"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 10 de diciembre de 2017

Movimientos sociales de izquierda: ¿qué táctica electoral?

Immanuel Wallerstein, La Jornada

La dificultad central de los movimientos sociales de izquierda es determinar la táctica electoral que les posibilitará ganar tanto en el corto plazo como en el mediano plazo. En la superficie parece que ganar en el corto plazo está en conflicto con ganar en el mediano plazo.

En el corto plazo, el objetivo primordial de un movimiento de izquierda debe ser el defender las necesidades urgentes de supervivencia de toda esa franja que constituye 99 por ciento de la población, pero en especial aquella gente situada en los estratos más pobres. Para lograr esto, un movimiento tiene que controlar las instituciones del Estado a todos los niveles. Esto significa participar en las elecciones.

En todos esos lugares donde las instituciones electorales permiten alguna transferencia de poder de una serie de funcionarios electos a otra serie de oposición, la necesidad obvia de los movimientos de izquierda es ganar dichas elecciones. Ganar esas elecciones puede, no obstante, desactivar la capacidad de los movimientos de izquierda para ganar la batalla de mediano plazo que entraña la opción fundamental de cuál sistema (o sistemas) saldrá ganador de la crisis estructural de nuestro sistema-mundo capitalista existente. El modo de evitar esto es nunca involucrarse en la política electoral.

Involucrarse en las elecciones tiene dos efectos negativos sobre los movimientos sociales de izquierda. Primero, los distrae de organizar la batalla de mediano plazo. Y desilusiona a los miembros, que lo ven como venderse por el llamado a votar por personas que no están comprometidas con transformar el sistema-mundo.

¿Habrá alguna serie de tácticas electorales que haga posible escapar a estas consecuencias? Yo pienso que puede haber. La primera, y en un sentido la cosa más fácil de hacer, es discutir en extenso al interior del movimiento de izquierda la diferencia entre las temporalidades del corto plazo y el mediano plazo y el papel de las tácticas electorales en la lucha.

Justo el discutir este aspecto dentro del movimiento social de izquierda ayudaría a mantener junto el movimiento de izquierda y restauraría la confianza mutua. La discusión debería enfocarse en torno a los dos más grandes peligros. En el corto plazo, ganar las elecciones requiere de los votos de muchos que no tienen interés alguno en transformar el mundo. Estas personas exigen un precio por su respaldo.

Qué tan alto es el precio, varía. Qué tan mínimo puede ser el pago que un movimiento social pueda hacer, también varía. Cada batalla electoral es diferente.

El otro peligro es la desilusión. De nuevo, cada situación varía. Pero evitar las ilusiones es siempre la forma de combatir la desilusión. Por supuesto deben celebrarse las victorias nacionales o locales. Pero nunca deben tratarse como algo más que victorias que frenan la brecha, porque se dirigen a proteger a los estratos más pobres.

Creo que es posible para los movimientos sociales el navegar en esos peligrosos bajíos de la política electoral. Al negarse a abrazar o a rechazar definitivamente la política electoral, podemos descubrir que ganar en el corto plazo puede entrenar a los miembros para la batalla de mediano plazo.

De ese modo, los movimientos sociales de izquierda podrían, de hecho, hacer ambas cosas a la vez –ganar las batallas del corto plazo y del mediano plazo. En realidad, lejos de entrar en conflicto una con la otra, ésta es la única forma en que los movimientos sociales de izquierda puedan triunfar en cualquiera de estas batallas.

¿Qué se trae Trump entre manos con Cuba.

Por Esteban Morales

Este Presidente, como dice el viejo refrán, no acaba de poner “todos los huevos en la canasta” de Cuba.

¿Qué puede estar ocurriendo con Trump?

Es como si estuviera atravesando una encrucijada. Sus declaraciones de Miami parecían decirnos que desmontaría toda la política de Obama hacia Cuba.

Pero más bien parece estar en un forcejeo consigo mismo, de lo que desmonta y lo que no.

Sin dudas está haciendo cosas que desmejoran mucho la política hacia Cuba. Pero la idea de que volvería a la guerra fría con Cuba, no parece desplegarla completamente. Le ha entrado con suma agresividad a la cuestión de las visitas y la emigración de cubanos, pero no impide los vuelos, no afecta las remesas ni los paquetes y los viajes en cruceros parecen estar viviendo un proceso de reanimación. Creo que no es casual el entusiasmo de la reciente reunión al respecto. Cruceros llegan casi todos los días.

El turismo hacia Cuba continúa creciendo y el coqueteo del capital con la Isla se mantiene activo. Más bien, parecen estarse abriendo espacios para los negocios con Cuba, aunque siempre amenazados por los obstáculos del bloqueo que no cesa, la imposibilidad del uso del dólar y la amenaza continua de sancionar a quienes se atrevan a entrar en negocios con la Isla.

Una señal interesante es que la extrema derecha con lo único que se sintió conforme fue con el discurso del Presidente en Miami, que fue muy agresivo. Respecto a las acciones posteriores contra Cuba, siempre han expresado su inconformidad con lo que el Presidente está haciendo, por considerarlo insuficiente.

Creo que el Presidente les hizo un regalo para que lo dejaran tranquilo. Pues el acoso de Marco Rubio fue brutal. Pero es muy difícil creer que “Trump haya comprado el paquete de Cuba a la extrema derecha de Miami.” Pues esa extrema derecha ya no tiene nada que darle a ningún presidente norteamericano.

No creo que Trump piense que estos les pueden devolver a Cuba. Él puede parecer loco, pero no es estúpido. Esa época ya pasó. Y once presidentes no lo lograron, cuando lo tuvieron casi todo para hacerlo. Mientras hoy, el mundo ha girado a favor de Cuba y en contra de Estados Unidos. Y la extrema derecha de Miami, no exhibe la fortaleza política que tuvo antes, ni el público que la seguía tampoco.

Más bien Trump parece estar viviendo algunas encrucijadas que tienden a molestarle bastante.

No creo que su probada mentalidad de hombre de negocios le esté permitiendo romper todas las potenciales ataduras con Cuba. Es suficientemente inteligente para saber que no ganaría nada y que podría estarse perdiendo muy buenas oportunidades.

Trump recurre a la acusación del llamado ataque sónico contra el personal diplomático de la embajada en La Habana, más bien moviéndolo como una justificación para mantener en suspenso la política hacia Cuba. Pues nadie ha podido demostrar que Cuba esté implicada en el hecho y no se presentan pruebas porque no existen. Si se viesen obligados a presentar las pruebas todo terminaría, porque se trata de una gran farsa. Y eso tiene que ver con que Trump no posee reales razones para volver a aplicar una política agresiva hacia Cuba, más que aquella que proviene de la necesidad de mantener de su lado a Marco Rubio, quien lo debe defender en la Comisión Senatorial que analiza si hubo colusión o no con los rusos dentro de la campaña presidencial del 2016. Más bien Trump le está pagando por adelantado el favor a Marco Rubio y su séquito.

Su interés es también romper con todos los compromisos internacionales de Estados Unidos: la UNESCO, el cambio climático, los compromisos migratorios; no aceptar el acuerdo nuclear con Irán y, por último, lo más reciente, situar la Embajada norteamericana en Jerusalén Este, lo cual ha levantado una ola de protestas entre sus propios aliados y la amenaza de una nueva intifada por parte de los palestinos. Trump parece estar irremediablemente solo con esa última medida. ¿Que pretende con ello, no se sabe todavía?

Internamente, Trump, con su nuevo modelo de presupuesto, ha provocado las críticas de los más destacados economistas premios nobeles, que lo acusan de promover una política impositiva que solo beneficia a los ricos. Lo cual es totalmente lógico en su caso.

Continúa con su idea de hacer pagar el muro a los mejicanos, que les repiten continuamente que eso no es posible.

Pretende manipular el TLC, lo que no ha conseguido aún.

Se ha involucrado peligrosamente en una actitud, racista y anti musulmana, promovida por los grupos de odio, poniendo en manos de lo peor de la sociedad estadounidense la tranquilidad del ciudadano común.

Pero las aguas más turbias en las que cada día parece estar nadando más profundamente, son las que se refieren a la posible colusión con los rusos, durante su campaña presidencial en el 2016. Lo cual lo tiene al borde del juicio político. Se trata de un asunto que cada día avanza más contra el Presidente. Las recientes declaraciones de su exconsejero de seguridad nacional, sitúan a Trump al borde del impeachment.

Todo ello transcurre dentro de un ambiente político marcado por la realidad, de que casi a un año de su administración, no ha logrado estabilizar su equipo de gobierno. Lo cual hace de su administración algo bastante incoherente y peligrosa.

La historia norteamericana no registra una situación similar en el siglo XX y lo que va del XXI, para un presidente estadounidense en casi un año de gobierno, Pero los intentos de Trump al asumir la administración en el 2017, no han sido simples movimientos políticos, se ha propuesto destruir el establishment político anterior y cambiar la forma de gobernar. No se trata para el Presidente de un simple cambio de administración, sino de un cambio de época para Estados Unidos, caracterizado por los parámetros siguientes:

-Trump parece estar diciendo que los poderosos hombres de negocios no quieren que los políticos los representen, se quieren representar ellos mismos. Y nadie mejor que él, para ser líder de esa posición.

-Que América, dígase Estados Unidos, quiere no solo ser el uno sino el único. Para sí y más nadie. Incluyendo la exclusión de sus históricos aliados.

¿Estará renunciando Trump a lo que hizo de Estados Unidos lo que ha sido? Un imperio global y transnacional dentro del cual los aliados obedecían sus políticas como si fueran las propias.

Hay fuerzas políticas poderosas que defienden ese sentido imperial que el presidente ahora quiere desmontar, lo cual es muy peligroso para Trump.

-Trump quiere manejar Estados Unidos como una gran corporación, que garantizará sus ganancias por encima de las de todos los demás.

-No le interesa solidarizarse con el mundo para solucionar problemas globales, porque para ello Estados Unidos tiene que aportar recursos, sacrificar espacios para su expansión o apoyar acuerdos que lo amarraran a vivir en un mundo compartido y de paz.

-La paz no es su principal objetivo político. No la menciona. Solo la aceptaría si supiera que Estados Unidos está en peligro de pagar un alto precio. De lo contrario, siempre escogería la guerra como solución. Miremos el caso de Corea.

-Menosprecia el modelo de Estados Unidos como un sistema del cual ese país sea líder lo que tiene un alto costo. Solo le interesa ganar siempre para sí, aunque para ello tenga que sacrificar las relaciones con sus históricos aliados. Se ve a sí mismo como una fortaleza sitiada por la envidia hacia su sistema y modo de vida, sus recursos de todo tipo, su poderío militar, su economía, las potencialidades que piensa tienen para resistir, mientras se apodera del mundo.

Confía en su única y propia fuerza, con la mentalidad típica del avaro y criminal empresario, al que solo le interesa incrementar sus ganancias continuamente, aunque para ello tenga que arrebatárselas a los demás; amigos potenciales o enemigos. En eso consiste realmente su locura. Por eso es tan peligroso. Por ser alguien que se guía solo por una lógica imperial de la que no se aparta, aunque tenga que sacrificar la tranquilidad del mundo, confiando en que todo sería, menos la tranquilidad propia.

-Así hizo Trump su fortuna y confía plenamente, que gobernar a Estados Unidos, funcionará como un regalo, para la extensión de los propósitos que siempre le han guiado. Confía, además, en que cuenta con la simpatía de los que son como él y que eso es lo que quieren para Estados Unidos. Cuenta con la simpatía de sectores, grupos y personas que piensan igual, por lo que no sería sorprendente que lo sometieran a un juicio político, pero también que lo volvieran a elegir como presidente. Porque su elección no fue el resultado de su genialidad propia, sino de una sociedad profundamente dividida, corrupta, egocéntrica, racista, explotadora, mesiánica, tecnoaristocratica, tecnoburocrática. La elección presidencial no es en realidad un acto democrático, sino una negociación entre el candidato y la masa de votantes potenciales a que se tiene que enfrentar.

Pero, además, la política de Trump hacia Cuba se presenta ahora como ahistórica e ilegítima. Porque no tiene en cuenta los más de cincuenta años de una política fallida que llevaron a su cambio y a reconocer su inefectividad y el aislamiento en que había sumido a Estados Unidos y que al mismo tiempo, Cuba no había podido ser aislada del mundo y tampoco de la propia sociedad norteamericana.

Por su parte, Cuba es importante, para los cubanos, pero no es más que una mínima expresión de lo que Trump quiere hacer con el mundo. Léanse sus discursos, sobre todo el de Naciones Unidas. Tanto Trump como su representante en la ONU, hablaron como si estuvieran dentro de un teatro de títeres, manejando los hilos de los que allí estaban sentados. Como si los que allí estaban, estuvieran obligados a bailar al son de la música que ellos ejecutaban.

Por ello, la batalla que libra hoy Cuba, es más que nunca, no solo una batalla propia. La actual política de Trump la hace girar dentro de una órbita en la cual, la Isla puede brindar solidaridad, recibirla más que nunca e incrementar sus alianzas, para evitar que Estados Unidos logre ahogarla.

Por eso, el núcleo fundamental de la estrategia política de Cuba hoy, no es simplemente defenderse de Trump, sino aliarse con todas aquellas fuerzas que desean liberar al mundo de la  actual política de Estados Unidos.

La Habana, diciembre 9 del 2017
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