Viena, 26 de abril del 2018.
Estimado Director de Die Presse:
Por la responsabilidad que me atañe, acostumbro a leer casi todo lo que se publica en Austria en relación con Cuba. Suelo digerir con mayor o menor gusto las cosas que leo y pocas veces escribo a algún periódico. Hoy lo hago por la sensación de verdadera repugnancia que me ha dejado el artículo Raúl Castro, el tiranosaurio Rex cubano, del periodista Thomas Vieregge, publicado por Die Presse, el pasado 17 de abril.
Como ciudadano, revolucionario y diplomático de carrera, concuerdo que la libertad de expresión y de prensa resultan derechos fundamentales a ser ejercidos en cualquier sistema democrático, pero las mismas no se pueden convertir en escudos que cobijen la blasfemia y la ofensa. La posibilidad de decir lo que se piensa desde una redacción estará siempre limitada por un derecho superior: el del honor, la decencia y, sobre todo, por el de la responsabilidad. No se puede pretender dirigir dardos tan envenenados de prejuicios, demagogia y mentiras contra un pueblo y su nación sin que se reciba la respuesta adecuada.
Podría llenar varias cuartillas con datos y hechos sobre lo que ha significado la Revolución Cubana en materia de salud, educación, seguridad social, alimentación, desarrollo cultural y humano, y sobre todo independencia, libertad y dignidad para los cubanos y cubanas. Pero creo no hace falta. Eso lo conoce bien el señor Vieregge aunque lo silencie y omita por sus prejuicios ideológicos.
Ningún proceso histórico, mucho más de carácter revolucionario y socialista, puede ser mantenido en el tiempo por capricho de nadie ni por el supuesto actuar "represivo" de alguna de sus instituciones. Requieren, por encima de todo, el apoyo y consenso del pueblo. Lograr el respaldo de una nación entera y preservarlo invariable durante casi 60 años no es cuestión de discursos o carismas. Si hoy en Cuba, hay Revolución Socialista, si nuestros líderes principales han sido Fidel y Raúl Castro, si tenemos un sistema democrático auténtico que se refrenda en nuestra Constitución, y si ahora existe un cambio generacional en la dirección del país que implica continuidad de nuestro proyecto político y social, se debe únicamente a la decisión y voluntad soberana del pueblo cubano, suficientemente libre, educado, heroico y culto como para saber definir su propio destino.
Cuba no es ese país que de modo grotesco reseña en su artículo señor Vieregge. La afirmación de que nada ha cambiado en Cuba en sesenta años es propia de alguien que, con toda intención ideológica, ha tenido el propósito de pisotear su propia ética profesional, echar al cesto de la basura el mandamiento sagrado de la objetividad que debe presidir la labor periodística y burlarse de los lectores, para arremeter contra un país que ha tenido que labrarse su propio camino durante más de medio siglo a base de sacrificio y dignidad frente al bloqueo económico más férreo y duradero de la historia impuesto por la primera potencia mundial que, entre otras cosas, impone límites a la libertad de comerciar y relacionarse en materia cultural, técnica y académica del pueblo cubano con otras naciones, incluyendo Europa. Y este hecho, tan obvio y ostensible, unánimemente rechazado cada año por la comunidad internacional, es ignorado de manera alevosa en este artículo.
Hace cinco años un millón de personas visitaba Cuba para conocer nuestra cultura e historia y la forma en que vivimos y, por supuesto, disfrutar de nuestras bondades. Este año serán más de cinco millones. Entre estos casi 30 mil austríacos. Tantas personas, en número creciente, no pueden estar equivocadas.
Predecir la proximidad del fin del socialismo en Cuba y trabajar en función de dicho propósito, ha sido la obsesión de doce administraciones norteamericanas, incluyendo la actual, y resultado el divertimento intelectual de algunos politólogos, tanques pensantes, y apostatas del mundo occidental. No tengo que hacer esfuerzos en demostrar el rotundo fracaso de estas premoniciones, y no me tiembla la mano en garantizar que el Sr. Vieregge correrá con la misma suerte.
Señor periodista y el diario que lo alberga:
Con Cuba no se metan. A Cuba se le respeta.
Atentamente,
Juan Antonio Fernández Palacios
Nota: Si la libertad de expresión lo permite en vuestro periódico ruego publique íntegramente esta misiva.
(Embacuba Austria / Cubaminrex)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar