"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 18 de mayo de 2014

Hoteles Playa, producto estrella de grupo cubano Gaviota


(AIN) Los hoteles Playa, considerados Buque insignia del Grupo de turismo Gaviota S.A., se posicionan hoy entre los de mayor repitencia en el destino Cuba por visitantes nacionales y extranjeros.

De gestión propia, esas instalaciones funcionan bajo el régimen Todo Incluido y cuentan con una amplia variedad de servicios para responder a los gustos de grandes y chicos, además de ubicarse en algunas de las mejores playas de la Isla.

En recientes declaraciones a la prensa Frank P. Oltuski, vicepresidente de Mercadotecnia del grupo, señaló que el segmento de bodas y lunas de miel destaca entre las ofertas más demandadas por los clientes.

Detalló que en los Playa, la preocupación constante por satisfacer con calidad las expectativas de los huéspedes, le han merecido elogios en prestigiosos sitios internacionales de viajes, como TripAdvisor, colocándolos entre los hoteles con la mayor tasa de retorno en el destino caribeño.

Muestra de ello es el Playa Cayo Santa María, un Cinco Estrellas de reciente incorporación a la gran familia hotelera de Gaviota, con Spa, Cigar Bar y otros espacios de lujo acordes con el estilo con el que fue diseñado.

Esta instalación recibió a los más de 150 turoperadores, agentes de viajes y periodistas de varios países del mundo, que recorrieron varios destinos del país como parte de la 34 Feria Internacional de Turismo.

El Cayo Coco (Ciego de Ávila), el Costa Verde y el Pesquero (ambos en Holguín) completan la lista de los hoteles Playa, donde cada día sus colectivos ponen empeño por desarrollar un turismo de paz, seguridad y salud.

Una nueva oferta de Gaviota, el servicio Premium Playa, abrirá próximamente en el Pesquero, de 56 habitaciones de alto estándar y dos suites, experiencia con la  cual el grupo comenzará a incursionar en el segmento de lujo, añadió Oltuski.

De los más de 19 mil cuartos que pertenecen a Gaviota, tres mil 483 son gestionados bajo marcas propias y el resto son operados por reconocidas cadenas hoteleras como Meliá, Iberoestar, Blau, H10, Occidental, Riu, Pestana y Blue Diamond. 

Más novedades fiscales para el sector no estatal

Por Laura Howland 
 
El anuncio corrió de forma muy rápida, pues la prensa nacional, en su estrategia de seguir acompañando las transformaciones en el modelo económico cubano, reseñó el contenido de la Resolución 50 de la Oficina Nacional de la Administración Tributaria (ONAT), publicada por la Gaceta Oficial de la República y en la cual se establece un nuevo modelo de Declaración Jurada para las formas de gestión no estatal.

Según la normativa, el modelo denominado DJ-11 se instituye para la liquidación anual del impuesto sobre utilidades de las cooperativas no agropecuarias, y también será utilizado por aquellos contribuyentes que reporten un período menor de 12 meses de operaciones, o que causen baja.

Señala el documento que su entrega debe efectuarse en el primer trimestre del año posterior al período que se declara y, para facilitar su elaboración y tramitación, está estructurado por secciones, de manera que los depositarios indiquen los datos para la ejecución de ese aporte fiscal, así como otras informaciones complementarias, tales como las retribuciones recibidas por cada socio de la cooperativa.

La Resolución 50 de la ONAT también implanta para las cooperativas no agropecuarias el pago del impuesto sobre utilidades en un plazo no mayor de 15 días hábiles posteriores al cierre de cada trimestre natural, conforme a lo establecido en la Ley No. 113 del Sistema Tributario.

En todos los casos los pagos y los descuentos de gastos se realizarán en CUP y las entidades que ingresen CUC deben declarar el monto total empleando la tasa de cambio vigente.

Trascendió además que las cooperativas no agropecuarias recibirán la bonificación del descuento cuando asuman reparaciones en los locales estatales arrendados, las que deben ser justificadas documentalmente mediante certificación de la entidad arrendadora.

Asimismo, están en la obligación de crear y mantener una Reserva para Pérdidas y Contingencias, la que se conformará como mínimo con el 2 y hasta el 10 % de los gastos totales anuales de la cooperativa, y con el 10 % de las utilidades reales obtenidas al cierre de cada ejercicio económico, a lo cual se suman los beneficios de otras deducciones que sean autorizadas por el Ministerio de Finanzas y Precios.

Recientes informes precisan que hasta la fecha se han aprobado en la Isla más de 450 entidades de este tipo, de acuerdo con lo regulado en los dos Decretos-Ley del Consejo de Estado (los Nros 305 y 306, de noviembre de 2012, respectivamente), un Decreto del Consejo de Ministros (el No. 309, de noviembre de 2012), una Resolución del Ministerio de Finanzas y Precios (la No. 427, también de 2012) y otra del de Economía y Planificación (la No. 570 del mismo año).

Ese paquete normativo integra el marco jurídico que reglamenta, con carácter experimental, la creación y el funcionamiento de las cooperativas no agropecuarias, las cuales cuentan con personalidad jurídica y se constituyen voluntariamente por sus socios, con fines económicos y sociales a lograr, mediante la gestión colectiva.

Estas organizaciones constituyen fuentes de empleo en actividades muy directamente vinculadas con la población, lo cual se traduce en un impacto importante también en la localidad. Como están destinadas a dinamizar las fuerzas productivas, abarcan sectores tan variados como el comercio, gastronomía y servicios; construcción; transporte; industria y alimentación; así como las ramas de energía y prestaciones contables.

Al extender el cooperativismo hacia otras esferas, Cuba ha tenido en cuenta una experiencia de más de 50 años en este tipo de asociación laboral, pues en 1960 se crearon las Cooperativas de Crédito y Servicios (CCSs), luego las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPAs), y en 1993 las Unidades Básicas de Producción Cooperada (UBPCs); todas relacionadas con la rama agrícola.

No hay dudas de que las cooperativas, como alternativa organizativa y de autogestión, ocupan un lugar importante en la actualización del modelo económico cubano, ante la necesidad de descentralizar la gestión del Estado para lograr una mayor eficiencia.
REDONDEANDO EL CONCEPTO

Desde el punto de vista conceptual, una cooperativa es una organización con personalidad jurídica y patrimonio independiente, que se integra con fines económicos y sociales, a partir de la decisión voluntaria de los socios que la constituyen, quienes trabajarán en función de la producción de bienes o la prestación de servicios.

En este caso se trata, inicialmente, de buscar eficiencia en actividades que no tienen un peso significativo en el desarrollo económico del país y que con la forma de gestión estatal no han registrado los resultados que podrían esperarse de ellas. Por tanto, con la nueva variante de gestión, se busca un incremento en la cantidad y calidad tanto de productos como servicios.

Es decir, que además de la preponderante empresa estatal socialista, se reconoce y promueve en la Cuba de hoy el cooperativismo, teniendo en cuenta que esas organizaciones están en total sintonía con el sistema de justicia social de la ínsula, por sus principios básicos de membresía abierta y voluntaria, control democrático y participación económica de los miembros, compromiso con la comunidad, así como su autonomía e independencia, lo que incentiva un clima de ayuda mutua, igualdad, solidaridad y responsabilidad social.

Y está claro que el modelo no es cubano, pues se estima que actualmente existen en el mundo 750.000 cooperativas, que agrupan a más de 800 millones de personas, lo que significa más de un 12 % de la población del planeta. Nuestro país se monta en ese carro para dar más dinamismo y eficiencia a la economía, al tiempo que preconiza la necesidad de una Ley General de Cooperativas, que incluya tanto a las nuevas como a las que ya están en el agro, para lo que se prepara una metodología aplicable a cualquier tipo de unión, un manual de cooperativismo y un sistema de contabilidad, así como las políticas tributarias, de precios y de seguridad social que cumplirán sus miembros.- See more at: http://www.cubacontemporanea.com/noticias/mas-novedades-fiscales-para-el-sector-no-estatal#sthash.WcALPGKc.dpuf

En vísperas del 119 Aniversario de la muerte del Apóstol: ¿José Martí sirve para todo?





“Martí”, de José Luis Fariñas. Pastel graso. Enero, 2013.

Cuando en un coloquio sobre José Martí un ponente sostuvo que el discurso conocido como Con todos, y para el bien de todos es acaso el más excluyente de los pronunciados por el héroe, hubo quien puso el grito en el cielo. ¡Cómo decir semejante cosa de un texto signado por la voluntad unitaria que le da conclusión y título!

La reacción que suscitó aquel ponente se explica, en gran medida, por la tendencia que, no ajena a su grandeza —volcada en su pensamiento y en sus textos—, ha generado frases como esa según la cual “Martí sirve para todo”. Pero no, no sirve para todo, sino para lo que sirve, para lo que está inconfundiblemente plasmado, ideas mediante y calzado con actos, en su palabra.

De modo consciente o inconsciente, la refutación aludida se emparienta con gestos de personas y tendencias no solo variopintas, sino diametralmente opuestas. Lo son muchas de las que han afirmado sentirse representadas en el autor para quien parece destinado el neologismo con que él mismo tituló uno de sus poemas: “Homagno”, hombre magno.

Nada sugiere que fuera dolosa la intención de Marco Pitchon en José Martí y la comprensión humana (La Habana, 1957), curioso libro que el sabio Fernando Ortiz prologó con un texto ahondador: “La fama póstuma de José Martí”. Por las páginas del volumen desfilan lo humano y lo divino. En una muestra amplia y diversa, escritores y pensadores, políticos —no faltarán algunos innombrables— y dignidades religiosas declaran coincidentes las ideas de Martí y las suyas.

Motivos y evidencias sobran para saber que, a menudo, en la falsa identificación con Martí ha funcionado el oportunismo, incluso desfachatado. Desde otros ángulos, también se debe contar el deseo, hasta sano, de evadir reprobaciones como las que él lanzó contra determinadas conductas. Entre estas no escasean las de instituciones y representantes de religiones, señaladamente la católica, la más connotada o dominante en nuestra América.

Sobre todo en los Estados Unidos señaló otras que contribuían igualmente a profanar el cristianismo, los ideales del Jesús con quien se identificó por ética, espiritualidad y sentido de justicia, aunque sin verlo como el hijo encarnado de Dios. La posición martiana —que para la unión de religiosos y no religiosos anticipó líneas del pensamiento revolucionario del siglo XX (y del XXI)— supo apreciarla un eminente estudioso de su obra, Cintio Vitier, patriota y católico honrado.

El costado religioso del tema se menciona aquí no para reavivar contiendas doctrinarias, sino porque trae a la memoria un hecho asociado a buenos propósitos. Se ubica en el afán de impugnar estrecheces de posiciones ateocráticas —a veces solo diferenciadas de las opuestas por una diminuta a—, y refutar modos equivocados de apreciar el matizado anticlericalismo de Martí, quien también tuvo una personal religiosidad.

Un sacerdote católico —amigo, sabio y cubano legítimo, cuyo nombre se omite porque, al no estar ya en este mundo, no podría ocupar su lugar en el diálogo—, negó que Martí fuera anticlerical, pues no era un ser anti-, sino un ser pro-. Ciertamente el autor de “Hombre de campo” no se define como negador, sino como creador en busca de caminos —recordemos el pórtico de Ismaelillo— para el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud. Pero, que negó, negó. Quien nada niega, ¿no es sospechoso?

Todos sus actos revelan un fundador: desde la lucha política, patriótica, hasta la poesía, pasando por un legado abarcador como pocos. “Verso, o nos condenan juntos, / O nos salvamos los dos”, afirmó como conclusión de sus Versos sencillos. Siempre que lo entendió necesario fue anti-: anticolonialista, antiesclavista, antimperialista, antirracista, antinjusticia, antidogmático… En su contexto fue lo que hoy algunos llamarían antisistema: estuvo esencialmente contra la realidad sociopolítica de los entornos por donde transcurrió su largo peregrinar.

No es nueva, pero se ha puesto de moda, y tiene poderosos propulsores, la llamada desideologización, que no es ni más ni menos que la demolición de una ideología, la revolucionaria y emancipadora, para suplantarla por otra, la conservadora o contrarrevolucionaria, enmascarada a veces con una especie de elegante asepsia, o abulia. Esa moda conviene especialmente a los continuadores del imperio contra el cual, el día antes de caer en combate, Martí expresó que estaba dirigido todo cuanto él había hecho, y haría.

Escultura de José Marti del artista habanero Andrés González. El Apóstol trae un niño en un brazo, mientras el otro, en gesto resuelto, permanece extendido, señalando hacia la Oficina de Intereses de Washington en la Habana, desde la Tribuna Antimperialista.

El imperio y sus compinches verían con especial agrado que el héroe de Dos Ríos acabara visto como el productor de un discurso —su obra toda, no solo una de sus piezas oratorias— con mucha belleza verbal, mucha melodía y ningún contenido. Eso significaría un relativismo sin riberas, que llegaría al absurdo, o, para decirlo de otro modo, pararía en la castración del mensaje que conscientemente plasmó él en sus textos.

En un artículo se encargó de sostener: “A la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres”. Contra esa brújula se lanza en la actualidad una maniobra que a veces causa estragos hasta en la prensa cubana: convertir radical en sinónimo no ya de revoltoso, sino de violento irracional,criminal, terrorista.

Este último vocablo equivale a otros con los cuales los opresores en tiempos de Martí procuraban satanizarlo a él, y a los revolucionarios en general: facineroso, insurrecto,filibustero. Todo eso, y más, era para los colonialistas e imperialistas el organizador de una guerra de liberación nacional en la que dio la vida por la patria, por la independencia de nuestra América, por el equilibrio del mundo y aun por el honor de “la Roma americana”. Esta —denunció él lo que ya era crimen en marcha—, “en el desarrollo de su territorio—por desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles—hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo”.

La vigencia de sus ideas sigue en pie para las relaciones internacionales y para la marcha interna de cada pueblo, empezando por el suyo: el natal, y se sabe que respondió igualmente a otro mayor, la humanidad. En esos ámbitos su legado sirve para defender la justicia, no para negarla o soslayarla. Solo traicionando a su héroe podría Cuba desertar de la voluntad justiciera, centro de la lucha política encabezada por el más universal de sus hijos, cuyas ansias de equidad social son aún más significativas porque no eran cuestión de doctrina, sino profunda convicción humana.

Organizó un movimiento de liberación nacional que debía encarar las fuerzas del colonialismo español para sacarlo de Cuba, y las del naciente imperialismo estadounidense para impedir que se apoderara de las Antillas y se le facilitaran con ello sus planes de hegemonía continental y mundial. Tales urgencias —aunque no le correspondiera acometer planes socialistas— contribuyeron a que su proyecto político se fortaleciera con la decisión nacida ante monstruosidades de la esclavitud de viejo sello, y alimentada por su conocimiento del mundo de los trabajadores desde su familia hasta su propia experiencia personal.

Versos sencillos encarna esa decisión, que abrazó sin vacilar y explícita o implícitamente se aprecia en otros textos, como algunos de Patria, el periódico de la revolución: echar su suerte con los pobres de la tierra. En su entorno sobresalieron el abandono de la causa patriótica por los más ricos, el carácter oligárquico de la potencia que se aprestaba a ensayar un nuevo “sistema de colonización”, y el apoyo de los más humildes —a quienes llamó incluso “héroes de la miseria”— a su labor revolucionaria.

Sus ideas políticas no fueron ajenas ni indiferentes a la cuestión social. En el artículo dePatria aludido —que se publicó el 24 de octubre de 1894, cuatro meses antes de estallar la guerra— sostuvo: “En un día no se hacen repúblicas; ni ha de lograr Cuba, con las simples batallas de la independencia, la victoria a que, en sus continuas renovaciones, y lucha perpetua entre el desinterés y la codicia y entre la libertad y la soberbia, no ha llegado aún, en la faz toda del mundo, el género humano”. Se bregaba por “una república invisible y tal vez ingrata”, “por la patria, ingrata acaso, que abandonan al sacrificio de los humildes los que mañana querrán, astutos, sentarse sobre ellos”.

Sabía que “un pueblo está hecho de hombres que resisten, y hombres que empujan: del acomodo, que acapara, y de la justicia, que se rebela: de la soberbia, que sujeta y deprime, y del decoro, que no priva al soberbio de su puesto, ni cede el suyo”. Aprensiones y claras advertencias abundan en sus escritos. En las Bases del Partido Revolucionario Cubano fijó el propósito de “fundar […] un pueblo nuevo y de sincera democracia […] en una sociedad compuesta para la esclavitud”.

En tránsito de Montecristi a Cabo Haitiano para llegar a Cuba y ocupar su lugar en la guerra, la lectura de un libro lo mueve a estampar en su diario su satisfacción con “la igualdad única duradera”, y con “la paz solo asequible cuando la suma de desigualdades llegue al límite mínimo en que las impone y retiene necesariamente la misma naturaleza humana”, que él veía idéntica en esencia a nivel universal.

Asiduamente refutó falacias racistas dirigidas a legitimar la desigualdad entre los seres humanos, y al hacerlo en un apunte del cuaderno identificado con el número 18 en susObras completas, trazó una generalización que desborda el tema: “así se va, por la ciencia verdadera, a la equidad humana: mientras que lo otro es ir, por la ciencia superficial, a la justificación de la desigualdad, que en el gobierno de los hombres es la de la tiranía”.

Portador de ese pensamiento, pronunció el discurso citado al inicio. En él expresó la aspiración de que Cuba alcanzara “un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros”, y añadió: “ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Pero a ese bien se oponían fuerzas varias, foráneas y nativas, autoexcluidas del proyecto revolucionario que él fraguaba, y eso conducía a las exclusiones registradas en el discurso.

No era que él, honrado artífice de la unidad indispensable, asumiera posiciones sectarias y cerrara puertas que debían mantenerse abiertas. Adalid en el reclamo de que cada ser humano ejerciera el deber de pensar por sí, tampoco se proponía ahogar opiniones, pues —lo afirmó de distintos modos— de todas las de sus hijos estaba hecha Cuba. Pero no todas las opiniones merecían la misma aceptación.

En lo interno cubano debía tenerse en cuenta, y enfrentarlos, a los cómplices de las calamidades coloniales, de “la gangrena que empieza a roer el corazón”; y también a “los petimetres de la política”, que se pondrían “a refunfuñar el patriotismo de polvos de arroz, so pretexto de que los pueblos, en el sudor de la creación, no dan siempre olor de clavellina”. Frente a tales rémoras pide dar “paso a los que no tienen miedo a la luz”, y aunque solicita “caridad para los que tiemblan de sus rayos”, no vacila en condenar a quienes se oponen a la revolución, o la dañan.

De los demagogos dice: “¡Clávese la lengua del adulador popular, y cuélguese al viento como banderola de ignominia, donde sea castigo de los que adelantan sus ambiciones azuzando en vano la pena de los que padecen, u ocultándoles verdades esenciales de su problema, o levantándoles la ira […]!”. No repudia solo a los demagogos: “¡[…] al lado de la lengua de los aduladores, clávese la de los que se niegan a la justicia!” Como “la mano de la colonia […] no dejará a su hora de venírsenos encima, disfrazada con el guante de la república”, avisa: “¡Y cuidado, cubanos, que hay guantes tan bien imitados que no se diferencian de la mano natural!”

Contra quienes propalan miedos —ya fuese “a las tribulaciones de la guerra”, “al que más ha sufrido en Cuba por la privación de la libertad” (el “negro generoso”, el “hermano negro”), o al español honrado—, lanza un “¡Mienten!” tras otro. La acusación se concentra en aquellos a quienes llama lindoros, olimpos de pisapel y alzacolas. Ellos hacen pensar en los señores —anexionistas o autonomistas— que el día antes de caer en combate califica de celestinos, porque prefieren “un amo, yanqui o español”, que les asegure sus privilegios, y desprecian a “la masa inteligente y creadora de blancos y negros”.

No por gusto, casi al inicio del discurso citado, menciona al “dueño codicioso” frente al cual han fundado un pueblo de amor sus compatriotas que lo recibieron y lo escuchaban en Tampa, y en el mismo texto exclama: “¡Esta es la turba obrera, el arca de nuestra alianza, el tahalí, bordado de mano de mujer, donde se ha guardado la espada de Cuba, el arenal redentor donde se edifica, y se perdona, y se prevé y se ama!”

Las desigualdades injustas eran un hecho objetivo, y podían ser inevitables entonces, como podrán serlo quién sabe hasta cuándo. Pero el revolucionario fundador que echaba su suerte con los pobres de la tierra tenía clara su opción. En carta de mayo de 1894 le habla a su amigo Fermín Valdés Domínguez de peligros que, como el oportunismo y las lecturas mal entendidas —y, pudiéramos añadir, la falta de caminos visibles—, asediaban, “como a tantas otras”, a “la idea socialista”. Pero es terminante al decir: “siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa”.

Su identificación con “la fuerza moderadora del alma popular” —cuya ausencia lo inquietaba aunque se diera en el más ostensible de sus inspiradores, Simón Bolívar— no significaba apatía, resignación, pasividad. Su preferencia por métodos no violentos no implicaba renunciar a la más alta expresión de violencia, la guerra, si esta era necesaria, y previó que la lucha contra la injusticia social podría necesitarse también en la república.

La ternura y la delicadeza, que le permitían dialogar con niñas y niños, y maravillarse, en campaña, con el espectáculo de la naturaleza, con la noche bella, con la música de la selva, fueron también cimientos de su actitud, junto a la firmeza. Nada tuvieron de flojeras culpables. Y la imposibilidad de erradicar en su tiempo la injusticia social no lo llevó a desentenderse de los ideales de la equidad. En todo mostró una voluntad que no cedió ante obstáculos ni ante consejos inmorales dictados por conveniencias oportunistas.

Resueltamente expuso en su alabanza póstuma a Federico Proaño, publicada en Patria el 8 de septiembre de 1894: “Cuando se va a un oficio útil, como el de poner a los hombres amistosos en el goce de la tierra trabajada—y de su idea libre, que ahorra sangre al mundo,—si sale un leño al camino, y no deja pasar, se echa el leño a un lado, o se le abre en dos, y se pasa: y así se entra, por sobre el hombre roto en dos, si el hombre es quien nos sale al camino”. Lo tenía claro: “El hombre no tiene derecho a oponerse al bien del hombre. Esto es lo mismo en Lima que en Quito, y en Guatemala que en San José: quien ve al hombre mermado, pelea por volverlo a sí, como Proaño peleó”.

Con los topónimos citados puntea la trayectoria del periodista ecuatoriano a quien elogia, pero para hablar de sí mismo pudo haber añadido La Habana, Madrid, Nueva York, la Sierra Maestra, nuestra América toda. Quien se expresa en aquellos términos poco tiempo antes de estallar la guerra cuyos preparativos él encabezaba, es el orador que dice: “¡Basta de meras palabras!”, y convoca a la acción, guiada por “un amor inextinguible”, para liberar la patria.

Aquel discurso lo pronunció en Tampa el 26 de noviembre de 1891, como parte de la movilización para fundar el Partido Revolucionario Cubano. Y gran parte del texto señala actitudes y fuerzas que difícilmente en unos casos, y de ninguna manera en otros, integrarían la totalidad con que él contaba para librar la guerra revolucionaria y fundar la república.

Hechas las precisiones que hace, concluye: “¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darles tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: ‘Con todos, y para el bien de todos’”.

(Tomado de Bohemia Digital)

Economía climática demencial

Miren adonde miren estos días, verán que el marxismo está en auge. Bueno, vale, a lo mejor ustedes no; pero los conservadores sí. Si mencionan siquiera la desigualdad de rentas, les tacharán de ser una reencarnación de Iósif Stalin; Rick Santorum ha declarado que todo uso de la palabra “clase” es un “discurso marxista”. En opinión de la derecha, hay motivos siniestros acechando por doquier; por ejemplo, George Will dice que la única razón por la que los progresistas defienden el tren es que pretenden “reducir el individualismo de los estadounidenses a fin de predisponerlos más al colectivismo”. 

Así que ni que decir tiene que Obamacare, basada en ideas surgidas inicialmente en la Fundación Heritage, es un programa marxista; exigir que los ciudadanos contraten un seguro es prácticamente lo mismo que enviarlos a los gulags. 

Y esperen a que el Organismo de Protección Medioambiental (EPA, por sus siglas en inglés) anuncie las normas destinadas a frenar el cambio climático. 

Hasta ahora, la locura climática de la derecha se ha centrado principalmente en atacar a la ciencia. Y ha sido todo un espectáculo: a estas alturas, casi todos los afiliados al Partido Republicano defienden la opinión de que el cambio climático es un engaño gigantesco, que los miles de artículos de investigación que demuestran que el planeta se está calentando —el 97% de la literatura sobre el tema— son el producto de una inmensa conspiración internacional. Pero cuando el Gobierno de Obama empiece a tomar medidas reales basadas en esas pruebas científicas, es cuando la economía climática demencial alcanzará todo su potencial. 

Ya podemos hacernos una idea de lo que nos espera por las opiniones que discrepan de un fallo reciente del Tribunal Supremo acerca de la contaminación causada por una central eléctrica. La mayoría de los jueces han estado de acuerdo en que el EPA tiene derecho a regular la niebla tóxica procedente de las centrales de carbón, niebla que se dispersa más allá de los límites interestatales. Pero el juez Antonin Scalia no solo ha discrepado; ha indicado que la norma propuesta por el EPA —que vincularía la magnitud de las reducciones de la contaminación exigidas a los costes— era un reflejo del concepto marxista “de cada cual según su capacidad”. ¿Tener en cuenta los costes es marxista? Quién lo iba a decir. 

Y ya pueden imaginarse lo que pasará cuando el EPA, fortalecido por la norma sobre la contaminación, pase a regular las emisiones de gases de efecto invernadero. 

¿A qué me refiero cuando hablo de economía climática demencial? 

Primero, veremos que cualquier intento de frenar la contaminación se tacha de acto tiránico. La contaminación no siempre ha sido una causa de profunda división partidista: los economistas del Gobierno de George W. Bush encomiaron el control de la contaminación “basado en el mercado” y, en 2008, John McCain propuso un sistema de límites e intercambio para los gases de efecto invernadero durante su campaña presidencial. Pero cuando los demócratas de la Cámara aprobaron de hecho una ley de limitación y comercio en 2009, se la atacó tachándola —como habrán adivinado— de marxista. Y, hoy día, los republicanos se lanzan como fieras contra todas las restricciones, incluso las que son claramente más necesarias, como el plan para reducir la contaminación que está destruyendo la bahía de Chesapeake. 

En segundo lugar, oiremos afirmar que todo intento de limitar las emisiones tendrá lo que el senador Marco Rubio ya califica de “un efecto devastador en la economía”. 

¿Por qué es esto demencial? Normalmente, los conservadores ensalzan la magia de los mercados y la adaptabilidad del sector privado, que supuestamente es capaz de superar fácilmente cualquier restricción impuesta por, digamos, el suministro limitado de recursos naturales. Pero en cuanto alguien propone añadir unas cuantas restricciones en respuesta a los problemas medioambientales —como poner un tope a las emisiones de carbono—, esas omnipotentes corporaciones aparentemente pierden toda su capacidad para afrontar los cambios. 

Ahora bien, las normas que probablemente imponga el EPA no le darán al sector privado tanta flexibilidad como habría tenido con un tope para el carbono o un impuesto sobre las emisiones que se aplicase a todos los sectores económicos. Pero eso es culpa únicamente de los propios republicanos: su oposición inflexible a toda clase de política climática ha hecho que las medidas ejecutivas de la Casa Blanca sean la única vía por la que poder avanzar. 

Además, se da la circunstancia de que centrarse en la política climática relacionada con las centrales de carbón no está mal como primer paso. Estas centrales no son la única fuente de emisiones de gases de efecto invernadero, pero son una parte considerable del problema (y los mejores cálculos que tenemos sobre el camino que hay que seguir indican que la reducción de las emisiones de las centrales eléctricas será una parte importante de cualquier solución). 

¿Y qué hay del argumento de que las acciones unilaterales estadounidenses no servirán de nada porque el verdadero problema es China? Es cierto que ya no somos el primer emisor de gases de efecto invernadero, pero seguimos siendo un segundo emisor muy importante. Además, las medidas de Estados Unidos contra el cambio climático son un primer paso necesario hacia un acuerdo internacional más general, que seguramente incluirá sanciones contra los países que no participen. 

Así que la tormenta de fuego que se avecina como consecuencia de las nuevas normas sobre las centrales eléctricas no será un verdadero debate, del mismo modo que no hay un verdadero debate sobre la climatología. En vez de eso, las ondas estarán plagadas de teorías de la conspiración y de afirmaciones absurdas sobre los costes, todo lo cual debemos ignorar. Puede que la política climática por fin esté llegando a alguna parte; no dejemos que la economía climática demencial se interponga en el camino. 

Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008. 

© 2014 New York Times News Service. 

Traducción de News Clips.

Asociación pedagógica insta a ver el juego de otra manera

Esta actividad humana, crucial en las primeras edades, debe ocupar más espacios en el desarrollo integral de la sociedad.

La Habana, 18 may.- A promover una concepción renovadora del juego instó Gilberto García, presidente de la no gubernamental Asociación de Pedagogos de Cuba (APC), durante el Primer Encuentro Juegos y Televisión, que se desarrolló en la sede nacional de este grupo profesional.

Según el especialista, “el juego es una actividad humana tremendamente poderosa y los educadores no hemos sabido explotar sus potencialidades”.

De hecho, subrayó que en el seminario de preparación del curso escolar 2014-2015, organizado esta semana por el Ministerio de Educación, maestros de la enseñanza preescolar, que por lo general son mujeres, “reclamaron más espacio para el juego en la educación en edades tempranas porque es la actividad dominante del niño de cero a seis años”.

“La actividad predominante del niño en toda la extensión es el juego. Sin embargo, en la escuela primaria esa actividad está casi ausente”, dijo García en la cita celebrada los pasados 15 y 16 de mayo, en esta capital.

“Es el juego didáctico el recurso pedagógico empleado por los maestros para estimular la creatividad de niños, adolescentes y jóvenes, pero ocupa un espacio mínimo en todo el proceso educativo”, aportó.

También subrayó la importancia del esparcimiento en el desarrollo de la mente y la creatividad humana.

Al tiempo instó a que los contenidos lúdicos ocupen un espacio mucho mayor en los medios de comunicación masiva y que alcancen la función educativa que le corresponde en la sociedad.

Por su parte, Edilia Perdomo, profesora e investigadora de la Universidad de Ciencias Pedagógicas “Enrique José Varona”, apuntó que esta actividad constituye un agente socializador, desarrollador y para aprender.

La creadora de una metodología lúdico-creativa aplicable a todos los niveles de enseñanza, recomendó fomentar la imaginación y creatividad en las personas desde la escuela.

Lamentó que, “a veces, los maestros poseen mentalidades un poco rígidas y les cuesta romper con la inercia de la cotidianidad”.

A su criterio, no se puede seguir pensando que “el juego es solamente diversión, disfrute, tiene que ser también un agente trasmisor de las cuestiones positivas para transformar una personalidad”.

También abogó por transformar la escuela cubana de hoy, “porque el niño de la primaria tiene que jugar para aprender, ser un creador, pensar, cambiar, romper la inercia, salir de la fatiga escolar”.

“Se está preparando a los maestros para que ocurra esa transformación, que debe comenzar sobre todo en la etapa preescolar”, refirió.

El Primer Encuentro Juegos y Televisión tuvo como objetivo estimular la producción de contenidos de calidad con enfoque lúdico, dirigidos a fomentar el desarrollo integral de la sociedad cubana.

Coordinado por el Grupo de Programas para Niños y Jóvenes de la Televisión Cubana, con la colaboración de la APC, el espacio contribuyó a la capacitación del personal en aras de favorecer la comprensión del concepto actualizado del juego, su importancia social y para el medio televisivo.

La APC es una asociación científica de carácter nacional con personalidad jurídica y patrimonio propio.

Integra en su seno a las y los intelectuales que desarrollan o hayan desarrollado sus labores como docentes o investigadores en cualquiera del conjunto de las ciencias relacionadas con la Pedagogía. (2014)
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