Daymaris Martínez Rubio
A casi tres años de haber sido puesta en manos de autoridades competentes, Innova.cu, una novedosa propuesta de cooperativismo en Cuba, permanece atascada en los canales de la actualización económica.
“Ha sido la más decepcionante de las tareas que jamás me haya propuesto, porque no he logrado avanzar nada y le he dedicado un tiempo que no imaginan”, dijo Augusto González García, Premio Nacional de Física “Manuel F. Gran” 2014, en el epílogo de uno de los más singulares discursos pronunciados en el contexto de la entrega de ese importante lauro.
En una negación del estereotipo del físico arrogante, González no pronunció un discurso sobre el éxito, sino sobre el aprendizaje que agradece a sus tropiezos, salvo por una gran decepción: Innova.cu, la cooperativa de servicios profesionales de alto valor agregado que encaminó en 2012, cuando el perfil desgastado de la ciencia y la tecnología cubanas hizo a los académicos dirigir la mirada a asuntos medulares como el
potencial calificado en peligro.
La iniciativa, ampliamente fundamentada y avalada a varios niveles, busca rescatar y reordenar capacidades humanas existentes (concretamente en ciencias básicas), como vía de frenar el éxodo de profesionales a otras ramas o al exterior por causas económicas.
Se trata de una propuesta “razonable, completa, bien hecha, y tiene cosas interesantes”, comentó González a JT en sus inicios, mientras añadía que tal vez fuera la única cooperativa que exige a sus miembros pertenecer a sociedades científicas.
“Estipulamos también que el remanente de ingresos pueda ser utilizado en la creación de fondos de sociedades (que no existen en Cuba) para pasajes a conferencias u olimpiadas internacionales de conocimientos, por ejemplo. O sea, el proyecto tiene una vocación social. Pero imagino que, sencillamente, no muchos lo han leído”.
Augusto González, Premio Nacional de Física “Manuel F. Gran” 2014, tercero de izquierda a derecha, junto a colegas galardonados en diferentes años: Melquiades de Dios (2011); Alejandro Cabo (2012); Carlos Trallero (2011); Hugo Pérez Rojas (2011); y Elena Vigil (2013). (Foto: Maggie Marín).
Quien coopera, ¿(des)espera?
Preocupado por la cada vez más sensible situación del potencial calificado, González cree que el escenario precisa de medidas que doten de mayor autonomía a las instituciones científicas y privilegien el vínculo salario-productividad de investigadores, tal como recomendara un reciente Informe de la Academia de Ciencias de Cuba, al cual tributó directamente como académico.
“Eso estimularía mucho más la búsqueda de servicios que en estos momentos la gente deja pasar porque no está en condiciones de asimilar nuevas cargas solo ad honórem”, puntualizó el también especialista del Instituto de Cibernética, Matemática y Física (ICIMAF).
Persuadidos de esa realidad, miembros de las Sociedades Cubanas de Física, Química, Matemática y Computación, junto a representantes de ámbitos diversos del conocimiento, firmaron en enero de 2013 su disposición a formar parte de la iniciativa.
Juan Triana, uno de los más citados economistas en esta hora del país, no solo estaba entre ellos, sino que ha sido uno de sus más activos colaboradores.
En la construcción de una Cuba dueña de su futuro caben diferentes instituciones, formas de propiedad y de gestión, como Innova.cu, afirmó el también investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC) a fines de ese mismo año en diálogo inédito con JT, y agregó que existen razones para argumentarlo.
“La primera, a mi juicio, es que hay una necesidad que se impone y un vacío en determinados segmentos de producciones y servicios de alto valor agregado que el Estado no puede cubrir. Por lo tanto, la necesidad está diciendo que allí hay espacios.
“Lo segundo, es que realmente Cuba –como el logro fundamental de la Revolución- es prolífica, es abundante, en recursos calificados, y por lo tanto tiene una tremendísima posibilidad a partir de aprovechar eficientemente esos recursos”.
Y sin embargo no se mueve
Con un patrimonio inicial constituido por el Capital de Trabajo resultante de los aportes de los socios, Innova.cu surgiría con propósitos bien descritos que pueden resumirse en: asesorías y servicios técnico-científicos a personas naturales y jurídicas, cubanas y extranjeras; organización y comercialización de cursos y actividades de superación profesional a nivel de posgrado; y venta (electrónica o en formato tradicional) de libros a la firma de asociados.
Con todo, la propuesta de los científicos permanece atascada en el conducto de la actualización económica en marcha desde 2011; un hecho contradictorio, señaló González, haciendo notar cierta prioridad a sectores “con graves problemas de disciplina y productividad del trabajo”.
Su aspiración, precisó, es que sean contempladas otras zonas, como las capacidades creadas en conocimiento a las cuales el Estado cubano ha apostado por décadas.
Innova.cu no solo es parte coherente de ese proceso, sino que está a tono con las tendencias mundiales del teletrabajo (trabajo en casa) y del concepto de Innovación Abierta (problemas publicados en la Web y convocatoria a la comunidad científica para su solución), añadió.
Un ejemplo ilustrativo, señaló González, sería Innocentive, la empresa norteamericana que, en 2012, percibió ingresos brutos por cerca de 50 millones de dólares estadounidenses, solo por el abordaje de unas 200 tareas de innovación solicitadas por terceros.
Con solo seis tareas en el primer año de funcionamiento, se estima que la iniciativa cubana obtendría ingresos brutos de 20 mil CUC (500 mil CUP) y un ritmo de crecimiento promedio anual del 40%, “atendiendo a las enormes potencialidades que se avizoran”.
Sin embargo, no se mueve... “Quizás es demasiado novedosa y todavía las instituciones no están preparadas para asimilar un proyecto tan novedoso que, además, resulta tan ‘raro’, porque es una cooperativa de científicos”, meditaba en el referido diálogo con JT el economista Juan Triana.
“Quizá nuestras instituciones están todavía en aquella fase tradicional de aceptar y evaluar propuestas en segmentos muy tradicionales. También hay que decir que todavía la concepción que tenemos de estas cooperativas no agrícolas es relativamente estrecha y diría que altamente burocratizada, sin que sea peyorativo el término.
“Es un proceso que transita por una serie muy larga de pasos y aprobaciones que lo hacen complejo. Eso también podría estar en el asunto. Imagino que en la medida en que aprendamos en ese proceso habrá menos trabas: el costo de transacción será mucho menor y al final llegaremos a lo que es característico, es decir, todo se reduciría a tres, cuatro pasos, que es lo que hace falta para armar una empresa en todo el mundo”.
Junto al colega Lorenzo Hernández, miembro del comité organizador del Show de Tecnologías y Arte “Los Magos” (2014), otro de los simbólicos puentes entre ciencia, tecnología y sociedad, a los cuales dedicó parte importante de sus esfuerzos durante su presidencia de la Sociedad Cubana de Física (2011-2013). (Foto Daymaris Martínez)
Como suele sucederles a esos revolucionarios bocetos caracterizados por su novedad, rareza y ruptura con cánones preestablecidos, Innova.cu podría haberse atascado en algún tramo de la subjetividad imperante.
“Pero solo son sospechas”, aclaró Triana. Lo seguro, aquello que sí afirmaría, es que, si de pensar en Cuba se trata, es preciso contemplar la importancia de cooperativas de servicios profesionales de alto valor agregado, no solo por la oportunidad de generar empleos dentro de una misma profesión, sino también ahorros importantes al país.
Los científicos, por ejemplo, desarrollarían una actividad “capaz de brindar servicios y al mismo tiempo cubrir espacios a veces vacíos o que hay que llenar con empresas extranjeras o estatales que no dan el servicio como deben. Por tanto, cuando sumas, resulta un gasto mayor que lo que puedes haber ahorrado”.
Por lo pronto, Innova.cu sigue lista en la línea de arrancada, con sus “imprescindibles”, pese a todo, aquí; (todavía) en sus marcas.
A casi tres años de haber sido puesta en manos de autoridades competentes, Innova.cu, una novedosa propuesta de cooperativismo en Cuba, permanece atascada en los canales de la actualización económica.
“Ha sido la más decepcionante de las tareas que jamás me haya propuesto, porque no he logrado avanzar nada y le he dedicado un tiempo que no imaginan”, dijo Augusto González García, Premio Nacional de Física “Manuel F. Gran” 2014, en el epílogo de uno de los más singulares discursos pronunciados en el contexto de la entrega de ese importante lauro.
En una negación del estereotipo del físico arrogante, González no pronunció un discurso sobre el éxito, sino sobre el aprendizaje que agradece a sus tropiezos, salvo por una gran decepción: Innova.cu, la cooperativa de servicios profesionales de alto valor agregado que encaminó en 2012, cuando el perfil desgastado de la ciencia y la tecnología cubanas hizo a los académicos dirigir la mirada a asuntos medulares como el
potencial calificado en peligro.
La iniciativa, ampliamente fundamentada y avalada a varios niveles, busca rescatar y reordenar capacidades humanas existentes (concretamente en ciencias básicas), como vía de frenar el éxodo de profesionales a otras ramas o al exterior por causas económicas.
Se trata de una propuesta “razonable, completa, bien hecha, y tiene cosas interesantes”, comentó González a JT en sus inicios, mientras añadía que tal vez fuera la única cooperativa que exige a sus miembros pertenecer a sociedades científicas.
“Estipulamos también que el remanente de ingresos pueda ser utilizado en la creación de fondos de sociedades (que no existen en Cuba) para pasajes a conferencias u olimpiadas internacionales de conocimientos, por ejemplo. O sea, el proyecto tiene una vocación social. Pero imagino que, sencillamente, no muchos lo han leído”.
Augusto González, Premio Nacional de Física “Manuel F. Gran” 2014, tercero de izquierda a derecha, junto a colegas galardonados en diferentes años: Melquiades de Dios (2011); Alejandro Cabo (2012); Carlos Trallero (2011); Hugo Pérez Rojas (2011); y Elena Vigil (2013). (Foto: Maggie Marín).
Quien coopera, ¿(des)espera?
Preocupado por la cada vez más sensible situación del potencial calificado, González cree que el escenario precisa de medidas que doten de mayor autonomía a las instituciones científicas y privilegien el vínculo salario-productividad de investigadores, tal como recomendara un reciente Informe de la Academia de Ciencias de Cuba, al cual tributó directamente como académico.
“Eso estimularía mucho más la búsqueda de servicios que en estos momentos la gente deja pasar porque no está en condiciones de asimilar nuevas cargas solo ad honórem”, puntualizó el también especialista del Instituto de Cibernética, Matemática y Física (ICIMAF).
Infografía con cronología de trámites.
Persuadidos de esa realidad, miembros de las Sociedades Cubanas de Física, Química, Matemática y Computación, junto a representantes de ámbitos diversos del conocimiento, firmaron en enero de 2013 su disposición a formar parte de la iniciativa.
Juan Triana, uno de los más citados economistas en esta hora del país, no solo estaba entre ellos, sino que ha sido uno de sus más activos colaboradores.
En la construcción de una Cuba dueña de su futuro caben diferentes instituciones, formas de propiedad y de gestión, como Innova.cu, afirmó el también investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC) a fines de ese mismo año en diálogo inédito con JT, y agregó que existen razones para argumentarlo.
“La primera, a mi juicio, es que hay una necesidad que se impone y un vacío en determinados segmentos de producciones y servicios de alto valor agregado que el Estado no puede cubrir. Por lo tanto, la necesidad está diciendo que allí hay espacios.
“Lo segundo, es que realmente Cuba –como el logro fundamental de la Revolución- es prolífica, es abundante, en recursos calificados, y por lo tanto tiene una tremendísima posibilidad a partir de aprovechar eficientemente esos recursos”.
Y sin embargo no se mueve
Con un patrimonio inicial constituido por el Capital de Trabajo resultante de los aportes de los socios, Innova.cu surgiría con propósitos bien descritos que pueden resumirse en: asesorías y servicios técnico-científicos a personas naturales y jurídicas, cubanas y extranjeras; organización y comercialización de cursos y actividades de superación profesional a nivel de posgrado; y venta (electrónica o en formato tradicional) de libros a la firma de asociados.
Con todo, la propuesta de los científicos permanece atascada en el conducto de la actualización económica en marcha desde 2011; un hecho contradictorio, señaló González, haciendo notar cierta prioridad a sectores “con graves problemas de disciplina y productividad del trabajo”.
Su aspiración, precisó, es que sean contempladas otras zonas, como las capacidades creadas en conocimiento a las cuales el Estado cubano ha apostado por décadas.
Innova.cu no solo es parte coherente de ese proceso, sino que está a tono con las tendencias mundiales del teletrabajo (trabajo en casa) y del concepto de Innovación Abierta (problemas publicados en la Web y convocatoria a la comunidad científica para su solución), añadió.
Un ejemplo ilustrativo, señaló González, sería Innocentive, la empresa norteamericana que, en 2012, percibió ingresos brutos por cerca de 50 millones de dólares estadounidenses, solo por el abordaje de unas 200 tareas de innovación solicitadas por terceros.
Con solo seis tareas en el primer año de funcionamiento, se estima que la iniciativa cubana obtendría ingresos brutos de 20 mil CUC (500 mil CUP) y un ritmo de crecimiento promedio anual del 40%, “atendiendo a las enormes potencialidades que se avizoran”.
Sin embargo, no se mueve... “Quizás es demasiado novedosa y todavía las instituciones no están preparadas para asimilar un proyecto tan novedoso que, además, resulta tan ‘raro’, porque es una cooperativa de científicos”, meditaba en el referido diálogo con JT el economista Juan Triana.
“Quizá nuestras instituciones están todavía en aquella fase tradicional de aceptar y evaluar propuestas en segmentos muy tradicionales. También hay que decir que todavía la concepción que tenemos de estas cooperativas no agrícolas es relativamente estrecha y diría que altamente burocratizada, sin que sea peyorativo el término.
“Es un proceso que transita por una serie muy larga de pasos y aprobaciones que lo hacen complejo. Eso también podría estar en el asunto. Imagino que en la medida en que aprendamos en ese proceso habrá menos trabas: el costo de transacción será mucho menor y al final llegaremos a lo que es característico, es decir, todo se reduciría a tres, cuatro pasos, que es lo que hace falta para armar una empresa en todo el mundo”.
Junto al colega Lorenzo Hernández, miembro del comité organizador del Show de Tecnologías y Arte “Los Magos” (2014), otro de los simbólicos puentes entre ciencia, tecnología y sociedad, a los cuales dedicó parte importante de sus esfuerzos durante su presidencia de la Sociedad Cubana de Física (2011-2013). (Foto Daymaris Martínez)
Como suele sucederles a esos revolucionarios bocetos caracterizados por su novedad, rareza y ruptura con cánones preestablecidos, Innova.cu podría haberse atascado en algún tramo de la subjetividad imperante.
“Pero solo son sospechas”, aclaró Triana. Lo seguro, aquello que sí afirmaría, es que, si de pensar en Cuba se trata, es preciso contemplar la importancia de cooperativas de servicios profesionales de alto valor agregado, no solo por la oportunidad de generar empleos dentro de una misma profesión, sino también ahorros importantes al país.
Los científicos, por ejemplo, desarrollarían una actividad “capaz de brindar servicios y al mismo tiempo cubrir espacios a veces vacíos o que hay que llenar con empresas extranjeras o estatales que no dan el servicio como deben. Por tanto, cuando sumas, resulta un gasto mayor que lo que puedes haber ahorrado”.
Por lo pronto, Innova.cu sigue lista en la línea de arrancada, con sus “imprescindibles”, pese a todo, aquí; (todavía) en sus marcas.
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