"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

viernes, 27 de enero de 2012

¿Está sanando nuestra economía?

Paul Krugman
 
¿Cuál es la situación de la Unión? Bueno, la situación de la economía sigue siendo terrible. Tres años después de la toma de posesión del presidente Barack Obama, y dos y medio desde el fin oficial de la recesión, el desempleo sigue siendo penosamente alto.

Sin embargo, hay razones para pensar que finalmente estamos en (lento) camino hacia mejores tiempos. Y no estaríamos en ese camino si Obama hubiese cedido a las exigencias republicanas de que rebajara drásticamente el gasto, o si la Reserva Federal hubiera cedido a las demandas republicanas de restringir el dinero.

¿Por qué permito que un poco de optimismo se cuele entre las nubes? Los datos económicos recientes han sido un poco mejores, pero ya hemos tenido varios falsos amaneceres en ese frente. Más importante, hay evidencia de que los dos grandes problemas en la raíz de nuestra depresión –el descalabro inmobiliario y la excesiva deuda privada– finalmente están disminuyendo.

Sobre la vivienda: como todos saben ahora (¡pero oh, se acumularon los improperios contra cualquiera que lo señalara cuando estaba pasando!), tuvimos una monstruosa burbuja inmobiliaria entre el 2000 y el 2006. Se dispararon los precios de las casas y, claramente, hubo un gran exceso de construcciones. Cuando reventó la burbuja, se desplomó la construcción, que había sido el principal impulsor de la economía durante el supuesto “auge de Bush”.

Sin embargo, la burbuja comenzó a desinflarse hace casi seis años; el precio de la vivienda retornó a los niveles del 2003. Y después de una prolongada depresión en la construcción inmobiliaria, Estados Unidos ahora carece de suficiente vivienda, al menos según estándares históricos.

Entonces, ¿por qué la gente no sale a comprar? Porque el estado deprimido de la economía hace que mucha gente que normalmente compraría una casa no pueda pagarla o esté demasiado preocupada por las perspectivas de empleo como para arriesgarse.

Sin embargo, la economía está deprimida, en gran parte, debido al descalabro inmobiliario, lo que indica inmediatamente la posibilidad de un círculo virtuoso: una economía en mejoría lleva a un aumento en la adquisición de vivienda, lo que lleva a más construcción, lo cual fortalece a la economía aún más, y así sucesivamente. Y si se analizan seriamente los datos recientes, parecería que algo como eso podría estar comenzando: subieron las ventas de casas, bajaron los reclamos por desempleo y está subiendo la confianza de los constructores.

Más aún, las posibilidades de un círculo virtuoso han estado aumentando porque hemos tenido avances significativos en el frente de la deuda.

Claro que eso no se escucha en los debates públicos, en los cuales todo el centro de atención se pone en la creciente deuda gubernamental. Sin embargo, cualquiera que haya examinado seriamente el cómo nos metimos en esta depresión sabe que la deuda privada, en especial la de los hogares, es la verdadera culpable: fue la explosión de la deuda de los hogares en los años de Bush lo que estableció las condiciones para la crisis. Y las buenas noticias son que esta deuda privada se ha reducido en términos del dólar y sustancialmente como porcentaje del PIB, desde finales del 2008.

Claro que todavía hay riesgos –sobre todo, el riesgo de que los problemas en Europa pudieran descarrilar nuestra propia e incipiente recuperación. Y, así, pende una historia; una que cuenta un informe reciente del Instituto Mundial McKinsey.

El informe rastrea los avances en el “desapalancamiento”, el proceso por el cual se reducen los niveles excesivos de deuda. Documenta un progreso considerable en Estados Unidos, lo cual contrasta con el fracaso para hacerlo en Europa. Y, aunque el informe no lo dice explícitamente, es bastante claro por qué a Europa le va peor que a nosotros: se debe a que los formuladores europeos de políticas públicas han tenido miedo a las cosas equivocadas.

En particular, al Banco Central Europeo le ha preocupado la inflación –incluso, aumentar las tasas de interés en el 2011 solo para invertir el rumbo más tarde ese año– en lugar de cómo sustentar la recuperación económica. Y la austeridad fiscal, que se supone limita el incremento en la deuda gubernamental, ha deprimido a la economía, imposibilitando lograr las reducciones, urgentemente necesarias, en la deuda privada. El resultado final es que a pesar de toda la moralización sobre los males de los préstamos, los europeos no avanzan contra la deuda excesiva, mientras que nosotros sí.

De vuelta a la situación de Estados Unidos: no se debe tomar a mi optimismo cauto como una declaración de que todo está bien. Ya sufrimos un daño enorme e innecesario debido a una respuesta inadecuada a la depresión. No hemos podido proporcionar el suficiente alivio hipotecario, lo cual podría habernos movido con mayor rapidez hacia una deuda menor. Y aun si mi ansiado círculo virtuoso está en curso, pasarán años antes de que lleguemos a algo que se parezca al pleno empleo.

Sin embargo, las cosas podrían ser peores; lo habrían sido si hubiésemos seguido las políticas públicas que demandaban los oponentes de Obama. Ya que como dije al principio, los republicanos han exigido que la Reserva deje de tratar de hacer bajar las tasas de interés y que el gasto federal se reduzca drásticamente de inmediato, lo que equivale a emular el fracaso europeo.

Y si este año electoral lleva a la ideología equivocada al poder, bien podría apagarse la naciente recuperación de Estados Unidos.

© 2012 New York Times News Service.
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