"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Ignorancia pública y pseudo-objetividad de los medios posibilitan mentiras de Trump

Max J. Castro • 14 de septiembre, 2016 

Las elaboradas contorsiones que los grandes medios de comunicación harán para parecer imparciales nunca dejan de sorprenderme. En esta campaña presidencial han tenido que dar más giros y vueltas que nunca. Eso es porque, aunque no es perfecta como persona, como político o como candidata, Hillary Clinton está mucho más calificada, es más confiable, honesta, decente y digna que Donald Trump. Y eso es tan cierto como el hecho de que la luz viaja a 300 000 kms por segundo.

Los grandes medios no pueden informar eso como un hecho sencillo y certero, y no sólo como una opinión o un tema de Clinton. Porque eso violaría la regla no escrita de “de una parte esto, y de otra parte eso”. Así que los medios de comunicación están cubriendo la campaña presidencial como si se tratara de una contienda entre dos candidatos igualmente creíbles con visiones igualmente creíbles de la realidad. Y eso es tan “objetivo” como la insistencia de la Iglesia medieval de que la Tierra era el centro del universo.

Lo mismo ha sucedido en varias elecciones anteriores. Gore y Kerry, hombres de honor, fueron calumniados por medio de campañas de mentiras e insinuaciones, insuficientemente desacreditados por los medios, y perdieron sus elecciones ante George W. Bush, un ignorante y, en mi opinión, el peor presidente en la historia de EE.UU.

Bush inició la guerra de Irak en violación del derecho internacional, una aventura desastrosa en todo sentido, incluyendo la apertura de una caja de Pandora de la cual surgieron todos los demonios que habían sido mantenidos embotellados en el Medio Oriente durante décadas. En un reciente número especial de la revista New York Times Sunday Magazine que se centró en lo que salió mal en el Medio Oriente, los pueblos de la región identificaron abrumadoramente la invasión de EE.UU. a Irak como el detonante.

Elecciones decididas por el engaño y el delirio de las masas, aceptados por los medios de comunicación como creíbles, pueden producir tragedias cuyas consecuencias pueden durar décadas.

La forma en que funciona es que los republicanos y sus aliados, los maniáticos conservadores como Glenn Beck, Rush Limbaugh y Matt Drudge, propagan mentiras, rumores, retazos de hechos y cualquier otra cosa que pueda ser útil para desacreditar al candidato demócrata. Gran parte de los medios repiten y diseminan sin sentido crítico la basura. Luego esta se convierte en parte del gran caudal de información errónea, creencias contrarias a los hechos, locas teorías de conspiraciones y simples mentiras que contaminan la mente de muchos estadounidenses.

En una columna del 27 de agosto en The New York Times, Timothy Egan dio varios ejemplos de este fenómeno. Una encuesta arrojó que 40 por ciento de los partidarios de Trump en Texas creen que ACORN va a robarse las elecciones. ACORN, una organización de acción comunitaria centrada en los pobres, dejó de funcionar hace seis años después de una cruel campaña de derecha para desacreditar a la organización.

Otros ejemplos:

“Si los partidarios de Trump hubieran sabido que la inmigración ilegal alcanzó su punto máximo en 2007, o que el crimen violento ha estado disminuyendo constantemente durante más de 20 años, se burlarían cuando Trump dice que los violadores mexicanos están desbordando la frontera y que el crimen está fuera de control”.

“Si más de un 16 por ciento de los estadounidenses pudiera localizar a Ucrania en el mapa, habría sido algo realmente grande cuando Trump dijo que Rusia no iba a invadirla –dos años después de que en realidad la hubiera invadido”.

Y está el rumor difundido por el asesino a sueldo de los medios sociales derechistas, Matt Drudge, de que Clinton está sufriendo de una grave enfermedad no revelada. De hecho, mientras que Trump no ha hecho público casi nada acerca de su estado de salud, excepto una carta de su médico que la escribió en cinco minutos, Clinton ha revelado una larga historia clínica. Pero como no se puede probar una negativa –que Clinton no está enferma o que el monstruo del Lago Ness realmente no existe– alguna gente va a creer el rumor y a no tener en cuenta los hechos.

Los vilipendios contra Hillary Clinton han llevado a algunos a sentir, como escribe Emily Bazelon en The New York Times Sunday Magazine de esta semana, “que Hillary debe estar ocultando algo”. ¿Pero qué? Clinton, por ejemplo, ha dado a conocer sus declaraciones de impuestos. Trump, después de haber dicho que si se postulara para presidente iba a dar a conocer sus declaraciones de impuestos, en realidad no lo ha hecho. Esto lo convierte en el primer candidato presidencial en décadas que no lo hace.

Trump ha vomitado tantas promesas falsas, afirmaciones inexactas y mentiras descaradas que no puede recordarlas todas. Cualquier policía novato sabe que la auto-contradicción es indicio de una mentira. O, como escribió Shakespeare: “¡Oh, qué enmarañada red tejemos cuando por primera vez practicamos el engaño!” Sin embargo, es Hillary la que debe estar ocultando algo y quien es vista por el público como menos fiable que Trump.

La ignorancia pública es la felicidad –para el Trump. Esa ignorancia la posibilitan la pseudo-objetividad de los medios y lo que sólo puede ser descrito como la resistencia deliberada a los hechos por una parte de sus seguidores. Egan: “El año pasado fue el más caluroso de la historia. Este mes de julio pasado fue el mes más caliente de la Tierra en la era moderna. Aun así, Gallup encontró que el 45 por ciento de los republicanos no creen la temperatura. No estamos hablando de dudas sobre si el último pico fue causado por el hombre –no aceptan las cifras provenientes de todos esos meteorólogos mentirosos”.

En noviembre, los ciudadanos deben cumplir con su responsabilidad al votar con la cabeza. Para lo que queda de la campaña, los medios debieran permitir a los votantes tomar una decisión inteligente informando la verdad. Sobre esta cuestión, dejo que sea Paul Krugman quien diga la última palabra:

“Insto a los periodistas a que se pregunten si están reportando los hechos o simplemente participando en insinuaciones, e insto al público a leer con ojo crítico. Si los informes acerca de un candidato dicen de cómo algo ‘plantea preguntas’, crea ‘sombras’ o algo similar, tengan en cuenta que con demasiada frecuencia estas son palabras engañosas utilizadas para crear de la nada la impresión de irregularidades.

“Y he aquí un consejo profesional: la mejor manera de juzgar el carácter de un candidato es para mirar lo que él o ella ha hecho en realidad, y qué políticas él o ella está proponiendo. El historial del señor Trump estafando a estudiantes, aplastando a contratistas y mucho más es un buen indicador de cómo actuaría como presidente; la forma de hablar y el lenguaje corporal de la señora Clinton no son así… y el contraste entre la incoherencia política del señor Trump y la prudencia de la señora Clinton dice mucho”.

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