"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 17 de mayo de 2017

Fallece el intelectual cubano Guillermo Rodríguez Rivera

Escrito por Yuris Nórido/CubaSí

Poeta, ensayista, profesor universitario. Era una de las voces más respetadas del pensamiento cubano contemporáneo.

En un ejercicio nunca exento de polémica, con peculiar vocación lírica, con la fuerza de sus argumentos, Guillermo Rodríguez Rivera (Santiago de Cuba, 1943) alcanzó un prestigio extraordinario en los círculos intelectuales cubanos.

El profesor, poeta y ensayista ha fallecido en la madrugada de este miércoles en La Habana.

Deja una obra considerable, que va desde libros de poesía hasta ensayos sobre la idiosincrasia nacional. Fue uno de los fundadores y colaborador habitual de El Caimán Barbudo, revista que constituyó en sí misma un importante movimiento literario.

Su ensayo Por el camino de la mar. Los cubanos (2004), ampliado después de su primera publicación, fue un acontecimiento literario y fuente de apasionados debates.

Es que Rodríguez Rivera era un polemista decidido y respetado.

Además de su obra en la narrativa y la poesía, se destaca sus aportes a la crítica y la investigación literarias. Gran promotor cultural, durante largo tiempo ofreció sus comentarios en la radio y la televisión, en revistas y periódicos.

Era miembro de los consejos editoriales de varias revistas culturales y representó a Cuba en numerosos congresos y encuentros internacionales.

Guillermo Rodríguez Rivera fue profesor de varias generaciones de estudiantes de la Universidad de La Habana, centro al que dedicó buena parte de sus esfuerzos y en el que desempeñó varias funciones.

Doctor en Ciencias Filológicas, siempre fue reconocido por su enciclopédica cultura y por su enfático sentido de la ética.

Su itinerario hablaba por él: participó en la lucha contra el dictador Fulgencio Batista, se sumó con entusiasmo a la obra cultural de la naciente Revolución. Apostó siempre por la universalización de la cultura, de ahí su apoyo al programa Universidad para todos.

Era un santiaguero orgulloso: a su ciudad natal dedicó artículos e intervenciones, luchó siempre porque se reconocieran los grandes aportes de esa ciudad a la conformación de una cultura y una identidad nacionales.

Nunca calló ante lo que consideró incorrecto o mediocre, incluso aunque sus opiniones le acarrearan problemas. Se sabía cubano de raíz, y honró a su patria con su actitud y su obra.

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