Por Pedro Martínez Pírez
Figurar en el libro “Imágenes del Ecuador en el Siglo XX”, editado por el Banco Central de esa nación andina, no representa un galardón especial, pero cada vez que veo la fotografía en que aparezco en la página 261 con el presidente Carlos Julio Arosemena Monroy en la playa de Manglaralto, recuerdo las batallas que Cuba viene librando contra el imperio y la CIA desde el triunfo de la Revolución.
La instantánea recoge el instante en que el entonces primer mandatario de la nación andina recibe, el 31 de diciembre de 1961 y al margen del más elemental protocolo, a una delegación cubana que, encabezada por el vicecanciller Carlos Olivares Sánchez, realizaba un recorrido por varios países de América Latina para denunciar los planes de Washington con el propósito de aislar y agredir a Cuba.
Habían transcurrido solamente ocho meses de la invasión mercenaria por Playa Girón y Estados Unidos presionaba con fuerza a las naciones latinoamericanas para lograr la ruptura de relaciones diplomáticas y la expulsión de Cuba de la OEA.
En esa oscura misión estaba entonces en Ecuador el oficial de la Agencia Central de Inteligencia Philip Agee, quien mediante los más sucios métodos, lograría que el presidente Arosemena rompiera relaciones con Cuba el 2 de abril de 1962, tres meses después del famoso encuentro en la playa de la costa ecuatoriana, al cual asistí en mi condición de miembro de la Misión diplomática cubana en Quito.
Recuerdo perfectamente cuando Carlos Julio Arosemena, quien el 9 de noviembre de 1961 y en su calidad de vicepresidente, había sido designado por el Congreso como sucesor del presidente José María Velasco Ibarra, le aseguró al viceministro cubano que Ecuador rechazaría las presiones yanquis y mantendría las relaciones con Cuba.
El canciller ecuatoriano, Francisco Acosta Yépez, quien también aparece en la histórica fotografía, fue testigo de aquel original y tal vez único encuentro de un Presidente que recibe, en ropa de baño, a diplomáticos extranjeros.
Arosemena me comentaría años después en La Habana, donde asistió a un encuentro de solidaridad con Cuba, que nos recibió en la playa, donde descansaba y despediría el año, porque conocía las urgencias cubanas y era un admirador de la Revolución.
Lo había conocido cuando era vicepresidente gracias al escritor y periodista Pedro Jorge Vera, y me recibió en su despacho pocas horas después de asumir la presidencia porque Acosta Yépez, en los minutos finales de la caída de Velasco Ibarra, y como una concesión a las fuerzas golpistas, me había pedido por teléfono abandonar el país porque presumían que nuestra Embajada estaba involucrada en el golpe contra el presidente, algo absolutamente falso.
En tono jovial me preguntó el nuevo presidente ecuatoriano si yo quería irme de Ecuador. Le dije que no, y le puntualicé que en las horas finales del mandato de Velasco Ibarra, quien fue depuesto el 7 de noviembre de 1961, la Cancillería había pedido la salida de todo el personal diplomático cubano y en mi caso, que actuaba como Encargado de Negocios, me habían concedido 72 horas para abandonar el país. La respuesta de Carlos Julio fue terminante: “pues se queda en Ecuador el Encargado de Negocios de Cuba”.
Dos meses después concluí mi misión diplomática en Ecuador y regresé a Cuba. Laborando en la Cancillería y poco antes de viajar a Chile, mi nuevo destino diplomático, me entristeció la noticia de la ruptura de relaciones de Ecuador, el 2 de abril de ese año 1962.
Carlos Julio Arosemena había sido fuertemente presionado por los militares golpistas, y la CIA conocía muy bien y explotó sus debilidades personales.
En realidad Carlos Julio había tratado de implementar algunas medidas populares, mantenía vínculos con personalidades progresistas de Ecuador y había visitado la Unión Soviética durante su mandato como vicepresidente.
El dejó constancia en varias ocasiones de su arrepentimiento por haber cedido a las presiones de los militares reaccionarios que, por encargo de la CIA, le exigieron la ruptura de relaciones con Cuba. Fueron los mismos militares que el 11 de julio de 1963, cuando ya yo cumplía misión diplomática en Chile, le dieron un golpe de estado y lo deportaron a Panamá.
El representante de la CIA en Ecuador --quien movía los hilos contra Cuba-- era el entonces joven Philip Agee, a quien pude conocer en Managua dos décadas después gracias al Ministro del Interior de Nicaragua, Tomás Borge, quien me lo presentó en los días en que se desarrollaba en la capital nicaragüense una Sesión Solemne del Tribunal Antiimperialista que presidía el ex canciller guatemalteco y fundador de la ONU Guillermo Toriello Garrido.
En esa sesión estuvieron varios ex agentes de la CIA, pero la más sólida intervención fue la de Philip Agee, quien pidió perdón al puertorriqueño Rafael Cancel Miranda, al ecuatoriano Jaime Galarza Zavala y al cubano Pedro Martínez Pírez, todos presentes en el encuentro antiimperialista, efectuado, por cierto, pocos días antes de la criminal y abusiva invasión a la pequeña Granada por fuerzas militares de Estados Unidos.
Nunca olvidaré aquella emotiva intervención de Philip Agee, quien durante años fue perseguido y considerado traidor por el gobierno de Estados Unidos por sus valiosas revelaciones. El me contó una vez que no fue en Ecuador, sino en Uruguay, su destino posterior, donde tomó conciencia de los crímenes que cometía la CIA en nombre de la democracia y la libertad. Y fue para mí una gran satisfacción participar después con él en un encuentro de Corresponsales de Guerra, en La Habana, donde residió hasta su fallecimiento, víctima de cáncer, el 7 de enero de 2008, a los 73 años de edad, rodeado del respeto y la admiración de los cubanos.
El saldo de esta breve historia que me provoca la fotografía con Arosemena en Manglaralto es funesto para el imperio.
- Los gobiernos de Estados Unidos perdieron un oficial de la CIA que escribió gracias a su toma de conciencia un libro trascendental sobre los crímenes de la Agencia y vino a vivir y morir en Cuba, el país contra el cual trabajó durante su estreno como agente de los servicios especiales, pero al cual le entregó después toda su solidaridad e inteligencia.
El presidente al que presionaron para que rompiera las relaciones de Ecuador con Cuba vino a La Habana en 1994 a un encuentro mundial de solidaridad con la Revolución Cubana, y colocó en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba una placa en homenaje a Carlos Bastidas, joven periodista ecuatoriano que estuvo con Fidel y el Ché Guevara en la Sierra Maestra, y fue asesinado el 13 de mayo de 1958 por los sicarios de la dictadura de Batista. Carlos Bastidas, quien habló por la Radio Rebelde guerrillera con el seudónimo de Atahualpa Recio, es el último periodista asesinado en Cuba, por agentes de una tiranía que recibió asesoramiento militar y de inteligencia de Estados Unidos.
- Y la bandera cubana que fue arriada el 2 de abril de 1963 en la clausurada sede de la Embajada de Cuba, en Quito, fue celosamente guardada por la intelectual comunista ecuatoriana Nela Martínez para que volviera a ondear el 24 de agosto de 1979, cuando el presidente Jaime Roldós Aguilera, en decisión digna y soberana, restableció las relaciones diplomáticas con Cuba.
El Ecuador de José María Velasco y Carlos Julio Arosemena, en el cual intervino groseramente la CIA, es ahora el de la Revolución Ciudadana que preside Rafael Correa Delgado, quien no solo cerró la base militar norteamericana de Manta, sino que rechazó el 2 de abril de 2010 participar en la llamada Cumbre de las Américas de Cartagena de Indias porque se había excluído a Cuba.
A 47 años de un acto de sumisión al imperio y a la CIA, otro presidente ecuatoriano, descendiente y continuador de la obra de Eloy Alfaro Delgado, reivindica el 2 de abril para la dignidad del Ecuador, y como lo hizo en 1895 el Viejo Luchador, patentiza su plena solidaridad con Cuba en franco desafío a los designios de nueva potencia imperial.
Y a 52 años del encuentro en la playa ecuatoriana no es Cuba la que está aislada, es el gobierno de los Estados Unidos, cuyos representantes tuvieron que soportar una paliza de 188 votos contra 2 en la Asamblea General de la ONU, cuando el mundo condenó muy recientemente y por vigésima segunda ocasión, el genocida bloqueo económico, comercial y financiero norteamericano contra Cuba, país que ostenta la presidencia pro tempore de la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en la cual, a diferencia de la OEA, no mandan los gobernantes yanquis.
Figurar en el libro “Imágenes del Ecuador en el Siglo XX”, editado por el Banco Central de esa nación andina, no representa un galardón especial, pero cada vez que veo la fotografía en que aparezco en la página 261 con el presidente Carlos Julio Arosemena Monroy en la playa de Manglaralto, recuerdo las batallas que Cuba viene librando contra el imperio y la CIA desde el triunfo de la Revolución.
La instantánea recoge el instante en que el entonces primer mandatario de la nación andina recibe, el 31 de diciembre de 1961 y al margen del más elemental protocolo, a una delegación cubana que, encabezada por el vicecanciller Carlos Olivares Sánchez, realizaba un recorrido por varios países de América Latina para denunciar los planes de Washington con el propósito de aislar y agredir a Cuba.
Habían transcurrido solamente ocho meses de la invasión mercenaria por Playa Girón y Estados Unidos presionaba con fuerza a las naciones latinoamericanas para lograr la ruptura de relaciones diplomáticas y la expulsión de Cuba de la OEA.
En esa oscura misión estaba entonces en Ecuador el oficial de la Agencia Central de Inteligencia Philip Agee, quien mediante los más sucios métodos, lograría que el presidente Arosemena rompiera relaciones con Cuba el 2 de abril de 1962, tres meses después del famoso encuentro en la playa de la costa ecuatoriana, al cual asistí en mi condición de miembro de la Misión diplomática cubana en Quito.
Recuerdo perfectamente cuando Carlos Julio Arosemena, quien el 9 de noviembre de 1961 y en su calidad de vicepresidente, había sido designado por el Congreso como sucesor del presidente José María Velasco Ibarra, le aseguró al viceministro cubano que Ecuador rechazaría las presiones yanquis y mantendría las relaciones con Cuba.
El canciller ecuatoriano, Francisco Acosta Yépez, quien también aparece en la histórica fotografía, fue testigo de aquel original y tal vez único encuentro de un Presidente que recibe, en ropa de baño, a diplomáticos extranjeros.
Arosemena me comentaría años después en La Habana, donde asistió a un encuentro de solidaridad con Cuba, que nos recibió en la playa, donde descansaba y despediría el año, porque conocía las urgencias cubanas y era un admirador de la Revolución.
Lo había conocido cuando era vicepresidente gracias al escritor y periodista Pedro Jorge Vera, y me recibió en su despacho pocas horas después de asumir la presidencia porque Acosta Yépez, en los minutos finales de la caída de Velasco Ibarra, y como una concesión a las fuerzas golpistas, me había pedido por teléfono abandonar el país porque presumían que nuestra Embajada estaba involucrada en el golpe contra el presidente, algo absolutamente falso.
En tono jovial me preguntó el nuevo presidente ecuatoriano si yo quería irme de Ecuador. Le dije que no, y le puntualicé que en las horas finales del mandato de Velasco Ibarra, quien fue depuesto el 7 de noviembre de 1961, la Cancillería había pedido la salida de todo el personal diplomático cubano y en mi caso, que actuaba como Encargado de Negocios, me habían concedido 72 horas para abandonar el país. La respuesta de Carlos Julio fue terminante: “pues se queda en Ecuador el Encargado de Negocios de Cuba”.
Dos meses después concluí mi misión diplomática en Ecuador y regresé a Cuba. Laborando en la Cancillería y poco antes de viajar a Chile, mi nuevo destino diplomático, me entristeció la noticia de la ruptura de relaciones de Ecuador, el 2 de abril de ese año 1962.
Carlos Julio Arosemena había sido fuertemente presionado por los militares golpistas, y la CIA conocía muy bien y explotó sus debilidades personales.
En realidad Carlos Julio había tratado de implementar algunas medidas populares, mantenía vínculos con personalidades progresistas de Ecuador y había visitado la Unión Soviética durante su mandato como vicepresidente.
El dejó constancia en varias ocasiones de su arrepentimiento por haber cedido a las presiones de los militares reaccionarios que, por encargo de la CIA, le exigieron la ruptura de relaciones con Cuba. Fueron los mismos militares que el 11 de julio de 1963, cuando ya yo cumplía misión diplomática en Chile, le dieron un golpe de estado y lo deportaron a Panamá.
El representante de la CIA en Ecuador --quien movía los hilos contra Cuba-- era el entonces joven Philip Agee, a quien pude conocer en Managua dos décadas después gracias al Ministro del Interior de Nicaragua, Tomás Borge, quien me lo presentó en los días en que se desarrollaba en la capital nicaragüense una Sesión Solemne del Tribunal Antiimperialista que presidía el ex canciller guatemalteco y fundador de la ONU Guillermo Toriello Garrido.
En esa sesión estuvieron varios ex agentes de la CIA, pero la más sólida intervención fue la de Philip Agee, quien pidió perdón al puertorriqueño Rafael Cancel Miranda, al ecuatoriano Jaime Galarza Zavala y al cubano Pedro Martínez Pírez, todos presentes en el encuentro antiimperialista, efectuado, por cierto, pocos días antes de la criminal y abusiva invasión a la pequeña Granada por fuerzas militares de Estados Unidos.
Nunca olvidaré aquella emotiva intervención de Philip Agee, quien durante años fue perseguido y considerado traidor por el gobierno de Estados Unidos por sus valiosas revelaciones. El me contó una vez que no fue en Ecuador, sino en Uruguay, su destino posterior, donde tomó conciencia de los crímenes que cometía la CIA en nombre de la democracia y la libertad. Y fue para mí una gran satisfacción participar después con él en un encuentro de Corresponsales de Guerra, en La Habana, donde residió hasta su fallecimiento, víctima de cáncer, el 7 de enero de 2008, a los 73 años de edad, rodeado del respeto y la admiración de los cubanos.
El saldo de esta breve historia que me provoca la fotografía con Arosemena en Manglaralto es funesto para el imperio.
- Los gobiernos de Estados Unidos perdieron un oficial de la CIA que escribió gracias a su toma de conciencia un libro trascendental sobre los crímenes de la Agencia y vino a vivir y morir en Cuba, el país contra el cual trabajó durante su estreno como agente de los servicios especiales, pero al cual le entregó después toda su solidaridad e inteligencia.
El presidente al que presionaron para que rompiera las relaciones de Ecuador con Cuba vino a La Habana en 1994 a un encuentro mundial de solidaridad con la Revolución Cubana, y colocó en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba una placa en homenaje a Carlos Bastidas, joven periodista ecuatoriano que estuvo con Fidel y el Ché Guevara en la Sierra Maestra, y fue asesinado el 13 de mayo de 1958 por los sicarios de la dictadura de Batista. Carlos Bastidas, quien habló por la Radio Rebelde guerrillera con el seudónimo de Atahualpa Recio, es el último periodista asesinado en Cuba, por agentes de una tiranía que recibió asesoramiento militar y de inteligencia de Estados Unidos.
- Y la bandera cubana que fue arriada el 2 de abril de 1963 en la clausurada sede de la Embajada de Cuba, en Quito, fue celosamente guardada por la intelectual comunista ecuatoriana Nela Martínez para que volviera a ondear el 24 de agosto de 1979, cuando el presidente Jaime Roldós Aguilera, en decisión digna y soberana, restableció las relaciones diplomáticas con Cuba.
El Ecuador de José María Velasco y Carlos Julio Arosemena, en el cual intervino groseramente la CIA, es ahora el de la Revolución Ciudadana que preside Rafael Correa Delgado, quien no solo cerró la base militar norteamericana de Manta, sino que rechazó el 2 de abril de 2010 participar en la llamada Cumbre de las Américas de Cartagena de Indias porque se había excluído a Cuba.
A 47 años de un acto de sumisión al imperio y a la CIA, otro presidente ecuatoriano, descendiente y continuador de la obra de Eloy Alfaro Delgado, reivindica el 2 de abril para la dignidad del Ecuador, y como lo hizo en 1895 el Viejo Luchador, patentiza su plena solidaridad con Cuba en franco desafío a los designios de nueva potencia imperial.
Y a 52 años del encuentro en la playa ecuatoriana no es Cuba la que está aislada, es el gobierno de los Estados Unidos, cuyos representantes tuvieron que soportar una paliza de 188 votos contra 2 en la Asamblea General de la ONU, cuando el mundo condenó muy recientemente y por vigésima segunda ocasión, el genocida bloqueo económico, comercial y financiero norteamericano contra Cuba, país que ostenta la presidencia pro tempore de la CELAC, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en la cual, a diferencia de la OEA, no mandan los gobernantes yanquis.
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