"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 7 de abril de 2018

El último discurso de Lula: "No soy un ladrón. Un ladrón no haría lo que hago yo"

El ex presidente habló frente a los manifestantes en el sindicato metalúrgico y le pidió un debate el juez Moro. Sus frases más fuertes.


El líder del PT, arriba del escenario junto a Dilma Rouseff. (REUTERS/Leonardo Benassatto)

El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva anticipó este sábado que se entregará a la Policía pero no confirmó el momento en que lo hará. Según los medios brasileños y referentes del Partido de los Trabajadores (PT), será durante el transcurso del día.

Lo hizo tras participar de una misa en memoria de su fallecida esposa en la sede del sindicato de metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, en las afueras de San Pablo. El homenaje se terminó convirtiendo en un acto político, con el ex Presidente como orador principal.

"Tuve chance de irme a Uruguay (pedir asilo político). Me decían que lo haga. Que fuera a la embajada de Bolivia, de Uruguay, de Rusia. Dije que esto no lo acepto. Voy a cumplir el mandato. No estoy escondido. Voy a presentarme en las barbas de ellos. Yo no me escondo", sentenció el ex jefe de Estado.

"No soy un ladrón. Un ladrón no haría lo que hago yo. Soy el único ser humano imputado por un departamento que no es mío. Mintieron cuando dijeron que era mío. Soy un ciudadano indignado. Ninguno de los jueces duerme con la conciencia tranquila como yo", señaló luego de una larga introducción el líder del Partido de los Trabajadores (PT).

"No estoy encima de la Justicia. No habría propuesto una revolución en este país si no creyera en la Justicia. Pero creo en la Justicia justa, que se basa en elementos reales; no en un Power Point que sirvió a un fiscal para decir en la televisión que el PT es una banda delictiva y que yo era el jefe", siguió Lula, acompañado en el escenario por la ex jefa de Estado Dilma Roussef y otros referentes políticos del Partido de los Trabajadores.

"La prensa no se da cuenta que cuanto más me atacan, más crece mi relación con el pueblo brasileño. Quiero debatir con el juez (Sérgio) Moro, a ver dónde están las pruebas", agregó.

Lula, de 72 años, favorito a las elecciones de octubre, tiene una orden de detención desde el jueves para empezar a cumplir una pena de 12 años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero.

Ahora, expectativa por su entrega

​Según informaron medios brasileños durante la mañana del sábado, se preveía que Lula se entregara luego de finalizada la ceremonia en memoria de su mujer.

La información fue ratificada pasadas las 9 por Humberto Costa, senador del PT, que se acercó al sindicato: "No puedo informar los detalles pero él se entregará después de la misa".
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Sin embargo, tras dar su discurso al finalizar la ceremonia religiosa, el ex presidente regresó al interior de sindicato. Al parecer, el líder del PT almorzará allí con su familia y, de acuerdo a Folha de Sao Paulo, luego sí se entregará a la Policía Federal.

Por su lado, la Policía Federal de Brasil informó que no iría a buscar a Lula a la sede. Esto ocurre por una jurisprudencia, que no permite a las fuerzas de seguridad a cumplir los mandos de búsqueda y de prisión dentro de domicilios. Y que, a su vez, obliga a hacer este tipo de procedimientos bajo la luz del día.

Informe de Eleonora Gosman, corresponsal en Brasil.

Sin crimen ni pruebas ni hábeas corpus



Lula. Foto: AFP.

En los últimos días la derecha brasileña había entrado en un estado de desesperación. Después de imponer en la agenda política la posibilidad de la prisión de Lula, descontando una decisión que creían segura del Supremo Tribunal Federal de Brasil, sus sueños habían empezado a debilitarse. Un conteo preliminar de los votos del tribunal parecía favorecer a Lula, sugiriendo un quiebra del consenso de Curitiba que se había impuesto hasta ese momento. Un consenso jurídicamente absurdo, de condena sin crimen ni pruebas, configurando claramente una persecución política, basada en el lawfare –el uso unilateral de leyes para la perseguir a adversarios políticos–. Nadie tiene dudas de que el juez Sergio Moro es un adversario político feroz de Lula, que le ha negado todo tipo de recursos, que lo trata de forma racista y discriminatorio, que frecuenta, de forma amigable, a fiestas con dirigentes de los partidos de derecha, ninguno de los cuales ha sido tan siquiera acusado por el juez y sus colegas.

El clima era de gran expectativa. Una Revista semanal de la derecha advertía que si Lula recibía el hábeas corpus se terminaba el caso Lava Jato, confesando que ese operativo anticorrupción dependía de la violación de la Constitución que dice expresamente que la prisión de un acusado solo se daría una vez concluidos todos los recursos. Pasa que el mismo STF, involucrado en el clima de arbitrariedades que la Lava Jato había impuesto al país, había decidido, en varios casos, por la prisión antes que se agotaran todos los recursos. Pero, rompiendo con esa práctica, había anticipado que, en el caso de Lula, volvería a hacer valer el precepto constitucional, concediendo el hábeas corpus.

En los días previos a la sesión de ayer los medios habían usado todos sus recursos para intentar crear un clima de presión sobre el STF, desde el anuncio de movilizaciones de docenas de personas como si fueran miles, hasta publicar editoriales exigiendo la prisión de Lula. Quedó claro que solo por la vía judicial pueden impedir que Lula vuelva a ser presidente de Brasil.

Como elemento nuevo, oficiales de las FF.AA. pasaron a manifestarse abiertamente en favor de la prisión de Lula. Hasta el mismísimo comandante en jefe del Ejercito se sumó al coro, diciendo que la institución no aceptaría que la Justicia sea tolerante con la corrupción. Sus dicho representan la repolitización de las FF.AA., que se han otorgado una amnistía, al final de la dictadura, que representa precisamente la tolerancia total con todos los crímenes que los militares han cometido en los as de 20 anos de dictadura. “Intolerancia con la corrupción” debería significar la anulación esa amnistía y el pasar a juzgar a todos los crímenes de la dictadura. Pero ahora es solo una frase que se sumar a la persecución política de Lula y nada más.

Las reacciones negativas han venido de varios lados, incluso de la red Globo. En una editorial, ese medio criticó al comandante en jefe de la Fuerza Aérea y de otros sectores formadores de la opinión pública por aceptar la impunidad respecto a políticos de derecha, como Michel Temer y Aecio Neves, entre otros, mientras que, súbitamente, muestran preocupación por el caso de Lula.

El clima ha vuelto a ser tenso en Brasil y en todo el país, fomentado por los medios, en particular por la red Globo, que actuó como si se estuviera en las vísperas del golpe de 1964, cerrando su principal noticiero con la amenaza del golpista del comandante en jefe del Ejército – antes de decir lo contrario al día siguiente.

En ese clima el STF falló en contra de Lula. Caben todavía recursos y, aun siendo rechazados, como se espera, queda la decisión política en manos de Sergio Moro, de definir si decreta la prisión de Lula. Lo cual produciría una inmensa conmoción, por ser el único líder político nacional en Brasil, por tener 40 por ciento de apoyo en las encuestas, como lo han confirmado sus Caravanas por todo el país.

Una fantástica farsa jurídica alrededor de un departamento que nunca fue de Lula, que acaba de ir a subasta, con lo recaudado para la empresa que es la real propietaria del inmueble. con eso se generó un proceso absurdo, sin pruebas, con una condena en base a las “convicciones” de quienes lo tratan como enemigo político.

Si Lula fuese preso se entraría en un período todavía más turbulento de la vida política brasileña. De ahí a que, a lo mejor, no se atrevan, pero mantengan lo que más le importa a la derecha brasileña: tratar de impedir que Lula sea candidato a la presidencia del país.

(Tomado de Página 12)
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