Ivet González conversó con el activista Pedro Calderín sobre retos del sector con un enfoque social y participativo.
LA HABANA, 28 ago.- El crecimiento de la economía, la seguridad alimentaria y hasta la marcha de las reformas emprendidas por el gobierno de Raúl Castro desde 2008, se deciden hoy en el deprimido agro cubano, que afronta entre tantos desafíos el de explotar más la tierra y bajo manejos sostenibles.
Especialistas y productores de otros países que han visitado fincas cubanas se asombran del limitado aprovechamiento que salvo excepciones recibe una hectárea de suelo agrícola en la nación caribeña insular.
Según Pedro Calderín, del acápite en La Habana de la no gubernamental Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), resulta clave para el sector fomentar más “la cultura agrícola” entre la comunidad campesina y darles un mayor protagonismo a las y los productores en la toma de decisiones.
El veterinario y activista conversó con la Redacción IPS Cuba sobre la necesidad de seguir impulsando el rol del productor y los intercambios campesino a campesino a través de un trabajo social enfocado a las particularidades de este segmento poblacional.
IVET GONZÁLEZ: ¿Cómo valora la explotación agrícola que por lo general realiza el campesinado cubano?
PEDRO CALDERÍN: Las organizaciones e instituciones tienen que seguir trabajando para que el productor gane conciencia de explotar la tierra de forma más eficaz, además de que aplique tecnologías modernas, ecológicas y sostenibles.
En Europa y Asia, se tiene un sentido de la producción agrícola más eficiente que en África y América Latina.
Yo he podido ver fincas de otros países y, por ejemplo, resulta increíble el desempeño de un campesino en dos hectáreas de tierra en Italia, con apoyo estatal. En Vietnam, quien tenga una parcela de tres hectáreas posee un tesoro.
Hay un sector en Cuba con otra visión de la agricultura, sostenible, pero muchos campesinos no saben de esos ideales ni cómo producir más alimentos de una manera sana y amigable con la naturaleza.
¿Cómo se cambia esa realidad? Tenemos que seguir inculcando la cultura agrícola entre la comunidad campesina y quienes se dedican a la agricultura familiar.
IG: ¿Qué otros factores habría que tener en cuenta para elevar el protagonismo campesino?
PC: El productor, el campesino o el agropecuario tienen que ser protagonistas de sus emprendimientos. No pueden sentir la necesidad de consultar con las organizaciones todo el tiempo lo que quieran hacer. Para eso, es importante que estén organizados entre sí… una persona sola puede lograr poco.
Las entidades solo deben acompañarlos, darles herramientas y conocimientos para que logren intercambios horizontales entre ellos, es decir, de campesino a campesino. Este tipo de relación es la que más ayuda para logar cambios positivos en los rendimientos.
Por otro lado, no se puede ver al productor como un ente aislado. La familia es una red de apoyo esencial al igual que la comunidad.
IG: En los nuevos escenarios agrícolas ¿cuántos tipos de productores intervienen y sería necesario incrementar?
PC: Seguimos viendo al trabajador agrícola solo como el campesino en la campiña, en el lugar apartado. La agricultura es una fuente de empleos temporeros y complementarios incluso para profesionales que viven en zonas urbanas.
Tenemos que hablar más sobre los productores urbanos y las personas que toman a la agricultura como un segundo empleo.
También hay que preparar y apoyar más a quienes se inician por primera vez en las labores agropecuarias.
En este negocio, no se pueden hacer cuentas lineales a estilo de: si hoy invierto 10.000 pesos, mañana obtendré 20.000. Se necesita sentir un amor a la tierra, trabajar duro y tener capacidad gerencial que implica acceso a capital financiero y saber crear una estrategia de producción para obtener rendimientos. Sin el saber hacer, el capital financiero se va de las manos.
IG: ¿Cuál es el principal aporte que deben dar hoy organizaciones como ACPA?
C: En nuestro desempeño como organización, tenemos que contribuir al cambio de mentalidad en la agricultura, al avance.
También hay que trabajar contra lo que yo llamo “inercia mental”, que son las personas que siguen haciendo las cosas como siempre aunque tengan un escenario favorable para hacerlas diferente y mejor. Transformar el pensamiento implica un proceso largo.
Yo me reúno con productores y veo que el trabajo social en el campo es diferente al de la ciudad. La actividad social y las oportunidades suelen ser menos en el campo. Por eso es tan importante la labor de organizaciones como la ACPA, Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales y Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, de crear marcos apropiados para que los productores hagan sus intercambios horizontales.
IG: ¿Qué otros problemas del sector identifica entre las limitantes de mayores rendimientos agropecuarios?
PC: Una traba importante está en que los intermediarios y otros factores externos siguen decidiendo y afectando las producciones.
Nadie puede negar el carácter emprendedor que tiene el productor pero este no puede abarcar todos los roles de la cadena de valor.
Durante mucho tiempo se ha tratado de evitar los intermediarios porque se les relaciona con los elevados precios de los alimentos. Pero eso significa un atraso.
Uno de los principales problemas radica en los desequilibrios que hoy existen en las relaciones entre el productor, comercializador y la industria agroalimentaria, y en desbalances entre la oferta y la demanda de alimentos.
Hay muchos productores hábiles que logran asociarse a la comercialización y la industria, y reciben beneficios por esos dos conceptos también. Incluso algunas cooperativas tienen un sistema cerrado completo. Pero todos no tienen ni los recursos materiales ni las capacidades gerenciales para hacerlo.
Por otro lado, los productores requieren de más apoyos estatales –sin tantos controles- así como mayores accesos a los medios de producción y fuentes de financiamiento.
IG: ¿Qué antecedentes se deben tener en cuenta a la hora de propiciar más el protagonismo campesino?
PC: La agricultura estuvo muy centralizada durante largo tiempo. Las decisiones se tomaban en los altos niveles sin tener en cuenta al productor. Eso hizo mucho daño.
Cuba no estuvo exenta del impacto internacional de la Revolución verde (su mayor auge fue entre 1940 y 1970), que fue un gran error. Entre otros problemas, ese modelo intensivista y de abuso de los químicos, le dio más protagonismo a la empresa que al productor.
Aquí, como en el resto del mundo, ese tipo de agricultura ha ido claudicando.
El nuevo modelo económico que se busca (con las actuales reformas) ha ido reivindicando al productor y seguirá haciéndolo. El Estado está dando un marco de más fluidez con las nuevas leyes, aunque todavía persisten problemas y ataduras por eliminar. (2014)
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