"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

domingo, 15 de mayo de 2016

Victoriano Lorenzo, el Emiliano Zapata panameño

Por Olmedo Beluche

Toda la década de 1890 está plagada de reclamos de las comunidades indígenas de Coclé contra los abusos de las autoridades especialmente en la imposición de trabajos forzados e ilegales.

Conte-Porras cita una carta del obispo Fermín Jované (1890) que, prueba que está al tanto del problema, lo que no significa que haya hecho nada al respecto; un Memorial (30/1/1891) firmado por cien indígenas de Penonomé, entre ellos Victoriano Lorenzo, quejándose contra los abusos del regidor de Capira Pedro Hoyos obligándoles a pagar tributos a ese distrito cuando ellos vivían fuera de su jurisdicción; otra nota de los indígenas al obispo de Panamá sobre el mismo asunto; y otra de 1897 dirigida al Secretario de Gobierno de Colombia.

De manera que, cuando el 23 de julio de 1891, se suscita el conocido incidente en que el regidor de la Trinidad y El Cacao, Victoriano Lorenzo, mata en defensa propia al regidor de Capira Pedro Hoyos, estamos ante un hecho que parece aislado, pero que es un reflejo de una cadena de injusticias. Todos sabemos que Lorenzo purgó 9 años de cárcel sin que ninguna autoridad de las que estaba informada de la situación hiciera nada por defenderlo, igual que sucedería en 1903 cuando fue fusilado.

La cadena de hechos escritos abona el terreno para la explosión social que fue la Guerra de los Mil Días. De modo que, cuando esta estalla, el caudillo liberal azuerense, Belisario Porrras podía pensar: "¿Cómo no debían tener esos indios hambre de reparaciones? Son una raza de proscritos en la cordillera, a donde los arrincona cada día más la codicia torpe de la autoridad de nuestra tierra. Claro está que siendo ellos así, y nosotros descastados y filibusteros sin patria, había cierta similitud en nuestra común desgracia y bien podíamos hacerlos de nuestra propia mesnada"[i].

No vamos a detenernos en cómo se desarrolló la guerra, pues no es nuestro tema. Baste clarificar aquí que, en un artículo[ii]hemos desarrollado la tesis de que la Guerra de los Mil Días tuvo en el Istmo de Panamá, dos fases: la primera, sintonizada políticamente con las demandas del liberalismo colombiano contra el gobierno de La Regeneración, que llega hasta la derrota del Puente de Calidonia (24 de julio de 1900); la segunda, que empieza la guerra indígeno-campesina contra los terratenientes, cuando Victoriano Lorenzo es nombrado general por 500 pobladores indignados por la quema de El Cacao, la destrucción de los cultivos y la violación de las mujeres (20 de octubre de 1900).

"Victoriano Lorenzo abre la campaña contra el Gobierno por el saqueo del caserío de El Cacao. No habla de liberalismo y conservatismo. Es la lucha de los campesinos recluidos en las montañas que sufren la carga de los impuestos (incluyendo los diezmos y primicias), la escasez de alimentos y los ultrajes de las autoridades y de arrogantes oficiales militares"[iii].

Desde octubre de 1900 llevó la guerra a los terratenientes de Penonomé, cercando la ciudad y postrándola de hambre, sumando al campesinado de toda la región y aislando al gobierno conservador de la ciudad de Panamá del interior. Así se desarrolló la guerra hasta que, en noviembre de 1902, los liberales y conservadores de Panamá firmaron el Tratado del Wisconsin, por obligación impuesta por Estados Unidos para finiquitar las negociaciones sobre el canal, sin resolver ninguna de las demandas campesinas e indígenas.

Norteamericanos, autoridades y civiles conservadores, y los mismos liberales moderados veían en Victoriano un peligro que podía echar por tierra sus aspiraciones a un acuerdo canalero. Por esa razón fue traicionado por los dirigentes liberales, detenido desde noviembre de 1902, enjuiciado sumariamente cuando la negociación canalera estaba en su apogeo y fusilado sin poder defenderse el 15 de mayo de 1903.

Victoriano Lorenzo fue el equivalente panameño de Emiliano Zapata, aunque lo precede en el tiempo, es decir, un general que salió de lo más profundo del campesinado-indígena panameño para levantar su programa de lucha por la tierra consecuentemente y con gran éxito militar. Llegó a controlar todo el interior panameño y doblegó a la capital de los latifundistas en el Istmo: Penonomé.

Victoriano Lorenzo no tiene nada que ver con la separación de Colombia, salvo el hecho de que fue asesinado por los “próceres” del 3 de Noviembre, para que no les echara a perder la traición que estaban urdiendo en ese momento. Victoriano era la única persona capaz de hacer fracasar la entrega del Istmo a Estados Unidos, porque era el único con prestigio suficiente para alzar a las masas populares. Él y el otro gran líder liberal panameño, Belisario Porras, quien también se opuso a la separación de Colombia y al Tratado de 1903.

Contrario a lo que dice la historia oficial panameña, Victoriano no fue fusilado por “el ejército colombiano”, como queriendo decir que la oligarquía panameña de 1903 no tuvo nada que ver. Falso. Victoriano fue fusilado por orden de la oligarquía terrateniente coclesana y la alta dirigencia del Partido Conservador en Panamá (cuyas cabezas eran Manuel Amador Guerrero, José A. Arango, y otros “próceres”). Quien presidió el sumarísimo y manipulado juicio que lo condenó a muerte en menos de 24 horas, fue el “prócer” Esteban Huertas.

Matando a Victoriano creyeron matar las voces de nuestros campesinos e indígenas, pero no ha sido así. Pese a las vicisitudes, la lucha continúa por la tierra, contra el extractivismo, por salarios justos y precios justos para los productos del campo. Porque, como dijo Victoriano: “¡La pelea es peleando!”.



[i] Conte-Porras, Jorge. Meditaciones en torno a Victoriano Lorenzo. Impreandes, S.A. Santa fe de Bogotá, octubre de 1997. Pág. 193.
[ii] Beluche, Olmedo. El Cholo Guerrillero. Victoriano Lorenzo en la historia política panameña. Editorial Portobelo. Panamá, 2010.
[iii] Vásquez Vásquez, Claudio. Mis memorias sobre el General Victoriano Lorenzo: relatos de viva voz del Tte. Col. Juan José Quirós Mendoza. 1900 - 1902. Segunda Edición. Imprenta ARTICSA. Panamá, 2003. Pág. 49.

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