Por Paul Krugman Nobel de Economía
Permítanme exponer de nuevo y quizá aclarar algunas cuestiones de una reciente columna de The New York Times sobre el referéndum del 18 de septiembre en Escocia para decidir si se separa de Reino Unido.
Declarar Escocia independiente supondría una importante alteración de los acuerdos económicos y financieros. Como dice el economista Simon Wren-Lewis, la opinión preponderante entre los profesionales de la economía es que esta alteración empeoraría la situación de Escocia; pero eso es algo que podemos discutir. No obstante, ese no es el argumento que el movimiento independentista sostiene.
Lo que han dicho a los votantes es que no habría alteración; en concreto, que los escoceses podrían que seguir usando la libra esterlina, y que eso no plantearía ningún problema.
Esta afirmación resulta sorprendente a estas alturas de la historia. Los economistas (empezando por mi recientemente desaparecido colega y amigo Paul Kenen) hace tiempo que defienden que compartir una divisa sin integración fiscal es problemático. La creación del euro confirma la validez de esta teoría. Además, las consecuencias han sido mucho más graves de lo que incluso los más duros detractores de dicha moneda habían imaginado, con una Europa del euro pasándolo peor en este momento que Europa Occidental en la década de 1930.
Y se podría decir que a una Escocia independiente que utilizase la libra británica le iría aún peor. En los últimos tiempos, Europa se ha estabilizado bastante gracias a la ayuda de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, a los países endeudados. Pero Draghi puede hacerlo en gran medida porque es responsable ante toda la zona euro, y no solo ante Alemania. Una Escocia independiente sería dependiente de la benevolencia del Banco de Inglaterra sin tener ni voz ni voto en sus políticas.
He leído bastante de lo que se ha escrito sobre la independencia, y no muestra ningún reconocimiento de los peligros que comporta. Lo que los votantes escoceses deberían hacer es fijarse bien en la experiencia, al otro lado del mar del Norte, de divorcio entre divisa y Estado. No es muy alentadora.
El día de la inFaMIa
En Internet hay dos trabajos que redacté para el FMI. El primero es el texto de mi conferencia Mundell-Fleming sobre la posiblidad, o ausencia de la misma, de que se produzcan crisis al estilo griego en los países que piden créditos en su propia divisa (bit.ly/1weqGvU). El segundo, una serie de notas breves de varios premios Nobel (bit.ly/1op3NR3).
Mi conclusión de la conferencia Mundell-Fleming: “Las aseveraciones acerca de la vulnerabilidad a la crisis de los deudores a tipos variables no se han concretado en absoluto porque, de hecho, no tienen sentido. Hay modelos macroeconómicos sencillos que hacen pensar que una pérdida de confianza en un país como Estados Unidos que tuviese lugar en un momento en que las tasas de interés estuviesen en un límite inferior a cero, debería, si acaso, tener un efecto expansionista. Tampoco sirve recurrir a las lecciones de la historia: los casos similares al hipotético escenario de crisis son poco frecuentes, y los que existen no apoyan la idea de que puedan ocurrir crisis al estilo de la griega en un régimen monetario muy diferente".
“Puede que les parezca inverosímil que las creencias generalizadas, respaldadas por tanta gente influyente, puedan estar equivocadas en una cuestión tan elemental. Pero no es la primera vez que ha sucedido, y seguro que no será la última”.
Traducción de News Clips.
© 2014 The New York Times
Permítanme exponer de nuevo y quizá aclarar algunas cuestiones de una reciente columna de The New York Times sobre el referéndum del 18 de septiembre en Escocia para decidir si se separa de Reino Unido.
Declarar Escocia independiente supondría una importante alteración de los acuerdos económicos y financieros. Como dice el economista Simon Wren-Lewis, la opinión preponderante entre los profesionales de la economía es que esta alteración empeoraría la situación de Escocia; pero eso es algo que podemos discutir. No obstante, ese no es el argumento que el movimiento independentista sostiene.
Lo que han dicho a los votantes es que no habría alteración; en concreto, que los escoceses podrían que seguir usando la libra esterlina, y que eso no plantearía ningún problema.
Esta afirmación resulta sorprendente a estas alturas de la historia. Los economistas (empezando por mi recientemente desaparecido colega y amigo Paul Kenen) hace tiempo que defienden que compartir una divisa sin integración fiscal es problemático. La creación del euro confirma la validez de esta teoría. Además, las consecuencias han sido mucho más graves de lo que incluso los más duros detractores de dicha moneda habían imaginado, con una Europa del euro pasándolo peor en este momento que Europa Occidental en la década de 1930.
Y se podría decir que a una Escocia independiente que utilizase la libra británica le iría aún peor. En los últimos tiempos, Europa se ha estabilizado bastante gracias a la ayuda de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, a los países endeudados. Pero Draghi puede hacerlo en gran medida porque es responsable ante toda la zona euro, y no solo ante Alemania. Una Escocia independiente sería dependiente de la benevolencia del Banco de Inglaterra sin tener ni voz ni voto en sus políticas.
He leído bastante de lo que se ha escrito sobre la independencia, y no muestra ningún reconocimiento de los peligros que comporta. Lo que los votantes escoceses deberían hacer es fijarse bien en la experiencia, al otro lado del mar del Norte, de divorcio entre divisa y Estado. No es muy alentadora.
El día de la inFaMIa
En Internet hay dos trabajos que redacté para el FMI. El primero es el texto de mi conferencia Mundell-Fleming sobre la posiblidad, o ausencia de la misma, de que se produzcan crisis al estilo griego en los países que piden créditos en su propia divisa (bit.ly/1weqGvU). El segundo, una serie de notas breves de varios premios Nobel (bit.ly/1op3NR3).
Mi conclusión de la conferencia Mundell-Fleming: “Las aseveraciones acerca de la vulnerabilidad a la crisis de los deudores a tipos variables no se han concretado en absoluto porque, de hecho, no tienen sentido. Hay modelos macroeconómicos sencillos que hacen pensar que una pérdida de confianza en un país como Estados Unidos que tuviese lugar en un momento en que las tasas de interés estuviesen en un límite inferior a cero, debería, si acaso, tener un efecto expansionista. Tampoco sirve recurrir a las lecciones de la historia: los casos similares al hipotético escenario de crisis son poco frecuentes, y los que existen no apoyan la idea de que puedan ocurrir crisis al estilo de la griega en un régimen monetario muy diferente".
“Puede que les parezca inverosímil que las creencias generalizadas, respaldadas por tanta gente influyente, puedan estar equivocadas en una cuestión tan elemental. Pero no es la primera vez que ha sucedido, y seguro que no será la última”.
Traducción de News Clips.
© 2014 The New York Times
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