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Patricia Grogg
El estado constructivo de las viviendas en Cuba representa una de las mayores vulnerabilidades frente a los huracanes.
La escasez de vivienda aún está entre los mayores problemas sociales de Cuba, con un déficit que cada año se agrava por frecuentes huracanes. Pero la aparición del resistente microcemento y en particular de los ecomateriales mejora las perspectivas.
"Soy afortunada, tengo casa, pero hasta hace poco tiempo perdía el techo con cada viento fuerte que pasaba por aquí", dice Felicia Lezcano, quien vive a pocas cuadras del mar, en Isabela de Sagua, poblado pesquero de la costa norte de la central provincia de Villa Clara y distante casi 300 kilómetros de La Habana.
Millares de familias en Cuba y otros países del Caribe y de América Central viven una zozobra parecida, ya sea por carencia de recursos o por la fragilidad de las zonas en que habitan para resistir los vientos huracanados.
El año que acaba de finalizar, 100.226 viviendas cubanas sufrieron los embates de los ciclones Charley e Iván al paso por la porción occidental del país, 5.360 de las cuales resultaron destruidas por completo.
Los vecinos de Isabela recuerdan que en 2001 el huracán Michelle azotó esa localidad con vientos de hasta 280 kilómetros por hora, que destruyeron decenas de edificaciones.
Sin embargo, 21 familias ya tenían cubiertas con tejas de microcemento, fabricadas con arena, cemento convencional, agua y alambre galvanizado. Ninguna se rompió ni se movió de su lugar. "Al menos en ese sentido me siento segura", afirma Lezcano.
El Michelle dejó en todo el país alrededor de 176.000 viviendas dañadas, 13.000 de ellas destruidas totalmente y 2.000 que debieron ser reubicadas en zonas más seguras.
El Michelle dejó en todo el país alrededor de 176.000 viviendas dañadas, 13.000 de ellas destruidas totalmente y 2.000 que debieron ser reubicadas en zonas más seguras.
Tales desastres agravan el déficit ya crónico en el sector habitacional cubano, estimado en más de medio millón de casas por el Instituto de la Vivienda, carente de recursos para emprender soluciones a corto y mediano plazo.
Por otra parte, autoridades y expertos del sector académico coinciden en que el estado de las viviendas continúa siendo uno de los elementos más vulnerables del país ante los ciclones tropicales.
Según datos oficiales, 40 por ciento del fondo habitacional de más de tres millones de viviendas se encuentra en regular o mal estado, proporción que se eleva a 50 por ciento en las provincias orientales de la isla.
En ese sentido, expertos del Centro de Investigaciones de Estructuras y Materiales (Cidem), de la Universidad Central de las Villas, coinciden en que toda estrategia constructiva debe tener muy en cuenta la necesidad de reducir la vulnerabilidad ante los desastres.
"Resistir el Michelle fue una prueba de fuego. Las tejas de microconcreto y bloques fabricados con ecomateriales ganaron en credibilidad", dijo a IPS el subdirector de ese centro académico, José Fernando Martirena.
A partir de ahí, las propuestas del Cidem que combinan la fabricación de esos materiales alternativos con el mejoramiento de viviendas en regiones de alto riesgo de desastres naturales cobraron mayor fuerza en Villa Clara e inclusive se extendieron a Matanzas, la provincia vecina por el este de La Habana.
Más aún, el proyecto denominado "De desperdicios a casas", cuyas tecnologías son producto de investigaciones realizadas por esa institución, figuró el año pasado entre los 40 finalistas para el premio Habitat de la Organización de las Naciones Unidas, que auspicia la ciudad de Dubai.
Los ecomateriales se obtienen y fabrican mediante el uso de recursos y tecnologías locales, con un ahorro considerable en los costos de producción y respetando el entorno. De ahí el nombre, que alude a su viabilidad tanto económica como ecológica.
Martirena y otros académicos del Cidem consideran que la producción de estos materiales es clave para iniciar con criterio de sostenibilidad cualquier programa de reconstrucción, pues elimina las dependencias externas.
Esas tecnologías incluyen el cemento alternativo denominado CP-40, hecho con desperdicios reciclados de la industria del azúcar u otros residuos propios del entorno, que luego se mezclan con cemento convencional en la fabricación de bloques para paredes.
El ahorro es considerable. Con una tonelada de cemento en el taller de ecomateriales se hacen 1.200 bloques para paredes, más de la mitad de los que se pueden fabricar con la misma asignación en una fábrica convencional.
El ahorro es considerable. Con una tonelada de cemento en el taller de ecomateriales se hacen 1.200 bloques para paredes, más de la mitad de los que se pueden fabricar con la misma asignación en una fábrica convencional.
También es menor el gasto de energía eléctrica, pues una fábrica de ecomateriales consume sólo entre 240 a 280 kilovatios por mes, así como en transporte, ya que el taller produce fundamentalmente para la localidad en que encuentra ubicado.
La clave de este tipo de proyectos es la descentralización, que propicia el desarrollo local, sobre todo en zonas apartadas, crea nuevos empleos, impulsa el aumento de los ingresos de la comunidad y hace que esta participe inclusive en la toma de decisiones.
"Hemos demostrado que dentro del esquema cubano actual, sin cambiar el sistema ni las concepciones políticas se puede descentralizar, mediante la participación de organismos locales de gobierno y de los propios beneficiarios", comenta Martirena.
Hasta ahora los proyectos de rehabilitación impulsados por el Cidem en varios municipios de Villa Clara, que incluyen la fabricación de ecomateriales en pequeños talleres instalados en cada territorio beneficiado, cuentan con financiamiento externo.
La Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (Cosude), la Unión Europea (UE) y fundaciones privadas de Alemania figuran entre los principales donantes de recursos para estos proyectos, que facilitaron la rehabilitación de unas 2.000 casas en Villa Clara.
Sin embargo, esos financiamientos no duran toda la vida. "Hemos mostrado, a nivel local, un ejemplo positivo de lo que se puede hacer, pero el gobierno tiene que canalizarlo y asumirlo a nivel nacional", comentó Martirena.
El Cidem comenzó su trabajo en Villa Clara tras el paso huracán Lili, en 1996. Luego en Nicaragua y en Honduras tras el paso devastador del huracán Mitch, en 1998, contribuyó en la organización de proyectos de reubicación hacia áreas seguras de poblaciones asentadas en zonas de inundación.
Experiencias similares se desarrollan en 18 países de América latina y África, donde buena parte del equipamiento utilizado para la fabricación de ecomateriales es exportado desde Cuba.
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