"De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace: ganémosla a pensamiento" José Martí

sábado, 31 de mayo de 2014

Cómo funcionan los bancos

Por Paul Krugman Premio Nobel Economía

Se está celebrando un debate verdaderamente interesante sobre la reforma financiera, y ni siquiera sé cuál es mi postura, pero, desde luego, merece la pena hablar de él.


Los economistas Atif Mian y Amir Sufi llamaban la atención en su blog sobre las propuestas de Martin Wolf, el columnista del Financial Times, y, más sorprendentemente,de John Cochrane, un catedrático de la Universidad de Chicago, para o bien exigir o bien crear grandes incentivos para respaldar con reservas el 100% de los depósitos bancarios. Lo que resulta igual de sorprendente – al menos para mí – es que Cochrane parece ser más consciente de las dificultades del tema.

La idea básica que ambos escritores comparten es que los bancos tal y como los conocemos – entidades que realizan promesas de pagar dinero cuando se les pida, o casi cuando se les pida, aunque tengan activos líquidos que solo cubren una parte de esas posibles peticiones – sufren por naturaleza espantadas, pérdidas de confianza que se materializan. Por eso proponen que tratemos de eliminar dichas entidades; seguiría habiendo cosas a las que llamaríamos bancos, pero se limitarían a ser los custodios de activos líquidos emitidos por el Gobierno.

Parece que Wolf, a menos que le esté interpretando mal, identifica todo el problema con una forma concreta de deuda a corto plazo: los depósitos bancarios. Parece un punto de vista extrañamente limitado dada la naturaleza de la crisis de 2008, en la que se produjeron muy pocas retiradas de depósitos, pero sí un enorme pánico en la banca en la sombra, especialmente en los pactos de recompra (unos créditos inmediatos que, esencialmente, ejercían las funciones de la banca de depósitos pero que también creaban las mismas clases de riesgos. Cochrane comprende esto y pide que se grave con un “impuesto pigouviano” - es decir, la clase de impuesto que los manuales de economía nos dicen que deberíamos tener para la contaminación - cualquier forma de “deuda a corto plazo propensa a los pánicos bancarios”.

Por lo tanto, tres consideraciones.

La primera es que la omisión de Wolf es importante. Si imponemos unos requisitos sobre el 100% de los depósitos a las entidades depositarias, pero solo a ellas, canalizaremos todavía más fondos hacia la banca en la sombra y haremos que el sistema sea más peligroso.

La segunda es que la propuesta de Cochrane exige una considerable intervención del Gobierno en el sector financiero; hace que las propuestas liberales de un impuesto sobre las transacciones parezcan en comparación una pequeña molestia. Cochrane insiste en que podemos gestionar fácilmente nuestra economía sin una deuda privada a corto plazo peligrosa, que podemos organizar fácilmente las cosas para que los gestores de sus fondos indexados vendan una pequeñísima parte de nuestras carteras de acciones cada vez que usemos una tarjeta de débito en un 7-Eleven. ¿Es esto correcto?

La tercera, en otro orden de cosas bastante diferente, es si estamos realmente seguros de que los problemas bancarios son los únicos responsables de lo que salió mal. Ya he hecho antes esta observación, pero cuando miras cualquier indicador de las tensiones financieras, lo que ves es un enorme pico en 2008 que cayó velozmente. Sin embargo, el rápido regreso a la normalidad en los mercados financieros (logrado, claro está, mediante rescates y garantías) no dio lugar a una recuperación rápida en la economía real; al contrario, la economía estadounidense sigue estando deprimida, y muchos países avanzados se encuentran ahora al borde de la deflación, más de cinco años después. 


Esto parece indicar claramente que, aunque es posible que los pánicos bancarios hayan exacerbado las cosas, los problemas son más profundos; en concreto, comparto firmemente la opinión (basada en parte en el trabajo de Mian y Sufi) de que los problemas más generales del exceso de apalancamiento, y los consiguientes problemas pecuniarios de muchas familias, fueron fundamentales. Y ni unas reservas para respaldar el 100% de los depósitos ni un impuesto sobre los pactos de recompra habrían solucionado ese tipo de apalancamiento.

Y un pequeño apunte: Cochrane ha sostenido que a la gente que cree realmente en las soluciones keynesianas no debería preocuparle la solvencia de los bancos porque el Gobierno siempre puede compensar los efectos de una crisis bancaria con medidas de estímulo. Existen múltiples razones por las cuales eso no es así; entre otras cosas, la gente como yo puede sostener que los peligros de la deuda pública son exagerados, pero que aun así preferimos no tener que recurrir a una financiación con déficit a gran escala de forma regular.

Pero la cuestión principal, sin duda, es que lo que el estímulo podría hacer y lo que hará no es en absoluto lo mismo. Lo que hemos descubierto a lo largo de los últimos cinco años es que incluso en una coyuntura que justifica sobradamente que las políticas públicas incrementen la demanda, la mitad de la profesión económica y la mayoría de los responsables políticos encontrarán razones para hacer exactamente lo que no hay que hacer. Es un argumento a favor de la adopción de políticas preventivas para evitar llegar a dichas situaciones si es posible.


Traducción de News Clips.

© 2014 The New York Times.

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