”, que no sabe o le importa un bledo lo que en la Isla hoy se discute y hace, repiten el guion preparado por la llamada “disidencia” con asesoría foránea, según está bien documentado, para ser los protagonistas del derribo de la Revolución, por cualquier vía – como pacifistas luciría bien y como revolución de color, mejor– y con los mismos planteamientos estructurados por un grupo como Estado de SATS de Antonio Rodiles y el trabajo mediático de Yoani Sánchez entre otros, que veremos cómo se implican.

El 18 de diciembre, Tania emplea por primera vez el hashtag #YoTambienExijo con el fin de lanzar una plataforma bajo ese nombre ya bien posicionado en Twitter por los mexicanos, que exigen justicia en causas que ni por asomo tienen comparación con Cuba. Tania la tuitea primero en inglés y despues en español. Vaya casualidad. 

El 19 de diciembre en Facebook crean lo que ellos llaman la plataforma #YoTambienExijo (http://www.facebook.com/YoTambienExijo), un evento: https://www.facebook.com/events/1515487705372907 y en Twitter, @yotambienexijo, dando el contacto exige@yotambienexijo.org 

A velocidad supersónica, muy espontáneamente además, fue alistada una convocatoria que dice:

“A partir de la Carta Abierta que la artista Tania Bruguera escribió este miércoles 17 de diciembre al gobernante cubano Raúl Castro -ya no hacen falta su "querido Papa", ni su "dear Obama" -, surge una plataforma ciudadana y voluntaria que se nuclea a partir de la frase clave de la misiva: "Yo Exijo", para demandar el cumplimiento de los derechos civiles, políticos, económicos y culturales de los cubanos este próximo 30 de diciembre. Se inscribe así como reclamo público desde lo personal. #YOTAMBIENEXIJO es una plataforma pública e inclusiva.."
Siempre va a quedar la duda, de acuerdo con lo público conocido, si estaba prevista la carta como inicio de la maniobra con otro pretexto y se aprovecharon los anuncios de Raúl y Obama. 

La primera persona que compartió la página fue la "muy inclusiva", Elena V. Molina, empleada de Rodiles en Estado de Sats como muestran las imágenes siguientes.




Elena pertenece al “Equipo SATS”, es su diseñadora como se ve aquí: http://www.estadodesats.com/?s=Elena+V+Molina. Ella afirma que tiene experiencia como promotora en Latin America in Action (América Latina en Acción) https://lataac.com 

Esto significa según el propio sitio de LATAAC https://lataac.com/Home/AboutUs que:

"Somos un grupo de gente que quiere que los sueños de las personas se hagan realidad. SOMOS LATAAC Change Makers (Promotores del Cambio)… LATAAC nació de la ayuda de personas de América Latina, los jóvenes líderes increíbles, inspirando a otros a desafiar a los proyectos sociales de todo el mundo para recaudar fondos, mejorar el desarrollo humano, y crear un impacto social dentro de sus regiones…"
Si esto no basta para comprender que no se trata de una acción artística, sino del montaje de una provocación para obstaculizar el inicio del restablecimiento de las relaciones de Cuba y Estados Unidos o, que se trata de una operación de algún color… por favor continúe con la cronología que también incluyo los personajes más activos, que ninguno por cierto es un cubano común y corriente como pretendieron hacer creer los convocantes. 

El 21 de diciembre. Hay más precisiones: 

“#YoTambienExijo, un movimiento ciudadano voluntario y sin afiliación a partidos políticos… "es una plataforma pública e inclusiva. La respuesta a la pregunta ¿Quiénes somos? no es otra que ¿Quién soy? Si eres cubano y si crees en la restitución de tus derechos, entonces esta plataforma eres tú". 
Recórcholis, qué ese lenguaje de "tú" You, es del 2008 en la revista Times y el Indignado de las llamadas Primaveras árabes del 2011. Le faltó a Tania y su cofradía originalidad y actualización.


Pero, más importante, si esto no le recuerda a “calentar la calle” recomendado por Gene Sharp y las convocatorias para las llamadas "revoluciones pacíficas", es porque no ha buscado la información. Solo hay que pensar en lo que iba a suceder en la Plaza de la Revolución cuando los promotores que se ven más abajo insultaran símbolos nacionales o valores, como han hecho ya, los mismos de siempre en sus espacios digitales.

Pero, Bruguera manipula, de buena gente que es, así:

“Sería increíble poder compartir contigo en la Plaza ese momento, que tiene su referente más directo en una obra que hice en la Bienal de la Habana de 2009, donde puse un micrófono abierto del que hicieron uso quienes defendieron la Revolución, quienes la criticaron, quienes dijeron que no entendían nuestra realidad, quienes dijeron que tenían miedo y quienes trataron de articular su derecho a decir lo que piensan.”

¡Ayayay, Tania se olvidó de las reseñas de esos días donde le robaron el show los medios que solo se ocuparon de lo dicho por los contrarrevolucionarios! Ahora no era cuestión del ego artístico. Quizás alguna contadora sonó, tal vez, quizás... podría ser un secreto público que haya circulado por ahi.

El 25 de diciembre Tania informa en Twitter que ha llegado el momento de su arribo a La Habana y pide apoyo.


El 26 de diciembre los organizadores piensan que todo está listo para la gran operación contra "el régimen", pero quedan cabos sueltos que Tania o quien la está dirigiendo tratan de enmendar escribiéndole nuevamente al Papa Francisco una carta fechada en Frankfur ese día. 

Ah, esta “ciudadana común” da una versión de la operación mediática ya inocultable:

"Tras publicarse (la carta de Tania), un grupo de cubanos sin filiación (¿?) reaccionó ante una línea de la carta que llamaba a todos los cubanos a ir el 30 de diciembre a la Plaza de la Revolución a hablar en un ‘micrófono abierto’. Ellos han creado la plataforma #YoTambienExijo a la que se han sumado hasta ahora casi tres mil personas (¿?) en solo seis días, muchos de ellos cubanos, dentro y fuera de la isla, y con distintas maneras de pensar y diferentes credos religiosos pero todos con deseos de participar en el futuro de Cuba.” (El subrayado no está en el original)
Vea quiénes son los líderes o autores de #YoTambienExijo en la imagen donde aparecen los “activistas” más influyentes en Twitter para esta etiqueta, que están "desvelados por el futuro de Cuba" y, además, dice la convocatoria de la Bruguera y compañía, "sin filiación política". (¿? repito)


De izquierda a derecha: Yusnaby Pérez, Yoani Sáchez, Corazón Destruido (derecha venezolana), Antonio Rodiles, Ernesto Londoño(NYTime), Ana Olema (Se dice anti-castrocomunismo), Arlen Cesar (Sou um brasileiro 14ymedio.com ), Joel @ElJoe80 (Colaborador de todo proyecto contrarrevolucionario), R.D.P. (Se dice cubano exiliado político), Amy (Se dice anticomunista antisocialista…) Ileana Ros. Lehtinen (Congresista mafiosa anticubana de EEUU), Rosa María Payá A., Rita Indiana, El Exilio o @anticastro76, ArtForum, YoTambienExijo, 14YMedio, Octavio Zayas, Rafael Rojas, Liú Santiesteban, @AilerMaria (de Rdodiles), Café Fuerte, Joaquín Badajoz, martinoticias.com, Lilo Vilaplana, Shaun Murray, Pablo Leon de la Barra, Michael Scholz (se dice antiomunista), Angelita, Orlando Luis Pardo Lazo, Penúltimos Díaz, Jorge del Río. Salvo, quizás tres excepciones, el resto vive del dinero que da la llamada industria anticubana, los que se quedaran desempleados si Cuba y Estados Unidos definitivamente alcanzan un entendimiento real.

El 29 de diciembre el Consejo Nacional de las Artes Plásticas emitió una declaración donde informa que, "luego de largas conversaciones con Tania Bruguera, ha decidido mantener su decisión de no apoyar el proyecto "El susurro de Tatlin". Tania no quiso negociar. "La Plaza o nada" se infiere de las publicaciones. El gobierno le tomó la palabra. Provocaciones no, y que cacareen o chillen aún con la absoluta complicidad mediática. 

El 30 de diciembre no se produjo la provocación en la Plaza de la Revolución, pero continuó la actividad en las redes sociales.

Con la etiqueta #YoTambienExijo se generó un volumen alto de mensajes, en total más de 56 mil. Participaron 5 mil 485 internautras y como promedio cada uno puso casi 7 mensajes, lo que significa que hubo alto activismo. Los organizadores se emplearon a fondo y tuvieron que acudir a la derecha venezolana ese día. Más del 70% de los tuits se generaron fuera de Cuba, y de ellos el 53% respecto al volumen total fue de Estados Unidos y España. 

Pero, los tuiteros de la Isla no se amilanaron. Lograron asociar tres etiquetas alternativas al llamamiento de los mercenarios: #CubaYaesLibre, #SubversionvsCuba y #RespetoxCuba.



Un dato final, es que en el universo de tuits emitidos en estos días y en particular el día 30 de diciembre, números aparte, no pudieron usurpar la voz de la Revolución.

Da lo mismo que Tania Bruguera a título personal o por una motivación que traiciona lo artístico, dé un tiro de salva en el techo o en su pie. Ella está en el bando de los mismos asalariados que se presentan como las voces de Cuba para sus intereses mezquinos. Los medios ya se sabe, han continuado dando espacio al lado de las repercusiones que más interesa precisamente a los que todos saben quiénes son y qué los mueve: los vividores a los cuales en la Isla o fuera de ella, no les creen porque en buen cubano de a pie no tumban a Genaro de la mula. La Revolución sigue y lo probará. 

Notas


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