Especial para el diario POR ESTO! de Mérida, México.
Hizo el pasado mes una década que el presidente Barack Obama declaró ante una multitud, en Praga, el compromiso de Estados Unidos de buscar la paz y la seguridad en un mundo sin armas nucleares. Hoy, sin embargo, estamos en la cúspide de ese mundo, pero con más armas nucleares, no menos.
El futuro del control de armas pactado entre Estados Unidos y Rusia para reducir la amenaza de que las dos superpotencias instiguen una guerra nuclear –tradición bilateral que se remonta a los gobiernos de Nixon y Brezhnev- parece poco prometedor.
Una vez que ambos países abandonen oficialmente el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) en agosto próximo, sólo quedará vigente el Nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START) como acuerdo formal limitante del tamaño y el alcance de los respectivos arsenales nucleares entre los dos grandes poseedores de armamento nuclear. Y por si fuera poco, el Nuevo START expira en febrero de 2021.
La administración Trump dice que está considerando extender el Nuevo START, pero existen motivos para el escepticismo acerca de esta afirmación. El asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, John Bolton, quien ha marcado pautas en Estados Unidos al abandonar el Tratado Nuclear de Irán y el Tratado INF, es un muy probable defensor del desmonte del Nuevo START también. De hecho, Bolton ya se ha referido de manera altisonante a la participación de Estados Unidos en ese tratado calificándolo como “desarme unilateral". Según se ha publicado, Trump mismo rechazó la oferta de Putin de extender el Nuevo START durante la primera conversación telefónica oficial que sostuvieron ambos.
Se supone que Rusia sigue interesada en extender el tratado más allá de 2021 y ya el Presidente Vladimir Putin ha cursado una invitación abierta a que se inicien conversaciones con vistas a una prórroga. El Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergey Lavrov, expresó un interés similar en la conferencia de seguridad de Munich de este año. Putin fundamenta su desinterés por los acuerdos bilaterales y su preferencia por un marco multilateral basándose, según explicó en 2012, en que Estados Unidos y Rusia pudieran terminar “desarmándose sin parar mientras otras potencias nucleares acumulan armas”.
Pero sin estos acuerdos, Moscú y Washington podrían estar avanzando hacia una nueva carrera armamentista, posibilidad que los públicos ruso y estadounidense parecen haber captado. (Según una reciente encuesta realizada por el Chicago Council on Global Affairs y el Levada Analytical Center, siete de cada diez rusos (72%%) y 70 % de los estadounidenses temen que sus países se dirijan hacia una nueva carrera armamentista.
Pero quedan motivos para la esperanza. La mayoría de los rusos (87 %) y de los estadounidenses (74 %) están a favor de que se llegue a un acuerdo para limitar las armas nucleares.
A la campaña Nuclear Freeze -que incluyó una protesta de un millón de estadounidenses pidiendo el fin a la carrera armamentista- se atribuye el haber forzado la mano de Reagan a iniciar en 1985 negociaciones con Gorbachov. En 1982, tres cuartas partes de los estadounidenses estaban a favor de congelar la producción de armas nucleares (75 %), según una encuesta conjunta de NBC News y Associated Press. La mayoría de los estadounidenses también estaba en desacuerdo con la afirmación de Reagan de que el movimiento de congelamiento estaba siendo manipulado por intereses extranjeros para debilitar al país (48 %). Reagan pronto cambió de rumbo.
En 1982, Estados Unidos había vivido 35 años de Guerra Fría. Los estadounidenses habían practicado ejercicios de protección desde la escuela primaria y la mayoría recordaba la crisis de los misiles en Cuba y la constante amenaza de una guerra nuclear.
Esto explica en parte, por qué a pesar del apoyo que vemos entre los estadounidenses a un nuevo acuerdo de control de armas y la sensación de que una nueva carrera armamentista nos amenaza, sólo el 54 % de los estadounidenses se opuso a la decisión de EEUU de retirarse del Tratado INF. Al igual que hoy en día, la decisión del INF se ha convertido en un asunto partidista, con el 73 % de los republicanos apoyando la decisión de Trump de retirarse y el 74 % de los demócratas que se le oponen. El desafío para los defensores del control de armamentos hoy es romper con el partidismo que rodea a las decisiones individuales sobre el control de armamentos.
Según Lily Wojtowicz investigadora asociada del Consejo de Asuntos Globales de Chicago que estudia la opinión pública rusa y la estadounidense, aunque el 78 % de los estadounidenses describe a Rusia como un rival y no como un socio, todos apoyan la búsqueda de nuevos límites a los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia (90 % republicanos, 89 % demócratas, 84 % independientes).
Mayo 20 de 2019.
Este artículo se puede reproducir citando al periódico POR ESTO como fuente.
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