"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

lunes, 30 de septiembre de 2013

La jabonería ¿un negocio posible en Cuba?

Por Ana Lidia Garcia
OnCuba
El hechizo de la jabonería
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La artesana cubana Sandra Aldama se compara a sí misma con una bruja, “una bruja buena”, aclara. Ella no intenta envenenar a doncellas con manzanas, ni tienta con casitas de dulces a niños perdidos en el bosque; por el contrario, sus pociones tienen propiedades astringentes, hidratantes, tonificantes y exfoliantes.
Cuando la escuché hablar por primera vez de jabones hechos artesanalmente, recordé aquellos que hacía mi madre con sosa cáustica y manteca de cerdo o carnero en los años 90΄ del siglo pasado, etapa conocida en Cuba como Período especial. En ese entonces, los artículos de aseo personal escasearon en el mercado nacional y en casa no solo hubo que hacer jabones, sino también una pasta dental con miel de abejas, cuyo sabor aún recuerdo con desagrado.
Pero volvamos a los jabones de Sandra, que nada tienen que ver con aquellos, o sí, un poco, pues son elaborados a partir del jabón de Marsella, que también contiene sosa cáustica. Sin embargo, los que llegan desde la ciudad francesa poseen un valor agregado: su otro ingrediente básico es el aceite de oliva, de elevadas cualidades hidratantes y nutritivas para la piel.
“Los comercializan en Cuba, son fáciles de obtener y llegué a ellos después de experimentar con otros de mala calidad. Mi procedimiento consiste en refundirlos y enriquecerlos con sustancias naturales; no utilizo colorantes, preservantes ni ningún otro producto químico”, explica esta joven de cutis envidiable y facciones finas, que durante dos años estuvo experimentando y estudiando las tendencias actuales de la jabonería a nivel internacional, donde “ha habido un retorno a lo natural”.
“Quería hacer algo que fuera novedoso en el país. Exploré varias aristas del trabajo por cuenta propia; fui peluquera e hice manualidades luego de haber decidido que no quería seguir ejerciendo mi profesión de defectóloga. Tardé en descubrir la opción de hacer jabones porque era algo que siempre había tenido delante de mis ojos. Mi abuela ha estado toda su vida muy ligada a la cosmética y ha hecho productos con los que ha obtenido varios premios en eventos nacionales de ciencia y técnica, incluso, en su juventud tuvo una perfumería. Yo crecí rodeada de sus ideas y experimentos”.
Cuando finalmente Sandra decidió dejarse llevar por el hechizo de la jabonería, mucho le habría ayudado una escoba voladora en la que transportarse para hacer la infinidad de trámites que siguieron. No fue tan fácil que la autorizaran a encantar con sus pócimas a otras personas. “En el momento en que solicité mi licencia aún no habían aprobado la de elaborador-vendedor de jabones; por tanto, tuve que demostrar que yo solo refundiría los ya elaborados y les añadiría ingredientes naturales. Esto no es nada nuevo, se hace desde hace mucho tiempo en todo el mundo. Fue difícil, pero al final me dieron la patente”.
Vino tinto, café con menta, zeolita, manzanilla con tilo, miel, manteca de cacao. Jabones ideales para combatir hongos y herpes, exfoliantes, cicatrizantes e hidratantes, han sido el resultado de sus experimentos. “¿El laboratorio?: la cocina de mi casa, donde después de mucha práctica he logrado mis propios mecanismos, ya sé qué funciona y cómo lograr un producto de mayor calidad. No se trata de mezclar por mezclar, hay que saber a qué temperatura se agregan los otros componentes. Ahora que he logrado un status entre los clientes me gustaría seguir buscando nuevas plantas, nuevas propiedades naturales”.
La jabonería ¿un negocio posible en Cuba? 
“Lo primero es tener muchos deseos de abrir un negocio y no dejarte vencer por los obstáculos, que existen desde el principio”, asegura Sandra. Además, se debe contar con un financiamiento inicial y materiales para, al menos, los tres primeros meses, ya que eso brinda la garantía de no tener que cerrar si hay faltantes. Y lo más importante: es preciso “enamorar a muchas personas con el proyecto, para que todas puedan colaborar en algún momento. Uno tiene que sentir pasión por su idea y ser capaz de contagiar a otros, eso es esencial”.
Para esta bruja-artesana, otro elemento que hace posible el desarrollo de un negocio como el suyo y otros en Cuba, es el hecho de que las iniciativas privadas que ya han surgido, contribuyen al avance de las que van naciendo. “Ya existen, por ejemplo, personas que confeccionan empaques de papel de una calidad y belleza formidables; hay quienes se dedican a hacer sueltos promocionales o a personalizar los más diversos objetos. Se ha ido creando una red que ofrece gran variedad de servicios a la población y, dentro de ella, a otros trabajadores por cuenta propia. Muchos piensan que no se puede y ni tan siquiera lo intentan, pero sí hay vías, y legales, no estoy hablando de ningún invento”.
En cuanto a los materiales, es cierto que hay algunos, como el aceite de coco y de almendras dulces y las fragancias en aceite, que Sandra compra en el extranjero a través de amigos que viajan o viven fuera de la Isla. Sin embargo, la mayoría los adquiere en el país. “El té de manzanilla, por ejemplo, lo hago con flores secas de esta planta que venden en las tiendas de especies de La Habana Vieja. En ellas también puede encontrarse menta y romero”.
Otros como el talco de zeolita, cuenta, lo comercializaron en CUP hace poco tiempo en los mercados de productos industriales. “En ese momento aproveché la oportunidad y compré una cantidad bastante grande para tener reservas. De igual forma, la miel y el vino tinto se pueden adquirir en el territorio nacional. Por otro lado, ya se pueden arrendar espacios y contratar mano de obra. Nadie dice que es cuestión de abrir y cerrar los ojos, sobre todo, porque no existe un lugar donde comprar todo lo que una necesita, solo digo que es posible hacerlo y obtener buenos frutos”.
“Yo siempre quise tener una tienda de jabones y lo logré. Quién sabe si como mismo aprobaron ahora la licencia de elaborador-vendedor de jabones1 hace poco, dentro de unos meses también permitan elaborar otros productos. Así, mi sueño pudiera continuar haciéndose realidad: desarrollaría una amplia línea de cosméticos que incluya –además de los jabones– cremas, tónicos para la piel, entre otros productos. Si me dejan yo sigo soñando alto y hechizando a otras personas con pociones curativas y olorosas”.
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La nueva economía del deporte cubano

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Cubacontemporanea

Aunque antes de 1959 varios deportistas cubanos hicieron méritos para ser admirados alrededor del mundo, no fue hasta el triunfo de la Revolución que el deporte en la isla caribeña comenzó a tomar dimensiones insospechadas hasta entonces.
No demoró mucho el gobierno revolucionario en incluir a la actividad física entre sus prioridades y una de las principales medidas tomadas fue el destierro, por decreto, del profesionalismo en el deporte.
Establecida la alianza con los países del bloque socialista, comenzaron a llegar desde esos países numerosos entrenadores y técnicos, se fomentó el intercambio y los resultaron no tardaron en aparecer. En poco tiempo, Cuba pasó a dominar con holgura el panorama deportivo en la región centrocaribeña y a ocupar el segundo lugar continental, sólo superada por Estados Unidos.
Pero el salto más notable llegó durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, cuando la delegación cubana ancló en el quinto escaño del medallero, por delante de muchos países del primer mundo.
Sin embargo, la pujanza del deporte cubano comenzó a perder gas cuando se hicieron más evidentes las consecuencias de la desaparición del bloque de países socialistas y la consiguiente crisis en la economía.
Si bien es cierto que la isla siguió imponiéndose en citas centrocaribeñas y conservando su segundo lugar en el continente, las diferencias notables sobre países como Brasil, México, Venezuela o Colombia comenzaron a ser mucho más estrechas.
Según cifras conservadoras, unos 300 peloteros han salido de Cuba y se encuentran hoy participando en diferentes ligas extranjeras. Casi 40 de ellos están enrolados actualmente en equipos de las Grandes Ligas estadounidenses
La afición del país, muy conocedora y ferviente amante del deporte, empezó a ver con marcada preocupación el evidente retroceso, no sólo en el plano internacional, sino también en el nivel de competencias emblemáticas dentro de casa, como la Serie Nacional de béisbol.
Caída libre
El desmembramiento del campo socialista causó estragos en el movimiento deportivo cubano, pero estos sólo fueron visibles con el paso del tiempo. Desde ese bloque de naciones llegaban a la isla el asesoramiento técnico, las mayores posibilidades de fogueo y gran parte de los implementos e insumos necesarios para desarrollar el deporte de alto rendimiento y de base.
La crisis económica golpeó al deporte como una arista más de la sociedad. El modelo de gestión deportiva, basado en los principios del amateurismo, comenzó a hacer aguas en un entorno en el que la alta competición comenzó a ser cada vez más comercializada, con la apertura de las puertas a los deportistas profesionales en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988.
Las circunstancias financieras obligaron a disminuir el presupuesto asignado al deporte cubano, comenzó a escasear el roce competitivo y a menguar la calidad de la preparación, y ante las nuevas realidades muchos deportistas cubanos de primer nivel prefirieron, a través de diferentes vías, buscar nuevos horizontes ante la imposibilidad de probar su talento más allá de las fronteras y mejorar su situación económica.
Según cifras conservadoras, unos 300 peloteros han salido de Cuba y se encuentran hoy participando en diferentes ligas extranjeras. Casi 40 de ellos están enrolados actualmente en equipos de las Grandes Ligas estadounidenses, el mercado más exigente y tentador para este deporte.
Después del extraordinario subtítulo en el I Clásico Mundial de béisbol, pocas alegrías ha podido aportar este deporte a sus miles de seguidores en el país. En las dos siguientes ediciones el equipo cubano no ha podido incluirse entre los cuatro primeros, y no ha ganado un título importante en ninguna de sus categorías.
El éxodo ha lastrado marcadamente a otros deportes como el voleibol, obligado a renovar constantemente las filas de sus selecciones nacionales por ese motivo. También se han visto seriamente afectados el boxeo y el atletismo, y con la salida del béisbol del programa olímpico, Cuba no pudo ser representada en ningún deporte colectivo durante la cita estival celebrada en Londres el pasado año.
Movimientos ineludibles
El lugar 28 conseguido en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 fue una visible señal de que la salud del deporte cubano había empeorado. Y aunque cuatro años después en la capital inglesa se mejoró cualitativamente la cosecha, los problemas y las preocupaciones no han cambiado mucho.
Sin dudas, ha sido la falta de estímulo de los atletas el principal problema que han tenido que enfrentar las autoridades deportivas y el gobierno durante los últimos tiempos.
El tema más significativo de esta propuesta no radica en los montos monetarios, sino en el cambio de concepto, que si bien no significa un giro radical hacia el profesionalismo duro y puro, establece un cambio de mentalidad más acorde con los tiempos que corren.
Casos como el del vallista Dayron Robles, las constantes bajas solicitadas por los voleibolistas de las selecciones nacionales para poder insertarse en ligas foráneas, o el misterioso escape del estelar pelotero José Dariel Abreu, han demostrado la necesidad de reenfocar las proyecciones del deporte cubano para acercarlas a las aspiraciones de sus protagonistas.
Así, a mediados de la pasada semana se divulgaron algunos detalles sobre la aprobación por el Consejo de Ministros de una nueva política para la remuneración a los atletas, entrenadores y especialistas, que persigue mejorar las condiciones de vida y la estimulación de estos según su categoría.
A simple vista, las modificaciones son notables con respecto al anterior esquema, con el que los atletas cubanos vivían del salario de un trabajo que nunca hacían, y en el que los entrenadores cobraban lo mismo, sin importar si se desempeñaban en un área deportiva o dirigiendo una selección nacional.
Pero no todas las novedades están relacionadas con los pagos.
¿Cambio o actualización?
Sin dudas, la notable diferencia entre lo que recibían y lo que recibirán a partir del próximo año los atletas cubanos es un paso agigantado para acercar la realidad cubana a la del resto del mundo.
Es evidente que la “reforma” del viejo e inoperante esquema económico del deporte en la Mayor de las Antillas nunca podrá hacer frente al sistema de comercialización que impera en el deporte contemporáneo, donde se pagan millonarias cifras en contrataciones y patrocinios.
Por eso, el tema más significativo de esta propuesta no radica en los montos monetarios, sino en el cambio de concepto, que si bien no significa un giro radical hacia el profesionalismo duro y puro, establece un cambio de mentalidad más acorde con los tiempos que corren.
Según lo anunciado, la definición de un atleta de alto rendimiento cubano incluye en su letra que “… sus ingresos dependen de los resultados alcanzados en el deporte que practica”. También que “… tiene posibilidad de contratarse en otros equipos en el exterior…”, ambas oportunidades inexistentes a lo largo de casi cinco décadas.
Claro, que el hecho de que en estos posibles contratos el atleta tenga que estar “… protegido por el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER)”, permite a ese organismo decidir con respecto al vínculo contractual, toda vez que cada deportista tendría que firmar un contrato anual con su federación.
Y el requisito de que en cualquier caso debe estar garantizada la presencia del atleta en el país “para las competencias fundamentales del año” aparece como un elemento regulador, en medio de un mercado en el que siempre han primado los intereses de quienes pagan.
Bajo esas premisas se experimentó hace poco con la incorporación de tres peloteros en el equipo Piratas de Campeche de la Liga Profesional de México, luego de concluir su participación en la pasada Serie Nacional.
Aunque no se conocen muchos detalles, se sabe que la negociación con los Filibusteros estableció que estando bajo contrato ningún jugador podía aceptar otra oferta, que recibirían el 80% del total del contrato y se comprometían a regresar para participar con sus respectivos equipos en la siguiente temporada.
Y todo parece indicar que similares términos regirán las futuras contrataciones de todos los deportistas cubanos en el exterior, donde serían representados por sus respectivas federaciones nacionales, a las que correspondería el otro 20% del contrato.
¿Cuánto ganará un atleta cubano?
Desde hace algunos años el gobierno cubano designó el pago en pesos convertibles a medallistas olímpicos y mundiales de acuerdo con el color de su presea de mayor rango. El máximo se estableció en 300 CUC para los campeones olímpicos y esa asignación se mantiene.
Ahora, la nueva reglamentación aprobada por el Consejo de Ministro instauró seis categorías deportivas teniendo en cuenta el rendimiento y desempeño.
A partir de ellas se establecen ingresos básicos mensuales en pesos cubanos para los atletas de alto rendimiento en activo.
El rango actual se extiende entre los 1500 pesos para los medallistas olímpicos hasta los 450 para reservas de equipo de Serie Nacional de béisbol o por ser reserva de una preselección nacional, algo que competería designar a la respectiva federación.
A ello se sumarán otros montos mensuales que dependerán del resultado de mayor rango obtenido en citas multideportivas –en este caso cubre además a atletas y entrenadores retirados-, o de la cantidad de medallas conquistadas en estos certámenes. Mas, este último pago sólo será recibido mientras el atleta se encuentre activo.
De tal forma, un atleta cubano miembro de una preselección nacional o de un equipo de la Serie Nacional de béisbol cobrará un mínimo de 1000 pesos mensualmente. Y tendría la posibilidad de aumentar esa cifra hasta cerca de 15000 pesos mensuales -siempre que esté activo- de acuerdo con algunas variables.
Un ejemplo de esta última posibilidad es el estelar luchador Mijaín López, quien transita por un período de descanso en su preparación rumbo a la cita olímpica de Río de Janeiro 2016. El gladiador del estilo grecorromano devengaría 1500 pesos mensuales como remuneración básica por ser medallista olímpico, a los que sumaría 1250 por ser medallista de oro en Juegos Panamericanos.
Además, mientras se encuentre activo el vueltabajero recibiría 2500 pesos por cada uno de sus dos títulos olímpicos, 1250 pesos por cada uno de sus tres cetros mundiales, 625 por cada uno de sus tres triunfos en Juegos Panamericanos y 300 por la única corona centroamericana y caribeña que ha conquistado hasta el momento.
Todo eso sumaría una total de 13675 pesos mensuales, algo que pudiera crecer si alguna vez recibe un premio en metálico, del cual a partir de ahora le correspondería el 80%. Del resto, un 15% recibiría su entrenador y un 5% algún especialista vinculado con su preparación, algo que no sucedía con anterioridad.
Sin dudas, se trata de un cambio del día a la noche para quienes no superaban el cobro de 500 pesos mensuales de acuerdo con el trabajo en el que estaban “emplantillados”. Habrá que esperar entonces un tiempo prudencial para apreciar los frutos de una medida que se caía por su propio peso.




Los plutócratas se sienten perseguidos

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Cuando se tiene tanto dinero, lo que realmente se desea es adulación



El número de indigentes en las calles de Nueva York ha crecido durante la crisis. / JOHN MOORE (AFP)
Robert Benmosche, el consejero delegado de American International Group, dijo una estupidez el otro día. Y deberíamos alegrarnos, porque sus comentarios contribuyen a poner de relieve un coste importante pero rara vez mencionado de la desigualdad extrema de las rentas: el ascenso de un grupo pequeño pero poderoso de individuos a los que solo se puede describir como sociópatas.
Para quienes no lo recuerden, AIG es una empresa aseguradora gigante que desempeñó una función crucial en la gestación de la crisis económica, al aprovechar las lagunas legales de las normas financieras para vender cantidades ingentes de garantías de deudas por las que le era imposible responder. Hace cinco años, las autoridades de EE UU, temiendo que el hundimiento de AIG pudiera desestabilizar todo el sistema financiero, intervinieron con un enorme rescate. Pero hasta los responsables políticos se sentían manipulados; por ejemplo, Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, declaró más tarde que ningún otro episodio de la crisis le había molestado tanto como aquel.
Y las cosas fueron a peor. Durante un tiempo, AIG fue en esencia una empresa tutelada por el Gobierno federal, que poseía la mayoría de sus activos, pero seguía pagando unas primas astronómicas a sus ejecutivos. Muchos ciudadanos, como es lógico, estaban escandalizados.
Pues esto es lo que Benmosche ha hecho en una entrevista con The Wall Street Journal: ha comparado la indignación por las primas con los linchamientos del Sur profundo de Estados Unidos —los de verdad, en los que hay asesinatos— y ha declarado que la reacción al pago de las primas fue “igual de terrible e igual de errónea”.
Gracias al aumento de la desigualdad, estas personas tan mezquinas tienen mucho dinero
Tal vez les parezca imposible que alguien pueda, siquiera por un instante, considerar apropiada esta comparación. Pero el hecho es que ha habido una serie de historias similares. En 2010, por ejemplo, Stephen Schwarzman, el presidente de Blackstone Group, una de las empresas de capital riesgo más grandes del mundo, tuvo un arrebato parecido. Al hablar sobre las propuestas para eliminar la laguna legal de las participaciones en beneficios, que permite que los ejecutivos de empresas como Blackstone paguen solo unos impuestos del 15% por gran parte de sus ingresos, Schwarzman declaró: “Es una guerra; es como cuando Hitler invadió Polonia en 1939”.
Y ya saben que esas declaraciones públicas no surgen porque sí. Cosas como estas son seguramente las que los Amos del Universo se dicen los unos a los otros continuamente, mientras asienten con la cabeza en señal de acuerdo y aprobación. Lo único que pasa es que a veces olvidan que se supone que no deben decir esas cosas en sitios donde la plebe pueda oírlas.
Fíjense también en lo que ambos hombres defendían: en resumen, sus privilegios. Schwarzman estaba indignado ante la idea de que pudieran exigirle que pagase los mismos impuestos que el resto de la gente; Benmosche afirmaba, en la práctica, que AIG tenía derecho a ser rescatada con dinero público y que no había que esperar que sus ejecutivos hiciesen ningún sacrificio a cambio.
Esto es importante. A veces, los ricos hablan como si fueran personajes de La rebelión de Atlas, y lo único que le exigen a la sociedad es que los gorrones les dejen en paz. Pero estos hombres hablaban a favor, no en contra, de la redistribución; la redistribución de la riqueza del 99% entre personas como ellos. Esto no es libertarismo; es exigir un tratamiento especial. No es Ayn Rand; es el antiguo régimen.
A veces, los ricos hablan como si fueran personajes de La rebelión de Atlas
A veces, de hecho, los miembros del 0,01 % hablan abiertamente de ese sentimiento de merecer un trato especial. Fue en cierto modo reconfortante que Charles Munger, el multimillonario vicepresidente de Berkshire Hathaway, declarase que debíamos “dar las gracias a Dios” por el rescate de Wall Street, pero que lo que debían hacer los estadounidenses de a pie con dificultades económicas era “aguantarse y afrontarlo”. Por cierto, en otra entrevista —realizada en su mansión junto al mar en Dubrovnik, Croacia— Benmosche declaró que la edad de jubilación debería aumentar hasta los 70 o incluso los 80 años.
El problema es que, en general, los ricos se han salido con la suya. Se rescató a Wall Street, pero no a los obreros ni a quienes tenían casas. Nuestra supuesta recuperación no ha hecho mucho por los trabajadores corrientes, pero los ingresos de los que más ganan se han disparado, ya que casi todos los beneficios de 2009-2012 han ido a parar al 1% con los ingresos más altos y casi un tercio al 0,01 % que más ganan (es decir, la gente con rentas de más de 10 millones de dólares).
Entonces, ¿a qué viene ese enfado? ¿Por qué lloriquean? Y tengan en cuenta que las afirmaciones de que se está persiguiendo a los ricos no solo provienen de unos cuantos bocazas. Han estado apareciendo en todas las páginas de opinión y, de hecho, fueron un tema central de la campaña de Romney el año pasado.
Bueno, yo tengo una teoría. Cuando se tiene tanto dinero, ¿qué es lo que se intenta comprar ganando todavía más? Uno ya tiene varias mansiones, criados y el avión privado. Lo que realmente se desea a esas alturas es adulación; uno quiere que el mundo se incline ante su éxito. Y por eso la idea de que la gente de los medios de comunicación, del Congreso e incluso de la Casa Blanca esté criticándole le saca de quicio.
Naturalmente, es de lo más mezquino. Pero el dinero da poder y, gracias al aumento de la desigualdad, estas personas tan mezquinas tienen mucho dinero. Así que sus lloriqueos, su enfado por no ser tratados con deferencia por el mundo entero, pueden tener consecuencias políticas reales. ¡Sientan la cólera del 0,01 %!
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008
© New York Times Service 2013
Traducción de News Clips.

 

Culturas políticas de comunicación en la era digital*

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Fuente: CUBARTE
El pasado 21 de febrero, el azar concurrente me deparó una ocasión singular: participar como profesor invitado en una clase de la Universidad de Harvard. Aunque he impartido cursos como profesor visitante en instituciones académicas de Estados Unidos, la invitación al seminario de posgrado “Negociar la Reconciliación: el caso Cuba-EE.UU.”, que me cursara el Dr. Robert Mnookin, director del Programa de Negociación de la Facultad de Derecho de Harvard, tuvo un carácter muy especial. Para tomar parte en él, no necesité visa, ni boleto de avión, ni permiso de salida, ni tuve que pasar por sucesivas entrevistas en la SINA ni en las oficinas de Homeland Security en Miami. Lo hice (o más bien, lo hicimos) sentado en la oficina de Rafael de la Osa, en Cubarte, gracias a su apoyo entusiasta, y al concurso técnico de Idelsis Gallardo, René López y Luis González, quienes lograron —magia de Skypemediante— que mi presencia atravesara miles de kilómetros de distancia y dificultades de todo tipo, y se materializara en aquella aula remota. Lo que nunca olvidaré de ese momento, además de mi expresión atónita en la enorme pantalla de 9 pies de altura en la pared del aula, fue la explosión de aplausos de los estudiantes, en medio de la clase que ya había empezado, jubilosos porque habíamos logrado una conexión que parecía imposible, y que a todos allá y aquí –técnicos y maestros incluidos--, nos cogió de sorpresa. Lo único que atiné a balbucear fue: “Ah, we made it!.
Seguramente esta no haya sido la primera videoconferencia que tiene lugar entre los dos lados; pero quizás sea la primera en que se comparte una clase universitaria en tiempo real. En todo caso, para mí resultó una experiencia reveladora. Pensé que me iba a ser difícil hacerme entender; que mi imagen se iba a fragmentar en dropouts, como en los videos de la película del sábado; que no iba a conseguir captar lo que me decían del lado de allá en el inglés de Boston; que la conexión se iba a caer una y otra vez. Sin embargo, todo funcionó perfecto. Al otro día, Bob Mnookin  me escribió entusiasmadísimo, y lo seguimos repitiendo en semanas sucesivas.
Quisiera partir de la evocación de este acontecimiento, para comentar algunas lecciones de mi muy elemental experiencia de Internet, que confluyen de manera particular en la problemática de nuestra cultura de la comunicación digital.

1) El recurso de la tecnología: metalenguaje y espacio de encuentro
Tengo en mi correo copias de los mensajes que se intercambiaron los analistas de redes de Harvard y los de Cubarte para poner a punto la conexión los días previos a la clase. Lo primero que salta a la vista cuando uno las lee, es que, aunque se trataba de una experiencia nueva para ambos, se entendieron instantáneamente. Yo les había explicado a los del otro lado todos los niveles que debían de transitarse del lado de acá para establecer una conexión de Skype, que permitiera transmitir audio e imagen. Aunque estábamos partiendo de contextos muy diferentes, una vez que se logró la aprobación institucional, ambos cooperaron en el acoplamiento y lograron ir atravesando las sucesivas esclusas de los dos sistemas informáticos.
Lo interesante para mí no fue tanto comprobar que todos los ingenieros, sean cibernéticos o biogenéticos, comparten un metalenguaje; sino que ambos pudieron identificar de inmediato el tipo de problemas que tenían delante, y colaborar en encontrarles soluciones alternativas, adaptadas a las condiciones de uso de Internet en Cuba, y a las muy peculiares circunstancias en que se establece la comunicación electrónica con los Estados Unidos. Como resultado de ese entorno particular, ambos equipos parecían intelectualmente retados por los problemas que tenían delante, y por la posibilidad de interactuar con una contraparte tan inusual. Al margen de representar una tarea asignada o de otro incentivo (por demás, inexistente en este caso), para los nuestros (y esta es solo una impresión personal) comprobar que podían jugar en esa liga constituía una motivación por sí misma, de naturaleza estrictamente profesional, es decir, cultural. Creo que, para los del otro lado, también funcionó el desafío profesional, pero muy en particular, les dejó una representación del otro cubano, con el cual pudieron entenderse en un territorio de alta especialización, y con el que se sintieron cómodos, culturalmente hablando.
Lección 1: Para los fines de la comunicación digital y sus usos a nivel nacional e internacional, esta experiencia muestra que la cooperación científico-técnica, educacional, artística, etc., constituye una dimensión particular, que puede ser aprovechada, facilitada o inhibida por las prácticas político-institucionales, pero que en todo caso tiene su autonomía y su espacio de realización propios.

2) El medio no es el mensaje: el conocimiento como bien público (y escaso)
La participación en aquel seminario sobre negociación de conflictos partía de una carencia: los que iban a impartirlo no eran expertos en Cuba. Para cualquier ejercicio de negociación, se requiere definir claramente, de los dos lados, los antecedentes, intereses, motivaciones, disposición al diálogo; qué ganan o pierden en un proceso negociador; cuáles son las agendas, condiciones, objetivos; qué factores políticos, religiosos, étnicos, psicológicos definen el conflicto. Nada de lo anterior se puede deducir lógicamente, sino depende de particularidades históricas, rasgos idiosincráticos, etc.; pues como cualquiera puede sospechar, un cubano no negocia lo mismo que un srilankés o un zulú. Ahora bien, si se trata de la Cuba contemporánea, la oferta de un conocimiento académico o investigativo resulta especialmente escasa. Estos requisitos reducían drásticamente las opciones disponibles, y creaban las condiciones propicias para la cooperación.
Aunque la demanda de conocimiento especializado sobre Cuba en medios académicos y culturales se acrecienta, también vía Internet, esta no da lugar entre nosotros, sin embargo, a una producción equivalente de bienes y servicios educacionales y culturales, especialmente diseñados para la circulación digital. A pesar de contar con el know-how, ninguna universidad cubana brinda, por ejemplo, programas de estudio distant learning sobre Cuba. La carencia de base, sin embargo, es mucho más profunda. En efecto, si un estudiante extranjero se interesa por matricularse en un curso, digamos, sobre la Revolución cubana, se sorprendería al saber que ni siquiera viniendo a la isla podría hacerlo. Paradójicamente, si una institución establecida se propone organizar este tipo de actividades de difusión y extensión, tropezaría probablemente con el cuestionamiento a lo que aquí se llama su objeto social. Esta lógica, que establece líneas demarcatorias estrictas entre arte y literatura, educación superior, ciencias y medios de comunicación, contribuye a incitar las interferencias burocráticas mutuas en lugar de articular los diversos espacios donde se despliega naturalmente la vida cultural del país. No se necesita una investigación para saber, naturalmente, que esas fronteras sectoriales rígidas quedan totalmente rebasadas por la dinámica propia de los medios digitales.
Un sistema de servicios educativo-culturales, que permita poner en circulación el inmenso caudal digitalizable de obras y patrimonio de la cultura cubana, el acervo intelectual de sus instituciones académicas y de investigación, la creatividad y vivacidad del intercambio de ideas que tiene lugar en el campo de la cultura y las ciencias sociales, se colocaría en la base de un esquema de difusión alternativo, que permitiera llegar a competir cualitativamente en el mercado global de la información.
Lección 2: Se requiere 1) disponer de una oferta de bienes y servicios culturales de calidad superior, a partir de la integración entre los diversos campos; 2) diseñada de manera tal que pueda hacerse efectiva en el lugar y el momento necesarios, y 3) muy particularmente, articulable con un esquema de cooperación no solo con canales alternativos, sino también  con circuitos establecidos de carácter académico y cultural.

3) La comunicación hablante-auditorio: diversidades, aboliciones, confusiones.
Como experiencia comunicativa, la que tiene lugar vía Internet trastorna los patrones culturales establecidos. Los resultados concretos son fascinantes. Uno es la abolición del espacio y de los desfases temporales: el rostro agigantado (y aparentemente humano) de un cubano (de la Cuba de Castro) que irrumpe de pronto en un aula universitaria de Nueva Inglaterra; la concurrencia de climas, vestimentas, usos horarios, en un mismo entorno visual; la sincronización de acciones y movimientos en montajes que responden a un significado común; la instauración de un referente de sentido, aunque temporal, compartido. Todos estos epifenómenos enriquecen el contexto cultural comunicativo con dimensiones novedosas.  
Ahora bien, en la vastedad del ciberespacio, otras transfiguraciones se multiplican, no todas con resultados igualmente enriquecedores.
Al trastocarse los roles de hablante y auditorio (fenómeno en sí mismo interesante), cada miembro delauditorio, en teoría, puede convertirse en hablante, y crear lo que, según Habermas, es una condición de la esfera pública: todos los hablantes son iguales. En esta dinámica, sin embargo, no solo se minimizan las diferencias entre hablante y auditorio, sino puede quedar abolido, de paso, el valor agregado que representa la función editorial. En efecto, según cierta visión libertaria relativamente extendida en Internet, toda jerarquía es malévola, pues “nadie es mejor que nadie”, de manera que la escritura no se reconoce solo como derecho de todos, sino como capacidad uniformemente repartida, cuya práctica no exige normas ni dominio expresivo, y se identifica con el puro ejercicio de la libertad de palabra. Aquí tiene lugar un desplazamiento conceptual, que identifica libertad de palabra con ausencia de normas, que confunde la gramática, las reglas elementales del diálogo y respeto al otro, con la coerción y la censura. En el fondo, este desplazamiento asume la sociedad civil como un espacio anómico, una especie de potrero donde todo se vale.
Dentro de este contexto de aparente permisividad, a menudo también quedan abolidas la identidad, la visibilidad y la transparencia. El hablante pronuncia palabras dentro de una caja negra —donde no ve a nadie, aunque todo el mundo, supuestamente, lo pueda ver a él—, dirigidas a interlocutores remotos, a quienes no distingue, porque permanecen ocultos, detrás de un pseudónimo, o de una dirección electrónica que no conduce a ningún país ni puede ser verificada. Este rasgo por sí mismo no aporta valores que tributen a una mayor calidad comunicativa.
La otra posible baja en esta permisividad irrestricta es la de la responsabilidad. Gracias a las reglas de juego asumidas, en particular el anonimato optativo, se puede ejercer una irresponsabilidad total o parcial. A pesar de la promovida ética de los blogs, y sus normas, ni el hablante ni el auditorio están obligados a responder por argumentos (o la falta de ellos), a reconocerse responsables de lo que dicen, o cómo lo dicen, a expresarse como si estuvieran cara a cara con el interlocutor. La anonimia y la irresponsabilidad hacen que el hablante goce de inmunidad, y eventualmente, de una peculiar impunidad.
Irresponsabilidad e impunidad no constituyen, definitivamente, valores propios de la libertad de expresión, sino más bien manías de una cultura autoritaria que nos sigue acompañando, también en el ciberespacio.
Lección 3: Se necesitan políticas culturales comunicativas que partan de reconocer el valor de las nuevas formas de intercambio y comunicación para el desarrollo cultural, de reforzar una genuina educación para el uso inteligente y cultivado de Internet, y al mismo tiempo, de fomentar la transparencia, y minimizar la irresponsabilidad, sin recurrir a mecanismos autoritarios que han probado su ineficacia en el tiempo, y que se revelan como contraproducentes.

4) Dominio y control informativo: acceso, participación, concurrencia
A pesar de las limitaciones impuestas para la conexión a la red dentro del territorio nacional, el acceso real directo e indirecto, se multiplica. Por vía de cuentas de correo electrónico, del mercado estatal y, sobre todo, privado formal e informal de productos informativos y de entretenimiento, y mediante soportes como memorias flash, DVD, celulares, mp3, etc., la difusión y el acceso de productos digitales se ramifica en extensión y profundidad dentro del tejido social. 
El uso de la comunicación digital deja atrás viejos métodos de control de acceso, del tipo poner un custodio en la puerta. No porque no se puedan poner porteros, técnicamente hablando, sino porque su eficacia es muy tenue. Desde noticias nacionales hasta videos underground, pasando por panfletos políticos, rumores, cartas apócrifas y películas pre-estrenadas, el consumidor conectado a esa red de distribución acaba accediendo a todo, salvo a una lectura crítica orientadora.  
Este contexto de oferta se caracteriza por la saturación, la carencia de jerarquías y juicios de valor, la marea de opiniones y fuentes indistintas, el ruido, la autorreferencialidad, la redundancia y la pacotilla informativa. Distinguir lo que vale y brilla dentro de ese torrente no es tarea fácil.
Según la lectura de algunos compañeros, la mera referencia a esos productos del mercado informal los legitimaría, les reconocería un estatus que no merecen, los normalizaría o acreditaría de alguna manera. En lugar de examinar las causas de los complejos problemas culturales de la era digital en el nuevo contexto social cubano, esa lectura se limita a negarles registro de residencia; en vez de una política comunicativa dirigida a enfrentarlos en el plano práctico, repite esquemas y reglas propios de otras etapas y culturas mediáticas; en lugar de tomar el toro por los cuernos, le da un pase de muleta mental, como si así pudiera borrarlo del ruedo.
Orientar significa algo más que desatar campañas y controlar accesos. Responder exige percatarse de que las condiciones de la comunicación digital han superado ya las clásicas distinciones estratégicas entre escribir para “adentro” y para “afuera”, pues en Internet esa línea fronteriza claramente definida ya no existe. Es tiempo de que se asuma en toda su extensión las implicaciones y el significado de nuestra actual articulación con el mundo. Esa conexión comunicativa cualitativamente distinta forma parte de las condiciones de reproducción de una cultura política diferente a la que predominó hasta la década de los 80.
Lección 4: Solo mediante una crítica cultural radical, integrada a un nuevo orden comunicativo que responda realmente a una nueva mentalidad, y que no se limite a flexibilizar el acceso, se pueden transformar los términos de la participación, y generar prácticas que permitan a los espectadores-consumidores convertirse en actores protagonistas ilustrados.

5) Políticas de rebote y otras cuestiones de estrategia comunicativa
Como bien saben los que se ocupan profesionalmente de estos menesteres, diversos eventos y fenómenos nacionales, transmitidos al exterior por corresponsales extranjeros, o surgidos como reacciones externas a materiales posteados en sitios de la isla, tienen a menudo un efecto de rebote en la política doméstica. Este efecto, basado en fuentes secundarias, condiciona visiones pregnantes sobre las políticas.
En esta mecánica, la imagen transmitida, no el evento mismo, se convierte en el referente. La lectura aparece contaminada por interpretaciones y juicios de valor arrastrados a lo largo del circuito comunicativo. Como la motivación de la reacción son estas adherencias propias del rebote, resulta muy difícil restablecer del todo el sentido original del acontecimiento, de forma que las aclaraciones difícilmente llegan a despejar del todo las percepciones formadas. Entrar en la liza de las ideas en esas condiciones equivale a pelear con una mano atada a la espalda.
La racional que coloca estos eventos en la pantalla política es la de la seguridad nacional. Aunque no se trate de reales amenazas a la seguridad, la mentalidad creada por décadas de asedio condiciona reacciones marcadas por una actitud defensiva. Solo el fomento de una cultura de la comunicación digital puede permitir rebasar este estadío primario, propio de la apropiación neófita de una nueva tecnología, a la que lo mismo se le atribuyen cualidades liberadoras que amenazantes.
Tomar la iniciativa en este campo, en lugar de adoptar una actitud defensiva, atrapada en la mecánica del rebote, requiere un clima comunicativo donde el ejercicio de la crítica y el debate sean la norma y la práctica sistemática, no un permiso, una licencia, una regla o un llamamiento, sujetos a la dirección de donde sople el viento. Solo la instauración de ese clima podrá desarrollar un estado de debate fluido, capaz de autorregularse, y asimilar estridencias naturales, que el propio debate puede corregir.
Lección 5: Se requieren políticas culturales de la comunicación que generen confianza, y puedan traducirse en prácticas efectivas, no sujetas al síndrome del rebote. Sabremos que estas políticas se han asimilado a una nueva cultura cuando los administradores de las redes no tengan que esperar las señas, para saber si las aplican o no.
En otros aspectos de nuestra vida nacional, y en particular de nuestra historia reciente, desde este territorio denominado “la cultura” se han podido dar pasos que han abierto más de un camino. De la voluntad y la determinación de todos, intelectuales y dirigentes, depende también que podamos contribuir a renovar nuestra cultura de la comunicación, en sintonía con la época que vivimos.

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