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ONCUBA
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Las cooperativas no
agropecuarias en Cuba comienzan a extenderse poco a poco por el país. A
algunos los incentivan las ganancias que pueden obtener afiliándose a
esta nueva forma productiva. A otros, aunque parezca increíble, además
de los ingresos, ven en esta opción, la mejor forma de administración y
organización económica para sus intereses comunes.
Por estos días, en Cienfuegos, un hombre
enjuto y espigado recorre de tramo en tramo el Paseo del Prado más
largo de Latinoamérica. Su piel negra está curtida por la sal y el sol
de muchos años como pescador; pero desde hace semanas cambió nasas y
carretes por brochas y cucharas de albañil. Se llama Manuel Truman
Molina y su trabajo es pintar los bancos y las estructuras de metal que
adornan el recorrido.
Como suele ocurrir en Cuba cuando
alguien interviene una obra pública, no faltan las propuestas de compra
“por fuera” de la pintura o cualquier insumo necesario para la
construcción, pues se asume que esos artículos pertenecen a una
organización estatal y por tanto “el dueño no sentirá su disminución”.
Pero con Manuel el potencial “negocio”
se frustra, por razones tan poderosas como los impedimentos éticos. Y es
que el añoso reparador trabaja contratado para una iniciativa
independiente, una cooperativa en formación que espera por los permisos
para convertirse en un hecho dentro del panorama empresarial de
Cienfuegos. Desde ya tienen nombre: son INCO, “Ingeniería y
Construcción”.
“Queremos ofrecer el servicio completo”,
comenta su futuro presidente, Enrique Steven Lagar, un ingeniero
Industrial con 20 años de experiencia en la construcción. “Somos siete
profesionales capaces de dictaminar las necesidades de la obra, diseñar
su proyecto ingeniero y ejecutar las labores hasta entregarla al
propietario, quien solo deberá ocuparse de pagarnos”, explica.
Junto a Enrique asiente Roberto Jaime
Frank, Ingeniero Mecánico con 22 años de labor en empresas constructoras
y que asume las labores de logística con una licencia de albañil por
cuenta propia.
“Nos basamos por ahora en las
regulaciones aprobadas para cuentapropistas que permiten a empresas
estatales contratar a privados porque el consentimiento de una
cooperativa en otro territorio que no sea La Habana, Artemisa o
Mayabeque todavía es un proceso demorado”, comenta Jaime.
En efecto, el proceso no es expedito.
Según el paquete normativo aprobado en meses recientes, las personas que
pretendan constituir una cooperativa no agropecuaria deberán presentar
su petición a los órganos municipales del Poder Popular y, luego de su
procesamiento a diferentes niveles, esa solicitud es sometida a la
Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los
Lineamientos del Partido, que la evalúa y tramita al Consejo de
Ministros.
El
primer centenar de cooperativas no agropecuarias se formó desde junio
de este año, en su mayoría en la capital del país y en las nuevas
provincias surgidas tras la división de la anterior Habana. Mientras se
extiende el alcance de las pruebas, los miembros de INCO esperan por la
aprobación del gobierno municipal en la llamada Perla del Sur, para
luego optar por el visto bueno del gobierno provincial y llegar con el
aval del Ministerio de la Construcción hasta el Consejo de Ministros.
“El trabajador por cuenta propia es un
ente aislado, pero cuando se unen criterios, voluntades y deseos de
hacer, el resultado es mucho mejor. Y en eso andamos nosotros, un grupo
de cuentapropistas que quiere formar una cooperativa para juntos
competir mejor. ¿Qué es una cooperativa? Es trabajar de conjunto todos y
al final distribuir los ingresos de manera que se estimule a todos los
empeñados, realicemos un bien social y obtengamos reconocimiento,
monetario y moral, por el servicio que prestamos”, argumenta Enrique.
Para regular el enriquecimiento, la
legislación tributaria vigente en Cuba dispone aumentos progresivos en
los impuestos que deben pagar los actores privados. De acuerdo con el
estudio practicado por los profesionales de INCO, si se graficaran en
una curva exponencial, la línea de los ingresos para el cuentapropista
cae y la de los impuestos del Estado sigue creciendo, cuando la
producción del privado en un año llega a poco más de 200 mil pesos (mil
USD).
Ese tope productivo no lo tienen las
cooperativas, apuntan Jaime y Enrique. “Adjuntamos a nuestra propuesta
un estudio de factibilidad en el cual demostramos que, si nos contratan
obras por valor de un millón de pesos a lo largo de todo un año (50 mil
USD) podríamos aportar 345 mil pesos (unos 17 mil USD) en calidad de
tributos. Como ves, pagamos bien al fisco, pero también queda algo para
nosotros”, expone Steven.
Obtener tales cifras no es una quimera
para estos constructores, quienes ven en la satisfacción de las
necesidades de entidades públicas el gran mercado por conquistar.
Su lógica se entiende en un país con el
Estado como propietario de todas las grandes y medianas instalaciones,
muchas de las cuales requieren reparaciones constructivas. Se comprende
además pues los productores o importadores de la mayor parte de los
materiales de construcción en Cuba son entes de propiedad pública y
también lo son las empresas que venden con precios más bajos y
abastecimientos más abundantes en un mercado mayorista al cual todavía
no pueden acceder las “personas naturales”.
“El Estado, por contrato, nos garantiza
los materiales, mientras con los contratistas particulares tenemos que
buscarlos nosotros en un mercado al por menor donde todavía no
conseguimos ni el 50 por ciento de lo necesario”, comenta Jaime.
Algo que tampoco consiguen en el mercado
minorista liberado ni en el mayorista inaccesible son los equipos
pesados de construcción (martillos neumáticos, mezcladoras y automotores
de carga), razón que los obliga a acudir hasta las constructoras
estatales que sí disponen de tales herramientas.
Hasta el momento las obras en el Prado
de Cienfuegos realizadas por INCO (contratadas por la Empresa Municipal
de Servicios Comunales) no han sufrido escollos, pero otros
constructores privados en la misma ciudad debieron abandonar un convenio
para remodelar la principal heladería de la urbe pues su contratista
incumplió reiteradamente el acápite del contrato donde se fijaba que a
ellos correspondería conseguir los equipos especializados.
Es la expresión de lo que la corta experiencia de Enrique y Jaime ha comprobado como previsibles resistencias al cambio.
“Unos por desconocimiento de que existen
regulaciones que ya permiten probar nuevas fórmulas y otros por el
inmovilismo normal ante todo lo nuevo, nos han demostrado que es todavía
tortuoso el camino por vencer. No salimos en el segundo grupo aprobado a
principios de julio; pero no nos desesperamos porque sabemos que lo
conseguiremos”, apunta Steven.
Y concluye Jaime: “Nos vemos como un
motor impulsor aquí en el territorio de una iniciativa que estamos
convencidos le va a ser útil al país, a la comunidad y a nosotros como
individuos, pues es una forma de juntar los intereses de todos y dar
ganancias económicas y espirituales para todos.”
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