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Por Yu Yongding, President of the China Society of World Economics, was formerly Director of the Chinese Academy of Sciences Institute of World Economics and Politics.
A pesar de las reiteradas garantías de los líderes de la Unión Europea, tras más de dos años todavía no hay una luz al final del túnel de la crisis de la deuda europea. El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, dijo hace poco al Parlamento Europeo que no hay "Plan B", en referencia a una posible salida griega de la eurozona.
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Esas palabras pretendían sonar tranquilizadoras. Pero, tras tantas decepciones, China no puede aceptar sin más las garantías de los políticos europeos, que ni siquiera ellos saben si pueden cumplir. China debe tener su propio Plan B en caso de que Grecia deba salir de la eurozona.
De hecho, es cada vez más probable que Grecia incumpla sus obligaciones en materia de rescate. Si eso sucede y la "troika" (la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) corta el apoyo financiero, la salida de Grecia del euro será casi inevitable. En ese caso, China debe estar preparada para cualquier crisis financiera global que pueda sobrevenir y sus consecuencias en el largo plazo.
Para empezar, los funcionarios chinos no deben hacerse ilusiones de que el país será inmune al contagio financiero. La salida griega golpearía a los bancos europeos que poseen bonos soberanos de los países periféricos de la eurozona. A su vez, las ondas de choque del proceso de desapalancamiento se extenderán a mercados emergentes como China.
Si bien la exposición de los bancos e instituciones financieras chinas a los papeles soberanos y los activos del sector bancario de la eurozona es insignificante, la fuga de capitales de los mercados de riesgo tras la salida de Grecia podría rivalizar, e incluso superar, la ocurrida en las semanas posteriores al colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008. En comparación con 2007 y 2008, la participación de los inversores extranjeros en los mercados emergentes es mucho mayor, debido a la relativa fortaleza económica de estos países en los últimos años y los bajísimos rendimientos de los activos financieros en los mercados desarrollados.
De hecho, China ya sufrió los efectos de desapalancar a finales del año pasado, cuando el sistema financiero europeo parecía al borde del colapso. En momentos que los bancos europeos se agachaban ante la tormenta, la tasa de cambio del renminbi cayó durante 11 días consecutivos, a pesar de que China contaba con un superávit de cuenta corriente.
Así, la oportunidad no podría ser peor para promover la idea de acelerar la liberalización de las cuentas de capitales. Por el contrario, el Banco Popular de China (BPC) y otras autoridades pertinentes deben sopesar la implementación de controles de capitales, suspensiones de mercado y la provisión de liquidez de emergencia.
Se trata de medidas no muy diferentes de las que la eurozona tendrá que adoptar en caso de una salida de Grecia. Idealmente, la respuesta se coordinaría con los socios internacionales de China en el G-20. La infraestructura para tal cooperación se ha desarrollado considerablemente desde 2008, y China no debe rehuir promover su aplicación de manera proactiva.
Además, China debe tener un plan de mediano plazo para hacer frente a las consecuencias económicas de una salida griega. En caso de que el contagio sea limitado, con Grecia como única baja, la caída de la producción de la eurozona puede ser grave pero no catastrófica. Sin embargo, la UE es el socio comercial más importante de China, y el país deberá estar preparado para una seria pérdida de empleos en su sector exportador.
La experiencia de Japón muestra que una recesión producida por una crisis financiera puede ser muy prolongada, debido al largo proceso de desapalancamiento. Es muy probable que la actual recesión se prolongue por muchos años tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea. Por ello, el gobierno de China debe tener un plan de mediano y largo plazo para abordar los problemas que genere una crisis mundial interminable.
Además, China debe tener un plan de mediano plazo para hacer frente a las consecuencias económicas de una salida griega. En caso de que el contagio sea limitado, con Grecia como única baja, la caída de la producción de la eurozona puede ser grave pero no catastrófica. Sin embargo, la UE es el socio comercial más importante de China, y el país deberá estar preparado para una seria pérdida de empleos en su sector exportador.
Algunos de los problemas serán el aumento del desempleo y la necesidad de reasignar recursos fiscales a quienes estén en el paro, cuyo bienestar es fundamental para la preservación de la estabilidad social. Más importante aún, el gobierno chino debe hacer frente a la necesidad de implementar reformas estructurales encaminadas a reorientar el modelo de crecimiento de China hacia uno que ponga mayor énfasis en la demanda interna.
Aunque sin duda será objeto de controversia, especialmente en un año electoral en Estados Unidos, se debe dar al renminbi suficiente flexibilidad en ambas direcciones cuando sea necesario. Uno de los mayores fracasos de la periferia de la eurozona es la pérdida de competitividad, oculta por un muro de crédito del que se ha aprovechado el balance de Alemania. Esto es siempre insostenible. Si el BPC lleva a cabo medidas de flexibilización, no deben utilizarse para evitar dolorosas reformas estructurales.
Por último, China debe estar preparada para tender una mano. Para asegurar que la integridad de la eurozona después de la salida de Grecia no enfrente más amenazas inmediatas, China debe unirse a sus socios internacionales para crear a través del FMI un muro de contención suficientemente creíble. Sin embargo, la eurozona -y Alemania en particular- debe reconocer plenamente las causas fundamentales de la salida de Grecia y comprometerse a dar pasos hacia la unión fiscal, aceptando además que un enfoque únicamente de austeridad para los miembros en situación de riesgo es un callejón sin salida.
Por supuesto, la reforma de gobierno del FMI también tendrá que ser parte de la discusión. Mientras tanto, es probable que por necesidad la eurozona deba abrirse más a la inversión extranjera, y las compañías chinas con abundante dinero en efectivo deberían seguir aprovechando oportunidades a través de la inversión extranjera directa o adquisiciones corporativas.
Si se implementan un muro de contención adecuado y los europeos se comprometen con las reformas estructurales, se avanzaría mucho para calmar los mercados y reducir los riesgos a los que otras contribuciones chinas pudieran enfrentarse. En otras palabras, todo tipo de asistencia que China proporcione debe ser "aportar buen dinero tras buenos resultados potenciales."
Una potencial salida de Grecia representará desafíos completamente nuevos para China en los próximos meses, y el país debe evitar la autocomplacencia sobre su propia exposición. Lo que necesita hoy mismo es contar con un plan de batalla para el presente y el futuro.
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