"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 26 de abril de 2020

El joven Ernesto Guevara: Su lucha contra todas las “pandemias”


Por: María del Carmen Ariet García
En este artículo: Epidemia, Ernesto Che Guevara, Medicina, Revolución cubana, Salud
26 abril 2020

En días tan aciagos como los que se viven, son muchos los que persisten en frenar la barbarie y la injusticia, pero esta vez no solo desde las conductas irracionales que durante siglos se han impuesto en nombre de un desarrollo equivocado y selectivo, sino también ante las respuestas “defensivas” de la propia naturaleza al sufrir los embates de los que la consideran mercancía y propiedad del mejor postor.
Para satisfacción de la mayoría, son muchos los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan, crean y luchan como guerreros casi inmortales, dispuestos a darlo todo por seguir viviendo en este mundo, aun con sus defectos y virtudes, aunque unos pocos piensen que les pertenece. Desde siempre, la humanidad ha contado con esa especie digna y solidaria que ha brindado y brinda un aliento vital sin distinción de sexo, raza y, lo más importante, sin distinguir entre poderosos y pobres, porque está demostrado que para esos fenómenos “imprevistos” no existe esa diferencia y se presenta en cualquier lugar para recordarnos, aunque algunos no lo tengan en cuenta, del valor de la solidaridad y el verdadero sentido humanista que debe pervivir entre nosotros.
Esas reflexiones en las que nos enfrascamos la mayoría, nos llevan siempre a comprender la dimensión de “nuestros héroes” en cualquier parte del mundo,los que nos acompañan en lecciones de vida y esperanza y nos hacen aquilatar el valor de sus acciones y enseñanzas. No somos pocos los que en estos días, en que nos hemos comunicado por el teléfono o vía electrónica,hablamos siempre de Fidel, de su presencia constante y de su ejemplo permanente en lucha por vencer dificultades para enaltecer la Patria, siempre como un alumno innegable de nuestro Maestro supremo, José Martí. Es por eso, que aunque no esté físicamente seguirá siendo el Maestro de todos y el artífice de una obra que se torna ilimitada.
Por supuesto, en el presente están inscritos, por su tesón y entrega, Raúl y los líderes históricos de la Revolución que abrieron el camino y todavía se prestan a dar batallas junto con la dirección continuadora, expresión de las generaciones nacidas y desarrolladas en medio de combates épicas como los que se viven, donde se crecen y nos renace un sano orgullo por saber que el fruto germinado fue cultivado con el valor y ejemplo de todo un pueblo.
Repasar esas lecciones de dignidad y entrega nos hace revisarnos y reafirmar nuestros principios en la obra de todos. Para privilegio nuestro contamos con una figura que llega a nosotros, desde los ya lejanos años 50, por su vocación humanista y que sobresale por su valor, ejemplo y entrega solidaria por la emancipación de la humanidad: Ernesto Che Guevara. Este argentino-cubano se fundió con Fidel en esa complicidad que los unió para soñar por una Cuba libre y soberana en México,pero también por una América de todos y por un mundo justo y hermanado.
Nos es casual que, en las imágenes que nos llegan de los medios de comunicación con motivo de la pandemia, estén presentes estos dos hombres de manera espontánea, sin decretos ni imposiciones, porque a nadie escapa la entrega y la inteligencia de ambos al fundirse en el empeño mayor de contribuir a un mundo mejor de y para todos. Cuánto representa la imagen simbólica del Che y cuánto nos dice de la entrega inmensa de su lucha, incomprendida por algunos, pero devuelta en una dimensión superior cuando finalmente se logra entender que no es la muerte el punto último, sino el valor simbólico de la entrega que crece proporcionalmente con la coherencia de su obra y actuar.
Por esas y más razones, ha devenido un deber traer al Che a nuestros días, sobre todo al joven que conociera en México a Fidel y sus sueños compartidos, para que nuestros jóvenes comprendan el valor de su compromiso y el cimiento de sus pilares construido con un humanismo sin fronteras y radicales posiciones políticas, definidas en sus tesis esencialmente latinoamericanas y antimperialistas. El rememorar lo que expresara a su compatriota Ricardo Masetti en plena Sierra Maestra durante la lucha armada, explica esa unión: “…Fidel me impresionó como un hombre extraordinario. Las cosas más imposibles eran las que encarabay resolvía. Tenía una  fe excepcional […]. Compartí su optimismo. Había que hacer […], porque lo que decía lo hacía, lanzó su famoso: «En el 56 seremos libres o seremos mártires…» Qué tipo este Fidel…”[i][1]

Aquellos años cincuenta…


La hemeroteca de la Sociedad Médica del Hospital General de México, donde ejerció el joven argentino doctor Ernesto Guevara, conserva los impresos originales de este y otros trabajos de investigación realizados por Ernesto
Muchos en el mundo conocen la figura y el pensamiento del Che a partir del triunfo de la Revolución cubana y la labor encomiable y ejemplar que desempeñó, pero a veces aparece desdibujado el antecedente de su vocación intelectual y humanista que explica, en parte, los objetivos que persiguió a lo largo de su vida.
El afán del joven Ernesto por adentrarse en el mundo del conocimiento y de la investigación científica se distingue por sus inquietudes en el campo de las ciencias médicas cuando siendo estudiante de Medicina comienza trabajar en un instituto de renombre en Buenos Aires, Argentina, su país natal, dedicado a los estudios de la alergia. De esa experiencia surgen resultados de investigación y publicaciones en los que aparece como miembro del equipo de la institución. Sin dudas, esas vivencias y resultados en el mundo de las investigaciones médicas contribuyen a una mirada más particular sobre los métodos y técnicas necesarios para emprender nuevos proyectos de investigación.
Dentro de los documentos que conservó en sus archivos personales se encuentra un resumen de sus antecedentes profesionales en el que fundamenta su orientación hacia la investigación de los fenómenos alérgicos, estudiándolos de forma experimental y colaborando en diversos trabajos de esa índole, algunos de ellos publicados en la revista Argentina de Alergia de la Academia de dicho país. Esa experiencia la extiende en México y, una parte, es reseñada en revistas especializadas.[2]
A ese empeño, le sigue algo que consideraba provechoso antes de adentrarse en el campo de la investigación pura, que no fue otro que la avidez por conocer culturas y vivencias nuevas con una mirada sociológica más abarcadora. Así emprende la gran aventura de sus viajes por América Latina, de los que recibe lecciones imperecederas, donde combina un aprendizaje en vivo de los problemas económicos y sociopolíticos presentes en la región, sumados a reflexiones acerca del estado de los sistemas de salud imperantes, calificados de insuficientes a medida que penetraba en zonas inhóspitas, las que devenían tierras de nadie.
Al triunfo de la Revolución, en un discurso pronunciado en el Ministerio de Salud en agosto de 1960, sintetiza el aprendizaje de esos años:
…cuando me inicié como médico, cuando empecé a estudiar Medicina, la mayoría de los conceptos que hoy tengo como revolucionario estaba ausente en el almacén de mis ideales.
Quería triunfar como triunfa todo el mundo, soñaba con ser  un  investigador famoso. Era como todos somos, un hijo del medio.
Después de recibido, por circunstancias especiales y quizás también por mi carácter, empecé a viajar por América […], por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades […]. Y empecé a ver que habían cosas que, en aquel momento, me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer un aporte sustancial a la ciencia médica y era ayudar a esa gente.
[…]
Entonces me di cuenta de una cosa fundamental: para ser médico revolucionario o para ser revolucionario, lo primero que hay que tener es revolución… [3]
De los recorridos realizados y descritos en sus apuntes de viaje, existen puntos determinantes que ponen a prueba sus conocimientos y el quehacer de la Medicina, la que vislumbraba, en primer lugar, con una óptica social. Muchas fueron las experiencias que pusieron a prueba sus capacidades y posibles soluciones.
Cuando visita Perú, siendo aun estudiante, junto con su amigo Alberto Granado, trabajan en un leprosorio donde emprenden una labor encomiable para tratar de convencer a los médicos y enfermeras sobre los errores que se cometían en el tratamiento, porlas ideas erradas y tabúes sobre la lepra que persistían, habiéndose determinado, en esos tiempos, que no era contagiosa y que el rechazo social que padecían era injusto e inhumano. Aunque era difícil eliminar esos criterios, con su dedicación y empeño personal se esforzaron por establecer otro nivel de convivencia con los enfermos y tratar de educar y demostrar de modo práctico  los métodos más actuales y eficaces del tratamiento.

Ernesto Che Guevara y Alberto Granado en leprosorio Perú. Foto: Archivo
Con posterioridad, en su segundo viaje por el continente, ya graduado y con una mirada más aguda e integral, analiza desde lo sociopolítico la forma de alcanzar un mayor desempeño de la Medicina como instrumento real y efectivo para garantizar la salud de la población, sobretodo de los más desposeídos. No es casualque, durante su estancia en la Guatemalarevolucionaria,se dedicara a estudiar más detenidamente el papel del Médico y su función social, circunstancias que lo llevan a iniciar un libro que  titulara La función del médico en América Latina. Aunque quedó inconcluso, después del derrocamiento de la revolución guatemalteca y su traslado a México, lo retoma y esbozo algunos de sus capítulos, dando fe del sentido y contenido de su título, en el que se resalta el papel de reformador social del médico.[4]
Se constata, en el plan elaborado, la manera integral del análisis, en el que incluye la situación de la Medicina y los sistemas de salud en América Latina, sus condiciones económicas, el papel del médico y el medio, su relación con el Estado, entre otros y, como muy revelador, describía un capítulo del papel del médico rural y sus funciones como antropólogo, geógrafo y economista, preguntándose del porqué el empleo de todas esas ramas  para poder comprender la magnitud de los problemas a resolver.
Para ese entonces, ya definía la necesidad de un esquema de Plan sanitario que diera respuestas a las realizaciones que habría que emprender cuando se alcanzara la independencia política, centradas en: alimentación, prevención de las enfermedades y la educación, entre ellas la sanitaria que “debía ser absolutamente popular”. Interesante reflexión para ese entonces, cuando afirmaba que esas transformaciones eran necesarias “si se pretende dar el otro paso en la escala de la civilización: el Socialismo”.
Ese vaticinio lo fue reafirmando y consolidando al hacerlo realidad en Cuba, acercándonos a una mayor comprensión de la comunión de criterios entre Fidel y el Che para alcanzar el poder revolucionario. Esos sueños de México y la Sierra Maestra tenían múltiples miradas y puntos equidistantes,ambos transitan en un mismo tiempo y necesidad histórica, en el Che por su experiencia adquirida en los recorridos por América Latina y en Fidel por su decisión de luchar por una Cuba libre y soberna, primero al organizar el asalto al cuartel Moncada en 1953, sintetizado en su alegato La historia me absolverá,donde, entre otras cosas analiza y denuncia el estado de desnutrición de los niños y ancianos y las deficiencias del sistema de salud. Son basamentos que sirven a ambos para comprometerse con el futuro de una revolución transformadora y de alta dosis de humanismo.

Dentro de las acciones que define el joven Ernesto en su libro, consideraba siempre la Educación sanitariacon un carácter primario al convertirse en una lucha máxima de interés nacional y de aspiración para prevenir toda clase de enfermedades, con el papel esencial de la comunidad y el actuar de instituciones especializadas, con criterios objetivos y centrados:
  • Debe hacerse el catastro de la población total y unidades para hacer catastros específicos con la movilización de la población. Cada unidad debe tener un Conferencista que ilustre con palabras sencillas y certeras los fundamentos y finalidad de las acciones. Desde ese tiempo prioriza el papel de la Educacióncomo factor esencial de la ética y las conductas de los ciudadanos
  • Necesidad de formar Activistasque sean capaces de convencer a los recalcitrantes de los contagios y catastros generales.Enfatizaba en los diversos niveles de preparación acorde con las respuestas requeridas para cada circunstancia.
  • Se debe insistir en el papel de los Médicos jóvenes, al que se le debe dar nociones médicas sanitarias de carácter obligatorio de la práctica antes de graduarse, para desarrollar su labor médica acorde con su vocación y como parte de los nuevos tipos de hombre que debían surgir, tal y como promovió desde al triunfo de la Revolución cubana.
  • Preservar la relación del Médico con el Medio desplegando al máximo su capacidad de psicólogo para explicar cómo combatir las enfermedades de tipo epidémicas, el uso adecuado de las medidas generales y para ayudar a comprender el problema de las enfermedades.
Esta breve síntesis refleja la integración de un pensamiento elaborado de manera sistémica, el que va ganando en objetividad y conocimiento a medida que se adentra en otras investigaciones sobre alergia en México. En un resumen de sus antecedentes profesionales para continuar sus trabajos de investigación, escrito en marzo de 1956,  expresa que:
Desde la iniciación de mi carrera me orienté hacia la investigación de los fenómenos alérgicos, estudiándolos en su forma experimental, colaborando con el Dr. Salvador Pisani en diversos trabajos de esta índole, los que fueron publicados…
Al presentar este esquema de mi corta carrera profesional (…) sería un honor desempeñar tareas oficiales…
Ernesto Guevara[5]
Este último trabajo que realizara en el Instituto Nacional de Cardiología bajo la dirección del Dr. Salazar Mallén, sirvió para establecer una amistad entre ambos galenos, que se extendió con posterioridad al triunfo de la Revolución.

Tiempos de Revolución

En los primeros meses del triunfo de la revolución, el Dr. Mallén visita Cuba por invitación del Che, con el objetivo de proponer un Programa para la creación de un Centro Nacional de Investigación Médica y cuyo deseo, como consta en lo expresado en el informe de la visita, tuvo como objetivo obedecer al deseo del Ejército Rebelde de la creación de un centro que facilitara las actividades de investigación científica sobre las causas, la prevención y el tratamiento de los padecimientos de más morbilidad o más peligrosidad. Era una especie de continuidad y enlace entre los años de búsqueda y la consolidación de un plan mayor, la Revolución misma, para materializar esperanzas y anhelos.
Por supuesto, esos criterios fueron parte del programa encabezado por el propio Fidel y, en particular, la visita del Dr. Mallén--al encontrarse el Che realizando el extenso recorrido que hiciera por países de Asia y África--, fue estudiada como una experiencia que, sumada al esfuerzo que se había comenzado en el país, redundaría en beneficio de la salud del pueblo y en muchos años de constancia cuyos frutos han convertido a Cuba en una potencia sanitaria, con centros de investigación de excelencia, respaldando todo el empeño y esfuerzo requeridos para garantizar el bienestar de la población.
Hoy, como incentivo e impulso para nuestros médicos, su personal de la salud y la labor de sus investigadores en esta batalla tan hermosa que libran, ese legado expresa un homenaje a todos y en particular a Ernesto Guevara,“ese joven colega” que decidió transitar por un camino paralelo, hermanado con la labor actual que de forma constante se ha impulsado.
Para los jóvenes que enfrentan su papel en la cotidianidad de nuestras calles les dejamos una síntesis de algunas ideas presentes en el capítulo que redactara Ernesto sobre el “Médico y el medio” y la convicción de la justeza de ese combate:
Al iniciar la lucha por la salud del pueblo, como primera medida, el médico debe ocuparse de cotejar sus posibilidades frente al complejo escenario que los rodea […]. La lucha siempre debe plantearse con una fórmula general que garantice el buen éxito posterior y que sea conducente a ganar para el profesional la confianza primero y el cariño luego delos grupos que estén bajo su responsabilidad médica…
[…]
Es casi innecesario recalcar que la labor del médico debe ejercitarse con una total dedicación pues en ello va el triunfo de la idea que sustenta (…). El médico revolucionario debe tener siempre presente que su deber es atacar las lacaras de todo tipo que atacan al pueblo, único gobierno a quien servir.
Necesidad de estudio
Necesidad de intercambio con revistas médicas.[6]
Para Ernesto Guevara esas reflexiones forman parte de un acervo ético que continuó construyendo yaun poco menos joven, devenido en el Che de todos, pero con el mismo espíritu y convicción, cuando desde la Revolución en el poder conminara a los jóvenes a ser cada día mejores y más consecuentes con una obra que les pertenece como los verdaderos hombres del mañana y, a los médicos en particular, dentro de su propio camino, los conmina a conocer y a conocerse lo que harán dentro de su experiencia individual y lo que darán de sí en el ejercicio de su profesión, dedicado al bienestar del pueblo.
Para todo el personal de salud, formado por la Revolución y continuadores de su obra, queda el aplauso de un pueblo que ve cumplido el sueño de hacer, como expresara Fidel, “un país de hombres de ciencia”.
[1] Ernesto Guevara, Mis años no tendrán fronteras, Ocean Sur, 2018, pp. 73-74.
[2] Publicados entre 1952 a 1955 como parte de las investigaciones sobre alergia desarrolladas bajo la dirección del Dr. Salvador Pisani y donde se registra a Ernesto Guevara como colaborador del equipo de investigación. Todos los trabajos se encuentran en el Archivo documental del Centro Che.
[3] Ernesto Guevara, Lecturas para la reflexión, Ocean Sur, 2014, t. 1, pp. 34-36.
[4] Ernesto Guevara, Archivo documental del Centro Che.
[5] Ernesto Guevara, Archivo documental del Centro Che.
[6] Ernesto Guevara, Archivo documental del Centro Che.

lunes, 20 de abril de 2020

CUBA INCREMENTA SU COOPERACIÓN MÉDICA CON EL MUNDO

Por Pedro Martínez Pírez

La noticia de que este domingo llegó a Honduras una nueva brigada médica cubana, para contribuir al combate a la COVID-19, me recordó lo que José Martí dijo de Francisco Morazán hace muchos años: “la sombra de Bolívar, que soñó para la América del Sur una sola nación… y la sombra de Morazán, incrustando en su espada triunfante las cinco repúblicas de la América del Centro”-

Y es que el político y militar hondureño Francisco Morazán, quien ha sido considerado como el Simón Bolívar de Centroamérica, representó como pocos la idea de la unidad de las cinco naciones de América Central, las cuales llegó a gobernar en la primera mitad del siglo 18.

Pero no llegan por primera vez a Honduras médicos cubanos para cooperar con la Salud de la población de ese hermano país. Como bien se recordó durante la despedida de este contingente de la Brigada Henry Reeve, integrado por veintiún médicos, enfermeros y técnicos, los primeros cooperantes cubanos de la salud llegaron a Honduras el 3 de noviembre de 1998. Días antes la nación centroamericana había sido duramente golpeada por el huracán Mitch, que provocó la muerte de 7 mil hondureños y causó graves daños en 70 por ciento del territorio nacional, algo mayor que el de Cuba.

Desde entonces dos mil doscientos integrantes de la Brigada Henry Reeve, que fue creada por el Comandante Fidel Castro, han prestado servicios en todos los continentes. En el balance de esta cooperación se registran más de 29 millones de atenciones médicas, mil ochocientas cirugías mayores, y la gloria y el honor de haber salvado la vida a más de doscientas cincuenta mil personas.

Con esta brigada a Honduras suman 22 los contingentes médicos cubanos solicitados en las últimas semanas por gobiernos de América Latina, Africa, Asia y Europa, con lo cual, en los hechos, se desmiente la insidiosa campaña del gobierno de Estados Unidos contra la cooperación médica de Cuba, que ha sido altamente reconocida y también felicitada por muchos pueblos y gobiernos en el mundo, así como por las organizaciones Panamericana y Mundial de la Salud.

La Habana, 20 de abril de 2020.

sábado, 18 de abril de 2020

RAÚL ROA GARCÍA EN MI MEMORIA

Por Pedro Martínez Pírez

Por el aislamiento consciente que nos impone la pandemia de COVID-19 no podremos este sábado celebrar en el Parquecito de la Dignidad de la Asociación Cubana de las Naciones Unidas, en La Habana, el 113 cumpleaños del Canciller Raúl Roa García.

El homenaje a nuestro Canciller de la Dignidad lo efectuaríamos, como en años anteriores, con la presencia de varios de los asociados de la ACNU, individuales y colectivos, en una ceremonia que encabezaría Fermín Quiñones, Presidente de la Asociación, y con la indispensable presencia de Raúl Roa Kourí, quien como su padre brilló en la diplomacia cubana.

El Parque de la Dignidad, inaugurado el 28 de enero de 1999, durante el mandato en la dirección de la ACNU del embajador Eduardo Delgado, tiene cinco bustos de Cancilleres de la Dignidad de Nuestra América, elaborados por el escultor cubano Andrés González González.

Allí están, además del de Roa, los bustos de los Cancilleres Guillermo Toriello Garrido, de Guatemala, Raúl Porras Barrenechea, de Perú, el venezolano Ignacio Luis Arcaya, y el mexicano Manuel Tello Baurraud.

Durante el homenaje al Canciller cubano habíamos pensado recordar que en este 2020 se cumplen 75 años de la fundación de la Organización de Naciones Unidas, y que el guatemalteco Toriello, quien se opuso al veto, figura entre los fundadores.

Toriello, quien vivió en Cuba desde 1981 hasta su fallecimiento en La Habana el 24 de febrero de 1997, mostraba con orgullo el libro de Raúl Roa titulado “Retorno a la alborada”, con una hermosa dedicatoria “al primer Canciller de la Dignidad de Nuestra América”.

En lo personal guardo muchos recuerdos de Raúl Roa, quien fue un destacadísimo historiador, profesor, político y diplomático cubano.

Lo conocí en 1960 gracias a mi profesor de Derecho Civil y ex Rector de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Mariano Rodríguez Solveira, quien le pidió al Canciller Roa que yo lo acompañara al Ecuador, donde ese año había sido designado Embajador.

En Ecuador estuve hasta el mes de enero de 1962 y en abril de 1961, cuando la agresión imperialista por Playa Girón, ya Rodríguez Solveira había regresado a Cuba y era yo el Encargado de Negocios de Cuba en Quito.

Recuerdo haber enviado un mensaje a la Cancillería cubana pidiendo regresar a la patria agredida. Y guardo como un trofeo la respuesta del doctor Roa: “Permanezca allí. Esa es su trinchera. Roa”.

Yo tenía apenas 24 años de edad, pero había recibido un curso intensivo en la Cancillería cubana, y uno de mis profesores había sido precisamente el doctor Raúl Roa García.

La agresión imperialista por Playa Girón se inserta en mi memoria recordando la voz del Comandante Fidel Castro en su discurso del 16 de abril de 1961, que escuché por la Onda Experimental Cubana que se identificaría dos semanas después como Radio Habana Cuba, y también con el encuentro en el Palacio de Carondelet, sede oficial del gobierno de Ecuador, con el Presidente José María Velasco Ibarra. 

Fueron los días en que también visitaron la Embajada de Cuba en Quito destacadas personalidades ecuatorianas, entre ellas el notable artista de la plástica Oswaldo Guayasamín, quien pidió viajar a Cuba y pintar al Comandante Fidel Castro. Lo cual se concretó en mayo de 1961, y se repitió en otras 3 ocasiones posteriores. Guayasamín, considerado por Fidel como el hombre más noble y humano que había conocido, fue el único pintor para el cual posó en cuatro ocasiones el Líder histórico de la Revolución Cubana.

El encuentro con Velasco Ibarra es para mí inolvidable. Él estaba en su cuarto mandato como Presidente de Ecuador, de los cuales solamente había podido terminar el tercero, de 1952 a 1956. En todos los demás, incluido el quinto, iniciado en 1968, había sido derrocado, lo cual constituye un verdadero récord en América y tal vez en el mundo.

En la entrevista me reiteró que Ecuador estaba junto a Cuba por respeto al Derecho Internacional. Dijo que resultaba inadmisible la invasión por Playa Girón y criticó el papel desempeñado por el gobierno de los Estados Unidos calificándolo de grave violación del principio de autodeterminación de los pueblos.

No niego que me impresionaron las palabras de Velasco Ibarra, pero la sorpresa mayor ocurrió en los momentos de la despedida: “Dígale a su gobierno que el Ecuador estará siempre junto a Cuba en defensa de los principios del Derecho Internacional, y a usted le digo que si en Ecuador tuviéramos veinte jóvenes como usted, en el Ecuador haríamos la Revolución”.

Quedé totalmente sorprendido por aquellas palabras del Presidente Velasco Ibarra, a quien en el primer momento de nuestro encuentro le había transmitido con mucha pasión que los cubanos todos, dentro o fuera de la Patria, daríamos la vida por la Revolución.

No sé por qué Velasco Ibarra me resultó parecido a nuestro Raúl Roa, y no sólo físicamente.

Y de él tomé una frase de su campaña electoral de 1943, que se hizo famosa en Ecuador: “Dadme un balcón y yo iré a la presidencia de la República”.

Y se la dije un día al Canciller Raúl Roa, porque nuestro Canciller acostumbraba a salir a fumar en un balconcito que desde su despacho daba al patio interior del Ministerio de Relaciones Exteriores, y quienes almorzábamos en el comedor del Minrex, situado en la Calle Calzada esquina a H, en la barriada de El Vedado, a pocos metros de la Cancillería, solíamos caminar frente a ese balconcito para dirigirnos al edificio donde estaban las direcciones políticas del Ministerio.
Se me ocurrió, por puro cariño y respeto hacia Roa, decirle a viva voz: “Doctor Roa, usted me recuerda a José María Velasco Ibarra, quien decía “Dadme un balcón e iré a la presidencia de la República”.

Pero a Roa no le gustó para nada lo que en broma le había dicho, y me espetó: “Así que tú también estás en la conjura de que yo quiero quitarle la presidencia a Dorticós?”.

Supongo que después se dio cuenta de que mi comentario era una manera jocosa de saludarlo en el balconcito donde tantas veces lo encontré a mi paso hacia las oficinas de la Dirección de Europa Occidental, donde me ubicaron en dos ocasiones: al terminar mi misión en Ecuador, en enero de 1962, y al finalizar mi labor en Chile, en marzo de 1964.

En 1962 fue el Canciller Roa quien me pidió que cumpliera una nueva misión, esta vez en Chile, donde enfrenté momentos difíciles como la llamada Crisis de Octubre, en 1962, el ciclón Flora, en octubre de 1963, y el asesinato de John F. Kennedy, el 22 de noviembre de ese mismo año.

Al término de mi misión diplomática en Chile, en marzo de 1964, me recibió el Canciller Roa en su despacho, me felicitó por el gesto de haber donado mi automóvil al Consulado de Cuba en Valparaíso, lo cual ahorró dos mil quinientos dólares a nuestro país, y le pidió a uno de sus asistentes, Rogelio Montenegro, que me facilitara un auto de la Cancillería para que lo utilizara durante los dos meses que me correspondían de las vacaciones.

Yo había comprado en Chile un auto Volkswagen con la intención de traerlo a Cuba cuando terminara mi misión diplomática en la nación austral, pero ante el grave impacto del Ciclón Flora, que provocó más de mil muertos en la región oriental cubana, decidí donarlo a la Revolución y convoqué al personal de la Embajada a que contribuyera con los damnificados.

Creo que ese gesto, que tuve que documentar en forma oficial ante la Cancillería chilena, en Santiago, hizo que el gobierno del presidente Jorge Alessandri instruyera a su Ministro Plenipotenciario en La Habana, Emilio Jorge Edwards, para que me entregara la Orden al Mérito en el Grado de Comendador.

Recuerdo que me acompañó a recibir esa condecoración el Vice Ministro de Relaciones Exteriores Arnol Rodríguez Camps, en la residencia del Jefe de Misión de Chile, en la casona situada en la Avenida de los Presidentes y Calle Línea, hoy restaurada y ocupada por la Biblioteca de la Casa de las Américas.

A finales de 1964 me nombraron para una tercera misión diplomática en Suecia, pero le pedí al Canciller Raúl Roa terminar estudios universitarios que había interrumpido en 1960 y poder matricular en la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad de La Habana, cuyo director era un gran amigo y colaborador de Roa, el profesor Fernando Álvarez Tabío.

Roa accedió y pude años después graduarme como Licenciado en Ciencias Políticas. Durante mis estudios dieron por terminados mis servicios en el Minrex y pasé al periodismo, mi verdadera vocación. Participé en la fundación de la Revista OCLAE en 1966, laboré en el periódico Juventud Rebelde, en la Agencia Prensa Latina y desde 1973 pasé a Radio Habana Cuba, colaborando siempre con la televisión cubana.

Con el canciller Raúl Roa volvimos a encontrarnos cuando, luego de su salida del Ministerio de Relaciones Exteriores, se desempeñó como Vice Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Recuerdo que en esa etapa, en el Palacio de Convenciones de La Habana, volví a bromear con él, cuando lo vi probándose una guayabera y le dije que conservaba su forma atlética de los años mozos. Me contestó: “No jodas Martínez Pírez, los años no pasan en vano”.

Roa nació en La Habana el 18 de abril de 1907 y falleció también en la capital cubana el 6 de julio de 1982. En su setenta cumpleaños, en 1977, lo entrevistó el gran amigo y colega de Radio Habana Cuba Orlando Castellanos, y sobre el tema de su cumpleaños, le dijo con su peculiar lenguaje:

“En cuanto a tu indiscreta pregunta sobre mi cumpleaños, ahí va la respuesta. Cumplo los setenta abriles sin darme por enterado. El calendario va por un lado y yo voy por el otro. Retórica de un viejo que quiere seguir siendo joven?, no, de un joven que no ha llegado a viejo, y por ende, se pasa por la piedra la edad que cumple. Esa es mi respuesta a los que se imaginen que voy a estar por fuerza, cañengo, renqueante, desmemoriado, paseando por el malecón como un bobo en un sillón de ruedas… la raíz de esa juventud que todavía cabalgo es clara y obvia: la Revolución Cubana, fuente inagotable de proteínas, vitaminas y hormonas para el espíritu. Por eso puedo decir que el 18 de abril, vísperas de la histórica victoria de Playa Girón, entro en la segunda juventud. Eso significa que el ropón morado y el capirucho con una estrella roja que me mandé a hacer para encasquetármelo el día en que sintiera el primer síntoma de vejez, permanecerá guardado por un siglo, un siglo más por lo menos… Patria o Muerte y hasta la Juventud siempre!

Que más puede decirse de este cubano brillante, talentoso y simpático Raúl Roa García, quien cumple 113 años de edad este 18 de abril, y cuyo importante legado sigue vivo entre nosotros?

La Habana, 18 de abril de 2020

miércoles, 8 de abril de 2020

RAFAEL CORREA DELGADO EN MI MEMORIA

Por Pedro Martínez Pírez

El anuncio de que los tribunales y la fiscalía de Ecuador condenaron a ocho años de prisión y la suspensión durante un cuarto de siglo de sus derechos políticos a Rafael Correa Delgado y a varios de sus colaboradores, me convoca a desempolvar de mi memoria los hechos que me llevaron a simpatizar con este político ecuatoriano.

Uno de ellos fue el vibrante discurso pronunciado por Correa el 8 de enero de 2009, en el cincuenta aniversario de la llegada de Fidel Castro a La Habana, en la Caravana de la Victoria.

Correa habló en el antiguo campamento militar de Columbia, convertido después en Ciudad Libertad, donde medio siglo antes lo había hecho el Comandante Fidel Castro, en un célebre discurso en que varias palomas se posaron en los hombros del joven guerrillero cubano.

La selección de Correa para que hablara en tan significativas fecha y lugar en La Habana, no fue casual. Se debió a los méritos acumulados por el talentoso mandatario ecuatoriano. Y de sus palabras muy solidarias con Cuba quiero recordar, de manera especial, el homenaje que rindió a dos ecuatorianos cuyos restos reposan en el Cementerio Cristóbal Colón de La Habana: el joven periodista Carlos Bastidas y la veterana dirigente femenina Nela Martínez.

La Revolución Cubana –recordó Correa—contó con un mártir ecuatoriano, el periodista y patriota Carlos Bastidas Argüello, asesinado en mayo de 1958 por sicarios de Batista. A Carlos Bastidas rendimos hoy tributo, enfatizó el primer mandatario ecuatoriano, por ser digno representante de la altivez y sacrificio de nuestros pueblos.

Bastidas estuvo aproximadamente dos meses en Cuba, donde se reunió con Fidel y otros guerrilleros en la Sierra Maestra y habló utilizando el seudónimo de Atahualpa Recio por las ondas de Radio Rebelde que transmitía desde las montañas del Oriente de Cuba. Fue asesinado en La Habana por un sicario de la dictadura de Batista el 13 de mayo de 1958. Y sigue siendo el último periodista asesinado en Cuba.

En su brillante y sentida intervención en La Habana Correa recordó la amistad del prócer ecuatoriano Eloy Alfaro con José Martí y Antonio Maceo, y mencionó también a otros ecuatorianos insignes, entre ellos, Eugenio Espejo, Manuelita Sáenz, Benjamín Carrión y Oswaldo Guayasamín.

Seis meses después de esta importante presencia de Rafael Correa en Cuba, tuve el honor de coincidir con él en el homenaje póstumo al gran escritor y poeta ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, fallecido en Quito el viernes 3 de julio de 2009.

Recuerdo la emoción de Correa en la ceremonia en que los restos de Adoum fueron colocados junto a los de su gran amigo Oswaldo Guayasamín, en las raíces del Árbol de la Vida, muy cerca de la Capilla del Hombre.

El fallecimiento de Adoum, quien fue el ganador del primer Premio de Poesía de la Casa de las Américas, ocurrió tres días antes de que los amigos de Guayasamín celebráramos en Quito el noventa cumpleaños del Pintor de Iberoamérica.

Días más tarde, en el propio mes de julio de 2009, se concretó la salida de la Base que desde hacía diez años ocupaban los militares yanquis en la ciudad portuaria de Manta, en la provincia de Manabí, la tierra del general Eloy Alfaro.

Identificado como El Viejo Luchador, Alfaro fue el único presidente de América que pidió a España la independencia de Cuba en memorable carta fechada en Guayaquil, el 19 de diciembre de 1895.

El cierre de la base militar yanqui de Manta, considerada la puerta ecuatoriana hacia el Pacífico, había sido uno de los temas planteados con fuerza por Rafael Correa durante la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de Ecuador el 15 de enero de 2007.

Este fue un hecho que elevó el prestigio y el protagonismo antiimperialista de Correa en Nuestra América, junto a la consecuente denuncia del servilismo de la OEA, la tristemente célebre Organización de Estados Americanos, y su bien fundamentada crítica al neoliberalismo y a la prensa corrupta.

Para quienes visitamos a Ecuador desde hace más de sesenta años, y pudimos conocer a varios de sus Presidentes, entre ellos Camilo Ponce, José María Velasco Ibarra, Carlos Julio Arosemena, León Febres Cordero, Rodrigo Borja, Jamil Mahuad, Gustavo Novoa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio, no existen dudas de que el mejor y más calificado de los Jefes de Estado de la nación andina ha sido Rafael Correa Delgado.

Confieso que una de las acciones de Correa que causó en mí una enorme admiración y respeto, fue su decisión de no participar en la Sexta Cumbre de las Américas, que se realizó en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, lo cual fundamentó mediante su valiente carta fechada el 2 de abril de 2012, dirigida al presidente colombiano Juan Manuel Santos.

El texto de esa carta, comparable por su eticidad a la que Eloy Alfaro dirigió a la Reina Regente de España pidiendo la independencia de Cuba, figura en una gigantografía que el ex embajador ecuatoriano en Cuba, Edgar Ponce Iturriaga, donó a Radio Habana Cuba.

Son dos cartas de Presidentes de Ecuador que patentizan, en dos momentos históricos, el amor y la solidaridad con Cuba. La primera, frente al colonialismo español, y la segunda frente al imperialismo de Estados Unidos.

La gigantografía con la primera carta, la de Alfaro, me la obsequió el médico internacionalista ecuatoriano Galo Alvear, en un acto efectuado hace años en la ciudad de Guayaquil, capital de la provincia del Guayas, que se ha hecho célebre en los últimos días por el número de fallecimientos provocados por la COVID-19 y la incompetencia de las autoridades ecuatorianas para enfrentar el colapso hospitalario ante la pandemia.

Estuve muy cerca de Rafael Correa en el Coliseo Rumiñahui de la ciudad de Quito, cuando en noviembre de 2012 el mandatario ecuatoriano coreó, con su puño izquierdo en alto, junto a los 13 mil espectadores que asistieron a la tercera edición del Concierto Todas las Voces Todas, organizado por la Fundación Guayasamín, la canción del grupo chileno Quilapayún titulada “El pueblo unido jamás será vencido”, evocando la gesta del presidente Salvador Allende.

En estos tiempos de pandemia por el nuevo Coronavirus, recuerdo que Rafael Correa firmó con Cuba, en 2013, un Convenio de cooperación médica, que fue suspendido en noviembre del pasado año por el actual gobierno de Ecuador, con lo cual, de hecho, se sumó a las decisiones similares de los gobiernos de Jair Bolsonaro, de Brasil, y de la autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Añez. La salida de las misiones médicas cubanas de esos tres países suramericanos, hace el juego a la campaña del gobierno de Estados Unidos destinada a desacreditar la medicina cubana. Hoy los pobres de Ecuador extrañan la labor que cumplían los cuatrocientos médicos cubanos que laboraron en varias provincias ecuatorianas, donde muchos de los que ahora hacen frente a la pandemia en la nación andina son jóvenes ecuatorianos que estudiaron y se graduaron en la ELAM, la Escuela de Medicina Latinoamericana.

Algo que concitó en mí una gran simpatía hacia Correa fue la decisión del presidente ecuatoriano, durante la celebración del 185 aniversario de la Batalla de Pichincha, de otorgarle a la coronela quiteña Manuelita Sáenz, los grados de Generala.

El acto tuvo lugar el 24 de mayo de 2007 en el Templete de la Libertad, en las faldas del volcán Pichincha, en el suroccidente de Quito, en el mismo sitio donde los ejércitos patriotas al mando del general venezolano Antonio José de Sucre vencieron a las tropas españolas, sellando la independencia de Ecuador.

Correa expresó que el nombre de Manuelita Sáenz fue escondido, vilipendiado, olvidado durante décadas y décadas. Las cartas íntimas, diarios y documentos fueron ocultados por más de 130 años, enfatizó Correa, al resaltar la ejemplar trascendencia de quien la historia consagra como La Libertadora del Libertador Simón Bolívar.

Años después, el 25 de mayo de 2013 el Comandante Fidel Castro felicitó a Rafael Correa por su “valiente discurso” al asumir su segundo mandato como Presidente de Ecuador.

El líder histórico de la Revolución Cubana destacó la gran autoridad moral y política con que Correa asumía por segunda ocasión su alta investidura.

Percibí la firmeza de tu voz –expresó Fidel—cuando de forma irrebatible, condenaste el bloqueo económico a Cuba. Dure lo que dure la azarosa historia de nuestra especie, agregó el líder cubano, nadie podrá demostrar nunca que los burdos intereses materiales serán capaces de crear ciudadanos más virtuosos y honestos.

Y agregó Fidel: la niña que hoy colocó en tu pecho la insignia presidencial demuestra lo contrario.

En su mensaje a Correa el Comandante Fidel Castro recordó el apotegma de José Martí, quien afirmó que una idea justa, desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército. Y concluyó felicitando al Jefe de Estado de Ecuador por el justo y sentido homenaje a Hugo Chávez, quien tanto amó al Ecuador.

Este mensaje del líder histórico de la Revolución Cubana me recordó que fueron Fidel Castro y Hugo Chávez quienes asistieron en Quito, el 29 de noviembre de 2002, a la inauguración de la Capilla del Hombre, tres años después de la muerte de Guayasamín.

Pero lo que definitivamente me hizo admirar a Rafael Correa Delgado fue su brillante discurso del 29 de noviembre de 2016, en la Plaza de la Revolución de La Habana, en el homenaje póstumo al Comandante Fidel Castro, fallecido tres días antes en la capital cubana.

Correa fue el primer orador en ese homenaje, y según muchas personas, entre ellas el amigo español Gabriel Navarrete, Presidente de la Asociación Cultura y Cooperación Internacional y actualmente uno de los Miembros de Honor de la Fundación Guayasamín, fue el discurso de Rafael Correa, de poco más de ocho minutos, el más lúcido, contundente y cálido de toda la velada.

Luego de asegurar que Fidel Castro no ha muerto, pues seguirá viviendo en los rostros de los niños que van a la escuela, de los enfermos que salvan sus vidas, de los obreros dueños del fruto de su trabajo, Correa destacó que en el continente más desigual del planeta, Fidel dejó el único país con cero desnutrición infantil, con la esperanza de vida más alta, con una escolarización del ciento por ciento y sin ningún niño durmiendo en las calles.

La brillante trayectoria política de Rafael Correa, su valentía y talento, me impiden coincidir con quienes ahora niegan su obra y su legado, reconocidos por muchos en Ecuador, Nuestra América y el resto del mundo.

La condena a prisión dictada contra Rafael Correa y varios de sus colaboradores, me recuerda una de las frases que han inmortalizado a su amigo y admirador Fidel Castro, pronunciada en Santiago de Cuba el 16 de octubre de 1953: Condenadme, no importa, la historia me absolverá.

La Habana, 7 de abril de 2020

lunes, 6 de abril de 2020

EN MEMORIA DE LUIS EDUARDO AUTE

Por Pedro Martínez Pírez

En medio de la tristeza que provocan las noticias sobre las numerosas muertes en el mundo a causa de la COVID-19, los cubanos que conocimos al gran músico español Luis Eduardo Aute, tuvimos el pasado sábado una nueva pena al conocer su fallecimiento en Madrid, a los 76 años de edad.

Sabíamos que el también pintor, escultor y director cinematográfico había sufrido hace cuatro años un infarto que lo tuvo durante dos meses al borde de la muerte, y de cuyo impacto nunca se había recuperado totalmente, pero nos conmovidos ante la triste noticia de su fallecimiento.

La última vez que pude conversar con él fue en noviembre de 2012 en Quito, en ocasión del décimo aniversario de la inauguración de la Capilla del Hombre, cuando la Fundación Guayasamín organizó la tercera edición de los conciertos conocidos como Todas las Voces Todas, en el cual participaron por Cuba los cantautores Pablo Milanés y Carlos Varela.

Además de Luis Eduardo Aute, participaron por España Ana Belén y Víctor Manuel; los chilenos Inti Illimani, Quilapayún y Alberto Plaza; el colombiano Cabas; los argentinos Víctor Heredia, Piero y León Gieco; y la estadounidense Yoan Báez, entre otros destacados cantantes y grupos musicales, también en representación de Perú y Ecuador.

En la primera jornada del festival, el 27 de noviembre el entonces Presidente de Ecuador, Rafael Correa, quien fue uno de los 13 mil asistentes de esa noche al Concierto, se unió con su puño en alto al coro de la muy ovacionada canción “El pueblo unido jamás será vencido”, que fue interpretada por el grupo chileno Quilapayún.

Recuerdo en especial la participación de Aute en ese Concierto al interpretar varias de sus preciosas y comprometidas canciones, entre ellas “El niño que miraba al mar”, una pieza autobiográfica del inolvidable artista español, que tanto lo relaciona con Cuba.

De ahí que entre los primeros cubanos en lamentar su fallecimiento estuvieran el Presidente Miguel Díaz-Canel, el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, y los cantautores Silvio Rodríguez y Vicente Feliú.

También expresó sus condolencias el escritor cubano Abel Prieto, actual Presidente de la Casa de las Américas, con quien estuve en el Concierto Todas las Voces Todas en el 2012, y en una de las actividades organizadas por la Fundación Guayasamín compartimos mesa con Luis Eduardo Aute.

Comparto para finalizar este reporte la reflexión de Abel Prieto, quien afirmó que "el fallecimiento de Luis Eduardo Aute constituye una pérdida muy dolorosa para Cuba, y para todos los que defendemos las utopías".

La Habana, 6 de abril de 2020

sábado, 4 de abril de 2020

PROHIBIDO OLVIDAR A HENRY REEVE

Por Pedro Martínez Pírez

Ciento setenta años se cumplen este sábado del nacimiento en Brooklyn, Nueva York, de un joven estadounidense, Henry Reeve, quien a los 19 años de edad vino a Cuba en una expedición, participó en cuatrocientos combates y alcanzó por su valentía y arrojo el grado de General de Brigada del Ejército Libertador.

Conocido en Cuba como El Inglesito, Henry Reeve participó cuando era un adolescente en la Guerra de Secesión en su país, vistiendo el uniforme del Ejército del Norte contra los esclavistas del Sur.

Y atraído por la gesta independentista iniciada en Cuba por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de octubre de 1868 y por las ideas libertarias de los emigrados cubanos de la época radicados en Nueva York, decidió viajar a Cuba e integrarse al Ejército Libertador. Fue capturado al llegar y fusilado por los colonialistas españoles, que lo dieron por muerto, pero sobrevivió a las heridas y ya el 13 de junio de 1869 ostentaba el grado de Sargento de Segunda Clase en las filas independentistas cubanas.

El 2 de octubre de ese mismo año fue ascendido a Teniente; el 16 de junio del año siguiente a Capitán; dos años más tarde a Comandante; el 3 de marzo de 1873 fue ascendido a Teniente Coronel, cuatro meses después a Coronel, y en diciembre de ese año a General de Brigada.

Henry Reeve combatió bajo las órdenes de dos grandes jefes militares independentistas: el camagüeyano Ignacio Agramonte y el dominicano Máximo Gómez, quien dijo que El Inglesito “une a un valor probado, una rectitud y seriedad poco comunes en su modo de mando. De ahí que sus soldados a la vez de un respeto profundo le quieren como un padre”.

La historia de los combates en los que participó Henry Reeve es impresionante. Fue muchas veces herido a lo largo de sus siete años como integrante del Ejército Libertador de Cuba. Y en septiembre de 1873, cuando actuaba como Jefe de la Caballería, recibió una gravísima herida en su pierna derecha que le afectaría hasta su muerte heroica el 4 de agosto de 1876.


Muchas personas en el mundo conocen las hazañas de los integrantes de los contingentes médicos que llevan el nombre de Henry Reeve, pero algunos no saben que fue el Comandante Fidel Castro, quien el 19 de septiembre de 2005 bautízó con ese nombre a la brigada que Cuba ofreció a los Estados Unidos para enfrentar los graves daños humanos y materiales provocados por el huracán Katrina, y que el presidente de entonces, George W. Bush, no aceptó.

“Nosotros demostraremos que hay respuestas a muchas de las tragedias del planeta”, dijo Fidel Castro en el acto de creación del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias “Henry Reeve”.

Y agregó el líder histórico de la Revolución Cubana: “nosotros demostraremos que el ser humano puede y debe ser mejor, y demostraremos el valor de la conciencia y de la ética”. Nosotros ofrecemos vidas, enfatizó Fidel.

Desde su creación contingentes de la Henry Reeve han prestado su ayuda solidaria a numerosas naciones, en el primer quinquenio de su existencia, a Guatemala, Pakistán, Bolivia, Indonesia, Perú, México y China.

En los úitimos diez años contingentes de la Henry Reeve actuaron solidariamente en Chile, luego de un terremoto, en Haití por el impacto de otro terremoto que provocó una epidemia de cólera.

Célebre fue la actuación en 2014 de la Henry Reeve en Sierra Leona, Guinea y Liberia, para combatir el ébola, y al año siguiente por el terremoto en Nepal y la tormenta tropical “Erika” en Dominica.

El año 2016 estuvo marcado por la presencia de brigadistas de la Henry Reeve en Ecuador, sacudido por un terremoto, y en Haití, azotada por el huracán Matthew.

Al año siguiente contingentes de la Henry Reeve se hicieron presentes en Perú, por fuertes lluvias, y en varios Estados de México, afectados por un terremoto.

Hace dos años el Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud otorgó a la brigada médica cubana el Premio de Salud Pública en memoria del Dr. Lee Jong Wook, se trata de un reconocimiento a la labor solidaria de Cuba, que ahora mismo se expresa en los contigentes que contribuyen a enfrentar la Covip-19 en varias naciones de América Latina y Europa.

A ciento setenta años del nacimiento del valiente joven estadounidense Henry Reeve, quien luchó contra la esclavitud en su país y entregó su vida por la independencia de Cuba, poco se sabe de él en los Estados Unidos, cuyos gobernantes no solamente rechazaron hace quince años el ofrecimiento cubano de colaboración médica para los damnificados de Nueva Orleans, sino que más recientemente han intensificado el criminal e ilegal bloqueo contra Cuba, que perjudica también al propio pueblo de los Estados Unidos.

La pandemia de las cárceles en Estados Unidos: un castigo cruel e inusual

Columna03 DE ABRIL DE 2020

Amy Goodman y Denis Moynihan

Quedarnos en casa. Refugiarnos en donde estemos. Mantener distancia social. Ahora sabemos cómo detener la pandemia de Covid-19. La contención del nuevo coronavirus requiere que actuemos juntos, como una comunidad global. Pero no todos tienen la libertad de tomar estas medidas. Con más de 2,3 millones de personas en prisión, Estados Unidos es el mayor carcelero del mundo. En este extenso y fragmentado gulag, el coronavirus hace estragos; se extiende rápidamente sobre la población carcelaria y traspasa las paredes de la prisión con cada cambio de turno, con la entrada y salida de los guardias y de todo el personal penitenciario.

La ciudad de Nueva York se ha convertido en el epicentro de la pandemia en Estados Unidos. Y la cárcel de la isla de Rikers, la más famosa y tristemente célebre prisión de la ciudad, es un caldo de cultivo. Tanto los que se encuentran recluidos allí, como el personal penitenciario describen una cárcel sucia e insalubre, con pocos suministros de limpieza, prácticamente sin equipos de protección personal y con espacios reducidos, que impiden mantener una distancia segura de los demás. La única área equipada para manejar enfermedades infecciosas está llena. Informes recientes indican que 180 prisioneros, 114 guardias y 23 trabajadores de la salud han dado positivo por Covid-19. No cabe duda de que la cifra real es mucho más alta, debido a la gran carencia de pruebas de diagnóstico, tal como ocurre en casi todo el país.

El Dr. Ross MacDonald, que lidera el equipo médico de la cárcel de Rikers, calificó la situación como “un desastre de salud pública que está ocurriendo ante nuestros ojos”.

El alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill De Blasio, ordenó una liberación limitada de reclusos de Rikers, algunos mayores de 70 años y otros con enfermedades preexistentes, dos grupos para los que la Covid-19 es especialmente letal. Aun así, quedarían cerca de 5.000 personas en el sistema carcelario de Nueva York, principalmente en Rikers. La sede de Nueva York de la organización Legal Aid Society compiló las tasas de infección por Covid-19 en las cárceles de Nueva York y los hallazgos son duros. Calcularon una tasa de infección del 3,91%, ocho veces mayor que en la ciudad de Nueva York, y más de nueve veces mayor que en la azotada región de Lombardía en Italia.

Tina Luong, abogada de la organización de defensa penal Legal Aid Society, dijo en un comunicado: “Dejen de enviar gente a Rikers y liberen a estos neoyorquinos de inmediato. Cualquier otra medida será insuficiente y llegará demasiado tarde”.

Sin embargo, existe una forma en que los reclusos de Rikers pueden acceder al equipo de protección: el medio The Intercept ha informado que se les ofrece seis dólares la hora junto con el equipo… si aceptan cavar fosas comunes en el cementerio público de la ciudad de Nueva York situado en la isla Hart. La semana pasada, el Dr. Homer Venters, ex director médico del área de salud del Departamento de Correccionales de la ciudad de Nueva York, declaró en una entrevista para Democracy Now!: “La historia de Rikers es la historia de las 5.000 cárceles, prisiones y centros de detención de inmigrantes de todo el país. La principal prioridad es la liberación. Debemos sacar a la gente de estos lugares, particularmente la que corre graves riesgos de salud que pueden llegar a la muerte. Tenemos que asegurarnos de que las personas que todavía están tras las rejas tengan acceso hoy mismo a una atención de nivel hospitalario cuando se enfermen. Tenemos que evitar la tentación de usar el confinamiento como una intervención de salud pública. No lo es”. Pero, justamente, el confinamiento es lo que impuso la Agencia Federal de Prisiones el 1 de abril, enclaustrando a los 176.000 prisioneros federales en sus celdas durante al menos dos semanas.

Aparte de eso, están los centros de detención de inmigrantes. El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas tiene retenidas a más de 39.000 personas. El lunes pasado, el Bloque Hispano del Congreso sumó su voz a los más de 3.000 profesionales médicos y muchos grupos de defensa de los derechos de los inmigrantes en una solicitud para que este servicio libere a la gran mayoría de los detenidos.

John Sandweg, ex director interino del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas durante el gobierno de Barack Obama, recientemente se explayó en una entrevista para Democracy Now!: “Los centros de detención de inmigrantes son realmente vulnerables ante el brote de una enfermedad contagiosa. Es realmente imposible practicar el distanciamiento social que todos estamos realizando en este momento. Entonces, cuando se observa la población de estos centros de detención y se reconoce que realmente solo un pequeño porcentaje representa una amenaza para la seguridad pública, cuando se reconoce que los procedimientos de inmigración podrían continuar incluso si estas personas no están bajo custodia, y cuando se observa a los miles de oficiales de inmigración, guardias contratados y empleados que tienen que ir a esas instalaciones todos los días, que francamente corren el mismo riesgo [que los retenidos] de contraer Covid-19, por su exposición a los mismos centros, me parece de sentido común decir que debemos reducir drásticamente la población de los centros de detención, debemos liberar a estos individuos”.

El propio Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, sin necesidad de la aprobación del presidente Donald Trump ni de ninguna orden judicial, tiene la autoridad unilateral para liberar a sus prisioneros.

En un exhaustivo informe publicado la semana pasada, la agrupación Prison Policy Initiative enumera la compleja red de centros carcelarios que ahora alberga a 2,3 millones de personas en Estados Unidos: “1.833 prisiones estatales, 110 prisiones federales, 1.772 correccionales penitenciarios juveniles, 3.134 cárceles locales, 218 centros de detención de inmigrantes, 80 cárceles de las naciones indígenas, cárceles militares, centros de compromiso civil, hospitales psiquiátricos estatales y cárceles en los territorios de Estados Unidos”. El informe indica que el 75% de las personas recluidas en las cárceles locales, incluida la de Rikers, no han recibido aún condena, sino que simplemente permanecen encarceladas a la espera del juicio porque no pueden pagar la fianza. La agrupación Prison Policy Initiative también informa que 200.000 personas por semana ingresan al sistema, y una cifra similar sale de él.

Solo se podrá aplanar la curva de la pandemia de Covid-19 mediante una acción colectiva masiva. El presidente Donald Trump, los 50 gobernadores estatales y las autoridades locales deben liberar a la mayor cantidad posible de personas encarceladas, rápidamente. Para ello, todos debemos ejercer presión social.

© 2020 Amy Goodman

Traducción al español del texto en inglés: Inés Coira. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org

Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero internacional que se emite diariamente en más de 800 emisoras de radio y televisión en inglés y en más de 450 en español. Es co-autora del libro “Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos extraordinarios en Estados Unidos”, editado por Le Monde Diplomatique Cono Sur.
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