"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

miércoles, 5 de marzo de 2014

Libro narra el ocaso del azúcar en Cuba

El desmantelamiento de la mayoría de los centrales azucareros en el país a principios de este siglo trajo la reconfiguración radical de muchas comunidades.

La Habana, 5 mar.IPS - El libro “La callada molienda” (Ediciones La Memoria, 2013) quiebra el silencio en torno a la repercusión que tuvo entre la población cubana la “tarea Álvaro Reynoso”, un plan lanzado por el gobierno a inicios de los 2000 para reestructurar el sector azucarero.

La periodista y poetisa Maylan Álvarez recopiló testimonios sobre el impacto del cierre de once centrales en la provincia de Matanzas, a 87 kilómetros al este de La Habana, que hasta el año 1999 contaba con una veintena de fábricas del dulce.

Campesinos, técnicos y funcionarios vinculados a la industria azucarera cuentan aquí cómo sus trabajos y sus dinámicas familiares tuvieron que adaptarse al “tiempo muerto perenne” (etapa del año sin molienda).

Las y los entrevistados de Álvarez están entre las más de 450.000 personas que se dedicaban por entero a labores en la agroindustria azucarera.

El bajo rendimiento económico de este sector en todo el país llevó a las autoridades a tomar la decisión de eliminar 97 de las 289 empresas que operaban en 2001. Por lo cual más de 100.000 operarios, campesinos y profesionales tuvieron que acogerse de inmediato a planes de recalificación para comenzar a trabajar en otras actividades.

Después de la medida, el anciano Gumersindo Ayllón, que fue estibador, carretillero y fregador en centrales de Matanzas, trabajó como custodio en una destilería. En el libro cuenta cómo “la gente hoy lo que hace es trabajar en la granja sembrando, trabajan con el ganado. Viven sembrando arroz”.

Por su parte, el otrora machetero Luis Gustavo Rojas, quien perteneció a un batallón de 22 hombres que cortó tres millones de caña para la zafra de 1970, confiesa a la autora que ahora trabaja como chofer de alquiler sobre el carro que ganó por los resultados de su trabajo.


El volumen de testimonios, publicado por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau para la Feria Internacional del Libro que se extiende hasta el 9 de marzo por todo el país, refleja cómo los bateyes y pequeños poblados próximos a los centrales cerrados fueron perdiendo vitalidad después del plan Álvaro Reynoso.

Las voces citadas en “La callada molienda” atestiguan que los servicios básicos a la población, controlados por el extinto Ministerio de la Industria Azucarera, se vieron afectados con el desmantelamiento de las industrias, a pesar de que en asambleas sindicales se prometió mantenerlos a los trabajadores.

“Aquí no hay vida para nadie. Las casas han perdido valor… Y aquí se perdió todo. Se han perdido nuestras tradiciones”, señala Víctor Hernández, quien fue operario y responsable de medios básicos en el central local Cuba Libre.

Según refleja el libro, la demolición de las instalaciones productoras tras la depresión de los precios de azúcar en el mercado internacional y la pérdida de maquinarias por falta de reparación, ha provocado que muchas personas se sientan pesimistas ante la posible recuperación del sector.

“Si a mí me preguntan directamente digo que (los centrales) no se tenían que haber cerrado”, opina aquí Reynaldo Yebra, exdiputado al parlamento y ex miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba (único legal).

Él, como otros protagonistas de la investigación, insiste en que el proceso de reordenamiento de la industria no benefició, sino que “dañó la economía cubana de una manera muy fuerte. Trajo tristeza, desencanto”.

La prensa local ha abordado con discreción este proceso y sus consecuencias, pero en los medios artísticos realizadores han hecho referencia a las tragedias vividas en las comunidades. Entre ellas, destacan el documental “DeMoler” (2004), de Alejandro Ramírez, y la película “Melaza” (2012), de Carlos Lechuga.

En cuanto a resultados económicos, el azúcar continúa sin rendir lo esperado. En la zafra 2012-2013 solo se produjo un 89 por ciento del millón y medio de toneladas previstas. (2014)

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