"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

lunes, 22 de julio de 2013

El socialismo, el Estado, el chofer de guagua, el bedel y el ministro

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Por: Jorge Luis Acanda
Profesor. Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana.

Pretendo en estas páginas explicar mis desacuerdos con algunas ideas expresadas por el compañero Gerardo Ortega en su artículo “Participación social sobre lo estatal”. Las características de este espacio me obligan a ser breve, lo cual es todo un desafío, pues muchas de las tesis expresadas por Ortega abren a un campo muy amplio de reflexiones teóricas.
Para decirlo rápido y brevemente, diferimos en la concepción sobre el socialismo y sobre el Estado. Lo cual no es poco. No voy a reproducir sus ideas, que están en su artículo. En aras de la brevedad, expresaré las mías en forma de tesis.
1. Existen dos formas de entender al socialismo. Una la entiende sólo en términos de distribución. La otra lo entiende en términos de producción. Para la primera interpretación, en el socialismo se mantiene la base productiva heredada del capitalismo (por cuanto ella sería expresión de la racionalidad de la economía) y lo que se destruyen son los injustos mecanismos de distribución. Por eso se le atribuye una gran importancia al Estado, que sería el único agente capaz de jugar ese papel. Desde esta interpretación no hay ninguna diferencia esencial entre el modelo social-demócrata y el modelo estadocéntrico que existió en la URSS y otros países del socialismo histórico.
2. Pero la esencia del capitalismo no se expresa en el concepto de propiedad privada. De ser así, el capitalismo tendría más de diez mil años de existencia. Marx definió al capital como una relación social, caracterizada por rasgos tales como la universalización de la forma mercancía, el carácter fetichizado y fetichizante de la producción mercantil dirigida a la obtención de plusvalía, la expropiación creciente de los trabajadores y el carácter enajenado y enajenante del predominio del trabajo asalariado. El capitalismo no surgió como resultado necesario, natural, del desarrollo social. Para que apareciera, y además para que siga funcionando, necesita una constante intervención de instancias de poder en todas las esferas de la vida social. Para ello transformó al antiguo Estado pre-moderno, que era esencialmente sólo una maquinaria de ejercicio de violencia física y de exacción de impuestos, en un complicado aparato para la regulación de todas las esferas de la vida social. La expansión del Estado fue iniciada por la burguesía, porque el capitalismo no puede existir sin eso. Basta con tomar un libro de historia para entenderlo. ¡Ah! Y, por supuesto, estudiar a Marx. No a Nikitin.
3. La comprensión del capitalismo señalada en el punto anterior condiciona, necesariamente, lo que se ha de entender por socialismo. Para Marx, Engels y Lenin, el objetivo no era simplemente eliminar las desigualdades en la riqueza, sino lograr una sociedad liberada de los procesos de fetichización y enajenación que marcaban al capitalismo. Para ellos el socialismo no era el objetivo, sino el comunismo, en tanto sería en esa sociedad comunista donde aquello se lograría. El socialismo lo comprendieron como la transición. Jamás Marx habría utilizado el concepto de “modo de producción socialista”. Si el capitalismo no se entiende como un orden ya dado (injusticia, desigualdad) sino como un movimiento (universalización de la forma mercancía), entonces ese modelo de una sociedad no sólo “no-capitalista” (esa lo fue también el feudalismo, como lo entendieron muy bien Alejandro Dumas, Osama bin Laden y Juan Pablo II) sino esencialmente “anti-capitalista”, tiene que caracterizarse por un movimiento contrario, un movimiento que nunca anteriormente ha existido en la historia: la tendencia hacia la socialización del poder y de la propiedad.
4. Para Ortega, salvar al socialismo cubano exige “el rescate del Estado como única organización social abarcadora del total de poblaciones y territorios, con capacidad para brindar recursos y servicios materiales y culturales, con trabajo productivo incluido”. No estoy de acuerdo con la idea de que sólo el Estado puede cumplir esas funciones. De hecho eso es precisamente lo que hace el mercado capitalista. La lógica de funcionamiento del capitalismo (“universalización de la forma mercancía” – ¿recuerdan?) consiste precisamente en que sea el mercado capitalista (no “el mercado”, a secas, porque eso no existe, sino el mercado capitalista) quien se convierta en ese intermediario universal.
5. La contradicción entre el capitalismo y una sociedad anti-capitalista (en el sentido de desenajenante y desfetichizadora) no encuentra su esencia en la alternativa de asignarle ese papel centralizador al “mercado” (metáfora engañosa) o al “Estado”. Eso de “El Estado” es también una metáfora engañosa. Lo que existe es el Estado feudal o el Estado capitalista. El Estado capitalista es un instrumento construido y perfeccionado para cumplir ciertas funciones, que son estructuralmente indispensables para la existencia del capital. Por su esencia es burocrático. Aquí también existe un problema de interpretación. La comprensión más superficial sobre la burocracia la identifica con papeleo, pérdida de tiempo e ineficiencia. La teoría social nos explica que, por la significación esencial que adquiere el trabajo abstracto en el capitalismo, los procesos de formalización son imprescindibles para el funcionamiento del mismo, y el Estado existe justamente para hacerse cargo de esas funciones de formalización y control que en las sociedades pre-capitalistas eran impensables por ser innecesarias, pero que en el capitalismo son imprescindibles. Allí donde predomina el trabajo asalariado y la producción mercantil, predomina la dimensión abstracta del trabajo y por lo tanto las funciones de formalización son también imprescindibles. Así entendida, la existencia de la burocracia no es el resultado de un mal funcionamiento, sino todo lo contrario.
6. Con ello quiero decir que la eliminación de la burocracia sólo será posible si se elimina el predominio de la producción mercantil y del trabajo asalariado. Y que el Estado moderno, surgido entre otros factores como expresión del predominio de esos elementos, siempre tendrá un carácter burocrático. Y justamente ahí reside uno de los grandes problemas en esa sociedad de transición a la que Marx (no Groucho, sino Karl) y Lenin (el de verdad, no la momia embalsamada por el stalinismo) llamaron socialismo. Todos los textos escritos por Lenin en sus últimos años de vida expresan la conciencia de esa contradicción: el Estado, por un lado, es necesario, pero por el otro es una rémora y un peligro. Esa es la tragedia y el drama del Estado en el socialismo, en el que todavía el trabajo existe como mercancía (con todos los efectos que eso tiene).
7. No es lo mismo abogar por la desestatización de la sociedad cubana que predicar la privatización. No considero justo denominar a aquellos que “reclaman” esa desestatización simplemente como “reconocidos comunicadores sociales cubanos”. Admito que algunas personas, que si pueden ser calificados como “reconocidos comunicadores sociales cubanos”, escriben y publican en nuestro país a favor de la privatización. Los que se han pronunciado aquí en Cuba no por la privatización sino por la desestatización, son personas que han actuado y pensado y que actúan y piensan desde la defensa de los principios humanistas de nuestra Revolución. Son precisamente eso: revolucionarios.
8. El neoliberalismo no pretende la eliminación del Estado, ni predica ninguna desestatización. Si comprendemos que el capitalismo no puede existir sin una constante intervención desde una instancia de poder en todas las esferas de la vida social, comprenderemos que todo ese discurso sobre “el libre juego de las fuerzas del mercado” y sobre el desmantelamiento del Estado es parte de la propaganda de ese neoliberalismo, que lo que quiere es destruir las funciones distributivas que el Estado capitalista ha tenido que asumir como resultado de la lucha de clases, pero reforzar otras funciones del Estado capitalista.
10. En el punto anterior utilicé la expresión “lucha de clases”. Volvamos a la interpretación sobre el socialismo. ¿Existen clases sociales en el socialismo? ¿Existe lucha de clases en el socialismo? Stalin resolvió ese problema – en el papel. Declaró que en el socialismo sólo existe dos clases (obreros y campesinos) y un sector social que no llegaba a ser clase: los intelectuales. Y que entre ellos existía total coincidencia de intereses. Marx hubiera opinado de otra forma. Precisamente por ser un pensador dialéctico, comprendía que las clases no son esencias fijas, que existen primero y que después entran en lucha o no entran en lucha, sino que las clases existen porque existen en lucha. Para decirlo más claramente: no puede haber clases sin lucha de clases. Por lo menos desde el punto de vista de Marx (de Karl, no de Groucho). No puedo estar de acuerdo cuando se coloca en un primer plano la división entre “propietarios activos” y “propietarios pasivos” como la principal contradicción en el socialismo (al menos eso fue lo que entendí del texto de Ramos, porque no señala ninguna otra división), para poco después afirmar que “la existencia de propietarios activos y pasivos de lo estatal no determina el surgimiento de clases diferenciadas”. Si en Cuba hay clases sociales, entonces hay lucha de clases. Así de simple. Y de complicado.
11. Si no he entendido mal a Lenin, la clave de una reflexión sobre la sociedad que quiera ser marxista (repito, referida no a Groucho Marx sino a Karl Marx), reside en la comprensión de la centralidad de la lucha de clases. Por lo tanto, lo primero sería caracterizar las relaciones sociales objetivas (recalco, “objetivas”) existentes en Cuba, explicar cómo esas relaciones sociales condicionan la existencia de distintos grupos sociales, entre ellos algunos que tendríamos que denominar “clases sociales” y estudiar sus contradicciones. Ortega hace una alerta sobre “el peligro que para una sociedad tendiente al socialismo representa la división de sus habitantes en dos grandes grupos: los que se sienten y actúan como propietarios activos de lo estatal y los que se consideran pasivos dependientes de la acción de los primeros”. Al situar el problema en que unos ciudadanos “se sientan” de una forma y otros de otra, el conflicto se coloca en un plano de total subjetividad. ¿Cuál es el problema? ¿Qué los ciudadanos en el socialismo se sientan o no se sientan, o que objetivamente sean, que objetivamente puedan ejercer esas funciones de propiedad, control y decisión? Muchas veces se ha dicho que, en el socialismo, los obreros no “se sienten” dueños de las empresas en las que trabajan. No conozco ningún país capitalista – son casi todos, a estas alturas – en el que los capitalistas no “se sientan” dueños de sus propiedades. ¿Cuáles son las razones objetivas de que existan semejantes sentimientos en el socialismo? ¿Cuáles son las características objetivas de las relaciones sociales de producción y, específicamente, de las relaciones de propiedad en el socialismo que hacen que existan esos sentimientos? Plantearse el problema así sería situarse en las posiciones de la concepción materialista y dialéctica sobre la sociedad, que – según tengo entendido – fue una de los principales aportes de Marx (aquí no hace falta repetir que me refiero a Karl, ¿no?).
12. Tampoco puedo estar de acuerdo con la afirmación de que los propietarios reales de la propiedad estatal “son sus gobernantes…, sin importar si se llaman presidentes, alcaldes, diputados, reyes o patriarcas”. Es una afirmación que me deja perplejo. En los Estados pre-modernos, los propietarios de la propiedad estatal si son los reyes, o los patriarcas. Pero en el Estado moderno (por ende, burgués) los gobernantes no son los propietarios. De hecho tampoco son los propietarios del Estado. El Estado y sus propiedades están bajo el control de la burguesía. No sé qué otra cosa puede querer decir, si no, que el Estado tiene carácter de clase, y que el Estado en los países capitalistas es un Estado burgués.
13 y final. Lo apuntado más arriba me parece pertinente para mi último comentario, que está dirigido a una idea que Ramos coloca en el punto 7 de su artículo. Allí afirma que “cualquier empleado estatal debe actuar como propietario activo, desde el conductor del autobús público que detiene y abre o cierra la puerta oportunamente, o quien autoriza el ingreso de un niño a una escuela, hasta quien aprueba inversiones y financiamientos multimillonarios, cada uno bajo reglas de comportamiento establecidas”. Considerar que tienen la misma condición de propietario un chofer de ómnibus o un bedel de escuela y un funcionario que aprueba inversiones y financiamientos multimillonarios es olvidar que el chofer y el bedel tienen una cuota de poder mínima, mientras que ese funcionario goza de una cuota de poder mucho mayor. No creo que sea un detalle superficial. Si una idea esencial que he querido presentar en este comentario es que el socialismo no puede ser otra cosa que la socialización del poder y la propiedad, aprovecho entonces este ejemplo sobre los choferes, los bedeles y los ministros para terminar afirmando esta otra idea: a mayores cuotas de poder, mayores cuotas de responsabilidad.

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