Por Robert Lee Hotz
Era sólo una adolescente cuando murió sola en la oscuridad.
Los científicos que analizaron sus huesos afirmaron el jueves que es el esqueleto humano genéticamente intacto y casi completo más antiguo del Nuevo Mundo. Sus restos —descubiertos en las profundidades de una cueva inundada en la Península de Yucatán de México— consolidan la conexión entre los primeros habitantes del continente americano y los indígenas americanos modernos.
Una marca genética única exhumada de su esqueleto de 12.000 años ofrece evidencia de que los primeros cazadores-recolectores que cruzaron el Mar de Bering desde el noreste de Asia a través de un territorio ahora sumergido llamado Beringia pertenecían al mismo grupo poblacional que muchos indígenas americanos actuales, indicaron los científicos.
"Es un linaje que vemos en todo el territorio americano", afirmó la antropóloga Deborah Bolnick, de la Universidad de Texas en Austin, quien ayudó a analizar ADN materno extraído de un diente del esqueleto.
El equipo internacional de 16 antropólogos, especialistas en genética y buzos reportó sus descubrimientos el jueves en la revista Science.
Si lo confirman investigaciones adicionales, los huesos de una joven que se perdió hace mucho tiempo podrían ayudar a definir un debate con fuerte carga emocional que ha apasionado a académicos durante un siglo, sobre los orígenes de la gente que se estableció en el Nuevo Mundo y la identidad de sus descendientes actuales. Otras teorías han sostenido que los primeros habitantes podrían haber llegado desde el Pacífico Sur en barco o haber remado a través del Atlántico desde España.
"Este es un paso adelante para resolver esta pregunta", dijo James Chatters, dueño de Applied Paleoscience, una firma de consultoría arqueológica en Bothell, estado de Washington, que encabezó el proyecto de investigación.
Sin embargo, no es probable que los debates cesen. El arqueólogo Dennis Stanford, director del programa Paleo-Indio del Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural de EE.UU., afirmó que los primeros habitantes identificados en el nuevo estudio probablemente sólo vivieron en el oeste de América del Norte, dejando abierta la pregunta de quién colonizó el resto del continente.
"Sucede algo totalmente distinto en la Costa Este que en la Costa Oeste", sostuvo Stanford.
Como espécimen, el esqueleto, que pertenece a una joven de 15 o 16 años, fue designado formalmente HN5/48, pero quienes manipularon sus huesos la apodaron Naia, en referencia a las ninfas acuáticas de la mitología griega.
Sus restos encarnan el pasado y presente.
No luce muy parecida a una indígena americana contemporánea. En cambio, su rostro parece más al de una africana moderna, una indígena australiana o una isleña del Pacífico, sostuvieron los científicos. Esas diferencias han alimentado teorías de que estos primeros paleo-estadounidenses e indígenas americanos modernos no tienen parentesco.
Sin embargo, según la evidencia de su ADN materno —corroborado por tres laboratorios independientes— es ancestro de muchos indígenas americanos vivos actualmente, indicaron los investigadores. Comparten una firma genérica única, llamada haplogrupo D1, que hoy se encuentra sólo en los indígenas del continente americano, agregaron los científicos.
"Es importante y significativo porque tenemos muy poca información genética de esa antigüedad para el continente americano", señaló el especialista en genética Dennis H. O'Rourke de la Universidad de Utah, quien no estuvo involucrado en el proyecto.
La muchacha probablemente murió en una caída, mientras tanteaba para moverse en la oscuridad de las cavernas, motivada quizás por la sed, dijeron los científicos. Hoy, el piso de la caverna está a más de 40 metros bajo el agua debido al ascenso del nivel del mar causado por el deshielo de glaciares.
Los buzos descubrieron la caverna sumergida en 2007. La encontraron llena de los huesos empapados de criaturas extintas como tigres diente de sable y perezosos gigantes, del final del Pleistoceno. El cráneo de la joven estaba balanceado sobre un saliente, sostenido por un hueso de brazo.
Bautizaron la caverna como "Hoyo negro".
"Supimos que era un lugar increíble en el momento en que ingresamos", afirmó Alberto Nava de Bay Area Underwater Explores, un grupo de buzos de California, que encontraron el sitio.
Era sólo una adolescente cuando murió sola en la oscuridad.
Los científicos que analizaron sus huesos afirmaron el jueves que es el esqueleto humano genéticamente intacto y casi completo más antiguo del Nuevo Mundo. Sus restos —descubiertos en las profundidades de una cueva inundada en la Península de Yucatán de México— consolidan la conexión entre los primeros habitantes del continente americano y los indígenas americanos modernos.
Una marca genética única exhumada de su esqueleto de 12.000 años ofrece evidencia de que los primeros cazadores-recolectores que cruzaron el Mar de Bering desde el noreste de Asia a través de un territorio ahora sumergido llamado Beringia pertenecían al mismo grupo poblacional que muchos indígenas americanos actuales, indicaron los científicos.
"Es un linaje que vemos en todo el territorio americano", afirmó la antropóloga Deborah Bolnick, de la Universidad de Texas en Austin, quien ayudó a analizar ADN materno extraído de un diente del esqueleto.
El equipo internacional de 16 antropólogos, especialistas en genética y buzos reportó sus descubrimientos el jueves en la revista Science.
Si lo confirman investigaciones adicionales, los huesos de una joven que se perdió hace mucho tiempo podrían ayudar a definir un debate con fuerte carga emocional que ha apasionado a académicos durante un siglo, sobre los orígenes de la gente que se estableció en el Nuevo Mundo y la identidad de sus descendientes actuales. Otras teorías han sostenido que los primeros habitantes podrían haber llegado desde el Pacífico Sur en barco o haber remado a través del Atlántico desde España.
"Este es un paso adelante para resolver esta pregunta", dijo James Chatters, dueño de Applied Paleoscience, una firma de consultoría arqueológica en Bothell, estado de Washington, que encabezó el proyecto de investigación.
Sin embargo, no es probable que los debates cesen. El arqueólogo Dennis Stanford, director del programa Paleo-Indio del Museo Nacional Smithsonian de Historia Natural de EE.UU., afirmó que los primeros habitantes identificados en el nuevo estudio probablemente sólo vivieron en el oeste de América del Norte, dejando abierta la pregunta de quién colonizó el resto del continente.
"Sucede algo totalmente distinto en la Costa Este que en la Costa Oeste", sostuvo Stanford.
Como espécimen, el esqueleto, que pertenece a una joven de 15 o 16 años, fue designado formalmente HN5/48, pero quienes manipularon sus huesos la apodaron Naia, en referencia a las ninfas acuáticas de la mitología griega.
Sus restos encarnan el pasado y presente.
No luce muy parecida a una indígena americana contemporánea. En cambio, su rostro parece más al de una africana moderna, una indígena australiana o una isleña del Pacífico, sostuvieron los científicos. Esas diferencias han alimentado teorías de que estos primeros paleo-estadounidenses e indígenas americanos modernos no tienen parentesco.
Sin embargo, según la evidencia de su ADN materno —corroborado por tres laboratorios independientes— es ancestro de muchos indígenas americanos vivos actualmente, indicaron los investigadores. Comparten una firma genérica única, llamada haplogrupo D1, que hoy se encuentra sólo en los indígenas del continente americano, agregaron los científicos.
"Es importante y significativo porque tenemos muy poca información genética de esa antigüedad para el continente americano", señaló el especialista en genética Dennis H. O'Rourke de la Universidad de Utah, quien no estuvo involucrado en el proyecto.
La muchacha probablemente murió en una caída, mientras tanteaba para moverse en la oscuridad de las cavernas, motivada quizás por la sed, dijeron los científicos. Hoy, el piso de la caverna está a más de 40 metros bajo el agua debido al ascenso del nivel del mar causado por el deshielo de glaciares.
Los buzos descubrieron la caverna sumergida en 2007. La encontraron llena de los huesos empapados de criaturas extintas como tigres diente de sable y perezosos gigantes, del final del Pleistoceno. El cráneo de la joven estaba balanceado sobre un saliente, sostenido por un hueso de brazo.
Bautizaron la caverna como "Hoyo negro".
"Supimos que era un lugar increíble en el momento en que ingresamos", afirmó Alberto Nava de Bay Area Underwater Explores, un grupo de buzos de California, que encontraron el sitio.
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