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Cubacontemporanea
Cubacontemporanea
Apartir de la primera Ley de
Reforma Agraria, de mayo de 1959, cambió radicalmente la forma de gestión de la
agricultura en Cuba. En la estructura de la propiedad agraria antes de la
Revolución predominaba el latifundio, con un 9,4% de los propietarios en posesión
del 73,3% de la tierra y donde el 25% de la misma pertenecía al capital
extranjero.
Con
posterioridad a mayo de 1959, el 44% de la tierra pasó a manos del Estado y
después de la segunda Ley de Reforma Agraria, que en octubre de 1963 eliminó
las relaciones capitalistas de producción en la agricultura, las granjas
estatales abarcaron el 61% del total de la tierra.
La
forma de gestión de nuestra agricultura quedó así estructurada a partir de las
grandes empresas estatales y el resto permaneció en manos de pequeños
campesinos con lotes de hasta unas 67 hectáreas, un pequeño número de sociedades
agropecuarias y las cooperativas de Créditos y Servicios como formas primarias
de cooperación.
Las
enormes extensiones de los latifundios que se comenzaron a explotar como
granjas estatales se justificaban a partir de la reducida masa de campesinos
-en una población rural decreciente- y las potenciales economías de escala en
ellas para introducir la ciencia y la técnica y elevar rápidamente la
producción. Adicionalmente, se consideraba que en las condiciones de Cuba, a
través de la propiedad estatal, se lograba el tránsito más expedito para una
socialización efectiva de la producción.
Estos
argumentos llevaron a considerar que la introducción de cooperativas en el
sector agropecuario no se justificaba plenamente.
Fue
así que a principios de los años 60 tuvieron efímera existencia las
cooperativas cañeras integradas por obreros de los antiguos latifundios cañeros
y las incipientes sociedades agropecuarias, que prácticamente se extinguieron
al implantarse los planes especiales como variante estatal de gestión
socioeconómica integrada en 1967/68. Solamente permanecerían desde esa década
inicial las CCS.
No fue
sino hasta 1975 que se retomó la creación de cooperativas de Producción
Agropecuaria (CPA), y luego, en 1993 –ante las insalvables dificultades para
explotar grandes extensiones de tierras estatales-, se crearon las unidades
básicas de Producción Cooperativa (UBPC).
Esta
última fórmula integró los trabajadores de las granjas estatales que recibieron
las tierras del Estado en usufructo, para desarrollar la producción bajo una
fórmula cooperativa.
De
este modo, la forma de gestión de la propiedad agrícola que hasta 1993 estaba
representada en 75% por propiedad estatal, el 10% por cooperativas y el 15% por
campesinos privados, pasó al 33% de propiedad estatal, el 52% cooperativa y el
15% privada.
Finalmente,
a la altura de 2010 -tomando en cuenta la tierra ociosa entregada en usufructo
a campesinos privados-, el sector estatal cubría el 20,7%, las cooperativas el
46,3% y el sector privado el 33%. La
eficiencia global de la agricultura cubana no ha resultado históricamente
favorable. Sin embargo, ha sido relativamente mejor entre los campesinos
privados y las cooperativas.
En
efecto, en 1989 el 73,6% de las CPA no cañeras eran rentables frente al 31% de
las empresas estatales agrícolas, y en el rendimiento de los cultivos
fundamentales el sector estatal solamente sobrepasaba al cooperativo en
plátano, vianda y café. En la actualidad, las CCS y el sector privado producen
el 57% de los alimentos con el 24,4% de la tierra.
La
explotación de la tierra mediante una propiedad estatal sobredimensionada no
tuvo en cuenta la complejidad organizativa de esta forma de gestión, que
demandaba cuadros de alta calificación y experiencia, una elevada organización,
importantes recursos externos y un entorno económico estimulante para el
desarrollo del sector.
La ausencia en una u otra medida de estos factores, llevó a una
dirección eminentemente administrativa, muy centralizada y en ocasiones
voluntarista de la agricultura, que si bien propició un cambio favorable en la
tecnología de la producción en el caso de la leche de vaca -en los años 60-, la
producción de cítricos y huevos -en los 80- y la caña de azúcar -hasta 1990-,
no pudo sostener esos impulsos ante la carencia de recursos externos, ni
generar los volúmenes de producción indispensables para exportar y alimentar la
población con un nivel de eficiencia razonable. (Continuará)
*El doctor José Luis Rodríguez es asesor del Centro de
Investigaciones de la Economía Mundial, con sede en La Habana.
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