"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 14 de noviembre de 2015

¿Cómo hablar de la agenda de desarrollo 2030 en la prensa cubana?

Comunicadoras cubanas empleadas en el Sistema de Naciones Unidas dieron consideraciones, pautas y sugerencias al respecto.

CULTURA Redacción IPS Cuba 14 noviembre, 2015 


Moderado por Terrero, el panel estuvo integrado por Elena Nápoles, Dixie Edith y Dalia Acosta. Foto: Jorge Luis Baños

La Habana, 14 nov.- Un panel debatió sobre las maneras y retos para comunicar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) desde los medios de comunicación en Cuba, durante el cierre este viernes del taller El periodismo ante la Agenda Global de Desarrollo, en la sede del Instituto Internacional de Periodismo José Martí (IIPJM).

Como suele ocurrir en encuentros de periodistas, surgieron las contradicciones entre la agenda pública y la política informativa, la necesidad de sensibilizar a los directivos de la prensa y de ser proactivos en la utilización de investigaciones y estadísticas disponibles para una mejor labor profesional.

El panel ¿Cómo aplicar lo aprendido en el ejercicio diario del periodismo?, con periodistas y comunicadoras cubanas empleadas en el Sistema de Naciones Unidas (SNU) en la nación caribeña, dio consideraciones, pautas y sugerencias para el tratamiento de temas como educación, género, salud, ciencia y población, entre otros.

Cuba tiene logros en el sector educativo: alta alfabetización y nivel de acceso para todas las personas. “Sin embargo, en el mundo hoy se habla de la calidad de la educación y ese es un tema que puede abordarse también en el país”, consideró Elena Nápoles, de la oficina de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

La periodista Dixie Edith, consultora del Fondo de Población de Naciones Unidas, destacó que “tener buenos indicadores no exime del seguimiento en los medios, hay que mirar más allá del enunciado e investigar”.

Al respecto, resaltó la necesidad de poner los ODS en contexto, no solo nacional, sino también local, sin dejar de considerar la diversidad y la heterogeneidad.

“El objetivo 8 aboga por trabajo decente para todos, lo que parecería que no es un problema para Cuba por sus indicadores de bajo desempleo”, reflexionó. Sin embargo, llamó a preguntarse “qué está pasando con los jóvenes y cuál es el impacto de los ajustes del modelo económico en curso sobre grupos específicos”.

Dalia Acosta, consultora de la campana Únete del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki moon, para poner fin a la violencia hacia las mujeres y las niñas, recomendó que cuando se trate el género se ponga a dialogar los ODS con la Plataforma de Acción de Beijing, dos herramientas confirmadas por los gobiernos que se complementan.

Participantes en el debate compartieron sus inquietudes sobre las dificultades que encuentran en sus medios y territorios para desarrollar trabajos de investigación, abordar temas considerados “conflictivos” de la realidad cubana, y expresaron su interés y compromiso en profundizar en asuntos relacionados con la agenda global de desarrollo, a partir de los enfoques aprendidos.

Ariel Terrero, director del IIPJM, opinó que “lo periodistas tenemos una misión: informar y también educar a la sociedad, y debemos, como primer paso, convencer a colegas y directivos. Para ello debemos estudiar los objetivos y ver las coincidencias que existen entre ellos y las políticas públicas para el desarrollo del Estado del país y cada localidad”.

“Tenemos que prepararnos y esto es un objetivo permanente del periodismo, para poder dar seguimiento y después llevarlo a un lenguaje convincente para radioyentes, lectores y televidentes y también los directivos”, enfatizó.

Sobre la interdependencia entre los ODS y la Cumbre de Cambio Climático de París, Orlando Rey, especialista de la Dirección de Medio Ambiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, se refirió a las características y dificultades del proceso de negociación para la cita de diciembre venidero en Francia.

Rey hizo hincapié en la preocupación latente de conciliar la lucha contra el cambio climático con las necesidades legítimas de desarrollo que tiene cualquier nación.

Destacó que, en el caso cubano, medidas como el uso del biogás y el cambio de la matriz energética hasta alcanzar el 24 por ciento de participación de la energía renovable en 2030 pueden contribuir a ambos fines.

Adelantó que la postura de Cuba para París será llegar a través de un proceso transparente, inclusivo e impulsado por las partes, con el objetivo de mejorar la aplicación plena, eficaz y sostenida de la Convención y alcanzar un acuerdo equitativo, ambicioso, integral, equilibrado y duradero.

Periodistas participantes en el taller, organizado por el IIPJM y la agencia internacional de noticias Inter Press Service con el apoyo del SNU, compartieron con la Redacción IPS Cuba sus impresiones.

Según Katiuska León, del telecentro CNC, de la oriental provincia de Granma, la experiencia aporta datos globales y herramientas que resultan válidas para hacer comparaciones y valoraciones de los resultados a nivel del territorio.

Para Gabriel Peña, de Radio Libertad, en la ciudad de Puerto Padre, en Las Tunas, “lo aprendido me hace mejor profesional”.

Tatiana Galbán, de la radio de Holguín, valoró que los conocimientos adquiridos permiten “formular y aplicar una estrategia de trabajo para cada objetivo e investigar en mi provincia su cumplimiento, a partir de la investigación”.

“Es importante continuar profundizando en el futuro sobre el tema en otros talleres, para darle continuidad al trabajo” de una agenda que comienza en 2016 pero que está enfocada al decenio 2020-2030”, destacó. (2015)

¿Hemos interiorizado el fin de la historia?

Raúl Zibechi, La Jornada

El naufragio siempre es el momento más significativo, escribió Fernand Braudel en Historia y ciencias sociales (Escritos sobre la historia, FCE, 1991). En opinión del historiador, mucho más significativos aún que las estructuras profundas son sus puntos de ruptura, su brusco y lento deterioro bajo el efecto de presiones contradictorias.

En los debates de las izquierdas globales, parece haberse esfumado una tensión básica del pensamiento crítico, presente desde los primeros tiempos: la mirada larga en el tiempo, la negativa a jugar todo el movimiento en maniobras tácticas, tener siempre presente el legado a las generaciones futuras.

Durante más de un siglo el movimiento revolucionario en el mundo estuvo enfrentado en dos tendencias que, de forma un poco simplificada, se podían dividir entre revolucionarios y reformistas. Buena parte de la producción teórica de Marx y de Lenin estuvo dedicada a zanjar diferencias con aquellos que llevaban al movimiento hacia su adaptación en el sistema y rechazaban la necesidad de rupturas. Rosa Luxemburgo llegó a escribir, en Reforma o revolución, que la teoría del colapso capitalista es la médula del socialismo científico.

En su polémica con Eduard Bernstein argumentaba que sin el colapso del capitalismo no se puede expropiar a la clase capitalista. Toda la vida y la organización de los revolucionarios estaban dedicadas a prepararse para el momento del colapso, aunque no lo llegaran a vivir. Todo lo que hacían en los grises años de calma social consistía en esa preparación anímica y organizativa, espiritual y teórica. Esa larga preparación es lo que le permitió a hombres como el Che o Lenin estar a la altura de las situaciones cuando era necesario actuar de forma decidida.

En las últimas décadas estas tensiones se han perdido. Predomina ahora una mirada de corto plazo, demasiado ligada a la coyuntura y, en particular, a lo electoral. Las diferencias, incluso teóricas, entre reforma y revolución, parecen haberse esfumado. Rosa no rechazaba las reformas, pero decía que eran un medio, no un fin. Los argumentos que dan algunos intelectuales para defender el voto por un candidato progresista hablan por sí solos sobre este enorme retroceso. Hay, por cierto, políticas sociales positivas y necesarias. Pero ese no puede ser el eje de una argumentación que apueste por la transformación revolucionaria de la sociedad.

A mi modo de ver, hay dos razones de fondo que pueden contribuir a explicar el enorme retroceso de las izquierdas, del pensamiento crítico y de las consecuencias de haber desaprendido lo mismo el odio que la voluntad de sacrificio (Benjamin, en Tesis sobre la historia).

La primera es que la caída del socialismo real, la derrota de las revoluciones centroamericanas y de los grandes movimientos (obrero, feminista y de las minorías étnicas) ha provocado un doble y simultáneo fenómeno: crecimiento del pragmatismo y del posibilismo, y pérdida del horizonte del tiempo largo.

El pragmatismo desmadeja la ética del compromiso, a favor de la adaptación a lo que existe. No hay compromiso que contenga garantías de ventajas personales concretas. El compromiso con una causa siempre fue un salto al vacío, incierto, en el que cada quien pone el cuerpo sin esperar recompensas ni reconocimiento. Perseguir lo posible supone caer en el oportunismo y renunciar a cambiar las cosas; porque lo posible es, apenas, administrar lo existente.

La segunda se relaciona con los cambios en la cultura, tanto en la hegemónica como en la popular, e incluso en la contracultura. La necesidad de obtener resultados inmediatos, la falta de fibra para nadar contra la corriente, la dificultad para decir las cosas por su nombre por temor al rechazo y la soledad, forman parte del sentido común actual, incluso entre muchos que dicen ser de izquierda.

Un maravilloso relato de Pasolini sobre los melenudos, en Escritos corsarios, es una buena muestra de lo que pretendo explicar. La melena fue símbolo de rebeldía o de inconformismo en los años 60, pero terminó siendo adaptada por la moda, al punto que ya no es defendible porque ya no es libertad. Rechazaba con vigor, y desesperación, el afán de amoldarse al orden degradante de la horda, usando símbolos de rebeldías, absorbidos por la cultura del poder.

Por alguna razón, nada difícil de adivinar, volvemos a redescubrir a Pasolini. Como escribe Franco Berardi, Bifo, había entendido de antemano que el poder del cambio tecnológico estaba destinado a prevalecer sobre las culturas libertarias e igualitarias, abriendo un tiempo de barbarie (La mirada larga, en comune-info.net).

Estamos inmersos en una cultura en la que desaparecieron las distinciones de clase, en la que derecha e izquierda se han fundido físicamente, como apuntaba el italiano. Esa indistinción tiene su correlato en la política. Es posible que hayamos interiorizado el fin de la historia de modo involuntario e inconsciente. Si no hay diferencias culturales, tampoco habrá diferentes opciones políticas y todo se reduce a optar por lo menos malo o lo más atractivo, como en el supermercado.

Es la degradación de la política emancipatoria. El momento del naufragio. Pero hay más. Todavía debe recordarse que el mundo nuevo, el socialismo o como se llame, es fruto del trabajo, del esfuerzo cotidiano, no del reparto de lo que existe. Pero el trabajo tiene sus reglas que la cultura rentista no comprende, ni está dispuesta a aceptar.

En este recodo de la historia, cuando las derechas imperiales y financieras avanzan sin cesar, en el sur y en el norte, aprender del naufragio puede ser el mejor modo de recuperar los horizontes perdidos. El hundimiento del socialismo real no puede llevarnos al lodazal del posibilismo ni de la rendición a la cultura hegemónica. Si el riesgo es la soledad y la intemperie, habrá que afrontarlas. Lo único que no podemos hacer es dejarle a las generaciones futuras un legado de sumisión y pragmatismo sin ética.

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