"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

jueves, 17 de enero de 2013

El desajuste de la Ley de Ajuste

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Por Jesús Arboleya Cervera
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 En declaraciones a la prensa, los congresistas cubanoamericanos Ileana Ros-Lethinen y Joe García acaban de expresar dos posiciones radicalmente distintas respecto a la Ley de Ajuste Cubano. Aprobada en 1966, esta ley establece que las personas de origen cubano que ingresen a Estados Unidos después del primero de enero de 1959, pueden obtener la residencia legal al año de estancia en mismo, lo que les permite transitar el proceso hacia la ciudadanía mucho más rápido que el resto de los inmigrantes.    
Según García, primer cubanoamericano demócrata electo como congresista en Miami, la Ley de Ajuste ha sido el “milagro” que ha permitido a los inmigrantes cubanos integrarse “casi inmediatamente” a la sociedad estadounidense, por lo que apoya decididamente su mantenimiento. Por su parte, la republicana Ros-Lethinen, asumiendo la misma posición ya planteada por otros representantes de su partido, propone eliminar de sus beneficios a todos aquellos que decidan visitar su patria de origen.
“No se puede afirmar que uno puede ser considerado perseguido por razones políticas en Cuba y, al mismo tiempo, regresar de visita”, dice con razón Ros-Lethinen. Solo que en vez de reconocer la evidencia de que tal persecución no existe, aspira a que el mito se imponga, mediante medidas coercitivas.
Creo que ni la propia congresista puede dar crédito a la legitimidad de esta propuesta y aunque todo puede ocurrir en la política norteamericana hacia Cuba, lo más probable es que, más que a su reforma, este debate conduzca a su eliminación, lo que sirve igual a los intereses de la extrema derecha, cuyo verdadero objetivo es demorar el acceso de los nuevos inmigrantes a la política local y así restar fuerza potencial a un sector del electorado que ha demostrado rechazarlos mayoritariamente.
Aunque con un pasado que lo vincula a la Fundación Nacional Cubano Americana y siendo también parte de la maquinaria que controla la vida política del enclave cubanoamericano, García se nos presenta con una posición distinta a la extrema derecha tradicional y en ello radica lo novedoso de su mensaje, sin importar que para justificarse recurra al manido argumento de que lo motiva el hecho de que no ha cambiado “la situación en Cuba”.
No se trata solo de que sea un demócrata, otros políticos cubanoamericanos lo han sido con idéntico discurso republicano, sino porque ganó defendiendo la agenda de flexibilizar los contactos de los emigrados y sus descendientes con la sociedad cubana y parece lo suficientemente inteligente para comprender el anacronismo de posiciones que no tienen sustento en la realidad y se contradicen con las tendencias que seguramente predominarán en el futuro político de la comunidad cubanoamericana. Al menos, debemos darle el beneficio de la duda a Joe García cuando nos dice: “he madurado, ha pasado mucho tiempo y he aprendido”.
La paradoja es que, por otras razones y con otros propósitos, finalmente la extrema derecha cubanoamericana venga a coincidir con el gobierno cubano en la crítica a una ley, que desde su origen mostró una intención política que trasciende el problema migratorio y, por su contenido y funciones, no tenga paralelo en la historia de Estados Unidos.
A ello se agrega que, con la finalidad de desestabilizar a la sociedad cubana, ha sido un estímulo a la emigración ilegal, toda vez que han podido acogerse a ella los que ingresan al territorio estadounidense por vía anormales, lo que se contradice con las normas migratorias de ese país, incluso con el propio texto de la Ley de Ajuste, que exige calificar según las mismas.
Quizá ninguna otra construcción mediática ha sido tan eficaz para justificar la beligerancia contra Cuba, como esta supuesta naturaleza de “perseguidos políticos” que se achaca a la emigración cubana. De aquí que la extrema derecha comprenda que se viene abajo todo el andamiaje que sustenta sus posiciones, cuando se comprueba que pueden viajar libremente para reunirse con familiares y amigos, invertir en pequeños negocios, incluso, por qué no, “tomar mojitos y bailar rumba” en el país de sus supuestos perseguidores. Oportunidades que, por demás, se facilitan aún más como resultado de las reformas migratorias recientemente aprobadas en Cuba.
Al desmoronarse por su propio peso la capacidad de manipulación política que convirtió en “exiliados políticos” a los que evidentemente no lo son y Estados Unidos, en su propio beneficio, asuma una postura responsable frente al ingreso ilegal e incontrolado de inmigrantes procedentes de Cuba, no veo razones para que el  gobierno cubano se sienta amenazado por la existencia de una ley, cuyo  supuesto objetivo es brindar facilidades para el asentamiento de las personas que arriben legalmente a ese país y, en tal sentido, hasta pudiera servir de patrón para una política migratoria más compasiva hacia todos los inmigrantes.
García tiene razón cuando pronostica que será difícil defender el mantenimiento de la Ley de Ajuste Cubano, no solo por existir algunos “que actúan contra su propia gente”, como ha planteado, sino porque debido a las transformaciones de la comunidad cubanoamericana y la propia sociedad cubana, ya no es funcional a los fines subversivos que la originaron. De resultas, el debate sobre la Ley de Ajuste constituye solo un botón de muestra de todo lo que atañe a la política hacia Cuba.
Recientemente, en un evento académico celebrado en Cuba con la participación de varios estudiosos norteamericanos, una interrogante recurrente fue “lo que pierde Estados Unidos no teniendo relaciones normales con Cuba” y de este análisis surgió una gran lista de oportunidades, desde las posibilidades de negocios hasta el control del narcotráfico.
Quise, sin embargo, hacer la pregunta al revés y discutir “lo que ha ganado Estados Unidos no teniendo relaciones normales con Cuba”. Desde mi punto de vista, no ha sido una política insensata que ha desconocido los intereses hegemónicos de Washington, como piensan algunos, sino que, además de crear innumerables dificultades al proceso revolucionario, durante años logró aislar a Cuba del resto del continente y establecer los límites del dominio norteamericano en el área.
Evidentemente, aunque no alcanzó el objetivo final destruir a la Revolución cubana, le convino en su momento, el problema es que tal política ya no es sustentable por razones que escapan de su control y lo mismo ocurre con la política migratoria hacia Cuba.
El dilema para la extrema derecha cubanoamericana no se limita, por tanto, a intentar cambiar las reglas del juego modificando una ley que ya no sirve a sus intereses, sino preocuparse hasta que punto sus posiciones ya no son convenientes a la política norteamericana y toda esta discusión no es más que expresión de su propia decadencia.
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Sociedad económica busca más impacto social

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IPS Cuba
La SEAP mantiene relaciones de intercambio y cooperación con instituciones culturales, educativas, por el cuidado del medio ambiente y científicas para contribuir al desarrollo sostenible de Cuba.
La SEAP mantiene relaciones de intercambio y cooperación con instituciones culturales, educativas, por el cuidado del medio ambiente y científicas para contribuir al desarrollo sostenible de Cuba.
 
La no gubernamental Sociedad Económica del Amigos del País (SEAP), que acompaña el desarrollo de Cuba desde hace 220 años, aspira en 2013 a reunir más propuestas e ideas de especialistas para contribuir al proceso de cambios económicos encauzados por el gobierno de Raúl Castro.
El pasado año, la organización realizó talleres sobre temas claves para el país como la seguridad alimentaria y el desarrollo local, y logró crear un nuevo capítulo en la ciudad de Holguín, a 689 kilómetros al sureste de la capital, para tributar desde la ciencia al mejoramiento territorial.
“Queremos crear un escenario de intercambio de ideas y de debate para lograr la unificación de criterios entre la numerosa comunidad científica formada por la Revolución” (de 1959), indicó Julio A. García Oliveras, sobre la meta de la institución que arribó el pasado 9 de enero a su 220 aniversario.
El vicepresidente de la SEAP hizo un balance de su trabajo desde 2011 hasta ese entonces y habló de las perspectivas para el año que recién comienza durante el taller “El desarrollo local en Cuba: potencialidades y desafíos”, realizado en noviembre de 2012.
“Hemos tomado al desarrollo local como el punto de giro o el sensor que va a señalar si el perfeccionamiento del modelo funciona o no”, amplió en la cita a la que asistieron funcionarios e investigadores que han aportado a este campo.
“Con las actividades efectuadas nos estamos acercando al prestigio que tuvo la SEAP en sus orígenes (cuando era la única organización de su tipo en la Cuba colonial). Estamos trabajando por una SEAP del siglo XXI”, expresó sobre la sociedad con sede principal en La Habana.
El 18 de diciembre de 2012 quedó inaugurado el nodo holguinero con la presencia de Ester Fabiola Bueno, integrante de la Dirección nacional de la SEAP. La activista indicó que el nuevo capítulo promoverá la utilización de las ciencias en la solución de problemas del territorio y de resultados investigativos, entre otras actividades.
La SEAP, la asociación más antigua de Cuba, tiene como misión contribuir a la promoción de las ciencias y la cultura, al mantenimiento de las mejores tradiciones del pueblo cubano, a la formación y fortalecimiento de la conciencia ciudadana y la consecución de los más altos ideales de la sociedad.
Asimismo, mantiene relaciones de intercambio y cooperación con las instituciones académicas, culturales, educativas, científicas, por el cuidado del medio ambiente, otras organizaciones no gubernamentales, tanto nacionales como de otras latitudes, para contribuir al desarrollo sostenible de Cuba.
Entre los fundadores de la SEAP figuraron los patricios Francisco de Arango, Tomás Romay, José de la Luz y Caballero, Félix Varela, Felipe Poey y Álvaro Reynoso, quienes crearon la organización bajo el lema Pro Patria, reflejo del ideario de su misión.
Durante muchos años fue solo una sociedad de hombres, hasta que admitió a mujeres y sus estatutos fueron transformados al cumplir 201 años para elegir a la doctora Daysi Rivero. Su biblioteca, todavía abierta, fue la primera de carácter público en el país.
Aunque mantuvo existencia legal desde 1792 a nuestros días, la SEAP no siempre estuvo activa. Según especialistas, su historia se divide en tres etapas: 1793 – 1899, conocida como colonial; 1899- 1959, la republicana); y a partir de 1994 hasta hoy.

Reformas estructurales y el mito del mercado laboral

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Reformas estructurales y el mito del mercado laboral

Alejandro Nadal, La Jornada

Ningún mito ha sido más importante en la teoría económica que el de la existencia del mercado laboral. Para la plácida ideología del capitalismo contemporáneo, plasmada en la teoría económica ortodoxa, esta fábula se usa para explicar la determinación del salario y el fenómeno del desempleo (o negar la existencia de desempleo involuntario). Es también el fundamento para recomendar la completa flexibilidad en el mercado de trabajo, es decir la eliminación de obstáculos al movimiento de los salarios para realizar el ajuste en este peculiar mercado. Este es el fondo de la llamada reforma laboral en México y en muchos otros países.

Pero hay un problema. En realidad no existe el llamado mercado laboral. Para empezar, consideremos la estructura de un mercado cualquiera. En él se encuentran los productores de una mercancía para cuya producción se han tenido que cubrir los costos de insumos variados y los consumidores que demandan ciertas cantidades de dicha mercancía.

La demanda de las mercancías comunes está determinada por las preferencias e ingresos de los consumidores, mientras su oferta depende de los costos de producción y de una tasa de ganancia. Pues en el caso del llamado mercado laboral, las cosas no son tan fáciles. Para empezar, el trabajo no se demanda para consumirlo sino para usarlo en la producción de mercancías. Además, el trabajo no se produce por empresas cuyo único objetivo es llevar su producto a vender en el mercado.

En otros términos, en el supuesto mercado laboral las relaciones entre las fuerzas de la oferta y la demanda están invertidas. La demanda de trabajo está fijada por los productores, mientras la oferta de trabajo está determinada por los que son, en el fondo, consumidores. O, si se prefiere, los productores se convierten en consumidores y éstos en aquéllos. Esta alteración acarrea una serie de complicaciones que terminan por destruir la noción de mercado laboral.

En la teoría económica estándar cuando se incrementa el precio de una mercancía, la oferta de esa mercancía aumenta (porque los oferentes obtienen mayores utilidades con el aumento de precio). En el caso del supuesto mercado laboral, cuando sube el precio de la mercancía los trabajadores pueden llegar a ofrecer menos de esa mercancía (al contrario de lo que acontece con todas las demás mercancías). ¿Por qué? La explicación es que en ese caso un trabajador puede obtener el mismo ingreso con menos horas de trabajo.

En la jerga de los economistas se diría que la curva de oferta del trabajo tiene una pendiente negativa (a mayor salario menos oferta de trabajo). Eso es un desastre para la teoría ortodoxa. Se ha buscado resolver este problema teórico aduciendo que existe un efecto sustitución y un efecto ingreso cuando aumenta el salario. Por el primero el trabajador sí aceptará trabajar más horas porque cada hora de asueto que es sustituida por una hora de trabajo le proporciona un ingreso mayor. Pero si eso suena lógico el razonamiento se viene abajo cuando se observa que el llamado efecto sustitución se destruye por el efecto ingreso: cuando el salario aumenta el trabajador reduce sus horas de trabajo y obtiene simultáneamente más tiempo de asueto y mayor ingreso. Se destruye el efecto sustitución, desaparece la curva de oferta de trabajo y el tristemente célebre concepto del mercado de trabajo se cae al agua.

En el desastre que es la teoría económica convencional queda claro que también se desmorona el supuesto fundamento racional de la llamada política de flexibilidad laboral: nada justifica la idea de que la legislación sobre salarios mínimos o que la presencia de sindicatos provocan desempleo. Ese tipo de desplantes dependen crucialmente de la idea de que existe un mercado laboral que, al igual que el mercado de manzanas, respeta la ley de la oferta y la demanda.

Si no existe el mercado de trabajo, ¿qué es lo que sí existe? La respuesta es que en una economía capitalista existen estructuras de empleos con sistemas de remuneraciones heterogéneas. Pero esto también tiene otras repercusiones negativas para la teoría ortodoxa. Ésta sostiene que la demanda de trabajo está regida por la productividad marginal del trabajo, es decir, por la aportación al producto de la última unidad de trabajo utilizada. Según este razonamiento la remuneración de los trabajadores refleja su contribución al producto social. Pero en una estructura heterogénea de empleos no es posible calcular la productividad de la última unidad de trabajo utilizada.

Todo esto confirma que el salario no es un precio. Es una variable de distribución del ingreso y se determina no por un mecanismo impersonal anónimo, sino por las relaciones de poder entre capitalistas y trabajadores. Por eso en las últimas décadas la productividad total del trabajo (que sí se puede calcular) ha crecido mucho más que el salario real: los beneficios de la mayor eficiencia no han sido para los trabajadores sino para los dueños de las empresas en las que laboran.
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