La palabra “concesiones” se ha puesto de moda entre los contrarios a la normalización entre Cuba y Estados Unidos. La utilizan peyorativamente para describir las iniciativas decretadas por la Administración Obama a partir de diciembre de 2014. En la imaginación de estos detractores, la Casa Blanca firmaba sin mirar todo lo que sus contrapartes de La Habana le demandaban.
Esa opinión refleja la convicción de quienes esperan que un derrumbe económico se lleve por delante a la Cuba del presente. Es una expresión de enojo e inconformidad, no el resultado del análisis de dos años de cambios, discusiones y evolución.
La agenda de peticiones y exigencias del gobierno cubano no está engavetada en un buró secreto. Completa, punto por punto, está incluida en un documento público, actualizado anualmente y remitido a las Naciones Unidas: el informe de Cuba sobre daños y perjuicios del bloqueo económico, comercial y financiero.
En la versión 2016 de ese informe, el Ministerio cubano de Relaciones Exteriores menciona siete medidas que un Presidente de los Estados Unidos puede tomar por su cuenta, sin necesidad de tramitar la aprobación del Congreso. Una de esas facultades es “permitir las importaciones en los Estados Unidos de servicios cubanos o productos que constituyen rubros exportables de la economía cubana, como el tabaco, el ron, azúcar, productos de la biotecnología, incluyendo aquellos productos manufacturados en terceros países que contienen materias primas cubanas, como níquel o azúcar.”
En octubre de 2016, los abogados estadounidenses Stephen Heifetz y Peter Jeydel afirmaban que el lenguaje de la Ley Helms-Burton, el núcleo legislativo del bloqueo, permitía al Secretario del Tesoro (entonces Jack Lew) autorizar actividades que la legislación aprobada por el Congreso no prohíbe específicamente. La explicación completa la publicaron en un editorial en el diario parlamentario The Hill, donde comentaron cómo cualquier Presidente de los EE.UU. podría, en el ejercicio de sus poderes constitucionales, abrir el comercio con Cuba.
"Prácticamente todo el embargo se puede deshacer con acciones ejecutivas audaces. Sin duda, la Administración Obama ha trabajado duramente en los últimos años para desbaratar el embargo. Desafortunadamente, este esfuerzo ha resultado en un enredo desordenado de reglas y regulaciones que pone a prueba la paciencia incluso de los abogados que decodifican habitualmente las regulaciones de las sanciones a los negocios” escribieron Heifetz y Jeydel.
Obama y los funcionarios de su Administración no explotaron por completo esa grieta, que les hubiera perdido “vaciar el bloqueo” y dejarlo como un cascarrón vacío. Sí se autorizó la posibilidad de comercio con las pequeñas y medianas empresas privadas surgidas producto de la actualización económica en la isla.
Acerca de esto, el ministro cubano de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, reveló haber “explicado a las autoridades reguladoras de Estados Unidos: pueden recibir estos productos, pero tiene que ser a través de nuestras empresas”, señalando “un sesgo discriminatorio hacia las empresas del sector público” con una “orientación específica hacia determinados sectores” en que su opinión, reflejaba propósitos políticos.
El propio presidente de Cuba, Raúl Castro, mencionó qué esperaba de los decretos de su par estadounidense: “A más de tres meses de los anuncios del presidente Obama, el 15 de marzo, de que se eliminaría la prohibición a Cuba para utilizar el dólar en sus transacciones internacionales, lo cierto es que no se ha logrado todavía efectuar pagos ni depósitos en efectivo en esa moneda”.
El General de Ejército hizo ese comentario en un discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (parlamento) en julio de 2016. Casi un mes antes, la vicepresidenta primera del Banco Central de Cuba, Irma Margarita Martínez, declaraba que esas transacciones requieren que una institución bancaria cubana tenga una cuenta corresponsal en un similar de ese país, asunto que todavía el gobierno norteamericano no ha autorizado.
Jodi Bond, vicepresidenta para América Latina de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, explicaría que “la incertidumbre todavía rodeada el ambiente regulatorio a ambos lados de la relación entre Cuba y Estados Unidos”, confirmando desde Washington que la banca de la isla aún tenía prohibido la apertura de cuentas corresponsales en instituciones financieras de EE.UU.
Terminado el mandato de Obama, "los bancos cubanos no están generalmente licenciados a abrir tales cuentas en bancos estadounidenses", según un documento con las respuestas a las preguntas más frecuentes acerca de las sanciones contra la isla, actualizado el 6 de enero de 2017, que se puede encontrar en el "perfil" del bloqueo a Cuba en la página web del Departamento del Tesoro de EE.UU.
Mientras la Administración Trump comenzó su evaluación de las relaciones con Cuba a partir de enero de 2017, sus contrapartes de La Habana habían emitido un juicio al respecto en diciembre de 2016, tras el cuarto Diálogo sobre temas regulatorios, parte del Grupo de Trabajo del Diálogo Económico Bilateral Cuba-EE.UU.
“Se evaluó el alcance de las nuevas medidas emitidas por el gobierno estadounidense para modificar la aplicación de algunos aspectos del bloqueo a Cuba, que la parte cubana consideró muy limitado, así como su reducido impacto en los vínculos económicos, comerciales y financieros bilaterales” sentenciaba el comunicado emitido tras el encuentro entre funcionarios de ministerios cubanos y departamentos federales como Comercio, Estado y Tesoro.
Una valoración similar puede encontrarse repetida, una y otra vez, en discursos, declaraciones a la prensa, comunicados oficiales y opiniones de expertos a partir de enero de 2015, cuando el gobierno de Estados Unidos inició su cambio por vía ejecutiva de las regulaciones vinculadas con el bloqueo a Cuba.
Cambios positivos, pero insuficientes. La apertura de los viajes de visitantes estadounidenses y el interés internacional por Cuba ayudó al boom turístico que vive el país desde 2015. Pero si la Administración Obama hubiese deseado concederle todos sus deseos a la Plaza de la Revolución, solo habría tenido que escuchar a Josefina Vidal o traducir el lenguaje de los informes del bloqueo en órdenes ejecutivas o modificaciones regulatorias.
Obama no le regaló nada a nadie. En una interesante interpretación de la realidad cubana, la apuesta de su Administración favorecía al cuentapropismo, al sector privado surgido con los Lineamientos del VI Congreso del Partido Comunista, en lo que parecía un intento por reorientaran con incentivos externos la política económica del país, basada en la empresa estatal socialista.
Decir que Obama dio “concesiones” no es criticar su política hacia Cuba: hace pública la sensación de derrota que la normalización y sus potenciales beneficios provocan entre quienes, de todo corazón, esperan que la miseria económica propulse su versión del futuro de Cuba.
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