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Por MARCUS WALKER
Por MARCUS WALKER
El lento regreso al
crecimiento de la zona euro que confirmó el miércoles el dato de
expansión de 0,3% del Producto Interno Bruto del bloque en el segundo
trimestre, seguramente animará a los políticos europeos a proclamar que
la crisis de la región está acabando.
Sin embargo, muchos economistas aseguran que la recuperación es
demasiado frágil para superar los graves problemas de la eurozona a
corto plazo que incluyen el desempleo, el creciente endeudamiento,
bancos en dificultades y políticas de crispación.
El débil crecimiento podría incluso
incrementar la autocomplacencia política en Europa, donde los esfuerzos
por solucionar los problemas de la moneda única están ya en peligro de
extinción.
El PIB de la zona euro aumentó 0,3% entre abril y junio respecto al
primer trimestre. Este incremento se corresponde con una tasa anualizada
de crecimiento de 1,1% y acaba con una secuencia de seis trimestres
consecutivos de contracción. La mejora estuvo impulsada por la expansión
de 0,7% de la economía alemana y de 0,5% de la de Francia, que en ambos
casos superaron las expectativas.
Incluso Portugal, uno de los cinco miembros del bloque monetario bajo
un programa de rescate, creció inesperadamente 1,1% en el trimestre,
aunque su agencia estadística advirtió de que los efectos del calendario
fueron en parte responsables de esta expansión.
Desde que el Banco Central Europeo acabó con el pánico en los
mercados de deuda soberana de la zona euro el año pasado mediante la
amenaza de programas de compra de bonos de gran alcance, el foco de la
crisis se ha dirigido al desempleo, la política, los altos niveles de
deuda, la baja actividad crediticia y el maltratado tejido social.
El euro ha logrado arrastrarse hasta la supervivencia, pero a un
costo muy elevado y permanente para la prosperidad de los europeos.
Un crecimiento trimestral del 0,3% no va a cambiar esto, incluso si es sostenido.
"Un signo positivo es siempre bueno, pero no necesariamente soluciona
las cosas", señala Adam Posen, presidente del Instituto Peterson de
Economía Internacional en Washington. "El gran problema es el daño que
se está haciendo a la legitimidad de los gobiernos, a la capacidad
productiva de Europa por las inversiones a las que se ha renunciado, y a
la oferta laboral" por el prolongado desempleo, especialmente entre los
jóvenes, explica Posen.
"Si tuviéramos tres o cuatro año de un crecimiento anual de entre el
2% y el 3%, entonces seguramente estaríamos a salvo, porque un
crecimiento sólido es indulgente con los errores del pasado", indica
Charles Wyplosz, profesor de economía del Graduate Institute, en
Ginebra. "Pero no sé de dónde podría venir ese crecimiento", añade.
De hecho, son pocos los que ven a Europa alcanzando velocidad de
escape. Entre los frenos a la recuperación se encuentran la persistente
austeridad en los presupuestos, la falta de crédito bancario asequible,
el creciente desempleo y la debilidad de los ingresos de los hogares, y
la falta de inversión por parte de compañías que siguen operando por
debajo de su capacidad.
La economía de la zona euro sigue siendo 3% inferior respecto a su
tamaño a principios de 2008. En muchos países, son muchos más los
negocios que cierran que los que se crean, más los que despiden que los
que contratan.
La tasa anualizada de crecimiento de 1,1% del segundo trimestre es
demasiado débil para reducir la tasa de desempleo, que ha alcanzado un
máximo en la zona euro de 12,1%, aseguran economistas. La productividad
tiende a mejorar en 1% al año cuando Europa no está en recesión y se
necesita un ritmo de mejora notablemente superior para impulsar la
demanda de mano de obra.
Si el desempleo se mantiene elevado, seguirá dañando al consumo, a
las ventas de las compañías, a los presupuestos estatales y a la calidad
de los préstamos de la banca. Wyplosz señala que el principal peligro
ahora es que la calidad de los activos de los bancos siga empeorando,
impidiendo que se reavive el crédito a las empresas, la inversión y la
contratación. La debilidad de muchos bancos europeos puede seguir
ejerciendo presión fiscal sobre los gobiernos que los han apoyado,
explica.
Entre las noticias positivas de este verano se encuentra la
considerable ralentización del colapso de las economías del sur de
Europa. Italia, España y Grecia se contrajeron en el segundo trimestre,
pero a menor ritmo que antes.
No obstante, estas economías están tan deprimidas que la solvencia de
sus gobiernos —reflejadas en la relación entre su deuda pública y el
PIB— seguirá empeorando, a pesar de sus arduos esfuerzos de austeridad.
Salarios planos o a la baja, forzados por la necesidad de reparar la
competitividad de sus industrias en relación a Alemania, hacen que su
deuda pública y privada sea cada vez más pesada.
"Europa está a mucho más de medio camino de haber perdido una
década", asegura Barry Eichengreen, economista de la Universidad de
California, en Berkeley.
Eichengreen escribió recientemente un informe que comparaba la senda
de salida de la crisis de la eurozona con anteriores crisis
internacionales de la deuda. Su conclusión fue que después de cinco años
del inicio de la crisis, la zona euro se asemeja más a la "década
perdida" de América Latina en la década de los años 80 del siglo pasado
que a la rápida recuperación de Asia oriental tras la crisis de 1997.
América Latina también experimentó una débil recuperación a mediados
de los 80, pero la crisis sólo finalizó cuando se llevó a cabo una
reestructuración de la deuda bajo el Plan Brady de 1989.
Las divisiones políticas de Europa —especialmente la reticencia que
muestran los acreedores de los países el norte de Europa, liderados por
Alemania, a aceptar quitas y su desconfianza hacia la disciplina
financiera de los países del sur del continente— dificultan todavía más
la resolución de los insostenibles niveles de deuda en la zona euro.
Mientras la amenaza de una colapso del euro remite, Alemania se
muestra cada vez más reacia a construir una unión bancaria en Europa que
se beneficiaría de la fortaleza financiera del norte para ayudar a
reparar los maltrechos sistemas bancarios del sur.
La vuelta al crecimiento del PIB seguramente no elevará el sentido de
urgencia de los políticos europeos respecto a los bancos o a la deuda
estatal.
Grecia y Portugal acabarán necesitando que se les condone parte de la
deuda, afirma Eichengreen, y España e Italia podrían necesitarlo
también a no ser que sus economías crezcan "a un ritmo mucho más
rápido".
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