El columnista Matt Yglesias, quien acaba de estar en Argentina, escribía no hace mucho en Slate sobre lo que nos enseña la recuperación de ese país después de abandonar la ley de convertibilidad que establecía la paridad entre el peso y el dólar. Como dice Yglesias, es una historia de éxito extraordinario que supuestamente contiene algunas lecciones para la eurozona.
"La suspensión de pagos y la devaluación no fueron ni mucho menos una fiesta. Destruyeron el sistema bancario del país y acabaron con los ahorros de muchos argentinos", escribía Yglesias el 1 de mayo. "Pero funcionó. Argentina ha crecido rápidamente en los años posteriores y su tasa de desempleo se ha ido reduciendo progresivamente hasta el 6,7%, una tasa que envidiamos en Estados Unidos".
Solo añadiría otra cosa: la información en la prensa argentina es otro de esos ejemplos sobre cómo la lógica popular puede por lo visto hacer que resulte imposible entender correctamente algunos hechos básicos. Siguen contándonos historias sobre la recuperación de Irlanda cuando, de hecho, no hay recuperación, pero, maldita sea, debería haberla, porque han hecho "lo que tenían que hacer", así que eso es lo que decimos.
Por el contrario, los artículos sobre Argentina casi siempre tienen un tono muy negativo: son irresponsables, están volviendo a nacionalizar algunos sectores y hablan como populistas, así que las cosas deben de estar yendo muy mal. Los datos que presentamos en esta página dan igual.
Para que quede claro, creo que a Brasil le está yendo bastante bien, y ha tenido buenos líderes. ¿Pero por qué razón precisamente Brasil es un BRIC impresionante mientras que siempre se menosprecia a Argentina?
En realidad, sabemos por qué, pero no dice mucho del estado de la información económica.
No sé mucho de historia (antigua)
Lo que tengo que hacer para aumentar las ventas de libros. No hace mucho, participé en una especie de debate con Ron Paul en Bloomberg TV (pueden verlo en Internet en bloomberg.com/video).
Pensé que podríamos tener una conversación sobre las razones por las que no acaba de producirse la inflación descontrolada que él y sus aliados siguen pronosticando. Pero no, insistía (si le entendí bien) en que la devaluación de la moneda y los controles de precios destruyeron el Imperio Romano. Le repliqué que no soy un defensor de las políticas económicas del emperador Diocleciano.
Sin embargo, es verdad que las alusiones a lo que sucedió en algún momento del pasado lejano son de lo más normal en el lado de la economía de los incondicionales del oro. Y es bastante revelador.
Me refiero a que la historia es esencial para el análisis económico. Realmente hay que saber, por ejemplo, que la ley de convertibilidad de Argentina fracasó, las consecuencias que tuvo el fervor del canciller Brüning hacia el patrón oro en Alemania y muchos otros episodios.
Pero por alguna razón, a la gente como Paul le desagrada hablar de los acontecimientos de hace un siglo, sobre los que disponemos de datos razonablemente buenos; les gusta hablar de lo que aconteció en la noche de los tiempos, cuando realmente no sabemos a ciencia cierta qué pasó. Y creo que no es una casualidad. En parte es el intento del autodidacta de hacer alarde de su conocimiento esotérico; pero también se debe a que realmente no sabemos qué pasó (¿qué recordamos en verdad de la era diocleciana?), de modo que uno puede extrapolar a los imprecisos anales lo que cree que debió de haber pasado y después reivindicar lo que sea que uno quiera creer.
En cierto sentido, tiene gracia, excepto que este tipo de pensamiento domina uno de nuestros dos principales partidos políticos.
Traducción de News Clips.
© 2012 New York Times.
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