La apertura del cuentapropismo puso a los cubanos a mover neuronas para generar empleos que no se centraran únicamente en bares y cafeterías. Las alternativas ya son visibles; aunque algunas permanezcan algo solapadas por la inexistencia de marcos legales que las regulen y amparen.
Entre ellas se cuenta el desarrollo del software, una actividad que seduce a más de un profesional de la informática en busca de opciones que le aporten ingresos.
Cualquier licenciado en Cibernética Matemática, Ingeniería en Ciencias de la Informáticas, Ingeniería en Informática u otra carrera donde haya aprendido algún lenguaje de programación, sabe que tiene en su poder la facilidad de ejercer una actividad muy demandada en el mundo de hoy.
En un contexto que cada vez exige más ese know-how, unido al elevado número de profesionales de la rama (solamente de la Universidad de Ciencias Informáticas hasta 2012 había más de 10 mil egresados), no es raro toparse con más de un grupo que explote el mundo del software como negocio. Por increíble que parezca, en Cuba se hace desde aplicaciones para móviles hasta sistemas empresariales (para clientes o entidades extranjeras). El límite a la imaginación lo pone solo el de la tecnología.
Para generar los contenidos intervienen también en ese escenario diseñadores y, en ocasiones, personas con preparación en letras. Los grupos, en la mayoría de los casos, se conforman entre amigos o conocidos.
Freelance detrás de la fachada
Sergio es un joven graduado del Instituto Superior de Diseño (ISDi) que se ha dado a conocer como desarrollador de páginas web. La mayoría de sus trabajos ha sido para clientes cubano; sin embargo, para gestionar el dominio y el hosting (hospedaje) de esos sitios siempre acude a algunos contactos suyos fuera de Cuba. Una vez aceptado el encargo, Sergio reúne a su equipo y en menos de cinco meses realiza la entrega.
Las modalidades de trabajo son diversas, determinadas por la gestión y especialización de quienes integran estos equipos, pero también mediadas por las condiciones materiales que les permitan ejercer la labor. No obstante, todos se enfrentan al mismo dilema: la ausencia de amparo legal.
Hasta el momento, no existe en Cuba vía alguna que apruebe o reconozca legalmente este tipo de trabajo. Algunos grupos como el de Sergio pensaron en la posibilidad de “aparecer” a la luz pública como cooperativa no agropecuaria, aunque aún todavía no se conoce la existencia de alguna de este tipo. Mientras tanto él y su equipo seguirán bajo una licencia de trabajo por cuenta propia que los identifica como programadores de cómputo.
“Al principio, por la inexperiencia, nos estafaron dos veces. La primera fue con un trabajo que invertimos seis meses en terminar. Cuando lo entregamos, el cliente dijo que no le gustaba y, como no estamos protegidos por ningún mecanismo legal, nos quedamos en esa”, dice Ernesto, un programador que lleva más de cinco años en el negocio.
Orlando aún cursaba la carrera de Ingeniería Informática cuando comenzó a valerse de la programación para aumentar sus ingresos personales. Tres amigos, ya graduados de lo mismo, le hicieron la oferta y él no lo pensó dos veces. Al principio fue difícil distribuir el tiempo entre trabajo y estudio, pero al ver que su billetera no guardaba únicamente el estipendio, toda angustia desapareció.
Según Darío, un programador junior graduado hace un año de la Universidad de Ciencias Informáticas, el contacto entre las partes ocurre por diferentes vías, ya sea internet (a la cual en Cuba solamente tienen acceso 257 de cada mil habitantes, según datos de la ONEI), o mediante un conocido en Cuba o en el extranjero, o a través de anuncios de ofertas de trabajo en sitios como www.jobs.com, www.freelance.com, y Revolico. En algunos de estos espacios se registra el currículum, una muestra de encargos terminados y opiniones de clientes.
“Muchos de los que nos dedicamos a esto lo hacemos como una segunda opción. La mayoría de las veces dependemos de un contacto en el extranjero que nos contrate para trabajos específicos. Hemos cobrado por proyecto desde 500 a 5 mil CUC que repartimos entre tres personas, lo que indica un aproximado de 55 a 300 CUC mensuales para cada uno. Esta es una cantidad muy inferior a la que esos clientes pagarían en su país; pero siempre es más que nuestro salario normal”, dice Darío mientras muestra su último proyecto.
Las formas de pago varían. Hay clientes que amortizan contra resultado y otros lo hacen mensualmente; lo que sí es una máxima para programadores como Darío es la entrega en fecha, en correspondencia con las características pactadas para el software.
En tal sentido, algunos como Rubén, líder de un equipo de desarrollo de software particular, encuentran otra problemática: “Hace cinco años me dedico a esto y frecuentemente nos vemos obligados a contratar estudiantes o recién graduados que aprenden sobre la marcha la tecnología que le exigimos. Eso, sumado a la inestabilidad de algunos, compromete la fecha de entrega pactada con nuestros clientes”.
Aunque esta práctica supone alivio para muchos que, de otro modo, estarían ganando únicamente un salario básico que se diluye en el mero intento de abastecer la despensa, al mismo tiempo se convierte en desvelo cuando de impulsarla se trata. Siguen siendo el ansiado full Internet y la ausencia de respaldo legal los elementos que conforman el mayor problema para el desempeño de estos profesionales.
¿Robo o regalo de cerebro?
The Skyplanner es una empresa de desarrollo de software fundada en la Florida hace aproximadamente cuatro años. El negocio que comenzó en el reducido espacio de la vivienda de dos cubanos radicados en Miami, hoy tiene hasta una sucursal en Colombia. René, uno de los creadores, prefiere explotar su conocimiento fuera del terruño.
Más de un cubano conocedor de esta materia emprende en países como Canadá, Estados Unidos, España, Alemania, Argentina y Chile. El resultado óptimo es abrir una empresa propia; aunque no siempre corren con tanta suerte y sencillamente se incorporan a una ya existente.
Muchos profesionales que se gradúan en Cuba son talentosos. Mario, cibernético que llegó a Argentina hace un año, ya encontró trabajo como programador y está en condiciones de enviar a su madre una remesa mensual de 200 dólares.
“Buena parte de los que se aventuran encuentran trabajo rápido porque a donde quiera que llega un cubano bien preparado se le abren las puertas. Muchos que se van ayudan luego a los de Cuba a establecer contactos para el encargo de los proyectos, o consiguen el dominio para quienes se dedican a montar sitios desde allá”.
“Al final se crea una gran relación entre ambos lados”, comenta Abel, un ingeniero informático que, además de desarrollar software, se dedica al mantenimiento y arreglo de computadoras.
Ya suman miles los profesionales del campo de las tecnologías de la información en Cuba, una cantidad superior a las ofertas laborales del propio Estado. Mientras, en los países primermundistas el desarrollo del software sigue y seguirá siendo altamente demandado. Solo EE.UU. tiene disponible cerca de un millón de empleos para programadores.
Sin desestimar esa posibilidad, desde su “oficinita” de 3×4 metros en La Habana, Darío y el resto del equipo trabajan en el pedido de un cliente alemán, esperando poder nombrarse en algún momento, ante la vista de todos, como empresa, gozar de los derechos que este estatus otorga, y asumir los deberes que dispone.
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