Por RUTH MANTELL | MarketWatch.com
Existen muchas formas en las que un jefe puede ser malo. "Se podría hacer una lista interminable", dice Scot Melland, presidente ejecutivo de Dice Holdings, un proveedor de sitios de carreras especializado con sede en Nueva York. A algunos jefes les gusta intimidar u otros no ayudan a sus subordinados a desarrollar sus habilidades. Un arquetipo particularmente molesto de jefe es el que no tiene vida personal y asume que sus empleados tampoco.
"Es el que se aparece por la oficina a las seis de la tarde y empieza a asignarle una tarea o se pone a hablar", dice Melland. "Esto se filtra en su vida personal y si uno no tiene cuidado, termina perdiendo el contacto con la familia y los amigos".
De acuerdo con nuevos datos de la experta Michelle McQuaid, más de seis de cada 10 trabajadores dicen que estarían más contentos con un jefe mejor. En comparación, apenas cuatro de cada 10 preferirían un aumento de sueldo. Los resultados se basan en una encuesta realizada en agosto a 1.000 personas en Estados Unidos.
Para muchos empleados, tener un jefe problemático es la parte más estresante de un trabajo: "Socava el rendimiento y mina su salud", dice McQuaid.
Los jefes deficientes no desaparecerán muy pronto. Muchos empleadores han hecho recortes en la capacitación gerencial que ayuda a los altos cargos a mejorar. Además, conforme las empresas se vuelven "más horizontales", con una línea menos clara de separación entre directivos y subordinados, hay menos oportunidad para que los empleados aprendan a ser buenos gerentes.
Los jefes sin sus propias vidas personales no son los únicos malos. A continuación, otros cuatro tipos.
El que no sabe comunicar
Los jefes con expectativas poco claras dificultan que sus subordinados alcancen metas profesionales. Los malos comunicadores también pueden tener problemas para ofrecer comentarios o críticas. "Emitir un mensaje duro es tal vez el elemento más importante para cualquier persona en una posición de liderazgo", dice Tish Squillaro, presidenta ejecutiva de Candor Consulting, una firma asesora de liderazgo y desarrollo organizacional. "Dar un mensaje contundente puede ser doloroso", añade, pero en el largo plazo, "uno está haciendo más efectivo a esa persona o a ese grupo".
Cuando los jefes que no son buenos comunicadores toman decisiones sobre el personal, pueden parecer arbitrarios. Y la comunicación inadecuada puede conducir a la insatisfacción de los empleados, haciendo que los trabajadores sientan que su opinión no importa y que los jefes no entienden lo que hacen regularmente, dice Chad Richter, abogado de derecho laboral en la firma Jackson Lewis.
Los correos electrónicos y otras tecnologías sociales pueden de hecho empeorar la mala comunicación. "Uno de los componentes del buen liderazgo es la visibilidad", dice Jarrett Shalhoop, consultor de Hogan Assessment System, una firma de asesoría y evaluación de la personalidad con sede en Tulsa, Oklahoma. "La tecnología permite que las personas se retraigan cuando más se les necesita, proporciona una sensación falsa de disponibilidad", añade.
El microgerente
Los jefes que se encargan hasta del más mínimo detalle tienen problemas para delegar, lo que conduce a ineficiencias. "Quienes tienen que reportarse a ellos directamente no tienen una función significativa", dice Shalhoop. "El jefe muchas veces los hace dar vueltas sin sentido".
Un microgerente tiende a ser muy crítico. "No ofrece comentarios positivos y no confía en sus subalternos para hacer el trabajo", señala Shalhoop.
Los trabajadores quieren líderes que les proporcionen oportunidades para dominar una tarea o habilidad, dice Kathie Pelletier, profesora del College of Business & Public Administration, de la Universidad del Estado de California, en San Bernardino. "Quieren un propósito en sus vidas y en sus trabajos, y quieren algo de autonomía", dice Pelletier.
La microgestión, en contraste, puede conducir a los trabajadores a robotizarse. "La gente deja de pensar. Con el tiempo, pierden su energía", dice Squillaro. "La microgestión hace muy difícil que los empleados puedan destacarse".
El que evita los riesgos
Los jefes que son muy reacios al riesgo y no pueden tomar decisiones son problemáticos. "Una cosa es ser conservador y aún así producir, pero otra cosa es negarse a tomar una decisión porque hay una posibilidad de que algo no funcione a la perfección", dice Shalhoop. "El equipo de este tipo de jefe no puede hacer nada. El trabajo se paraliza".
Estos jefes son frustrantes para los trabajadores que necesitan aprobación para completar sus tareas. "Cada vez que tiene que hablar con su jefe, se convierte en una odisea de tres días…", dice Shalhoop.
El que es un desastre emocional
Todo el mundo tiene sentimientos, pero los jefes deben evitar conductas emocionalmente volátiles. Trabajar para un jefe que no puede manejar las emociones puede ser desconcertante.
"Las pequeñas frustraciones cotidianas llevan a esta gente emocionalmente volátil a explotar", dice Shalhoop. "Hay demostraciones de emoción fuera de lugar: gritos, rabietas, golpes de cosas sobre el escritorio. Es frustrante cuando uno no sabe a qué se enfrenta cuando ve a su jefe".
Los líderes emocionalmente destructivos pueden promover una cultura de la división. Pelletier trabajó una vez en una empresa en la que había un "muro de la vergüenza" que mostraba el trabajo que el jefe consideraba inferior. "Se podría pensar que ese anuncio era educativo, pero ciertamente cualquier persona cuyo trabajo terminaba en el muro no sentía que era una forma de proceder positiva", dice Pelletier.
Por supuesto, hay cosas peores que un muro de la vergüenza. En un estudio llevado a cabo por Pelletier, una participante informó que su jefe le arrojó una grapadora. "Hay un lado oscuro para el que algunas veces tenemos que prepararnos como empleados", dice Pelletier.
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